JESÚS, QUE ERA DIOS ENCARNADO, MARÍA LA CRIATURA MÁS PERFECTA DE LA CREACIÓN, OBEDECÍAN A SAN JOSÉ |
Dijo Jesús que el que no
es como un niño, no entrará en el Reino de los Cielos, lo que caracteriza un
niño es la obediencia hacia sus padres, porque sabe que tiene que aprender de ellos,
ya que para él, tienen un conocimiento perfecto de la vida, y que les debe todo,
el alimento, el vestido, y el cariño que recibe. Sus padres le han enseñado que
para salir adelante en la vida, tiene que obedecer y que a veces si recibe una reprimenda,
proporcional a la falta, es por su propio bien y por eso, nunca les guarda
rencor, muy al contrario les ama con todo su cariño.
La mayoría de los niños
que no han querido obedecer, de mayores han vivido una vida cargada de
dificultades y de sufrimientos, ya que una persona que en su juventud ha sido
desobediente, nunca podrá doblegarse ante todas las obligaciones de la vida,
será una persona rebelde a todas las leyes que impone la sociedad, y lo que es
peor a las Leyes espirituales, y por ello, será un desgraciado en esta vida y
un réprobo en la eternidad.
De los Cuadernos de María
Valtorta
(16 de Marzo de 1.944, en plena 2ª guerra mundial)
Hebreos 5, 7.8.12.14; 6, 1.4.6.8.
Dice Jesús:
“Quiero
que tú y muchos otros consideréis una virtud de la que os ha derivado un gran
bien, el bien más grande, así como su contrario os ha venido un gran mal, el
mal mayor: Ya te he hablado de ello, más tu sufrimiento no te ha hecho recordar
las palabras. Te las repito porque me urge que las conozcáis.
Dado
que os amaba infinitamente, Yo quise ser vuestro Redentor. Más no lo fui
únicamente por la Sabiduría, ni por la potencia, ni por la Caridad. Estas son
tres características, tres dotes divinos, y los tres obraron en la Redención
del Género humano, pues os instruyeron, os conmovieron con milagros, os
redimieron con el Sacrificio.
Más,
Yo era el Hombre. Y por serlo, debía poseer esa virtud cuya pérdida había
perdido el hombre, y redimiros con ella. El hombre se había perdido por haber
desobedecido al deseo de Dios. Yo, el Hombre, he debido salvaros obedeciendo al
deseo de Dios.
Dice
Pablo que Yo, “tras haber ofrecido, en los días de mi vida mortal, plegarias y
súplicas con fuertes gritos y con lágrimas, para salvar al hombre de la muerte
espiritual, fui escuchado por mi reverencia”. Y agrega que, habiendo alcanzado
la perfección porque había aprendido (o sea, porque había cumplido con
obediencia), me convertí en la causa de Salvación eterna para todos los que me
obedecen.
Por
lo tanto, Pablo dice: - con palabras que el Espíritu hace verdaderas – que Yo,
el hijo de Dios hecho Hombre, alcancé la perfección por medio de la obediencia
y pude ser Redentor gracias a ella. Yo, el Hijo de Dios alcancé la perfección
con la obediencia. Yo redimí con la obediencia.
Si
meditáis profundamente acerca de esta verdad, tenéis sentir lo que siente el
que está solo sobre una elevada ensenada marina y, desde allí mira fijamente la
profundidad y la inmensidad del mar y le parece hundirse en ese abismo líquido
del que no conoce ni la profundidad ni los confines.
¡Es
la obediencia! Es ese mar ilimitado y abismal en el que me sumergí antes que
vosotros para volver a la Luz a los que habían naufragado en la culpa. Es el
mar en el que tendrían que sumergirse todos los verdaderos hijos de Dios para
ser redentores de sí mismos y de sus hermanos. Es el mar que no tiene
solamente grandes profundidades y grandes olas, sino también playas bajas y
pequeñas olas que parecen bromear con la arena de la orilla, esas olitas que
tanto le gustan a los niños, que juegan con ellas.
La
obediencia no está hecha solamente de horas excelsas en las que obedecer
significa morir como hice Yo, en las que obedecer significa arrancarse del lado
de una Madre como hice Yo, en las que obedecer significa renunciar a la propia
morada como hice Yo, al dejar el Cielo por vosotros. La obediencia está hecha
también de cosas minúsculas de cada hora, que van cumpliéndose sin refunfuños, a medida que se presentan.
