Descansar en tu Corazón, Oh Jesús, esa es toda mi felicidad |
Discurso de Jesús a los Apóstoles sobre los Sacramentos, que ha instituido para perpetuar su presencia hasta el fin del mundo, una vez resucitado. Se resalta la importancia del Bautismo, para ser aptos y poder recibir el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, que puede ser asimilado tanto para el más sabio e inteligente de las personas, como para la más inocente y analfabeta, siendo condición necesaria para que actúe, una profunda humildad, que el mismo Jesucristo nos enseñó en el lavatorio de los pies a sus discípulos.
Se enseña que la muerte de Jesús en la Cruz, perdona los pecados gracias a su Sangre, pero que solo el agua de su costado es la que borra la huella dejada por el pecado Original, fuente de agua viva que crea a su Santa Iglesia y que restablece la condición de Adán y Eva antes del pecado Original.
Este hecho está perfectamente simbolizado en el cuadro del Cristo en donde fluye de su costado la Sangre que borra los pecados y el agua que restablece la dignidad perdida por causa del fruto prohibido, por esa razón Cristo es sin duda alguna, el árbol de la Vida del Paraíso de Dios, el antídoto del árbol del conocimiento del bien y del mal, cuyo fruto prohibido es el mismo Satanás.
Del Poema del Hombre Dios de María Valtorta
Dice Jesús:
(...) “Prestarme toda vuestra atención porque os voy a decir cosas de suma importancia. Todavía no las comprenderéis todas, ni todas bien. Pero aquel que vendrá después de Mí os las hará comprender. Escuchadme, pues nadie está más convencido que vosotros de que sin la ayuda de Dios el hombre peca fácilmente, pues es debilísima su constitución, debilitada por el pecado. Sería entonces un Redentor imprudente si, después de haberos dado tanto para redimiros, no diera también los medios para conservaros en los frutos de mi Sacrificio.
EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO
Sabéis que toda la facilidad para pecar viene de la Culpa, que privando de la Gracia a los hombres los despoja de su fortaleza, que está en la unión con la Gracia. Habéis dicho: “Pero Tú has devuelto la Gracia!. No. Ha sido devuelta a los justos hasta mi Muerte. Para devolvérsela a los próximos se requiere un medio. Un medio que no será solamente una figura ritual, sino que imprimirá verdaderamente en quien lo reciba el carácter real de hijo de Dios, cuales eran Adán y Eva, cuyas almas, vivificadas por la Gracia, poseían dones excelsos que Dios había dado a sus amadas criaturas.
Vosotros sabéis lo que tenía el Hombre y lo que perdió el hombre. Ahora, por mi Sacrificio, las puertas de la Gracia están de nuevo abiertas, y el río de la Gracia puede de nuevo descender hacia todos los que la piden por amor a Mí. Por eso los hombres tendrán el carácter de hijos de Dios por los méritos del primogénito de los hombres, por el mérito de quien os habla, vuestro Redentor, vuestro Pontífice eterno, vuestro Hermano en el Padre, vuestro Maestro. Desde Jesucristo, y por Jesucristo, los hombres presentes y futuros podrán poseer el Cielo y gozar de Dios, fin último del hombre.
LA SANGRE DE CRISTO ES LA QUE BORRA LOS PECADOS DEL MUNDO, PERO EL AGUA DE SU COSTADO ES EL ÚNICO MEDIO PARA BORRAR EL PECADO ORIGINAL, FUE ELLA LA QUE PROPICIÓLA SALIDA DEL LIMBO DE LOS JUSTOS MUERTOS ANTES DE LA VENIDA DECRISTO A LA TIERRA
Hasta ahora, ni los justos más justos, aunque estuvieran circuncidados como hijos del Pueblo elegido, podían alcanzar este fin. Dios consideraba sus virtudes, sus lugares estaban preparados en el Cielo, pero este les estaba vedado, y negado les era el gozar de Dios, porque en sus almas, jardines benditos florecidos con toda suerte de virtudes, estaba también el árbol maldito de la culpa original, y ninguna obra por Santa que fuera, podía destruirlo, y no es posible entrar en el Cielo con raíces y frondas de tan maléfico árbol. El día de la Parasceve, el suspiro de los Patriarcas y Profetas y de todos los justos de Israel se aplacó en el gozo de la Redención cumplida, y las almas, más blancas que nieve montana hasta donde alcanzaba su virtud, se vieron libres incluso de la única mancha que las apartaba del Cielo.
