MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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miércoles, 6 de febrero de 2013

EL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO; MEDITACIÓN MÍSTICA SOBRE LA SAGRADA EUCARISTÍA


El sagrado corazón de Jesús, que se ha encarnado
para que nadie le pueda decir el día del Juicio:
"Tú no sabes lo que es ser hombre"



La oración de la Iglesia venera y honra al Corazón de Jesús, como invoca su Santísimo Nombre. Adora al Verbo encarnado y a su Corazón que, por amor a los hombres, se dejó traspasar por nuestros pecados.

(Catecismo de la Iglesia Católica, 2669)

Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), "Es considerado como el principal indicador y símbolo... del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres (Pío XII, Enc."Haurietis aquas": DS 3924; cf. DS 3812).

(Catecismo de la Iglesia Católica, 478)


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Escrito está, que Dios creó el hombre a su imagen y semejanza, y tiene pues que haber una correspondencia absoluta entre el hombre y su Creador, pero esa correspondencia entre un ser material y un Ente espiritual, no puede ser nunca una fotocopia perfecta, existe un significado místico en toda la creación y entre su Creador, de la misma manera que existe una relación entre un pintor y el cuadro que pintó, un experto en arte es capaz de ver quien es el autor del cuadro. De la misma manera en ese cuadro que es el universo, se puede analizar el carácter y la grandeza de Dios, el "Pintor" que lo creó.

Y así, toda la Creación es un libro abierto que, para el que sabe leerlo, que es por definición el contemplativo, puede entrever a Dios, por ese don de discernimiento que le infunde, que hace decir: “Bienaventurado el que ve a Dios en todo lo creado”, es un don que Dios mismo comunica al místico, palabra que quiere decir “enamorado de Dios”, y que se  da en el que cumple el primer mandamiento, que es amarlo sobre todas las cosas, ya que para amar hay que conocer, y ese conocimiento solo se adquiere por el amor, ya que como lo dice San Juan de la Cruz, 

“El Amor verdadero tiene por misión desear y profundizar en las cosas del Amado” 

y al que ama de verdad, como lo promete Jesús, la Santa Trinidad morará en él, y le infundirá la gracia infusa del conocimiento. Pero sin embargo, el que carece de Amor verdadero, nunca podrá conocer, aunque estudie y tenga un doctorado, y sepa hebreo, griego o latín. Y por eso dijo Nuestro Señor: 

"Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes, y se las has dado a conocer a los sencillos. Si, Padre así te ha parecido bien". (Mt 11-25,27).

Y este proceder de Dios es una cosa admirable y sorprendente, porque si hubiera que conocer lenguas y tener un doctorado para conocerle, le sería mucho más fácil acceder al Reino de los Cielos a los ricos y a los pudientes, mientras que los pobres podrían quedar marginados.

En lo que se refiere a la Eucaristía, que es uno de los misterios más grandes de nuestra Religión, y por ello, ya que como lo dijo San Pablo, las cosas más altas de Dios son las cosas más insensatas para el mundo, por eso se entiende lo que le ocurrió con Jesús, cuando dijo: 

“El que no come mi Cuerpo y no bebe mi Sangre, no puede ser discípulo Mío”.

fueron esas palabras las que hicieron abandonarle a la mayoría de sus discípulos, como así está escrito en el Evangelio.

Materialmente hablando, la sangre humana compuesta esencialmente por los glóbulos rojos que se multiplican en los huesos, tienen por misión llevar oxígeno a todo el cuerpo tomándolo de los pulmones y a su vez, eliminar el anhídrido carbónico. Los glóbulos blancos, que también se forman en los huesos, que espiritualmente hablando, simbolizan la fe, tienen igualmente por misión luchar contra toda clase de germenes nocivos que puedan infectar al cuerpo humano. Las plaquetas son las que tienen por misión coagular la sangre y taponar la herida que se pueda producir en los vasos sanguíneos.

Los alimentos se distribuyen en todo el cuerpo a través del plasma que se encuentra en la sangre en donde flotan todos los elementos que dan vida, eliminan las infecciones y previenen los accidentes.

Por fin, todo el torrente sanguíneo es impulsado en todos los rincones del cuerpo por el corazón que es el motor que da energía y vida al organismo. En donde no llega la sangre se produce una gangrena y el miembro afectado se corrompe y no solo muere, pero llega a gangrenar todos los otros miembros, transmitiendo la muerte a todo el cuerpo.

La analogía con la Sagrada Eucaristía, es ahora bien evidente: el Amor de Dios al hombre que es la respuesta a la entrega del alma a Dios, es el Sagrado Corazón que mueve en el alma la Sangre de Jesús, necesaria para su alimento, que es la que le da la vida, la nutre y elimina las impurezas del pecado, como lo hacen los glóbulos rojos y los leucocitos, que se reproducen en los huesos del esqueleto humano, huesos que simbolizan la santa Fe del alma, y también repara las heridas del pecado, como así lo hacen las plaquetas de la sangre humana.

Se ve pues claramente, la analogía entre el Cuerpo de Jesús: su Sagrado Corazón, y su Divina Sangre que es la condición necesaria para sustentar el alma en esta vida, hasta la entrada en el Reino de Dios, y se comprende igualmente el porque dijo Jesús: 

“Yo os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y no bebéis su Sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré el último día. Mi Carne es verdadera comida y mi Sangre es verdadera bebida. El que come mi Carne y bebe mi Sangre, vive en Mí y Yo en él. 

El Padre que me ha enviado posee la Vida y Yo vivo en Él. Así también el que me come vivirá por Mí. Este es el Pan que ha bajado del Cielo; no como el pan que comieron vuestros antepasados. Ellos murieron, pero el que coma de este Pan, vivirá para siempre "  (Jn 6, 53 - 58)

Este Cuerpo y Sangre de Jesús es el Sacrificio perpetuo que se rememora en la Santa Misa, y que sustenta no solo a las almas, y les asegura la Vida Eterna, permitiendo la Resurrección del último día, pero también es el que mantiene el Universo Entero. El día que no se pueda celebrar el Santo Sacrificio, será el fin del Mundo, como así lo dice el Profeta Daniel, y el "faro" de la Iglesia el gran San Pablo.



Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su Gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José su castísimo Esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.






jueves, 24 de enero de 2013

LA MUERTE DE LOUIS XVI EN LA GUILLOTINA, EL ASESINATO DE UN RUISEÑOR

LOS ÚLTIMOS MOMENTOS DE LUIS XVI 





La última Navidad del rey Louis XVI, traducida del libro del celebre historiador francés André Castelot, (Dramas y tragedias de la Historia de Francia), relata los últimos momentos del rey antes de su ejecución por los revolucionarios, con la célebre guillotina, se trata de un análisis muy profundo y sincero de la mentalidad del rey, de su carácter y de las causas que han desembocado en esa tragedia. Descubrimos a un rey de una inteligencia mediocre, pero de una bondad e inocencia angelicales. Los últimos momentos son un ejemplo de valentía, sacando a relucir los valores cristianos dignos de un mártir. Por esa razón, se comprende porqué, algunos quieren que se inicie su proceso de canonización.
              
Su último testamento dirigido a su hijo, el heredero, es de una belleza estremecedora, sobre todo, para los  creyentes. Como dice el autor del relato, parece que al escribir ese documento, estuvo tocado por el ala de un ángel.

Parece mentira, conociendo el carácter del rey, el cual se va revelando de una manera tan singular y tan precisa, debido a las preguntas procesales y a las respuestas dadas por el rey a través de su defensa que, un personaje de esa mentalidad, haya llegado a escribir un testamento, digno de la pluma de un gran místico católico. Se ve aquí como, por un verdadero milagro, el sufrimiento es capaz de transformar a un individuo de un carácter anónimo y mediocre, en un Santo de una espiritualidad tan profunda.



LA ÚLTIMA NAVIDAD DE LUIS XVI



        
               Pocos días antes de la vuelta de Louis XVIII a Paris, una mujer enjuta, con ademanes severos, vestida de luto, accede a la calle del Templo, al antiguo palacio del Gran Prior, lo atraviesa y baja al jardín. Se detiene de golpe, al no reconocer el lugar. Todo ha cambiado. Antaño se levantaba ahí un alto torreón cuadrado, abrazado de cuatro pequeñas torres con tejados cónicos recubiertos de pizarra.
                 Se trata de la torre del Templo.

           Entre sus lágrimas que deja caer, la mujer observa… y recuerda. Es ahí donde había vivido, cuando niña, de tez anacarada, tan rubia, tan frágil que su madre la había apodado Mousseline… Ahí había sido inmersa en un drama atroz del cual hoy era la única superviviente, arruinada por el dolor, envejecida por sus recuerdos.
           Se arrodilla.

          Era Madame Royale, hija de Marie-Antoinette y de Louis XVI, que volvía al emplazamiento, en donde se levantaba su oscura cárcel medieval.
          Hace solo unos días le han entregado el testamento de su padre, escrito una mañana de Navidad, la mañana de Navidad de 1.792.
          Madame Royale recuerda… Cuantas veces, un nudo en la garganta, había vuelto a leer esas líneas:

          “Confío mis hijos a mi mujer; nunca he puesto en duda su ternura maternal para con ellos; le recomiendo antes de todo, de hacerlos buenos cristianos y hombres honrados, y de hacerles ver que las grandezas de este mundo (si están condenados a probarlas) solo son bienes peligrosos y perecederos, y de dirigir sus miradas hacia la única gloria sólida y duradera de la eternidad…”

            Una mañana de Navidad…
            Eran las seis.
         La mañana del martes 25 de diciembre de 1.792 – la primera Navidad republicana – aún no había comenzado. Se madrugaba muy temprano entonces en Paris, pero las calles se hallaban desiertas. Eran en efecto numerosos los parisinos que habían oído la misa del gallo. Claro que, la víspera, el procurador de la comuna, Chaumette, había ordenado que no se celebrara la misa del gallo, pero los comisarios enviados por el Ayuntamiento, no habían logrado cerrar las puertas de las iglesias. En Saint-Eustache, el empleado municipal Beugnon, de oficio, albañil, había sido tan fuertemente zarandeado por los vecinos del mercado, que dentro de poco subirá a la torre del Templo como guarda, la cara marcada por las uñas de las ciudadanas que estimaban que la libertad, recientemente adquirida, debía permitir celebrar como se quería el nacimiento del Niño Dios. ¿Acaso no se vivía en República desde hace más de dos meses?

              Eran las seis.
            En el segundo piso de la siniestra Torre del Templo, Clery, el mayordomo de Louis XVI, se levantó y, seguido del guardia municipal que había pasado la noche en un camastro atravesado en la puerta, entró en presencia del rey.

            El comisario que, según era costumbre, había entrado de servicio la víspera, a las 10 de la tarde, no había visto aún a Louis XVI, pero durante toda la noche, los ronquidos del prisionero – “un ronquido continuo y de los más extraordinarios”, según contará uno de ellos – lo había tranquilizado acerca de la presencia del detenido. El rey apartó las cortinas de su cama, miró hacia el comisario, de pié en la penumbra y se preguntó si lo había visto antes.
            Clery encendió el fuego, mientras que el rey se colocaba su bata. Parecía haber envejecido, una barba de varios días tapaba sus mejillas hundidas. La piel le ardía y como lo hacía varias veces al día, se echó agua fresca en el rostro. La Comuna le había quitado sus afeitadoras y solo se las devolverá a la mañana siguiente, 26 de Diciembre, para su segunda comparecencia ante la Convención, transformada en tribunal.

             Luis se retiró en su despacho, situado en una de las torrecillas adosadas al torreón. La puerta que había permanecido abierta, permitía al guarda municipal, vigilar al prisionero. Había en esa diminuta habitación, una pequeña estufa de porcelana, que Clery venía de encender, una mesa y tres sillas de cuero. En un breviario que había mandado comprar, Louis, arrodillado comenzó a leer el oficio de Navidad, luego como todas las mañanas, el de los caballeros del Espíritu Santo.

             Se levantó.
           La torre, tan ruidosa de día estaba aún silenciosa. En el piso superior, Marie-Antoinette. Madame Elizabeth, Madame Royale y el pequeño delfín – le habían separado de su padre desde hace quince días – no se habían aún despertado: “No había aún amanecido en las estancias de la reina”, según la bonita expresión de aquel tiempo, en uso en Versalles y en las Tuileries.

            Desde el comienzo del proceso, el rey había sido apartado de su familia, pero gracias a los jóvenes camareros – venían del comedor de las Tuileries – los prisioneros lograban comunicarse. Aún mejor, desde hace unos días, Clery había enseñado al rey, como enviar mensajes desde la ventana de su habitación, con la ayuda de un ovillo de bramante, del cual en el piso superior, Madame Elisabeth tenía sujeta una de las extremidades. Las persianas de madera que en parte ocultaban las ventanas ayudaban a la operación, que tenía lugar por la noche.

