MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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lunes, 28 de diciembre de 2015

MUY ANTIGUA IMAGEN DE LA SAGRADA FAMILIA, QUE ES EL EJEMPLO QUE TENEMOS QUE SEGUIR




Esta antigua imagen de la Sagrada familia, es una litografía hecha en un tiempo en donde aún existía un gran fervor religioso, y cuando la mayoría de las personas sabían distinguir la diferencia tan grande que existe entre el bien y el mal, es decir entre la virtud y el pecado, o entre Dios y Satanás.

Virtud que era la busca afanosa de muchos creyentes, cuando aún no estaba arraigada como hoy, la busca afanosa de la felicidad puramente material, que hace que la gente se olvide de Dios, y se dedique únicamente a adorar a los falsos dioses que son el dinero, el lujo, el disfrute, lo que acarrea la esclavitud de los pecados de gula, lujuria, avaricia, explotación de los pobres, que es una esclavitud encubierta bajo las apariencias de libertad.

Este humilde matrimonio que apareció en Israel hace más de 2.000 años, y que ha pasado desapercibido a los ojos de la multitud de la gente de aquella época, ha sido capaz de transformar el mundo entero, y crear la Religión más importante en número de adeptos y en cuanto a Doctrina más sublime: La defensa de los pobres y los humildes, con la promesa de transformaros en herederos del fabuloso Reino de Dios, un Reino eterno, donde habrá desaparecido para siempre todo rastro de mal como el odio, la envidia, la soberbia, la pobreza, las enfermedades, la vejez con todas sus secuelas.

Un Reino que, al revés de los reinos terrenos de este mundo, dará Poder y Gloria, a los más humildes que son los pobres de Espíritu de las Bienaventuranzas, y no a los más astutos, soberbios poderosos, egoístas, embusteros, y viciosos, que son los ricos de las imprecaciones de Jesús en el sermón de la montaña, que son los nuevos Epulones de la Parábola, serán rechazados como réprobos.

Pero serán intronizados como gobernadores con poder y gloria, a los que han sido marginados en esta Tierra, que han sido perseguidos, vilipendiados, odiados, explotados, maltratados, y hasta degollados, por los poderosos y los infieles de este mundo, solo por haber sido seguidores de la Doctrina de Jesús. 

Bendita y alabada sea la Sagrada Familia, que ha sido el verdadero ejemplo y modelo de todos los que han sufrido por ser fieles seguidores de la Ley de Dios, y que por esa razón serán poseedores del Reino eterno de los Cielos, por los siglos de los siglos. Amén. 



sábado, 26 de diciembre de 2015

LAS SEÑALES PRECURSORAS DE LA VENIDA DEL ANTICRISTO: EL CAMBIO CLIMÁTICO, Y LAS PERSECUCIONES

EL DRAGÓN INFERNAL



El Papa Francisco acaba de pronunciar su discurso de Navidad de 2.015, y ha denunciado con insistencia, lo que los ateos y los políticos, que solo quieren asegurarse su puesto nunca se atreverán a denunciar: la busca afanosa del lujo, del placer, del dinero, y la indiferencia hacia los que sufren, y a los perseguidos. Ha hablado igualmente del cuidado que hay que tener hacia el medio ambiente.

Y es que en realidad, ambas cosas van unidas, es seguro que un pueblo que tiene leyes decentes que no son contrarias al Evangelio, tendrá prosperidad no solo desde el punto de vista económico, pero además desde el punto de vista del medio ambiente, que los científicos atribuyen a fenómenos naturales, pero que en realidad son castigos de Dios. 

El Evangelio explica lo que ocurrirá al final de los tiempos, con la persecución atroz a todos los creyentes. Estamos asistiendo hoy día a los preludios de la venida del Anticristo.

Admiración y seguimiento de la Doctrina hedonista completamente opuesta a la doctrina de Jesús, adoración hacia el dinero, el lujo y el placer, abandono de la caridad hacia los necesitados.

Estamos asistiendo igualmente a las consecuencias : La naturaleza se está rebelando en todos los sitios contra la humanidad, que no solo no rinde culto a su Creador, pero que además legisla y vive en contra de sus mandamientos.

Inundaciones, tsunamis catastróficos, cambios de clima adversos, sequías en muchos lugares, que ocasionan hambrunas y exilios; guerras y atentados terroristas en muchos lugares del mundo, todo ello consecuencias del clima de odio y de rencor pregonado por la bestia y asumido por gran parte de la humanidad.

