Es en medio de las espinas que encontrarás a mi Corazón Ese corazón que te ama y que te llama. |
Las tres potencias del alma que son memoria, entendimiento y voluntad, son las tres profundas cavernas del sentido, según lo explica San Juan de la Cruz, están hechas para contener a la Santísima Trinidad. Corresponden a la Santa Fe, don de Dios Padre; la Esperanza aportada por el Hijo y el Amor que es el Espíritu Santo, otorgado por la Redención de Jesús con la Glorificación de la Cruz previa a su gloriosa Resurrección, que da entrada al Espíritu Paráclito que llena la voluntad de Amor y de Fuerza, que siempre están unidas y se interrelacionan entre ellas.
DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA
(3 de Julio de 1.944)
(3 de Julio de 1.944)
Dice Jesús:
“Habéis levantado en mi honor
suntuosas catedrales y la Cruz de mi Hijo proclama por doquier nuestra bondad y
vuestra devoción.
Más, ¿la palabra de la Cruz
corresponde a la de vuestro espíritu? También sobre las tumbas de los Faraones
están narrados episodios que proclaman
su eternidad y la fidelidad de sus súbditos. Más, ¿Para qué sirven? Esos reyes,
de los que está escrito: “sois inmortales”, ya están bien muertos como muertos
están sus súbditos. La realidad es eso: polvo, muerte, olvido, nada y las
palabras proclaman sobre las tumbas vanas las profesiones de fe.
¿Acaso no sucede lo mismo con
vosotros? ¿Qué valor tienen los templos si no están vivificados por vuestro
amor? ¿Pueden bastarme? ¿Pueden ser dignos de Mí? Se ha dicho: “El Altísimo no
habita en Templos hechos por la mano del hombre” (Hechos 7, 48). Lo han dicho
refiriéndose al Templo de Salomón, que es la casa más suntuosa que el hombre
levantó en mi honor. Ahora mi Hijo vive en todas las Iglesias por su infinita
bondad de Redentor y Amigo. ¿Más, donde podemos hacer nuestra morada Yo, el Padre
y el Espíritu Paráclito?
Nuestro Templo – que no está hecho por manos humanas,
pues lo creó mi Potencia – es vuestro espíritu. ¡Y son muy raros los espíritus
en los que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo pueden reunirse para morar y
descansar, como en un engalanado cenáculo! Del mismo modo que la unión de las
tres personas obró y obra todos los prodigios de la Creación y todos los
milagros del amor, nuestra morada en el espíritu que nos acoge, obra prodigios
cuya amplitud se conocerá en la segunda vida.
Y el mundo se asombrará al
conocerlos. ¡Qué humillación sufrirán los que se creyeron “grandes”, “sabios”, “potentes”
y criticaron, atacaron, atormentaron las almas que eran dilectas para Nosotros,
cuando vean tanta sabiduría, cuanta grandeza y poder se albergaba en ellas,
porque en ellas, estábamos Nosotros!
Vuelvo a decirlo: “El Altísimo no habita en Templos
humanos, Su morada está en el espíritu del hijo fiel”.
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