El día 5 de diciembre de 2.017, ha
aparecido en los medios de comunicación españoles, que en el año 2.050, este
País será el más envejecido del mundo después de Japón, y que habrá cerca de 70
jubilados por cada 100 personas que estén trabajando. La Comunidad europea,
advierte que este País tendrá que tomar medidas para remediar esta situación
insostenible para la economía, con entrada de emigrantes, o con aumento de la
natalidad.
Tal como está España, y conociendo la
mentalidad actual de mis compatriotas y sobre todo la de los políticos, que
solo están interesados en asegurarse su "poltrona", esta última solución me parece
irrealizable. Es por culpa de esos políticos que están obsesionados en hacer votar leyes
que van en contra de la natalidad, como el aborto libre y gratuito, la píldora
del día después, el divorcio exprés, suprimiendo toda la burocracia que antes
era necesaria para separarse, bastando
en que ambos cónyuges estén de acuerdo para que sea automática.
Del punto de vista religioso, esta
mentalidad actual es un pecado, cuya gravedad solo Dios puede valorar, ya que
el matrimonio, que antes de la venida de Cristo era un simple contrato, ha sido
transformado por Jesús en un Sacramento indisoluble, y sobre todo abierto a la
procreación.
Hace poco tiempo, un familiar mío me mandó la fotografía de unos niños famélicos de Madagascar, le dije que el deber de un Cristiano es ayudarles según nuestra posibilidad, pero que la responsabilidad de tanta miseria proviene siempre del egoísmo humano de ciertos individuos que viven en un lujo escandaloso, que casi siempre han hecho fortuna explotando a sus hermanos, Y que la culpa aún mucho mayor es de los padres de estos niños que los han engendrado sabiendo que carecían de medios para alimentarlos, Dios pedirá cuenta a esos nuevos Epulones, que tienen a su vista esos seres muriéndose de hambre, los nuevos Lázaros, ya sabemos por el Evangelio cual ha sido el destino final de esos individuos.
Y me pregunto ¿Cual será el destino de los padres que para disfrutar del sexo, han procreado niños que sabían que iban a morir de hambre?
Hace poco tiempo, un familiar mío me mandó la fotografía de unos niños famélicos de Madagascar, le dije que el deber de un Cristiano es ayudarles según nuestra posibilidad, pero que la responsabilidad de tanta miseria proviene siempre del egoísmo humano de ciertos individuos que viven en un lujo escandaloso, que casi siempre han hecho fortuna explotando a sus hermanos, Y que la culpa aún mucho mayor es de los padres de estos niños que los han engendrado sabiendo que carecían de medios para alimentarlos, Dios pedirá cuenta a esos nuevos Epulones, que tienen a su vista esos seres muriéndose de hambre, los nuevos Lázaros, ya sabemos por el Evangelio cual ha sido el destino final de esos individuos.
Y me pregunto ¿Cual será el destino de los padres que para disfrutar del sexo, han procreado niños que sabían que iban a morir de hambre?
DE LOS CUADERNOS DE MARÍA
VALTORTA
(22 de marzo de 1.944)
Dice
Jesús:
“Las
familias en las que no domina Dios, sino
la sensualidad y el interés y, por lo tanto las derivaciones de Satanás, no
son familias, ellas son el origen de grandes desgracias que, desde el interior
de la célula familiar, se irradian y arruinan los grupos nacionales y, a partir
de estos, también la paz mundial. Sucede así porque están creados sobre una
base de sensualidad e interés, y por lo tanto, no se elevan hacia lo que es
santo; por el contrario, como hierbas malsanas nacidas en el barro, se
arrastran siempre por el suelo.
Dice
el ángel a Tobías: “Te mostraré quienes son esos sobre los cuales tiene poder el demonio”.
¡Oh,
en verdad hay cónyuges que desde la primera hora de su unión están bajo el
poder demoniaco! Es más, lo están ya antes de ser cónyuges. Lo están desde que
toman la decisión de buscar un compañero o una compañera, pero no lo hacen con
un recto fin, sino con solapados cálculos en los que imperan de forma soberano
el egoísmo y la sensualidad.
Nada
hay más sano y más santo que dos seres que se aman honestamente y se unen para
perpetuar la raza humana y ofrendar almas al Cielo.
La
dignidad del hombre y la mujer que se convierten en padres es la segunda
dignidad, después de la de Dios. Ni siquiera la dignidad real es semejante a
ella, porque aún el más sabio de los reyes no hace más que gobernar a sus
súbditos. En cambio, los padres atraen sobre sí la mirada de Dios y raptan a
esa mirada una nueva alma, que encierran en la envoltura de la carne nacida de
ellos. Casi diría que en ese momento tienen a Dios como súbdito, porque Dios
crea inmediatamente una nueva alma, para el honrado amor de ambos, que se une
para dar a la Tierra y al Cielo un nuevo ciudadano.