            El rey se sentó delante de su pequeña mesa. La Comuna le había concedido unos días antes, plumas, tinta y papel. Con su fina escritura, empezó a escribir:  
        
            “En el nombre de la Santísima Trinidad, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Hoy, veinticincoavo día de Diciembre, yo, de nombre Louis XVIº, rey de Francia, estando desde hace cuatro meses encerrado con mi familia en la torre del Templo, por los que eran mis súbditos… además, estando  implicado en un proceso, cuyo desenlace es incierto, debido a lo apasionado de la gente y del cual no se halla ningún antecedente ni procedimientos en ninguna ley existente; teniendo solo a Dios por testigo de mis pensamientos y con el cual pueda dirigirme, declaro aquí en presencia suya, mis últimas voluntades y mis sentimientos…”


                ¡Su proceso!
          La primera vista había tenido lugar hace apenas quince días… y en esa mañana de Navidad, al escribir sus últimas voluntades, Louis volvía a revivir con el recuerdo, esa terrible jornada del 11 de diciembre.
           Era un martes, un martes como hoy día de Navidad. Esa mañana había jugado al Siam – una especie de juego de bolos – con su hijo. El niño no había logrado sobrepasar dieciséis puntos.
          -¡Siempre que tengo dieciséis, se había lamentado el niño, no gano nunca!
          El rey recordaba su entrada en la sala de la Convención. Ante todas esas miradas que lo contemplaban, se había sentido algo molesto.

           -Estaba muy lejos de imaginarme todas las preguntas que iban a hacerme, había confesado a Cléry, al volver al Templo.
            Esas preguntas lo habían hecho tambalearse y a cada una de ellas, solo había podido contestar:
          No recuerdo nada de lo que había ocurrido en esa época… No tengo ninguna constancia de ello…
          Esa última frase, volvía siempre como un leit motiv a lo largo de esa penosa jornada.
          -¡No tengo ninguna constancia de ello… ninguna!

          Es la palabra celebre: Nada, que encontramos repetido tantas veces en cada hoja del diario íntimo del rey, los días que no iba de caza. Al día siguiente, 26 de Diciembre, día dedicado a la defensa, sus abogados podían decir a los miembros de la Convención, estupefactos:

          “¿Queréis saber, señores, a que labor se dedicaba en junio de 1.792, el acusado que comparece aquí? Mientras que había agitación en toda la capital, mientras que el pueblo de Paris se preparaba para asaltar las Tuileries, mientras que las jornadas febriles se añadían a las jornadas febriles, con su serena escritura de contable, los anteojos en su nariz, el dueño del reino de Francia volvía a copiar un largo informe que le había tenido ocupado varios días. He aquí ese informe:
           “Desde 1.775 hasta 1.791, salí 2.636 veces de mi morada.”
           “Si, señores, ¡Esa era entonces la ocupación del rey! ¿No os basta eso? Entonces, abramos su diario al azar:

                                               1.789
                       
        Julio, 10: Nada, contestación a la diputación de los Estados
        Julio, 11: Nada, partida de M. Necker
     Julio, 12: Vísperas y saludo, partida de los Srs. Montmorin, Saint-Prist y La Luzerne.
       Julio, 13: Nada
       Julio, 14: Nada
                    …………………………………………………………………………
       Julio, 28: El mal tiempo me impidió salir.
       Julio, 29: Nada, vuelta de M. Necker
        Julio, 31: La lluvia me impidió salir.


              ¡Pobrecito! Como decía Marie-Antoinette a sus amigos, adelantando el péndulo del salón, para que el aguafiestas fuera a acostarse antes.
              Un día, su hijo le preguntó:
              -Quería deciros algo. ¿Porqué vuestro pueblo que os quería tanto, está ahora de repente, enfadado con Vos? ¿Qué habéis hecho para que se encolerice tanto?
              ¿Qué que había hecho? ¡Nada, naturalmente! Quizás por exceso de bondad, había abdicado demasiado de su autoridad… Esa autoridad, que le había asustado tanto cuando Louis XV, el cuerpo ennegrecido, hinchado, se pudría en su lecho de agonía. Sin tregua, en este comienzo del año de mayo de 1.774, en esa víspera de su reino, se le había oído repetir:

-Me parece que el Universo se me va a caer encima…
         Luego, cuando la vela, colocada en la ventana de su abuelo se había apagado, había estallado en lágrimas y se había refugiado en los brazos de su mujer. Y ese día, los que habían entrado primero en la habitación, habían podido ver, a ese rey de diecinueve años, y esta joven reina de dieciocho, llorar de rodillas a lágrima partida.
           -¡Dios mío, murmuraban, abrazados, Dios mío, protegednos, somos demasiado jóvenes para reinar!

           Dios no los había protegido. Los había dejado solos en la tormenta. Marie- Antoinette había “conspirado”, pero Louis habría querido ser, con toda sinceridad, el rey de la Revolución, pero una metamorfosis tal, hubiera exigido una mente adelantada a su tiempo. Su emotiva sencillez, su buen corazón, su sorprendente buena voluntad, no habían podido prosperar debido a una inteligencia demasiado pobre, a una sempiterna indecisión, una eterna debilidad, una manera de “escabullirse” según la expresión de un testigo. Su interlocutor tenía la impresión – la imagen es de su hermano Provence – que quería agarrar una inaprensible bola de billar untada de aceite…
          ¡Su debilidad! Quizás, hoy se daba cuenta de ello, de una manera vedada: era la causante de toda la desgracia!

          ¿Qué habéis hecho para que se encolerice tanto?

          En ese amanecer de la Natividad, en la estrecha torre de su cárcel, le va a contestar al hombrecillo de siete años, que levantaba hacia él sus ojos azules.

          “Recomiendo a mi hijo, si tuviera la desgracia de ser algún día rey, de pensar que se debe por entero a la felicidad de sus conciudadanos: que debe olvidar cualquier odio o resentimiento, en lo referente a lo que concierne las desgracias y las penas que tengo; que solo puede dar felicidad a su pueblo reinando según las leyes: pero que al mismo tiempo, tenga en cuenta que, un rey solo las puede hacer cumplir, y hacer el bien que tiene en su corazón, cuando dispone de la autoridad necesaria: y que de otra manera, estando sumido en unas obligaciones y no inspirando ningún respeto, es más perjudicial que útil.”