Otra enseñanza no menos perniciosa, pero que ha logrado introducirse hasta en muchos eclesiásticos: El Relativismo, que no ve diferencia alguna entre el pecado y la Virtud, es decir entre Satanás y Jesús. La desobediencia, contraria a una de las virtudes más grandes, ya que está escrito: "más quiere Dios la obediencia que los sacrificios", la secularización de la Sociedad, que no es otra cosa que dejar de adorar a Dios, para idolatrar a otros ídolos: como son los científicos, deportistas o artistas ateos.




Del Poema del Hombre-Dios de Mª Valtorta


La carestía y la mortandad de las epidemias serán uno de los signos precursores de mi segunda venida. Los castigos creados para corregiros y volver a llamaros a Dios causarán, con dolorosa potencia, una de las selecciones entre los hijos de Dios y de Satanás.

El hambre producido por los robos y las malditas guerras, queridas sin justificación de independencias nacionales, sino sólo por la ambición del poder y la soberbia de los demonios con apariencia de hombres, producido por el detenerse de las leyes cósmicas, por voluntad de Dios, por lo qué el hielo será áspero, y prolongado, por la qué el calor quemará y no será mitigado por las lluvias, por lo qué las estaciones serán invertidas y tendréis sequedad en las estaciones de las lluvias y lluvias en el tiempo de la maduración de las mieses, así qué engañadas por la templanza repentina o el frescor insólito, las plantas florecerán fuera de estación y los árboles se recubrirán, después de haber generado, de nuevas flores inútiles, que aprisionan sin fruto la planta – porque todo desorden es nocivo y conduce a la muerte, recordarlo, hombres – el hambre atormentará cruelmente esta raza perversa y enemiga de Dios.

Los animales, privados de forraje y pienso, de grano y semilla, morirán de hambre y, por el hambre del hombre, serán destruidos sin darles tiempo de procrear.

Los pájaros del cielo y los peces de las aguas, piaras y rebaños, serán asaltados por todas partes para dar a vuestros vientres el alimento que la tierra solo producirá escasamente.

La mortalidad, creada por las guerras y las pestes, los terremotos y los naufragios, precipitará en el más allá a los buenos y a los malos. Los primeros para vuestro castigo – porque privados de los mejores, empeoraréis cada vez más – los segundos para su castigo, porque tendrán el Infierno por morada antes de la hora prevista.




miércoles, 23 de diciembre de 2015

NOS DICE JESÚS: SIN EL ARREPENTIMIENTO AMARGO Y SALUDABLE, INÚTILMENTE YO PARA VOSOTROS MORÍ.


ATARDECER EN SIERRA NEVADA (GRANADA)



Del Poema del Hombre-Dios de María Valtorta
 (3-3-1.945)

Dice Jesús:

[...] Estamos frente a la muerte. Yo lo estoy. Otros también lo están ¿Quienes? ¿Quieres saber quien, Pedro? Todos. La muerte avanza hora a hora y aferra a quien menos se lo espera. Pero es que incluso aquellos que tienen mucha vida que tejer, hora a hora están frente a la muerte, pues que el tiempo es un relámpago frente a la eternidad y en la hora de la muerte hasta la vida más larga se reduce a nada, y las acciones de lejanos decenios, hasta los de la primera edad, vuelven en masa para decir: "Mira: ayer hacías esto".

¡Ayer! ¡Siempre es ayer cuando uno se muere! ¡Y siempre es polvo el honor y el oro que tanto anheló la criatura! ¡Pierde todo sabor el fruto por el que se perdió el juicio! ¿La mujer? ¿La bolsa? ¿El poder? ¿La ciencia? ¿Qué queda? ¡Nada! Solo la conciencia y el juicio de Dios, juicio al que la conciencia va pobre de riquezas, desnuda de humanas protecciones, cargada solo de sus obras.

"Tomen su sangre y tiñan con ella las jambas y arquitrabe y el Ángel no arremeterá a su paso, contra las casas en que esté el signo de la sangre". Tomad mi Sangre. Ponedla no en las piedras muertas sino en el corazón muerto. Es la nueva circuncisión. Y Yo me circuncido por todo el mundo.