Pero el mundo continúa. Generaciones y más generaciones surgen y surgirán. Pueblos y más pueblos vendrán a Cristo. ¿Puede Cristo morir por cada generación, para salvarla o para pueblo que a Él venga? No. Cristo ha muerto una vez y no volverá a morir jamás en toda la eternidad. ¿Habrá de suceder, pues que estas generaciones, que estos pueblos se hagan sabias por mis palabras pero no posean el Cielo, ni gocen de Dios, por estar heridos por la mancha original? Tampoco. No sería justo, ni para ellos, pues vano sería su amor a Mí, pues por demasiado pocos habría muerto ¿Y entonces? ¿Como conciliar estas cosas distintas? ¿Que nuevo milagro hará Cristo - que ya ha hecho muchos - antes de dejar el mundo para ir al Cielo, después de haber amado a los hombres hasta querer morir por ellos?
Ya ha hecho uno, dejándoos su Cuerpo y su Sangre para alimento, fortalecedor y santificador y para recuerdo de su Amor; y os ha mandado que hagáis lo que Él hizo para recuerdo suyo y como medio santificador para los discípulos y para los discípulos de los discípulos, hasta el final de los tiempos.
Pero aquella noche, purificados ya vosotros externamente, ¿recordáis lo que hice? Me ceñí una toalla y os lavé los pies. Y, a uno de vosotros que se escandalizaba de aquel gesto demasiado humillante, le dije: "Si no te lavo, no tendrás parte conmigo".
No entendisteis lo que quería decir, ni de que parte hablaba, ni que símbolo estaba poniendo. Pues bien, os lo digo: Además de haberos enseñado la humildad y la necesidad de ser puros para poder entrar a formar parte en el Reino mío, además de haberos hecho observar benignamente que Dios, de uno que es justo, y por tanto puro en su espíritu y en su intelecto, exige únicamente una última purificación - de aquella parte que, necesariamente más se contamina incluso en los justos, quizás solo polvo que la necesaria convivencia con los hombres deposita en los miembros limpios, en la carne - , además de estas cosas, enseñé otra.
Os lavé los pies, la parte inferior del cuerpo, la que va entre barro y polvo, a veces incluso entre inmundicias, para significar la carne, la parte material del hombre, la cual tiene siempre - excepto en la sin mancha original, o por obra de Dios o por naturaleza divina - imperfecciones a veces tan mínimas que solo Dios las ve, pero que verdaderamente tienen que ser vigiladas, para que no cobren fuerza y se transformen en hábito natural, y deben de ser agredidas para ser extirpadas.
Os lavé los pies, pues. ¿Cuándo? Antes de la fracción del pan y del vino transubstanciados en mi Cuerpo y en mi Sangre. Porque Yo soy el Cordero de Dios y no puedo descender a donde Satanás tiene puesta su huella. Así, pues, primero os lavé; luego me dí a vosotros. También vosotros lavaréis con el bautismo a los que vengan a Mí, para que no reciban indignamente mi Cuerpo y no se transforme en tremenda condena de muerte.
Os estremecéis. Os miráis. con las miradas os preguntáis: "¿Y Judas, entonces?". Os digo: "Judas comió su muerte". El supremo acto de amor no le tocó el corazón. El extremo intento de su Maestro chocó contra la piedra de su corazón, y esa piedra, en lugar de la Tau, llevaba grabada la horrenda sigla de Satanás, la señal de la Bestia.