¿Qué
es el viento? ¿Es siempre un torbellino que inclina la cima de los árboles
seculares y la dobla, la quiebra, la echa al suelo? No, no solo es eso. También
es viento, cuando con mayor levedad, que una caricia materna, peina las hierbas
del prado y el trigo en el que brotan los retoños y a penas los hace ondular,
como si la cima de sus verdes tallos se estremeciera de alegría al ser rozados
por esa brisa ligera. Las pequeñas cosas son la brisa ligera de la obediencia.
¡Son pequeñas, pero cuanto bien hacen!
Ahora
es primavera. ¡Qué dulce sería esta estación, si la sangre no la manchara! Las
plantas, que saben amar y obedecer al Creador, están poniéndose atavíos hechos
de esmeralda y se engalanan con flores como una novia. Los prados parecen un
encaje, un terciopelo bordado de flores y los bosques muestran su felpa
perfumada bajo una bóveda de cimas verdes y sonoras. Más, si no existieran los tenues vientos de abril y también las alocadas ráfagas de Marzo, ¡cuántas
flores quedarían sin fecundar y cuantos prados sin agua! Por lo tanto, las
flores y las hierbas habrían nacido para morir sin una finalidad. El viento
empuja a las nubes, y de este modo, riega flores e hierbas; el viento hace que
las flores se besen – lleva a las plantas lejanas el beso de las otras,
igualmente lejanas – y en su alegre carrera de ramo en ramo, de árbol en árbol,
de huerto en huerto, fecunda y hace que esas flores se conviertan en fruto.
También
la menuda obediencia a todas las cosas que Dios os presenta a través de los
acontecimientos del día, hace lo que el viento con las plantas y las hierbas de
los prados y huertas. De vosotros, que sois flores, hace frutos, frutos de vida
eterna.
¡Bienaventurados
los que, atrapados en el torbellino del Amor y de su amor, cumplen el
sacrificio total de sí mismos, los pequeños redentores que me perpetúan y que
llegan a la obediencia suprema al beber de mi mismo cáliz de dolor! Más, bienaventurados
también los que, aún sin tener el coraje de decirle al torbellino de Amor: “Te
amo; heme aquí, tómame”, saben doblarse al viento leve del Amor, del Amor que
sabe graduar las fuerzas del hombre, su hijo, y dar a cada uno esa presión
determinada que es capaz de soportar.
¡Oh,
hijos!, os parece que la prueba es muchas veces superior a vuestra fuerza. Y
nunca como ahora os parece que es así. Pero os sucede porque os empecináis,
porque sois soberbios y desconfiados. Queréis obrar por vosotros mismos y no os
abandonáis en Mí. No soy un verdugo. Soy el que os ama. Soy un Padre bueno. Y
si no puedo anular la Justicia, al menos aumento, para compensar, la
Misericordia. Y la aumento tanto más, cuando más crece la necesidad de
Justicia, debido a la marea de delitos, de blasfemias, de desobediencias a la
Ley, que inunda la Tierra.
Naufragáis
en esa marea. Naufragáis los inocentes, los casi inocentes, los culpables, los
grandes culpables, Más, si para estos últimos, la profundidad del naufragio
estará en las profundidades de Satanás (y esto, ya en vida porque, aunque
finjan vivir en paz, están destruidos por una conciencia que les acosa y no lo
deja en paz), para las dos otras categorías esa profundidad estará en mi
Misericordia, está en ella para los que son casi inocentes y está en mi Corazón
para los inocentes. Más como Misericordia y Corazón, ya son Cielo, para estos,
tras los consuelos que no les niego en la Tierra – como tú sabes - , ya está
preparado el Cielo.
También
le dije otra cosa a tu espíritu, y tu espíritu no pudo hacérsela escribir a tu
carne agotada; te la repito ahora.
En
toda esta enseñanza mía, no hay lección o visión que os haya dado sin seguir un
diseño educativo mío, que no comprendéis o que comprendéis con atraso y de modo
parcial. Si meditarais con la lucidez de la intuición, veríais que las
lecciones que os doy por medio de los dictados o las contemplaciones del
portavoz, están relacionados siempre con hechos que están a punto de producirse.
Lo hago para daros una ayuda sobrenatural. Suponiendo que el mundo no se
degrade total y bestialmente, estas páginas harán mucho bien a las almas
también en el futuro, porque contienen enseñanzas de Ciencia eterna; más, para vosotros que
vivís en esta hora fatal, son también una guía y consuelo en las horas que
estáis viviendo.
También
vosotros, como los primeros cristianos de Pablo, “os habéis hecho algo débiles
en entender… y aún tenéis necesidad de nuevo, que os enseñen los primeros
rudimentos de la palabra de Dios, y estáis obligados a alimentaros con leche y
no con un alimento sólido”. Os habéis vuelto niños, pero no lo sois por la
inocencia y la ingenuidad, no lo sois por la fe segura, sino por vuestra
incapacidad de caminar en la fe y de comprender sus verdades.