No sacrifico la parte inútil, sino que quebranto mi magnífica, pura, sana virilidad, completamente la sacrifico y de los miembros mutilados, de las venas abiertas, tomo mi Sangre y trazo sobre la Humanidad anillos de salvación, anillos de eterno desposorio con el Dios que está en los Cielos, con el Padre que espera, y digo: Mira, ahora no puedes rechazarlos porque rechazarías tu Sangre".

"Y Moisés dijo: "...y luego sumergid un manojo en la sangre y asperjad con sangre las jambas´". ¿No basta entonces la Sangre? No basta.

A mi Sangre debe unirse vuestro arrepentimiento. Sin el arrepentimiento, amargo y saludable, inútilmente Yo para vosotros moriré.






lunes, 21 de diciembre de 2015

DIJO EL PADRE PÍO DE PIETRELCINA: "HAY QUE VACIAR EL PURGATORIO DE ÁNIMAS"

DEBEMOS REZAR POR LAS ÁNIMAS: LES HACEMOS
 UN GRAN BIEN A ELLAS Y A NOSOTROS



Un refrán castellano dice: "el muerto al hoyo y el vivo al bollo", y eso es lo que ocurre en las misas por los difuntos, y en todas las misas a las cuales yo asistí, he visto siempre el Sacerdote afirmar que el difunto está ya en el cielo, cuando en realidad no es así: Al cielo que es un intercambio de amor entre Dios y el alma, solo se puede entrar con el alma completamente purificada y limpia, no solo de sus vicios, pero también, y es lo más difícil, de las profundas raíces que los alimentan.

Es una tarea que es larga y difícil, para darse cuenta de ello basta recordar lo que nos cuesta perdonar y olvidar las ofensas recibidas, cuando para entrar en el  Cielo, hay que deshacerse completamente de esas raíces. Pero además hay que expiar toda la falta de Amor a nuestros parientes y hermanos, en la Vida de la gran Mística italiana María Valtorta, que pasó muchos años paralítica en su cama, sin el amor de su madre, que la desatendía, esta se le apareció, y entre otras cosas le dijo: "¡Si supieras como se paga aquí la falta de amor hacia nuestro prójimo!" 



¡ROGAD POR LOS DIFUNTOS!
(De una imagen piadosa de Ayuda a la Iglesia necesitada)

Desgraciadamente cuando alguien muere, sus familiares creen que, ya con la misa del funeral tiene bastante...¡Qué poco saben de la otra vida!... si en vez de tantas lágrimas, coronas, flores y mausoleos costosos, se acordaran de rezar por ellos, de dar limosnas en su nombre, de decirles misas, las Misas Gregorianas serían las ideales, pues tras treinta misas seguidas aplicadas al mismo difunto, según privilegio de la Iglesia, el alma del Purgatorio  sube al cielo, así acertarían. ¡Pero nadie escarmienta en cabeza ajena!, y mientras los familiares difuntos sufren los tormentos y llamas del Purgatorio, ellos disfrutan las rentas y herencias  que les dejaron los que ahora gimen en aquel lugar de purificación...

No seas tu de estos y cuéntalos en tus oraciones, limosnas y sacrificios, y sobre todo, con la misa, remedio con excelencia para sacar almas del Purgatorio. Ellas saben lo que tu haces a su favor y jamás olvidarán el gran beneficio que les haces al aliviarlas de sus dolores y sacarlas de aquel lugar de sufrimientos. Las almas del Purgatorio jamás permitirán que pasen hambre quienes piden, rezan o encargan misas por ellas. No los olvides. Si tienes dificultadas para decirles misas a tus difuntos en la parroquia, puedes escribir a: Ayudas a la Iglesia necesitada, Ferrer del Río, 3, Madrid 28028, y allí te dirán, mediante un donativo, las misas que quieres incluso las Gregorianas.

Si no tienes medios económicos para decirles misas a tus difuntos, no olvides que después de la Misa, el Rosario es la oración más eficaz aplicable a los difuntos.