Así pues, os lavé antes de admitiros al banquete Eucarístico, antes de escuchar la confesión de vuestros pecados, antes de infundiros el Espíritu Santo y, por tanto al carácter de verdaderos cristianos reconfirmados en Gracia, y de Sacerdotes míos. Hágase pues, así con aquellos a quien debéis preparar para la vida cristiana.
(...) Y tened estima por el agua... Después de haber expiado y redimido con treinta y tres años de vida fatigosa culminada en la Pasión, y después de haber dado mi Sangre por los pecados de los hombres, fueron extraídos del Cuerpo desangrado e inmolado del Mártir las aguas saludables para lavar la culpa original. Con el Sacrificio consumado Yo os he redimido de aquella mancha.
Si en el umbral de la muerte, un milagro Mío divino me hubiera hecho descender de la Cruz, en verdad os digo que, por la Sangre derramada habría purificado las culpas, Pero no la Culpa. Para esta ha sido necesaria la consumación total. En verdad, las aguas saludables de que habla Ezequiel, han salido de este Costado Mío. Sumergid en él a las almas. Que salgan inmaculadas para recibir el Espíritu Santo, que en memoria de aquel soplo que el Creador espiró en Adán para darle el espíritu y, por tanto, la imagen y semejanza con Él, volverá a soplar y morar en los corazones de los hombres redimidos.
Bautizad con mi Bautismo, pero en el nombre de Dios Trino (...) por lo cual, es cuestión de Justicia y de deber el que todo hombre reciba la Vida por aquellos que ese han unido en querérsela dar, nombrándose al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en el acto del Bautismo, que de Mí tomará el nombre de Cristiano para diferenciarse de los otros, pasados o futuros, los cuales serán ritos pero no signos indelebles en la parte inmortal.
LA SAGRADA EUCARISTÍA ASEGURA LA UNIÓN PERFECTA CON EL REDENTOR, QUE PERMITE LA FILIACIÓN DIVINA GRACIAS A LA ACCIÓN
DEL ESPÍRITU SANTO
Y tomad el Pan y el Vino como Yo hice y, en mi nombre bendecid, fraccionad, y distribuid; y se nutran de Mí los cristianos. Y haced del Pan y del Vino una ofrenda al Padre de los Cielos, inmolándola después en memoria del Sacrificio que Yo ofrecí y llevé a cabo en la Cruz por vuestra Salvación. Yo, Sacerdote y Víctima, por Mí mismo me ofrecí y sacrifiqué, no pudiendo ninguno, si Yo no hubiera querido, hacer esto de Mí. Vosotros, mis Sacerdotes, haced esto en memoria Mía para que los tesoros infinitos de mi Sacrificio suban impetradores a Dios y desciendan propicios sobre todos aquellos que los invocan con fe segura.
Fe segura, he dicho. No se exige ciencia para gozar del eucarístico Alimento y del eucarístico Sacrificio, sino fe. Fe en que en ese pan y en ese vino que uno, autorizado por Mí y por los que después de Mí vendrán - vosotros: tú Pedro, Pontífice nuevo de la nueva Iglesia; tú, Santiago de Alfeo; tu Juan; tú, Andrés; tú, Simon; tú, Felipe; tú Bartolomé; tú, Tomás; tú Judas Tadeo; tú Mateo; tú, Santiago de Zebedeo -, consagre en mi Nombre es mi verdadero Cuerpo, mi verdadera Sangre; y fe en que quien se nutre de ellos me recibe en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad; y fe en que quien me ofrece, ofrece realmente a Jesucristo, como Él se ofreció por los pecados del mundo.
Un niño o un ignorante, me pueden recibir al igual que pueden hacerlo un adulto y una persona docta. Y el Sacrificio ofrecido, aportará a un niño o a un ignorante los mismos beneficios que a cualquiera de vosotros. Basta que en ellos haya fe y gracia del Señor.
(...) Eso sí, con todo mi corazón os conjuro que observéis una vida santa, la cual aumentará de tal manera las luces sobrenaturales en vosotros que llegaréis a leer sin error el corazón de los hombres y podréis con amor y autoridad, declarar a los pecadores, temerosos de declarar sus pecados o rebeldes para confesarlos, el estado de su corazón ayudando a los tímidos y humillando a los impenitentes. Recordad que la Tierra pierde a su Absolvedor y que vosotros debéis ser lo que Yo era: justo, paciente, misericordioso, pero no débil.