           Se detuvo un momento… Si, quizás al abdicar de toda autoridad, al escuchar solo todo el bien “que tenía en su corazón”, si, al lo mejor, ¡Había sido más perjudicial que útil! ¿Pero sus subordinados podían acaso habérselo tenido en cuenta? Había accedido a todas sus solicitudes. Salvo, cuando se habían enfrentado a su conciencia de creyente. ¿Podían acaso echárselo en cara, hasta el punto de considerarlo culpable, merecer ser  destronado, ser encarcelado y, ahora hasta querer ser arrastrado a la guillotina?
           Desde hace dos días, le dirá dentro de poco a su defensor:

"estoy ocupado buscando si, en el curso de mi reinado, he podido merecer el mas leve reproche de parte de mis súbditos. Pues bien, Monsieur de Malesherbes, os lo juro, con toda la sinceridad de mi corazón, como hombre que va a comparecer ante Dios, ¡Siempre he deseado la felicidad del Pueblo, y nunca he deseado nada que le sea adverso!"
           Amaba con todas sus fuerzas a su pueblo, cuyos representantes iban a votar su muerte. Amaba a la gente humilde, que tenía sus mismos gustos, se encontraba a gusto con ellos. Tenía un verdadero cariño para el torno de su pequeña cerrajería, le gustaba trabajar el yeso, hasta tal punto, que no podía haber un obrero en el castillo, sin ver acudir el rey, echar una mano y volver a sus aposentos sucio y agotado.

           Incluso en la cárcel del Templo, hace unos días, al ver a un albañil ocupado haciendo unos agujeros, para colocar enormes cerrojos, había sentido el deseo de cogerle el martillo y el cincel de las manos para enseñarle a su hijo la manera de trabajar.
           -Cuando salgáis de esta torre, le dijo el obrero, podréis decir que habéis trabajado personalmente para vuestra cárcel.
           -Maria Antoinette había padecido, por esos gustos de obrero. Joven desposada – ¡una desposada de catorce años! – “fastidios en exceso”, había tratado de curar a su marido, ¡Pero había sido en vano! Sufría por las bobadas y por “la falta de finura en sus modales” de su esposo: su risa era pesada, sus bromas espesas.

            ¿No es acaso cierto, que tenía la ocurrencia de colocarse sobre las rodillas del joven y gordo Narbonne, imitando un bebé que había que acunar? “con la buena intención de ser atento para alguno, nos dirá Madame de Boigne, se acercaba hacia él hasta hacerlo retroceder hasta la pared; si no argumentaba nada, y eso le ocurría a menudo, estallaba de risa, daba media vuelta y se iba.”

           Sin embargo, los latidos de ese corazón, la grandeza de su alma y las cualidades de ese gran creyente que era su marido, habían acabado por tocar los sentimientos de Marie-Antoinette. La caida de la desgracia, poco a poco, a falta de pasión, había provocado en ella una ternura inmensa. Ese bueno de hombre – ese honrado hombre, decía Fersen – había conseguido emocionarla, gracias a todas sus virtudes “sinceras e inertes”, según la expresión de Mirabeau.

           Y hoy, esa tranquilidad ante la muerte, esa valentía de mártir la emocionaba hasta lo más profundo de su alma. ¿Al lo mejor, en ese día de Navidad, creía que lo amaba?
          
          En cuanto a él, siempre la ha adorado. ¡Ha sido la única mujer de su vida! La amaba a su manera, claro que sí, una manera burda, tosca, torpe, pero la amaba desde esa mañana de mayo de 1.774 cuando, en la orilla del bosque de Compiègne, había visto por primera vez esos grandes ojos azules de porcelana y su sonrisa algo burlona.
          Era al lo mejor, su bonita manera de amar y atender a sus hijos, lo que más había agradado al rey. ¡Sus hijos! ¡La rubia pequeñita Mousseline con su fresca y alegre sonrisa y el pequeño Chou d´amour, que tenía el alma tan limpia!... Tenía para con ellos una ternura maternal ¡Tan rara en los príncipes!


           Ruego a mi mujer que me perdone todas las incomodidades que tiene que soportar por mi culpa, y las penas que he podido infligirle en el transcurso de nuestra unión; también puede estar segura que no le guardo ningún rencor, si ella creyera que tiene alguna culpa que reprocharse… “
           
          Ya ha amanecido. La escalera de la torre empieza a resonar con el ruido del martilleo de los pasos, del chirrido de las puertas, que los carceleros abren con estruendo – hay doce de ellas, cerrando la escalera, entre la planta baja y el tercer piso – de los batidos de los cerrojos, que los encargados de las llaves corren y dejan abatirse con pesadez y siendo la torre tan sonora como el tubo de un órgano, repite el ruido con gran amplitud. Encima, en la morada de la reina, Louis oye el ruido de los pasos. El pequeño delfín, que corre por todo el piso, los encargados de la leña, que guarnecen las hogueras, los aguadores que llenan las palanganas, el encargado de la luz que viene para apagar las farolas. Louis lo adivina. Las tres princesas vestidas con ropa de mañana, con vestimenta blanca, se disponen a tomar asiento en el pequeño comedor…

        Afuera, Paris guarda silencio. Los campanarios de esta mañana festiva enmudecen. No se oye ninguna campana, ni el menor tintineo. Por primera vez desde hace siglos, Paris no festeja la Navidad.
          Louis, siempre tan sereno, está recopilando su testamento… y, esa mañana, parece que “el pobre hombre”, el hombre de las Nadas, el hombre que daba risa, el hombre del cual se burlaban un poco, solo sea un recuerdo. En ese día de Navidad, Louis XVI ha sido rozado por el ala de un ángel. Lo que escribe, con su trazo tan fino, es de una sorprendente belleza. Un soplo divino anima esos renglones, escritos en una cárcel, esa mañana de Navidad, esos renglones, que tienen la emocionante grandeza de una oración:

           “Entrego mi alma a Dios, Creador mío; le ruego que la reciba en su misericordia, de no juzgarla de acuerdo con sus méritos, pero sí por los de Nuestro Señor Jesucristo, que se ofreció en sacrificio a Dios, su Padre para nosotros los hombres, por muy indignos que fueran, y yo el primero…Ruego a Dios que me perdone todos mis pecados; he querido conocerlos detenidamente, odiarlos, humillarme en su presencia…

          “Ruego a todos los que he podido ofender sin quererlo (ya que no recuerdo haber ofendido a nadie a sabiendas), o a los que haya podido dar mal ejemplo o causar escándalo, de perdonarme el mal que creen que le he podido hacer; ruego a todos los que tienen la caridad de unir sus oraciones con las mías para obtener de Dios el perdón de mis pecados…

          Perdono además de todo corazón a mis guardianes, los malos tratos y las molestias, que han creído tener que usar conmigo…”            
       
          Por la tarde, sus defensores – Malesherbes, Tronchet y de Sèze – llegan al Temple y son llevados a presencia de su cliente después de haberles desvestido y haber sido “registrados desnudos hasta en los sitios más secretos”.
          El rey termina su testamento, luego, pálido, el corazón en un puño, entra en la habitación en donde le esperaban los tres hombres.
          -He arreglado mis pequeños asuntos; ahora pueden hacer de mí lo que quieran.