Pedidos: 963 919653 y 963 492727.





domingo, 20 de diciembre de 2015

JESÚS HA VENIDO A ESTE MUNDO, HUMILDE Y POBRE PARA SANAR Y NO JUZGAR, VOLVERÁ CON PODER Y GLORIA PARA JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS


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Extraordinario relato, en donde se ve la perfección de Jesús y el incansable esfuerzo de llevar a la salvación incluso a los que iban a ser sus verdugos, ofreciéndoles por anticipado su perdón para conseguir arrepentirlos y así, apartarlos de la condenación eterna, postura que ha conducido a muchos Pastores quietistas y relativistas a creer que Jesús se comportará de esa misma manera en el día del Juicio, lo que es un error tremendo, ya que Jesús se comporta de esa manera en la Tierra, precisamente para que con la conversión, no pueda aplicar su Justicia que será entonces inexorable.

En efecto, el arrepentimiento y la conversión de las almas se aplican solo en esta tierra, debido a la Gracia santificante, obtenida en este mundo, que no es el Reino de Dios, por los méritos de su tremenda Pasión, y por la acción de la Comunión de todos los Santos, el Cuerpo místico de Dios.

En el día del Juicio, es decir en el otro mundo, en el Reino de Dios, esa gracia no puede actuar, el alma se queda petrificada al comparecer ante el Creador a rendir cuentas, de la misma manera que la espiga del trigo, al llegar a su maduración, y al haber sido segado, no puede ya ni crecer, ni menguar.






Del Poema del Hombre-Dios de María Valtorta
El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén
y en el barrio de Ofel.


(...) (Jesús y los apóstoles) salen del Templo, que hormiguea de gente, para sumergirse en el tráfico de las calles en donde todos se mueven presurosos, atareados en los últimos preparativos pascuales; y los que llevan con retraso buscan afanosamente una habitación, un vestíbulo, un sitio cualquiera y transformándolo en cenáculo, poder comer el cordero.

En medio de ese gentío que se agolpa, es fácil así encontrarse y no reconocerse, en ese gentío, agitado continuamente en donde desfilan ante los ojos fisionomías de todas las edades y de todas las regiones, en donde hay israelitas y donde la sangre pura de Israel ha contraído por mezclas de sangre o simplemente por mimetismo, semejanzas con otras razas.

Y así, se ven hebreos que parecen egipcios, y otros, que por sus labios salientes, de narices chatas y de ángulo facial, parecen cruces con nubienses; otros que, por las caras afiladas, pequeñas, de extremidades gráciles, de miradas perspicaces, delatan su procedencia de las colonias griegas por su mezcla con griegos; mientras que otros, hombres altos y fuertes, de rostros pronunciados, revelan claramente su procedencia latina; también hay muchos que nosotros llamaríamos circasianos o persas, con rastros de ojos mongólicos o indios: con rostros blanquísimos los primeros, y de rostros aceitunados los segundos.

¡Un bonito caleidoscopio de caras y vestidos! Los ojos se cansan tanto, que al final miran sin ver. Pero lo que a uno le pasa desapercibido, otro lo observa. Es, pues comprensible que lo que le pasa desapercibido al Maestro, siempre un poco absorto dentro de sí, cuando no le hacen preguntas y le dejan en paz, lo note uno u otro de los que están con Él. Los Apóstoles que están más cerca de Jesús, comentan unos con otros lo que ven, cuchicheando entre ellos unas observaciones… muy humanas, respecto a las personas señaladas.

Jesús capta uno de esos comentarios incisivos sobre un discípulo que pasa raudo fingiendo no verlos: “¿A quién decís esas palabras?”, pregunta.

“A ese mochuelo” dice Santiago de Zebedeo mientras le señala. “Ha hecho como si no nos veía. Y no es el único que lo hace. Pero cuando quería curarse y te buscaba, ¡ah, entonces si que sabía vernos! ¡A ver si le viene la pústula maligna!”.

“¡¡Santiago!! ¿Con estos sentimientos estás a mi lado y te preparas a comer el cordero? Verdaderamente, tú eres más incoherente que él. Él se ha separado con franqueza, cuando ha sentido que no podía hacer lo que Yo decía. Tú te quedas, pero no haces lo que Yo digo.

¿No eres entonces más pecador que él?” Santiago se pone colorado hasta la congestión, y se retira detrás de los compañeros, avergonzado.

“¡Es que duele que actúen así, Maestro!, dice Juan, para ayudar a su hermano que ha sido corregido. “Nuestro amor se rebela al ver su desamor…”.

“Sí, ya. ¿Y pensáis que los vais a llevar al amor de esta forma? Desaires, malas palabras, insultos nunca han llevado a un rival o a uno que piense de forma distinta al punto a donde se quería llevar. 

