LA ORACIÓN DE LAS ALMAS HUMILDES, CON LA CONTEMPLACIÓN DE JESÚS, SON LAS ARMAS MÁS PODEROSAS CONTRA LAS INSIDIAS DE SATANÁS, DEL MUNDO Y DE LA CARNE |
La
oración para que sea eficaz, debe de cumplir ciertas condiciones, en caso
contrario será una oración que no dará los frutos esperados.
-Tiene
que ser una llamada hecha con el conocimiento perfecto de quien somos y quien
es la persona a quien nos dirigimos.
-Somos
todos más o menos pecadores es decir, que hemos ofendido, y estamos ofendiendo
por error u omisión, en más o menos medida a Dios, por eso, es esencial
reconocer este hecho, y hablar con Dios de una manera humilde y con santo
temor, que es un don del Espíritu Santo, temor no quiere decir terror, quiere
decir que al considerarse como una persona imperfecta, tenemos que pedir con
amor suplicante con el alma arrepentida y profunda humildad.
-Nos
dirigimos al Ser supremo, Dios Todopoderoso, eterno y Perfecto, de una
Sabiduría infinita, que conoce todas nuestras imperfecciones, incluso las
faltas más ocultas, al cual como lo dice San Juan de la Cruz, le debemos
agradecimiento por habernos creado, y amor eterno por habernos redimido.
La
diferencia entre un creyente y un ateo es de una asombrosa, el
creyente sabe que está en este mundo de paso, y que existe un mundo mejor en
donde ya no hay mentira, odio, rencor, dolor, pena, muerte, enfermedades y
vejez, y que todas las desgracias son consecuencia del pecado de Adán.
El
ateo cree que este mundo está aquí para disfrutarlo, y que todos los medios son
lícitos para conseguirlo, ya que después de la muerte ya no hay nada y todo
termina. Como el lujo y el placer de los cinco sentidos corporales, son bienes escasos, a la
fuerza el que quiere conseguir esa gula material y espiritual, tiene que
pisotear a los demás, y provocar la desgracia de sus semejantes más débiles.
El
creyente, con la ayuda de Dios, obtenida por una perfecta oración, y sobre todo
una profunda humildad, puede conseguir, y consigue de Dios restablecer el
equilibrio, y evita que castigue con más severidad a los que incumplen su Ley.
El día que no existan estas almas que rezan por sus hermanos, y que piden
perdón a Dios por sus pecados y los de la humanidad, la Tierra no tendrá razón
de existir, es lo que ocurrió con el diluvio y con Sodoma y Gomorra, y es lo que ocurrirá con la venida del Anticristo,
será la intervención directa de Dios para destruir este mundo, y sepultar eternamente a
Satanás y a todos sus seguidores en las Tinieblas.
DE LOS CUADERNOS DE MARÍA
VALTORTA
(16 de Marzo de 1.944)
Jesús me dice que escriba también esas
palabras sobre la función de ciertas almas en el mundo. Lo hago aunque, por
estar tan débil y atormentada, me da vueltas la cabeza como una perinola.
¿Has comprendido ahora el por qué de los conventos de clausura y su razón de ser?
¿Has comprendido ahora el por qué de los conventos de clausura y su razón de ser?
No
todos tienen tiempo de rezar, visto que están tan empeñados en la vida activa. Es
verdad que la actividad honesta es ya plegaria y por eso, los que rezan
mientras trabajan están justificados. Más son muchas las necesidades del hombre,
y son muchos los hombres que no rezan en absoluto. Los que viven en el
claustro, rezan por todos los que no quieren o no pueden rezar, de modo que
cada día aporte ese número de homenajes que requiere la Divinidad (pensad que
en el Cielo no existen pausas para el gloria a Dios). Le rezan a Dios para
honrarle, le rezan para aplacarle, le rezan para impetrarle. Son los brazos que
están alzados sobre los que combaten, y piden para todos.
Tú,
en tu casa, eres la pequeña enclaustrada que reza por todos. Más tu caridad
debe ser vasta como el mundo. Más aún debe de ser vasta como toda la Creación,
debe invadir también el Cielo. O mejor, debe comenzar con él. Rezar
para elevar alabanzas y ofrecer reparaciones a Dios, que es insultado por
tantos seres.
-Rezar
por quien no reza.
-Rezar
por la Iglesia.
-Rezar
por el Sacerdocio que, si no vuelve a ostentar el esplendor de un mártir como
Lorenzo, os hará cada vez más propensos a la idolatría.
-Rezar
por la sociedad humana, para que venga a Dios si quiere salvarse.
-Rezar
por la Patria, para que goce de paz y bien.
-Rezar
por quien sufre, por quien tiene hambre, por quien no tiene un techo.
-Rezar
por quien duda y se siente aferrar por la desesperación.
-Rezar,
rezar, rezar.
-Por
último rezar por ti.
No
tengáis temor. Si vosotros que rezáis por todos, si no rezáis por vosotros,
rezo Yo por vosotros al Padre. Quedaos
tranquilos.
Las
almas que oran en el mundo, las que saben convertir su enfermedad, no en un
ocio forzado, sino en una actividad santa, son las pequeñas clausuras que Yo
desparramo en el mundo como flores, para ayudar a las grandes clausuras y para
aplacar al Padre y llevar alivio a la humanidad con esta suma de incansables
plegarias.
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