Dice la Biblia que para juzgar a una persona, tiene que haber por lo menos dos testigos; los ateos y agnósticos tienen dos testigos para su condena, que son su razón y su conciencia que están grabadas en su alma por Dios, que es al que le deben la vida, y hasta el aire que respiran, y que tendrán que dar cuenta de estos dones, que están recibiendo cada día, pero que ignoran porque saben que tienen unas obligaciones que tienen que cumplir por los dones recibidos. Al final de su vida terrestre, cuando tengan que rendir cuentas, se les pedirá cuales son los frutos que han producido.
Los ateos y los agnósticos, serán como el de la Parábola de las minas, que enterró la que su Dueño le había dado para que la hiciera fructificar, y encima le acusó de ser un dueño severo, que quiere coger lo que no puso y segar donde no sembró (Luc 19, 20-28). Por eso serán rechazados por toda la Eternidad e irán a su destino terrorífico: El Reino de las tinieblas eternas.
Ningún animal, como el chimpancé, que dicen que comparte con nosotros más del 95% de los genes, ha adorado y rendido culto a un ser superior, como lo han hecho siempre a lo largo de la historia cualquier civilización humana, lo que demuestra que no pueden creer en Dios, ya que no tienen alma, solo obedecen a los instintos puestos por el Creador.
Los dos testigos que esos ateos mataron en la plaza publica, felicitándose entre ellos y mandándose regalos, volvieron a resucitar, ante su espanto y terror para atestiguar su conducta en el Juicio de Dios (Ap. 11, 7- 13).
Creo que esos dos testigos son la razón y la conciencia, que los ateos han hecho desaparecer para dar barra libre a todos sus apetitos y a todo lo prohibido por las Leyes de Dios. y que serán eliminados al fin del mundo por culpa de la corrupción generalizada, a cuyo preludio estamos asistiendo hoy día, con el relativismo y el quietismo, predicados constantemente por los enemigos de Dios, que son lobos, muchas veces disfrazados de ovejas, y ahora de Pastores, para nuestra perdición, lo que precipitará la Victoria final de Dios sobre el Anticristo y la Bestia.
Esta Bestia es el mismo Satanás, el dragón con siete cabezas y diez cuernos (Ap. 13), que combate abiertamente contra los siete Espíritus de Dios enviados en misión por toda la Tierra.
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