(...) Os recuerdo que algunas veces Dios permite también las caídas de sus elegidos; no porque le guste verlos caer, sino porque de una caída puede resultar un bien futuro mayor. Tended pues la mano de quien cae, porque no sabéis si esa caída puede ser la crisis que remedie una enfermedad que para siempre termina, dejando en la sangre una purificación que produce salud, en nuestro caso; que produce santidad.
Sed por el contrario severos con los que no tengan respeto hacia mi Sangre y acabada de lavar su alma por el lavacro divino, se arrojen al cieno una y cien veces. No los maldigáis, pero sed severos. Exhortarlos. Reciban vuestro mandamiento setenta veces siete. Recurriréis al extremo castigo de separarlos del pueblo elegido solo cuando su pertinacia en un pecado que escandalice a los hermanos os obligue a actuar para no haceros cómplices de sus acciones. Recordad lo que dije: "Si tu hermano ha pecado, corrígelo a solas. Si no te escucha, corrígelo ante dos o tres testigos. Si esto no basta, ponlo en conocimiento de la Iglesia. Si no escucha ni siquiera a la Iglesia, condidéralo como un gentil y un publicano".
EL MATRIMONIO HA PASADO DE SER UN MERO CONTRATO A UN SACRAMENTO DIVINO.
En la religión mosaica el matrimonio es un contrato. Que en la nueva religión Cristiana sea un acto sagrado e indisoluble, sobre el cual descienda la Gracia del Señor para hacer de los cónyuges dos ministros suyos en la propagación de la especie humana.
[...] Malo sería que por la dureza de los corazones, se diera en la nueva fe lo que se dio en la antigua: la permisión del repudio y de la separación para evitar escándalos creados por la libídine del hombre. En verdad os digo, que todos deben llevar su cruz en todos los estados, y también en el matrimonial.
[...] Acto serio y santo son las nupcias. Y para mostrar esto estuve en una boda, y allí realicé el primer milagro. Pero ¡ay si degeneran en libídine y capricho! El matrimonio, contrato natural entre el hombre y la mujer; que se eleve de ahora en adelante en contrato espiritual por el cual las almas de dos que se amen y juren servir al Señor en un amor recíproco ofrecido a Él, en obediencia a su imperativo de procreación para dar hijos al Señor.
EL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE ENFERMOS Y EXTREMA UNCIÓN
[...] La vida del hombre es un camino. La entrada del hombre en la otra vida debería ser la entrada en el Reino. A todo Rey, se le unge y perfuma antes de subir al trono y mostrarse a su pueblo. También el cristiano es un hijo de Rey, que recorre el camino en dirección al Reino a donde el Padre le llama. La muerte del cristiano no es sino la entrada en el Reino para subir al trono que el Padre le ha preparado.
La muerte - para aquel que, sabiendo que está en su gracia, no teme a Dios - no infunde espanto. Ahora bien, purifíquese de todo residuo el cuerpo de aquel que debe subir al trono, para que se conserve hermoso hasta la Resurrección, y purifíquesele el espíritu, para que resplandezca en el trono que el Padre le ha preparado para que aparezca con la dignidad que corresponde al hijo de tan gran Rey. Aumento de la Gracia, cancelación de los pecados que el hombre tenga pleno arrepentimiento, suscitación de ardoroso deseo del Bien, comunicación de fuerza para el combate supremo: esta ha de ser la unción que se dé a los moribundos cristianos; o, dicho más propiamente, a los cristianos que estén por nacer, porque en verdad os digo que el que muere en el Señor, nace a la Vida Eterna.
