El amor de Dios es un antegusto del Cielo, si supiéramos saborearlo, ¡oh, que felices seriamos!.
Más se conoce a Dios, más se le ama. Ese conocimiento abrasa el alma de un amor tan grande, que entonces, solo puede amar y desear a Dios.
La oración no es sino una unión mística con Dios, cuando se tiene el corazón puro y unido con Dios, se siente dentro de sí una dulzura que embriaga, una luz que deslumbra. Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos entre sí: ya no se pueden separar.
El mundo pasa, y nosotros pasamos con él. Los reyes pasan, los imperios desaparecen, todo se va. Nos precipitamos en la eternidad de donde nunca volveremos. Solo una cosa es importante: salvar a nuestra pobre alma…
El corazón de María es todo amor y misericordia. La Santísima Virgen María está entre su Hijo y nosotros. Solo tenemos que dirigirnos a Ella para ser favorecidos.
REFLEXIÓN PERSONAL
-Solo un alma mística, en contacto directo con Dios puede hablar así, aquí está relatado lo que siente el alma unida con la Divinidad, la unión mística del alma con Dios, que San Juan de la Cruz explica como un fuego que transforma un leño sucio en unas deslumbrantes brasas de fuego, aquí el Santo Cura de Ars lo explica como dos trozos de cera fundidos.
-En la última parte explica la acción de la Santísima Virgen María, medianera de todas las gracias de Dios, Dogma que aún no ha sido aprobado por la Santa Iglesia Católica.
-¡Pobres Protestantes!, el Santo Cura de Ars decía de ellos que son tan pobres que nos han copiado a nosotros los Católicos, hasta sus nombres de pila: nombres de Santos Católicos, Apostólicos y Romanos.
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