          De Sèze le pide permiso para leerle el discurso que va a pronunciar mañana a la Convention, en el transcurso de la segunda y última jornada del proceso. En la habitación abovedada, se alza la voz del joven abogado: 

          “Louis había subido al trono con veinte años, y con veinte años, dio desde el trono ejemplo de moralidad; no tuvo ninguna debilidad culpable ni ninguna pasión corrupta… fue ahorrador, justo, severo, siempre se portó con el pueblo constantemente como su amigo. El pueblo deseó la abrogación de un impuesto desastroso que le oprimía, lo abrogó. El pueblo pedía la abolición de los siervos, comenzó a abolirla él mismo en sus dominios… es en nombre de ese mismo pueblo que hoy se pide…

           “Ciudadanos, no termino… me detengo ante  la Historia. Pensad que ella será el juez de vuestro fallo y que el suyo será el de los siglos venideros.”
           De Sèze había preparado un final más vibrante, pero el rey le pidió que lo suprimiera.
           -No quiero parecer que quiero enternecerlos.
           Después de que se marcharan, Louis abrió su Tacito y antes de anochecer, volvió a copiar otra vez su testamento:

       “Termino declarando ante Dios, y preparado para comparecer ante Él, que no me acuso de ninguno de los crímenes que se me reprochan.
            “Hecho en dos copias en la torre del Templo, el 25 de diciembre de 1.792”
                Louis

            Transcurrió menos de un mes.
            Es la mañana del lunes 21 de Enero de 1.793
            Louis tiembla un poco, pero es debido al frío. De repente se abre la puerta; el general Santerre seguido de comisarios y de gendarmes, que ordena en dos filas, entra ruidosamente en la habitación.
            -¿Venís a buscarme? Pregunta el rey.
            -Si
            -Os pido solo un minuto.

            Se dirige con rapidez hacia la pequeña torre, hacia la pequeña habitación en donde había escrito su testamento. Su confesor, el padre Edgeworth de Firmont está ahí. Louis cierra la puerta y se pone de rodillas:
            -Todo está cumplido, Monsieur; dadme vuestra última bendición y pedid a Dios que me de fuerzas hasta el final.

             El condenado coge su testamento de encima de al mesa – su mensaje de Navidad – sale de la habitación y lo entrega a uno de los representantes municipales.
           - "Os ruego que se lo entreguéis a la reina, a mi mujer".
          - "No hemos venido para hacernos cargo de vuestros recados, truena el hombre – uno apellidado Roux, un sacerdote juramentado – pero si para conduciros al cadalso.
          El Rey lo observa un momento, y luego contesta con dulzura:
          -"Es verdad."

            Otro agente municipal coge el mensaje, mientras que Louis XVI, da el primer paso hacia el suplicio, empezando a bajar la escalera de piedra. Bajo el retumbar de los tambores, atraviesa el jardín erizado de lanzas y por dos veces se vuelve hacia el siniestro torreón en donde, en el tercer piso, detrás de las persianas de madera dos mujeres y dos niños lloran, acechan y escuchan angustiados.
            Madame Royale, aun arrodillada en el jardín del Templo, recordaba…

            La mañana del 21 de enero de 1.793, encima de la chimenea, el reloj de Marie Antoinette, que representaba a la Fortuna y su rueda, había marcado las nueve.
            A las diez y media, los prisioneros habían oído a lo lejos las descargas de artillería. Enseguida, los tambores de la guardia del Temple empezaron a sonar. La reina que lloraba en su cama se levantó y vino a arrodillarse a los pies de su hijo, saludándole a título de rey.

             Madame Royale comprendió…
           La cabeza de su padre, acababa de rodar en el cadalso de la plaza de la Revolución.

         
     
          
      

miércoles, 23 de enero de 2013

EL ARGAMEDON FINAL; EL APLASTANTE TRIUNFO DE DIOS CONTRA SATAN


Cristo Pantocrator ya no tiene el cayado de Pastor
pero si tiene el cetro de sublime Juez  y Seño
r


EL FIN DEL MUNDO

En este corto escrito están resumidas las condiciones necesarias para que se produzca la Intervención directa de Dios en la Humanidad, a través del Arcángel San Miguel, lo que ocurrirá al fin del Mundo.

     - Abominación hasta en los lugares sagrados
     - Atroz persecución hacia los Cristianos
     - Conversión del Pueblo Judío

     - Prohibición de la celebración de la Eucaristía


De los Cuadernos de María Valtorta 
 (Daniel 12)

Dice Jesús:

“El Arcángel que derrotó a Lucifer y que guarda mi Reino y los hijos del mismo, será el que surgirá como signo celeste en el tiempo último. Será el tiempo en que Israel se unirá con la Roma de Cristo y ya no habrá más dos ramos del pueblo de Dios, o sea el bendito y el maldito por culpa de su deicidio, sino un único tronco, llamado de Cristo porque vive en Mí.

Entonces, dado que se habrá completado el número de los salvados vendrá la resurrección de la carne y los muertos, que yacen en los infinitos cementerios, en los desiertos, en los mares, donde quiera que repose uno que fue un hombre, se alzarán para venir a Mí, el Juez supremo, como la multitud dormida a la que despierta el toque del clarín que llama a asamblea.

¡Como te derramarás jubilosamente sobre mis bienaventurados ese día, oh Luz, Tú que eres un atributo mío y que harás relucir como estrellas a los que conocieron la sabiduría y enseñaron y vivieron la Justicia! El último periodo – tres años y seis meses – será el más tremendo de los vividos por el hombre y en él Satanás, a través de su hijo, consumido por un supremo rencor – porque ya no existirá la división entre los dos ramos del pueblo de Dios, la división que fue causa de tantos males materiales, morales y espirituales -, empleará sus perfectas, pero también últimas astucias, para dañar, arruinar, matar a Cristo en los corazones y matar los corazones destinados a Cristo.

Los sabios comprenderán la artimaña de Satanás, las innumerables artimañas de Satanás, porque el que posee la verdadera Sabiduría está iluminado, y, por su fidelidad a la Gracia se volverán puros e indudables como el fuego, dignos de ser elegidos para el Cielo. Los impíos seguirán el Mal y practicarán el mal, pues no comprenden el Bien, dado que por espontánea voluntad colmaron su corazón de Mal.