[...] Y que todo Sacerdote gustosamente, repita en el cuerpo de su hermano moribundo el acto de amor de María para con el Cristo penante. En verdad, os digo que aquello que en aquella ocasión no hicisteis conmigo, dejando que una mujer os llevara la delantera - y ahora pensáis en ello con mucho dolor - podéis hacerlo en el futuro, y tantas veces cuantas sean que os inclinéis con amor hacia un moribundo para prepararle a su encuentro con Dios.
Yo estoy en los mendigos y en los moribundos, en los peregrinos, en los huérfanos, en las viudas, en los prisioneros, en los que tienen hambre, sed o frío, en los que están afligidos o cansados. Yo estoy en todos los miembros de mi místico Cuerpo, que es la unión de mis fieles. Amadme en ellos y ofreceréis reparación por vuestro desamor de tantas veces, y me daréis gran alegría a Mí, y a vosotros os daréis mucha gloria.
EL SACRAMENTO DEL ORDEN SACERDOTAL
Tremenda, tremendísima responsabilidad la de los Sacerdotes, no comprendo el por qué así como en todas las profesiones, en donde hay una evaluación de los profesores, médicos, ingenieros y técnicos de toda clase, se apartan los malos obreros, cuanto más aquí, ya que se trata de la salvación de las almas. Están actualmente campando a sus anchas toda una serie de elementos que se llaman teólogos y que predican una doctrina contraria a la Tradición y al Evangelio, menos mal que el Papa Benedicto XVI ha barrido con todos los pederastas que ha encontrado, pero ¿porqué se dejan en sus cátedras a los Queiruga, Massiás y Kungs, y tantos otros más?, ¡ya que son los abanderados de toda la basura que hay en la Iglesia!
Y considerad que contra vosotros conspiran el mundo, la edad, las enfermedades, el tiempo, las persecuciones. Evitad pues, el ser avaros de lo que habéis recibido, y evitad la imprudencia. Transmitid, por esto, en mi Nombre, el Sacerdocio a los mejores de entre los discípulos, para que la Tierra no se quede sin Sacerdotes. Y que sea un carácter Sagrado concedido después de un profundo examen, no verbal, sino de las acciones de aquel que pide ser Sacerdote, o de aquel a quien juzguéis apto para serlo.
PREDICCIONES SOBRE LA APOSTASÍA
Y EL FINAL DE LOS TIEMPOS
Y EL FINAL DE LOS TIEMPOS
Estamos asistiendo al preludio de la apostasía final, que se está comprobando por los nuevos Judas de Keriot, que no admiten en modo alguno la Doctrina de Jesús, son los famosos teólogos y Jerarcas disidentes, que predican insistentemente el abandono de todo sacrificio, el matrimonio sacerdotal, la desobediencia al representante de Jesús en la Tierra.
Son los que no admiten abiertamente la autoridad del Papa, y quieren transformar la Iglesia en una democracia adaptada a los tiempos modernos. La Iglesia no se regiría entonces por el Evangelio. sino por la mentalidad de las masas.
El Papa Benedicto XVI, se ha dado cuenta con realismo que es mucho muy importante para la Santa Iglesia la oración contemplativa y mística. Lo oración mística, que es la oración de María a los pies de Jesús es mucho más importante que las labores de Marta, que por muy productiva que fuera, no tendría valor alguno, si ni fuera por las buenas acciones, como lo dice San Juan de la Cruz, buenas acciones que solo se pueden hacer en Gracia de Dios, la cual se obtiene precisamente por la oración con amor a Jesús, autentica figura de Dios.
Ante la crisis actual tan profunda, Benedicto XVI ha preferido como Moisés, retirarse en la cumbre del monte de la clausura, para implorar con los brazos levantados al Cielo, que es la Cruz que dice que le acompaña, para que, como Josué detenga el sol para asegurar el triunfo sobre los Amalacitas, que simbolizan todas las huestes progresistas y relativistas, comandadas por Satanás.