¡Oh,
si pensaran en el poder que tienen y al que Dios asiente inmediatamente! Los
ángeles no tienen tanto poder. Pero los ángeles, a igual que Dios están
dispuestos a adherir de inmediato al acto de los esposos fecundos y a
convertirse en custodios de la nueva criatura. Más como dice Rafael, son muchos
los que abrazan el estado conyugal, de modo tal que ahuyentan a Dios de sí y de
su propia mente y se abandonan a la libido. Sobre estos, el demonio ejerce su
poder.
¿Qué diferencia hay entre el lecho del pecado y el lecho de dos cónyuges que no rechazan el placer, pero rechazan la prole? No hagamos acrobacias de palabras y de razonamientos embusteros. La diferencia es muy poca pues, si por enfermedades o imperfecciones es aconsejable o se concede el no tener hijos, en estos casos es necesario saber ser continentes y vedarse esas satisfacciones estériles, que no son más que la satisfacción de los sentidos. En cambio, si nada se opone a la procreación, ¿Por qué transformáis una ley natural y sobrenatural en un acto inmoral, que falsea su finalidad?
Cuando cualquier reflexión honesta os aconseja no aumentar la prole, sabed vivir como esposos santos y no como simias lujuriosas. ¿Como pretendéis que el ángel de Dios vele sobre vuestra casa, cuando la convertís en una cueva de pecado? ¿Como queréis que Dios os proteja, si le obligáis a apartar con disgusto la mirada de vuestro nido mancillado?
¡Oh, que míseras son las familias que se forman sin una preparación a lo sobrenatural, de las familias que se ha desterrado a priori toda busca de la Verdad, y donde. aún peor, se burla la palabra de la Verdad, que enseña qué es y por qué existe el Matrimonio! ¡Qué míseras son las familias que se forman sin elevar ningún pensamiento hacia las alturas, que se forman estimuladas únicamente por el aguijón de un apetito sexual y de una consideración financiera! ¿Cuántos cónyuges aceptan la inevitable costumbre de la ceremonia religiosa! He dicho costumbre, y lo repito, porque para la mayor parte no es más que una costumbre y no una aspiración del alma a tener a Dios consigo en este momento. Más, después de la ceremonia, ¡no piensan más en Dios y hacen del Sacramento un festín y del festín un desahogo de bestialidad! Pero, según mi pensamiento, el Sacramento no termina con la ceremonia religiosa; al contrario, comienza con ella y dura tanto como la vida de los cónyuges, así como el acto de profesar no dura cuanto la ceremonia religiosa sino tanto como la vida del religioso o religiosa.
El ángel le enseña a Tobías que, si antepone al acto la plegaria, el acto será un acto santo, bendito, fecundo de júbilos verdaderos y de prole.
Esto es lo que habría que hacer: ir al matrimonio, impulsados por el deseo de tener prole, pues esta es la finalidad de la unión humana, además de tener presente a Dios en toda hora. Cualquier otra finalidad es una culpa deshonrosa para el hombre con uso de razón, y ofensiva para el espíritu, que es Templo de Dios que huye indignado. Dios no es un carcelero opresivo. Dios es un Padre bueno, que se alegra con la honrada alegría de los hijos y que responde a los santos abrazos de los mismos con bendiciones celestiales y con la aprobación evidenciada en la creación de una nueva alma.
Más ¿Quién comprenderá esta página? La leeréis sin advertir su sabor santo, como si hubiera empleado el idioma de un planeta desconocido. Os parecerá un tema trillado y es, en cambio, doctrina celestial. Os mofaréis de ella los sabios del momento. Y no sabéis que Satanás se ríe de vuestra estupidez, pues ha logrado convertir en condena lo que Dios había creado para vuestro bien, es decir, el Matrimonio como unión humana y Sacramento. Y esto ha sido culpa de vuestra incontinencia. de vuestra bestialidad.
Os repito las palabras de Tobías a su mujer, para que la recordéis y la tengáis como ejemplo, si aún podéis hacerlo porque sobrevive en vosotros un resto de dignidad humana. Las palabras son estas: "Nosotros somos hijos de santos y no podemos unirnos como los gentiles, que no conocen a Dios.
Que estas palabras sean vuestra norma, pues aunque habéis nacido allí donde la santidad ya había muerto, El Bautismo hizo siempre de vosotros hijos de Dios, que es el Santo de los santos, y por eso podéis decir que sois siempre hijos de santos, del santo, y podéis comportaros de acuerdo con ellos. Entonces, tendréis "una descendencia en la que se bendecirá el nombre del Señor" y se vivirá en su Ley.