Son la dulzura, la paciencia, la caridad – perseverantes a pesar de todas las negativas - , las que al final consiguen. Yo comprendo vuestro corazón, que sufre al no verme amado, y lo compadezco. Pero querría percibiros, veros más sobrenaturales en vuestras acciones y en vuestros medios para hacer que me amen. ¡Ánimo, Santiago, ven aquí! No he hablado para avergonzarte. Comprendámonos, amémonos al menos entre nosotros, amigos míos… ¡Que ya hay mucha incomprensión y dolor para el Hijo del hombre!”.

Santiago, tranquilizado, vuelve junto a Jesús. Andan un rato en silencio. Luego Tomás interviene bruscamente con una fuerte exclamación: “¡Pero es una verdadera vergüenza!”. 
“¿El qué?” pregunta Jesús.
“¡Pues la vileza de muchos! Maestro, ¿no ves cuantos fingen que no te conocen!”.

“¿Y qué?, ¿Cambiará acaso, su modo de actuar una iota de lo que está escrito acerca de Mí? No. Sólo para ellos se cambia lo que se podría escribir. Porque en los libros eternos se podría decir de ellos: “Los discípulos buenos”, y se escribirá: “Los que no fueron buenos, aquellos para quienes fue para nada la venida del Mesías”.

Palabra tremenda, ¿sabéis? Peor que la de: “Adán, con Eva pecó”. Porque Yo puedo anular aquel pecado. Pero no podré anular este de renegar del Verbo Salvador… vamos a torcer por esta parte. Yo me detengo con los hermanos, con Simón Pedro y Santiago en el barrio de Ofel. Judas de Simón se quedará también. Pero Simón Zelote, Juan y Tomás irán al Getsemaní por las bolsas…”.

“Sí, así no se le atravesará el cordero a Jonás” dice Pedro todavía inquieto. Los otros ríen…
“¡Tranquilo, tranquilo! No te asombres de que tenga miedo. Mañana podrías tener miedo tú”.

“¿Yo, Maestro? Es más fácil que el mar de Galilea se transforme en vino que no que tenga miedo yo” afirma Pedro con seguridad.
“Sin embargo… la otra noche… Simón… no parecías muy valiente en la escalera del palacio de Cusa” muerde Judas de Keriot, sin mucha ironía pero… siempre con el sarcasmo suficiente como para pinchar a Pedro.

“¡Estaba agitado porque… temía por el Señor! No por otra cosa”.

“¡Bien! ¡bien! Esperemos que no tengamos nunca… miedo a quedar mal nosotros, ¿eh? Responde Judas de Keriot dándole una palmada en el hombro, protector y maligno… En otros momentos su modo de actuar habría desencadenado una reacción. Pero Pedro, desde la noche anterior, vive en estado de… admiración por Judas y le soporta todo.

Jesús dice: “Felipe y Natanael con Andrés y Mateo que se adelanten al palacio de Lázaro, para avisar que estamos llegando”.

Se separan estos últimos, y los otros siguen con Jesús. Los discípulos, menos Esteban e Isaac, van con los Apóstoles que han sido enviados al palacio.

En el barrio de Ofel, una nueva separación. Los encargados de ir al Getsemaní se encaminan, rápidos, junto con Isaac. Esteban se queda con Jesús, los hijos de Alfeo, Pedro, Santiago y Judas Iscariote; y, para no estar parados en el cruce, prosiguen lentamente en la misma dirección de los que van al Getsemaní. Van precisamente por la callecilla que será recorrida por Jesús entre sus torturadores la noche del Jueves Santo. Ahora, que ya es mediodía, está vacía de gente. Después de pocos pasos, hay una pequeña placecita, con una fuente sombreada por una higuera que abre sus tiernas hojas sobre la balsa de agua quieta.

“Ahí está Samuel de Analía” dice Santiago de Alfeo, que debe conocerlo bien. El joven está para entrar en casa con el cordero… Va cargado también con otros alimentos.

“Se ocupa de la cena pascual también para su pariente” observa Judas de Alfeo.
“¿Pero ahora, se ha establecido aquí? ¿No estaba fuera?” dice Pedro.
“Sí. Se ha establecido aquí. Se dice que tiene relaciones con la hija de Cleofás, el fabricante de sandalias. Tiene mucho dinero esa mujer…”.
“¡Ah! ¿Y por qué dice entonces, que Analía le ha abandonado?” pregunta Judas Iscariote. “¡Es una mentira!”.“El hombre se sirve fácilmente de la mentira. Y no sabe que haciéndolo se mete por el camino del mal. Basta el primer paso, un paso, para no poderse ya liberar… Es como el ajonje… es un laberinto…. Una armadita. Una armadita en bajada…” dice Jesús a Judas de Keriot.