¡Habéis
retrocedido tanto! Las palabras de la Justicia son solo un sonido que resuena
en vuestro oído y, a veces ni siquiera lo percibís. No es para vosotros
alimento de Vida. No puede serlo, porque no lo asimiláis. Por vuestra culpable
indiferencia, por vuestra culpable simpatía hacia la culpa, vuestro espíritu
está atacado de infantilismo y ya no posee ese zumo que lo hace capaz de
convertir en propia nutrición el alimento robusto de los adultos en la fe. O no
tenéis religión, o tenéis una religión que consiste en una coreografía de
formalidades y sentimentalismo.
Más,
¿sabéis qué quiere decir: “Religión”? Quiere decir seguir a Dios y su Ley; no
es solo cantar bellos himnos, hacer bellas procesiones o bellas funciones
religiosas, concurrir a prédicas elegantes, ser el miembro A o B de una
determinada asociación. Todas estas son cosas que estimulan vuestro sentimiento, y nada más. Religión
quiere decir hacer del hombre-animal el hombre semi-Dios. A través de la
Religión es necesario anular la animalidad
en sus muy variadas formas, que van de la carne al pensamiento.
¡Abajo
la gula!
¡Abajo
la lujuria!
¡Fuera
la avaricia!
¡Abajo
la apatía!
¡Que
se mate a la mentira y a la soberbia!
Sed
castos, caritativos, humildes, honestos; en fin, sed como Dios quiere y como Yo
os he enseñado a ser. Entonces seréis adultos en la religión, en la fe; seréis
hombres verdaderamente formados que “tenéis aleccionadas vuestras facultades al
discernimiento del bien y del mal por la práctica”.
Por
este motivo, dejo de lado las enseñanzas elementales y vengo a instruiros sobre
lo más perfecto, porque quiero llevaros a ese nivel.
Seréis
pocos. Se tratará solo de los que tienen sed de justicia, sed de Verdad, sed de
Saber. Más a estos, mis bienaventurados, les doy un pan que les ayuda a gustar
cada vez más el otro Pan, que soy Yo Eucaristía. También en mi vida pública
hice preceder el Pan de la Palabra al Pan del Sacramento, pues Aquel siempre
debe preparar para Este. La iglesia docente existe para eso, para perpetuar mi
ministerio de Maestro y haceros capaces de extraer del Sacramento el máximo
poder vital.
Más ¡Ay de quienes, tras haber
sido iluminados, prefieren volver a las tinieblas! ¡Ay de los que, tras haber
saboreado el alimento celestial, prefieren los bocados de Satanás! ¡Ay de los
que, luego que el Espíritu Santo les dio la conciencia de la Verdad, volvieron
a ser brutos, deshonrándose a sí mismos! No es posible que tras haber
precipitado, vuelvan por penitencia.
Pues, si es verdad que Yo concedo
abundantemente mi perdón a la debilidad del hombre, soy inexorable con quien
quiere permanecer en el Mal, tras haber elegido el Mal, espontáneamente, como
propio rey.
Y
vosotros, a quienes hago gustar la dulzura de la palabra de Dios, que se
difunde nuevamente para hacer frente a la excesiva mudez sacerdotal, a la
excesiva ceniza tibia, cuando tendría que ser fuego vivo, que se difunde para
neutralizar en mis noveles discípulos el veneno de Satanás, que circula por la
Tierra; vosotros, por quien levanto los velos que ocultan los secretos de mi
jornada humana y los misterios del siglo futuro, vosotros, sed dignos de tal
don. Convertíos en espigas lozanas y no en árida paja, lista para el fuego.
Seréis espigas para el trigo eterno. Renaceréis en el Cielo.
¡Oh,
la alegría de estar fuera del mundo, la alegría de estar donde está Dios!
Cuando exhalé mi Espíritu y pude volver a ver al Padre, experimenté una
beatitud como no la había experimentado nunca en toda la eternidad. Y aún
perdura porque ahora sé que quiere decir estar separado del Cielo, estar
separado de Dios. Sufrí en Mí todas las experiencias para poder defenderos ante
el Altísimo. Más en verdad os digo que mi misma bienaventuranza será la vuestra
cuando estéis aquí, fuera del exilio, conmigo, junto al Padre, en la Patria del
Amor.
¡Oh, hijos, estaréis en la
Patria del Amor, allí donde no hay más odio ni delitos, donde no hay más llanto
y terror”.
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