Y cuando los hijos viven en la Ley divina, se benefician los padres, porque dicha Ley enseña Virtud, respeto, amor, y los primeros que se benefician, después de Dios, son los afortunados progenitores, los cónyuges santos, que han sabido hacer de su unión un rito perpetuo y no un vergonzoso vicio".
¿Qué diferencia hay entre el lecho del pecado y el lecho de dos cónyuges que no rechazan el placer, pero rechazan la prole? No hagamos acrobacias de palabras y de razonamientos embusteros. La diferencia es muy poca pues, si por enfermedades o imperfecciones es aconsejable o se concede el no tener hijos, en estos casos es necesario saber ser continentes y vedarse esas satisfacciones estériles, que no son más que la satisfacción de los sentidos. En cambio, si nada se opone a la procreación, ¿Por qué transformáis una ley natural y sobrenatural en un acto inmoral, que falsea su finalidad?
Cuando cualquier reflexión honesta os aconseja no aumentar la prole, sabed vivir como esposos santos y no como simias lujuriosas. ¿Como pretendéis que el ángel de Dios vele sobre vuestra casa, cuando la convertís en una cueva de pecado? ¿Como queréis que Dios os proteja, si le obligáis a apartar con disgusto la mirada de vuestro nido mancillado?
¡Oh, que míseras son las familias que se forman sin una preparación a lo sobrenatural, de las familias que se ha desterrado a priori toda busca de la Verdad, y donde. aún peor, se burla la palabra de la Verdad, que enseña qué es y por qué existe el Matrimonio! ¡Qué míseras son las familias que se forman sin elevar ningún pensamiento hacia las alturas, que se forman estimuladas únicamente por el aguijón de un apetito sexual y de una consideración financiera! ¿Cuántos cónyuges aceptan la inevitable costumbre de la ceremonia religiosa! He dicho costumbre, y lo repito, porque para la mayor parte no es más que una costumbre y no una aspiración del alma a tener a Dios consigo en este momento. Más, después de la ceremonia, ¡no piensan más en Dios y hacen del Sacramento un festín y del festín un desahogo de bestialidad! Pero, según mi pensamiento, el Sacramento no termina con la ceremonia religiosa; al contrario, comienza con ella y dura tanto como la vida de los cónyuges, así como el acto de profesar no dura cuanto la ceremonia religiosa sino tanto como la vida del religioso o religiosa.
El ángel le enseña a Tobías que, si antepone al acto la plegaria, el acto será un acto santo, bendito, fecundo de júbilos verdaderos y de prole.
Esto es lo que habría que hacer: ir al matrimonio, impulsados por el deseo de tener prole, pues esta es la finalidad de la unión humana, además de tener presente a Dios en toda hora. Cualquier otra finalidad es una culpa deshonrosa para el hombre con uso de razón, y ofensiva para el espíritu, que es Templo de Dios que huye indignado. Dios no es un carcelero opresivo. Dios es un Padre bueno, que se alegra con la honrada alegría de los hijos y que responde a los santos abrazos de los mismos con bendiciones celestiales y con la aprobación evidenciada en la creación de una nueva alma.
Más ¿Quién comprenderá esta página? La leeréis sin advertir su sabor santo, como si hubiera empleado el idioma de un planeta desconocido. Os parecerá un tema trillado y es, en cambio, doctrina celestial. Os mofaréis de ella los sabios del momento. Y no sabéis que Satanás se ríe de vuestra estupidez, pues ha logrado convertir en condena lo que Dios había creado para vuestro bien, es decir, el Matrimonio como unión humana y Sacramento. Y esto ha sido culpa de vuestra incontinencia. de vuestra bestialidad.
Os repito las palabras de Tobías a su mujer, para que la recordéis y la tengáis como ejemplo, si aún podéis hacerlo porque sobrevive en vosotros un resto de dignidad humana. Las palabras son estas: "Nosotros somos hijos de santos y no podemos unirnos como los gentiles, que no conocen a Dios.
Que estas palabras sean vuestra norma, pues aunque habéis nacido allí donde la santidad ya había muerto, El Bautismo hizo siempre de vosotros hijos de Dios, que es el Santo de los santos, y por eso podéis decir que sois siempre hijos de santos, del santo, y podéis comportaros de acuerdo con ellos. Entonces, tendréis "una descendencia en la que se bendecirá el nombre del Señor" y se vivirá en su Ley.
Y cuando los hijos viven en la Ley divina, se benefician los padres, porque dicha Ley enseña Virtud, respeto, amor, y los primeros que se benefician, después de Dios, son los afortunados progenitores, los cónyuges santos, que han sabido hacer de su unión un rito perpetuo y no un vergonzoso vicio".
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