Entonces vendrá el tiempo en que la Iglesia, mancillada más que nunca, ya no podrá celebrar el Sacrificio perpetuo y la abominable desolación se alzará en el Lugar Santo y en los lugares santos, tal como han dicho los profetas y como he repetido Yo, que nunca erro.

Dice Daniel: “Esta abominable desolación durará 1290 días. Bienaventurado el que espera y llega a 1335”.

Esto quiere decir que en los tres años y seis meses que precederán el fin, se reservará un breve tiempo para que los fieles se reúnan con el fin de escuchar la última Palabra, que resonará en el espíritu de cada uno de ellos como invitación al Cielo, mientras Miguel con sus ángeles vencerá a Satanás y a sus demonios. 

“Bienaventurado el que espera y llega a 1335 días”, quiere decir:“Bienaventurado el que persevere hasta el fin”, pues será salvado.

A ti te digo: “Ve hasta el plazo establecido (De tu tiempo de vida en la Tierra) y tendrás sosiego, y permanecerás en tu suerte hasta el fin de los días”.




domingo, 20 de enero de 2013

ORACION A LA AUGUSTA REINA DEL CIELO (INDULGENCIA DE SAN PIO X)


A LA AUGUSTA REINA DEL CIELO Y DE LA TIERRA

ORACIÓN CON 300 DÍAS DE INDULGENCIA
SAN PIO X , 8 - 6 - 1.908





El simbolismo de la Virgen María



¡Augusta Reina de los Cielos y Maestra de los Ángeles!
Vos que habéis recibido de Dios el poder de aplastar la cabeza del dragón infernal, os pedimos humildemente que enviéis las legiones celestiales para qué bajo vuestras órdenes, persigan a los espíritus malignos, los combatan por todas partes, repriman su audacia y los precipiten al abismo.
¿Quién como Dios? - ¡Nadie como Dios!
¡Oh Buena y cariñosa Madre!
Vos seréis siempre nuestro amor y nuestra esperanza.
¡Oh divina Madre!, enviad los Santos Ángeles para defendernos
y rechazar muy lejos de nosotros el cruel enemigo.
Santos Ángeles y Arcángeles,
defendednos y guardadnos.

Esta hermosa flor, simboliza la Santísima Virgen María, que está representando la Reina de todas las flores, por sus pétalos de color rosa que sobresalen como la llama de amor de su Corazón Inmaculado, y su corola que es su Corazón dolorido, donde destacan sus virtudes en amarillo, que sobresalen como una hermosa corona de Reina, pero también lleno de heridas, que están representadas por los puntos amarillos sobre el fondo negro, que dan testimonio de todos los terribles sufrimientos pasados y presentes por causa de todos los pecados del mundo y que, como las heridas de un guerrero, testimonian su papel de Corredentora y Madre del Género Humano.

En el libro de Gabriele Amorth, exorcista del Vaticano, titulado "El último exorcista", se puede leer que San Pio X, escuchó la horrible voz de Satanás hablando con el Señor, el cual le daba permiso para actuar con más libertad y poder en el mundo. Comenta el Padre Amorth, que desconoce la razón.
La única explicación, que parece la más acertada, es que Dios lo ha permitido por razones de Justicia, ya que en este mundo donde existe la libertad del ser humano para escoger entre el Bien y el Mal, si el mal triunfa, es una victoria de Satanás, y tiene pues que tener también más poder.
Al Revés, si el Bien triunfa sobre el mal, Dios tiene más poder y entonces el Demonio tiene que retirarse.

El caso es que San Pio X, horrorizado  por lo que oyó, ordenó que después de cada misa se recitara la Oración a San Miguel Arcángel:

Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha,
 sé nuestro amparo contra la adversidad y acechanzas de 
Satán y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, 
arroja al Infierno con el Divino poder, a Satán
 y a los otros malos espíritus, que andan dispersos 
por el mundo para la perdición de las almas. 
Amen

¡Esta oración fue anulada por el último Concilio, según lo comenta el Padre Amorth, en un momento que, según lo que creo, es de una mucho mayor degradación de la Humanidad, y por consiguiente una mayor presencia de Satanás!

Esta oración a la Augusta Madre de Dios, con Indulgencia de 300 días, fue también creada por el Papa Leon XIII  para luchar contra la acción de Satanás en el mundo.

Página para descargar libros gratis.
www.ArcadelaAlianza.net

La Santísima Virgen María, para poder contrarrestar esta acción ha querido, a través de una viuda húngara con seis hijos, que se de a conocer al mundo, la llama de amor de su Inmaculado y dolorido Corazón que ciega a Satanás, y que borra el pecado.
Esto esta detallado en este Blog en los escritos que están actualmente en los puestos 1º y 2º de los favoritos, y titulados:

"El arma secreta de la Virgen María para derrotar a Satanás"
 y  "El Amor es vencedor del odio"

Las indulgencias inagotable tesoro de la Iglesia:

http://el-ultra.blogspot.com.es/2016/05/las-indulgencias-tesoro-inagotable-para.html


viernes, 18 de enero de 2013

LA MANO DE DIOS PADRE ENTREGA AL MUNDO LA LUZ DE SU DIVINO HIJO JESÚS, CON LA FUERZA DEL ESPÍRITU SANTO.



El pulsar y la nebulosa llamada "La mano de Dios"

Dice Jesús:

"Nadie enciende una lámpara y la tapa con una vasija o la oculta debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entren vean la Luz" (Lc 8-16)

Esta nebulosa de la vía láctea, llamada la mano de Dios, que se encuentra a 17.000 años luz está formado por el pulsar PSR B 1509-58 de solo 20 km de diámetro, que está en el centro de la imagen y que gira completamente siete veces por segundo, creando una colosal dinamo eléctrica con una fuerza electro-magnética 15 billones de veces más potente que la de la Tierra.

Este potentísimo electro-imán, simboliza la fuerza del Espíritu Santo, que se mantiene unido a la mano de Dios Padre y que genera a su Divino Hijo Jesucristo, Luz que ilumina al Universo, proclamando: 

"Tu eres mi Hijo el amado, en Ti me complazco" (Mc 1-11).