Pensad en lo que es el Sacerdote; en el bien que puede hacer y en el mal que puede hacer, habéis visto una muestra de lo que puede hacer un Sacerdote venido a menos en su carácter sagrado. En verdad, os digo que por las culpas del Templo esta Nación será dispersada. Pero también os digo, en verdad, que igualmente será destruida la Tierra en cuando el abominio de la desolación entre en el nuevo sacerdocio, conduciendo a los hombres a la apostasía para abrazar las doctrinas infernales.
Entonces surgirá el hijo de Satanás, y los pueblos, tremendamente horrorizados, gemirán, y pocos permanecerán fieles al Señor, entonces entre convulsiones de horror, vendrá el final, tras la victoria de Dios y de sus pocos elegidos, y descenderá la ira de Dios sobre todos los malditos. ¡Desventura, tres veces desventura para esos pocos, si ya no hay santos, los últimos pabellones del Templo de Cristo! ¡Desventura, tres veces desventura, si para confortar a los últimos cristianos no hay verdaderos Sacerdotes como los había para los primeros!
[...] Pero el bien y el mal futuros tienen raíz en el presente. Los aludes empiezan por un copo de nieve. Un Sacerdote indigno, impuro, hereje, infiel, incrédulo, tibio o frío, apagado, insípido, lujurioso, hace un daño diez veces superior al que provoca un fiel culpable de los mismos pecados; y arrastra a muchos otros en el pecado. La relajación en el Sacerdocio, al acoger doctrinas impuras, el egoísmo, la codicia la concupiscencia en el Sacerdocio, ya sabéis en donde desemboca: en el deicidio.
Y en los siglos futuros ya no se podrá matar al Hijo de Dios, pero sí se podrá matar la fe en Dios, la idea de Dios. Por lo cual se llevará a cabo un deicidio aún más irreparable, porque carecerá de Resurrección.
Sí, se podrá llevar a cabo, lo veo...Podrá ser llevado a cabo por los demasiados Judas de Keriot de los siglos futuros. ¡Un horror!..
[...] Lo mismo que nos ha sucedido a los de Israel, y aún más profundamente, llegarán tiempos en que el el Sacerdocio creerá - por saber solo lo superfluo, desconociendo lo indispensable, o conociendo solo su forma muerta, esa forma con que ahora conocen los sacerdotes la Ley, o sea, no el espíritu sino el revestimiento, y exageradamente recargado de adornos - creerá digo, ser una clase superior - Vendrá un tiempo en que el Libro será substituido por todos los demás libros, y aquel será usado sólo como lo usaría uno que debiera utilizar forzadamente un objeto, o sea, mecánicamente, como un agricultor ara, siembra, recoge, sin meditar en la maravillosa providencia que hay en esa multiplicación de semillas que sucede todos los años: una semilla arrojada a la tierra removida, que se hace tallo y espiga, luego harina y luego pan por paterno Amor de Dios.
¿Quien al llevarse a la boca un trozo de pan, alza el espíritu hacia Aquel que creó la primera semilla y desde siglos la hace renacer y crecer, distribuyendo con medidas las lluvias y el calor para que germine y se alce y madure sin que se ponga lacia o se queme? Así, llegará el tiempo en que será enseñado el Evangelio científicamente bien, peo espiritualmente mal.
Ahora bien, ¿que es la ciencia si falta la sabiduría? es paja. Paja que se hincha y no nutre. Y en verdad os digo que llegará un tiempo en que demasiados de entre los sacerdotes serán semejantes a pajares llenos, soberbios pajares que se mostrarán arrogantes con su orgullo de estar muy llenos, llenos como si a si mismos se hubieran proporcionado esas espigas que coronaron las cañas, como si todavía las espigas estuvieran en la cima de las cañas, y creerán ser todo por tener toda esa paja en vez del puñado de mies, del verdadero alimento que es el espíritu del Evangelio.
¡Un montón! ¡Un montón de paja! Pero ¿Puede bastar la paja? Ni siquiera para el vientre del jumento basta, y, si el amo del jumento no vigoriza el animal con cereales y forraje fresco, el jumento nutrido sólo con paja se debilita e incluso muere.
