Dios da a sus amadas criaturas, esa sublime caricia, que nunca recibimos sin que nos volvamos más hermosos y mejores. |
¡Bienaventurado el que ve a Dios en todas las cosas!, ya que esto quiere decir que esta persona ha pasado de ser un hombre animal, que solo busca los bienes de la Tierra, a ser un hombre nuevo nacido a la Gracia. que al tener la presencia de Dios en su alma, se ha vuelto espiritual y ha probado la dulzura y "catado" la esencia de Dios, e impulsado por el Espíritu Santo, busca a Dios en toda la Creación. Satanás sabe muy bien que los que han recibido esas caricias de Dios, los tiene casi siempre perdidos, por eso intenta por todos los medios a su alcance impedirle que siga adelante y aliándose con los atractivos del mundo y de la carne, redobla sus esfuerzos para hacerlos caer.
Como lo dice San Juan de la Cruz en su explicación de la escala mística para ir a Dios, el amor del alma que crece de peldaño en peldaño, le hace desearlo cada vez más, para conocerlo mejor, su única obsesión es descubrirlo en cualquier parte, todo le recuerda a su amado, y su desengaño es constante, cree ver a Dios en sus obras, pero se desespera siempre, ya que está deseando tener un encuentro directo con su amado y aún no lo tiene, tendrá que esperar aún un largo periodo de tiempo de purificación para ser digna de tener una comunicación directa con Dios.
Muy poca gente ha llegado a ello, pero muchos Santos conocidos y desconocidos lo han conseguido, para ello han tenido que superar muchas dificultades, muchos sacrificios y salir triunfantes con la ayuda de Dios y de los Sacramentos, de los tres potentes enemigos del alma: el mundo y la carne, dirigidos por Satanás.
La Santísima Virgen de Lourdes se apareció a Santa Bernardita en el lugar donde se quemaban todas las vendas que habían servido para curar las enfermedades del cuerpo, que el padre de la santa traía desde el Hospital.
Ahora, como Reina de los ángeles del Cielo y de las almas de la Tierra, como medianera de todas las Gracias de Dios, los que se acogen a ella, pueden curar sus enfermedades espirituales, que son los pecados que pueden llevar a la muerte del alma si no se curan a tiempo.
Los millones de peregrinos que acuden a Lourdes buscan la sanación de los cuerpos, el desfile de los enfermos en sillas de ruedas es incesante. Hay pocas curaciones, algunas son verdaderamente impresionantes, pero no vemos las curaciones de las enfermedades del alma, que se traducen en conversiones, solo las veremos en el otro mundo.
Dios, en su infinita bondad y misericordia, no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta y alcance la Vida eterna. Ha enviado a su Madre la Santísima Virgen María para cuidar de las almas, y para eso nos la ha entregado en la Cruz por Madre, el que la ame y se encomiende a ella, y es persona de buena voluntad, tiene la Salvación asegurada.
Los siete Espíritus de Dios enviados en misión por toda la Tierra, como así lo relata el Apocalipsis, corresponden a todo lo que existe en la Creación, puesto por Dios para recordarnos constantemente su presencia.
Del Evangelio como me ha sido revelado de
María Valtorta:
La primera palabra del Padre y Señor es esta: “Yo soy el Señor, Dios tuyo”.
En cada instante del día, la Voz de Dios pronuncia esta palabra y su dedo la escribe. ¿Dónde?. Por todas partes. Todo lo dice continuamente: desde la hierba a la estrella, desde el agua al fuego, desde la lana al alimento, desde la luz a las tinieblas, desde el estar sano, hasta la enfermedad, desde la riqueza hasta la pobreza.”
Todo dice : “Yo soy el Señor. Por Mí, tienes esto. Un pensamiento Mío te lo da, otro te lo quita y no hay fuerza de ejercito ni de defensas que te pueda preservar de Mi voluntad”. Grita en la voz del viento, canta en la risa del agua, perfuma en la fragancia de la flor, se incide sobre las cúspides montanas, y susurra, habla, llama, grita en las conciencias: Yo soy el Señor Dios tuyo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario