¡Oh belleza antigua y siempre nueva, me habéis dado a probar vuestra inefable dulzura! (San Agustín) |
San Agustín relata las estremecedoras palabras de un alma que ha dejado esta vida terrena y ha alcanzado la meta tan deseada: La Vida Eterna, palabras que van dirigidas a sus seres queridos, desde el Paraíso en donde ya no existe el pecado, y sus desastrosas consecuencias: la muerte, la enfermedad, la vejez, los enemigos, los envidiosos y los que nos desprecian la mayoría de las veces por ser hijos de Dios, apartados del mundo, de Satanás y de sus múltiples y falsas seducciones.
¡No llores más, si me amas!
¡Si conocieras el don de Dios
y como es el Cielo
si pudieras desde aquí oír
el canto de los Bienaventurados
y verme en medio de ellos!
¡si pudieras ver desarrollarse
bajo tu vista los inmensos horizontes
y los nuevos senderos que recorro!
¡Si solo un momento pudieras contemplar
como yo lo hago, la Belleza ante la cual
todas las otras bellezas palidecen!
Créeme, cuando la muerte vendrá a romper los lazos,
como ha roto los que me encadenaban
y cuando un día que solo conoce Dios, tu alma
vendrá a este cielo en donde la ha precedido la mía...
Ese día me volverás a ver y encontrarás
mi afecto hacia ti purificado!
¡Que no permita Dios que al entrar en una
vida más feliz, me olvide de los recuerdos
y de las grandes alegrías de mi vida pasada,
y haya mermado mi amor hacia ti!
¡Me verás entonces transfigurado en el éxtasis
y la felicidad, habiendo olvidado la muerte, pero
caminando paso a paso contigo por los nuevos
senderos de la Luz y de la Vida eterna!
¡Entonces... seca tus lágrimas y no llores más,,,
Si me amas!
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