Esta imagen de la Santísima Trinidad: El Padre, que es la inmensa fuerza de la mano, unida por el pulsar, que es la fabulosa fuerza electro-magnética del Espíritu Santo, el cual sale del Padre, genera y sostiene a Jesucristo, que es la potentísima Luz de las estrellas del firmamento, constituye el Cuerpo Místico de la Santísima Trinidad, que es el que da vida, y genera la divina Gracia, que da energía y calor, que es el Amor que sustenta a todas las almas, para así atraerlas a sí, y fundirlas a su vez con esa poderosa atracción en su Seno, que es el Reino infinito y eterno de Dios.

Y como todo lo creado por Dios, tiene un fin que ignoramos, ya que toda la misión y finalidad del sistema galáctico es un misterio que solo conoceremos en el Reino de Dios, porque es seguro que toda esa fabulosa energía del firmamento tiene una misión no solo para los millones de mundos habitados que nunca podremos alcanzar, pero también tiene una influencia misteriosa en nuestro mundo, siendo una de ellas la de guiar en las noches el camino a los hombres, no solo el camino material, pero seguramente también el camino espiritual, como ocurrió con los Reyes Magos, que se guiaron materialmente, para asistir al nacimiento del Hijo de Dios.

Y es que el Universo, tiene misterios que nunca podrán ser conocidos, ni siquiera sospechados, a pesar de todos los astrónomos, los matemáticos y los "sabios", porque la inmensidad de Dios, cuya imagen es el firmamento compuesto por miles de millones de galaxias, cada una de ellas con miles de millones de estrellas y de planetas, no podrá nunca ser conocido, porque el hombre es finito y Dios y el Universo hecho a imagen y semejanza suya, es infinito.

Y esto es lo que dice San Juan de la Cruz que ocurre con Dios, afirmando que los Ángeles que mejor lo conocen, porque están más cerca de Él, ya que son son los más plenamente iluminados, como son los Querubines y los Serafines, son los que mejor se dan cuenta de la distancia tan grande que les falta para conocer plenamente a Dios. 

Bienaventurados los que logran adentrarse en el conocimiento de Dios, que en este mundo está al alcance de unos pocos, que a la inversa de lo que ocurre en el mundo, donde triunfan los más materialistas, los que logran alcanzar a Dios son los más espirituales.

Teniendo en cuenta que Dios nunca se comunica con los soberbios y los egoístas que son la clase de personas más comunes, aunque estén dotadas de gran inteligencia y de una grandísima ciencia, porque estos defectos son la huella que ha dejado en todos nosotros el pecado original, la única manera de alcanzar la tan deseada unión con la divinidad, es morir al hombre viejo, y volver a renacer con la mentalidad de un niño que no conoce estas lacras.

He leído en los dictados de Jesús a María Valtorta, que Dios corta inmediatamente toda comunicación espiritual con los soberbios, lo que es la muerte del alma, pero con los egoístas, también la va cortando poco a poco. Puedo afirmar que en mi larga vida, he conocido muchas personas que han sido muy espirituales, y dotadas de grandes dones de inteligencia y sabiduría, que han sido víctimas de estas desgracias, uno era un modelo de Virtud, que traducía las palabras del exorcista que era un lenguaje desconocido, y que fue alabado públicamente por el Sacerdote, hasta que después fue desahuciado por él, ya que la traducción era errónea, el exorcista me dijo que se había pasado al budismo. Esta persona se olvidó de lo que dijo Dios Padre hablando de Jesús:

"Tu eres mi hijo el amado en Ti me complazco" (Mc 1, 11), ¡No dijo en Buda me complazco!

Conocí igualmente a una persona que me era muy querida, que en mi juventud me había iniciado en el misticismo, lo admiraba porque interpretaba las escrituras de una manera increíble, pero se fue encerrando en su "Sabiduría", y a pesar de ser muy inteligente, por no querer compartir sus dones con lo demás, se fue apartando del prójimo, y por lo tanto de Dios. A esta persona, por la cual rezo todos los días, se aplican estas palabras de Jesús:

"Nadie enciende una lámpara y la tapa con una vasija o la oculta debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entren vean la Luz" (Lc 8-16)









lunes, 14 de enero de 2013

EL PERDÓN DE DIOS HACIA LOS PECADORES, SU NATURALEZA Y CUAL DEBE DE SER EL COMPORTAMIENTO DEL ALMA


LA GRANDEZA DE LA MISERICORDIA DE DIOS CON LOS PECADORES ARREPENTIDOS


EL CUARTO DE BAÑO DEL ALMA



Siempre me ha admirado la sublime Misericordia y perdón de Dios, en lo que se refiere al pecado, por horrible que sea, siempre que exista el sincero arrepentimiento, y es una maravilla tan grande que se asemeja a la Resurrección  de un cuerpo muerto y putrefacto como así lo estaba, en el caso de la resurrección de Lázaro.

 Esta Misericordia, que es el perdón de los pecados, es de una grandeza tan grande, que Satán, el eterno enemigo de Dios, conocedor de la importancia del Sacramento de la Penitencia, lucha incansablemente para inculcar en las almas la convicción de que el pecado cometido nunca será olvidado por Dios, para así entorpecer la acción de la Gracia, que para que tenga efecto, tiene que producirse en un corazón semejante al de un niño, que confía ciegamente en el amor y cariño de su Padre. 

Satán sabe que un corazón que desconfía de Dios es un obstáculo para la acción de la Gracia, y puede con su acción, aislar poco a poco el alma de Dios, algo así como cuando una fiera ataca a una cría de búfalo, para así poder evitar el enfrentamiento directo con la madre y así poder devorarla.

Porque ese es lo que busca incansablemente Satanás: apartar el alma de Dios para poder apoderarse de ella y arrancársela, alejándola de su protección que es su divina Gracia.

Y en eso consiste su labor y el de sus siniestros ministros: intentar crear los escrúpulos en  todas las almas, haciéndoles creer que están desahuciadas por Dios, y así llevarlas a la desesperación, porque les ha pintado a Dios como un verdugo que los tiene condenados, y llevándolos cuando puede al suicidio y al odio no solo hacia Dios, pero también hacia sus hermanos, porque si es verdad lo que dice San Pablo, que el que dice que ama a Dios que no ve, y que dice que no ama al prójimo que ve, es un embustero, también es verdad que el que no ama a Dios que no ve, también aborrece al prójimo que ve.


Y a ese respecto, recuerdo siempre un relato que me dejó la “carne de gallina”, y que cada vez que lo recuerdo, tengo dificultad en contener las lágrimas.
Una persona decía que veía y hablaba con el Sagrado Corazón de Jesús, una amiga suya completamente incrédula le dijo:
-“Vamos a ver si es verdad: ayer me confesé de un grave pecado, pregúntale al Sagrado Corazón de Jesús cual ha sido ese pecado, si me lo dices creeré que ves y hablas con Dios.
-“Muy bien, cuando lo vea le preguntaré”

Al cabo de algún tiempo, la amiga le preguntó:

-“¿Que te ha dicho el Sagrado corazón acerca de mi pecado?”
-“¡Me ha dicho que no se acuerda de nada!”


Estoy convencido que si esa persona hubiera confesado ese grave pecado sin arrepentimiento o con odio y rencor hacia otra persona, el Sagrado corazón de Jesús le hubiera dicho a la vidente, con todos los detalles cual había sido ese pecado tan grave, pero quizá no le hubiera dicho el por qué no le había  perdonado: Es el pecado contra el Espíritu Santo, que no se puede perdonar sencillamente porque la persona que lo comete no es capaz de perdonar a los demás. O también lo que ocurría con los Fariseos del tiempo de Jesús que veían milagros de Misericordia de Jesús y decían que lo hacía con el poder de Satanás.

Y aquí hay que recordar la famosa Parábola de Jesús sobre la persona a la cual un acreedor le había perdonado una deuda fabulosa, era un deudor suyo, que no tenía con que pagar, pero esa persona a su vez no perdonó una pequeña deuda a uno de sus deudores, lo que provocó la condena del acreedor que le hizo devolver hasta el último céntimo de su deuda.

Y los comentarios de S. Juan de la Cruz sobre el perdón de Dios a los pecadores en el Cántico espiritual (C 33,1)

“Para más inteligencia de lo dicho y de lo que sigue es de saber que la mirada de Dios cuatro bienes hace en el alma, es a saber: limpiarla, agraciarla, enriquecerla y alumbrarla, así como el sol cuando envía sus rayos, que enjuga y calienta y hermosea y resplandece. Y después que Dios pone en el alma estos tres bienes postreros, por cuanto por ellos le es el alma muy agradable, nunca más se acuerda de la fealdad y del pecado que antes tenía, según lo dice por Ezequiel (18, 22); y así habiéndole quitado una vez ese pecado y fealdad, nunca más le da en cara por ella, ni por eso le deja de hacer más mercedes, pues que Él no juzga dos veces una cosa (Nab 1, 9).

Pero aún que Dios se olvide de la maldad y pecado después de perdonado una vez, no por eso le conviene al alma echar en olvido sus pecados primeros, diciendo el Sabio: Del pecado perdonado no quieras estar sin miedo (Eccli 5,5). Y eso por tres cosas: la primera, por tener siempre ocasión de no presumir; la segunda, para tener materia de siempre agradecer; la tercera, para que le sirva de más confiar para más recibir, porque si, estando en pecado, recibió de Dios tanto bien, puesta en amor Dios y fuera de pecado, ¿Cuánto mayores mercedes podrá esperar?    


miércoles, 9 de enero de 2013

EL HORRIBLE PECADO DEL ABANDONO DE LOS HIJOS A SUS PROGENITORES


El matrimonio de ancianos abandonados por sus hijos



En enero de 2.013, apareció en los medios de comunicación la noticia de que la Policía encontró sentados en el banco de una parada de autobús a un matrimonio  de ancianos, aterrados de frío, que llevaban mucho tiempo sin comer.

Tenía el hombre 84 años y la mujer 82, estaban desfallecidos y muy tristes. Debido a su permanencia tan prolongada en ese lugar, la gente indagó para ver cual era la causa de esta situación. Los dos ancianos confesaron con dolor que sus hijos los habían echado de la casa donde vivían.

Los hijos salieron en la televisión y afirmaron que la convivencia con sus padres era insoportable, y que además se habían marchado de la casa por su propia ,voluntad, naturalmente nadie los creyó, eran dos ancianos de un aspecto venerable, y los hijos tenían un aspecto deplorable. Estoy convencido que si esos ancianos hubiesen sido ricos en el sentido de poder dar en herencia una buena fortuna, o si hubieran disfrutado de una buena pensión, esos hijos ingratos nunca los hubieran echado de la calle. 

Menos mal que la justicia humana aún tiene un rastro de la Justicia divina, porque los hijos fueron encarcelados por abandono y falta de asistencia, en cuanto a los padres, fueron llevados a una residencia de ancianos del Estado.

Y esto, desde el punto de vista espiritual es lo que está pasando hoy día con mucha gente que ha abandonado a Dios y a la Santísima Virgen María, ambos progenitores del renacer del alma inmortal. Es  lo que vemos con estos hijos ingratos y desalmados, que no quieren cumplir con uno de los mandamientos  de la Ley de Dios: Honrarás a tu Padre y a tu Madre, y que además, y esto es mucho más grave, incumplen el primer mandamiento que es amar a Dios sobre todas las cosas, y por supuesto al prójimo como a uno mismo.

Y esto también ocurre, como lo he leído, con el abandono de parte de más de los dos tercios de la humanidad de las almas que han echado de su corazón a Dios, que los ha creado dotándolos con una alma inmortal, y con Jesús que los ha redimido con la corredentora, la Virgen María que ha sido declarada por Jesús en la Cruz Madre de la Humanidad.

El pecado contra los padres que los criaron, los alimentaron, se ocuparon de su salud y de su bienestar material, cuando eran niños, y a veces espiritual (no sé si fue este el caso), es un pecado gravísimo que de por sí ya pide un castigo que ya en este mundo se les aplica de parte de los Jueces, y de parte de Dios, que promete en la Biblia, larga vida en este mundo a los que cuidan de sus padres.

El pecado del abandono de Dios, es decir el incumplimiento del primer y más importante mandamiento, que está antes que el mandamiento de no matarás, es aún muchísimo más grave, ya que como lo dice San Juan de la Cruz, a Dios tenemos que tenerle un profundo agradecimiento por habernos creado y un infinito amor por habernos rescatado del botín de Satanás, que es la humanidad entera, por el pecado de Adán y Eva.

El haber rechazado a Dios Padre, Dios Hijo y por consiguiente Dios Espíritu Santo, atrae por si solo la condena más terrorífica: Al abandonar al sumo Creador, y al Rescatador que pagó con su terrible pasión y muerte en la Cruz el precio del rescate, el alma eterna del pecador queda en poder de Satanás, y será esclava del siniestro Príncipe negro para toda la eternidad.

Los únicos responsables de esta situación son estas almas, que con su libre albedrío han escogido el camino de la perdición, habiendo rechazado a sus verdaderos Padres: Su Creador, su Redentor y su Madre espiritual, que también intentaron por todos los medios, sin éxito alguno, darle lo mejor para sus almas: La Vida Eterna.