Pues bien, os digo que llegará el momento en que los Sacerdotes, olvidando que con pocas espigas instruí a los espíritus en orden a la verdad, y olvidando cuanto le costó a su Señor ese verdadero pan del espíritu (sacado por entero y solo por entero de la Sabiduría divina, expresado por la divina Palabra, noble en su forma doctrinal, incansable en repetirse, para que no se pierdan las verdades dichas, humilde en su forma, sin atavíos de ciencias humanas, sin complementos históricos y geográficos), no se preocuparán del alma de ese pan del espíritu, sino solo del revestimiento con que presentarlo, para hacer ver a las multitudes cuanto saben, y el Espíritu del Evangelio quedará difuminado en ellos bajo avalanchas de ciencia humana.
Pero, si no lo poseen, ¿como pueden transmitirlo? ¿Qué darán a los fieles estos pajares hinchados? Paja. ¿Qué alimento recibirán de ellos los espíritus de los fieles? Pues lo que no da para más que para arrastrar una mortecina vida. ¿Qué fruto producirán de esta enseñanza y de este conocimiento imperfecto del Evangelio? Pues el enfriamiento de los corazones, el que entren doctrinas heréticas, doctrinas e ideas más que heréticas incluso, en vez de la única, verdadera Doctrina; y la preparación del terreno para la Bestia, para su fugaz reino de hielo, tinieblas y horror.
En verdad os digo que, de la misma manera que el Padre y Creador multiplica las estrellas para que no se despueble el cielo por las que, terminada su vida, perecen, así, igualmente, Yo tendré que evangelizar muchísimas veces a discípulos a los que distribuiré entre los hombres a lo largo de los siglos. Y también en verdad os digo que el destino de estos será como el mío; es decir, la sinagoga y los soberbios los perseguirán, como me han perseguido a mí. Pero también Yo como ellos, tenemos nuestra recompensa: la de hacer la Voluntad de Dios, y la de servirle hasta la muerte en la Cruz para que su Gloria resplandezca y el conocimiento de Él no se apague.
Pero tú, Pontícipe, y vosotros, Pastores, en vosotros y en vuestros sucesores, velad para que no se pierda el espíritu del Evangelio y, incansablemente, orad al Espíritu Santo para que en vosotros se renueve un continuo Pentecostés - no sabéis lo que quiero decir, pero pronto lo sabréis - de forma que podáis comprender todos los idiomas y distinguir mis voces de las del simio de Dios: Satán, y elegir aquéllas.
Y no dejéis caer en el futuro mis voces futuras. Cada una de ellas es un acto de misericordia mía para ayudaros; y esas voces, cuanto más vea Yo, por razones divinas, que el Cristianismo las necesita para superar las borrascas de los tiempos, más numerosas serán.
Pastor y nauta en los tiempos tremendos... Tú brújula, el Evangelio. En él están la Vida y la Salvación. Y todo está dicho en él. Todos los artículos del código Santo, todas las respuestas para los múltiples casos de las almas están en él. Y haz de él que no se separen ni los Sacerdotes ni los fieles. Haz que no vengan dudas sobre él, ni alteraciones a él, ni substituciones ni sofisticaciones.
El Evangelio.... soy Yo mismo el Evangelio. Desde el nacimiento hasta la muerte. En el Evangelio está Dios. Porque en él aparecen manifiestas las obras del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El Evangelio es amor. Yo he dicho: "Mi Palabra es Vida". He dicho: "Dios es Caridad". Que conozcan pues los Pueblos mi Palabra y tengan en ellos el amor, o sea a Dios. Para tener el Reino de Dios. Porque el que no está en Dios no tiene en sí la Vida.
Porque los que no reciban las Palabras del Padre no podrán ser una cosa con el Padre, conmigo y con el Espíritu Santo en el Cielo, y no podrán permanecer a ese único Redil que es Santo como Yo quiero que lo sea. No serán sarmientos unidos a la Vid, porque quien rechaza en su totalidad o parcialmente Mi Palabra, es un miembro por el cual ya no circula la savia de la Vid. Mi Palabra es savia y hace crecer y fructificar.