“¡Qué pena! ¡Parecía tan bueno este hombre el año pasado!” dice Santiago de Zebedeo.

“Sí. Yo creía que imitaría a su prometida en cuanto a entregarse totalmente a Ti, siendo así una pareja de esposos ángeles y siervos tuyos. ¡Vamos, que lo habría jurado!...” dice Pedro.

“¡Simón mío! no jures nunca sobre el futuro de un hombre. Es la cosa más incierta que hay. Ningún elemento presente en el momento del juramento puede ser fianza de juramento seguro. Hay delincuentes que se hacen santos, y hay justos, o que tienen apariencia de justos, que se hacen delincuentes” le responde Jesús.

Samuel, entretanto, después de entrar en su casa, ha vuelto a salir por ir por agua a la fuente… y ve a Jesús. Le mira con visible desprecio y lanza un insulto; sí, ciertamente es un insulto, pero es en hebreo y no lo entiendo.

Judas Iscariote se lanza repentinamente hacia delante, le coge por un brazo y lo sacude como si fuera un árbol del que se quisiera hacer caer la fruta madura: “¿Así hablas al Maestro, pecador? ¡Abajo! ¡De rodillas! ¡Inmediatamente! ¡Pídele perdón, lengua sucia de inmundicia de cerdo! ¡Abajo! ¡O te destrozo!”. Es terrible este Judas con esta violencia repentina. Su rostro se altera terriblemente. Inútilmente Jesús trata de calmarle. Hasta que no ve al blasfemo arrodillado en la tierra fangosa que hay alrededor de la fuente, no afloja la presión.

“Perdón” dice entre dientes el desgraciado, que debe sentirse torturado por la tenaza de los dedos de Judas. Pero lo dice mal. Sólo porque se ve forzado.

Jesús responde: “No guardo rencor. Tú sí, a pesar de lo que dices. La palabra es inútil si no está acompañada del movimiento del corazón. Tú, en el corazón, blasfemas contra mí todavía. Y con doble culpa porque me acusas y me odias por un motivo que tu conciencia, en lo hondo, te dice que no es verdad, y porque tú eres el único que ha faltado, no Analía, ni tampoco Yo. Pero te lo perdono todo. Ve y trata de volver a ser honesto y grato a Dios. Déjale Judas”.

“Me marcho. ¡Pero te odio! Me has pervertido a Analía y te odio…”.
“De todas formas, te consuelas con Rebeca, la hija del fabricante de sandalias; y te consolabas con ella ya desde cuando Analía era tu prometida y, estando enferma, pensaba sólo en ti…”.

“Me veía ya sin mujer… eso pensaba… y me buscaba esposa… Ahora he vuelto a Rebeca porque… porque… Analía no me acepta” dice Samuel disculpándose, al ver descubiertos sus enjuagues.

Judas Iscariote termina: “…y porque Rebeca es muy rica. Fea como una sandalia destaconada… y vieja como una suela perdida en un sendero… pero rica, eso sí, rica…”, y ríe sarcásticamente mientras el otro huye.

“¿Cómo lo sabes? pregunta Pedro.
“¡Es fácil saber donde hay vírgenes y dinero!”.
“¡Bien! ¿Vamos por esa calle estrecha, Maestro? Esta plaza es un horno de pan. Allí hay sombra y ventilación” suplica Pedro, que está sudando.

Y caminan, despacio porque esperan a los otros de regreso. La pequeña calle está desierta.

Una mujer se separa de la puerta y viene a postrarse a los pies de Jesús llorando.
“¿Qué te pasa?”.
“¡Maestro!... ¿Ya te has purificado?”.
“Sí. ¿Por qué lo preguntas?”.

“Porque quería decirte… Pero no te puedes acercar a él. Es todo podredumbre… el médico dice que está infectado. Después de la Pascua, voy a llamar al Sacerdote… e… Hinnón le recibirá. No me culpes, yo no lo sabía… Trabajó durante muchos meses en Joppe y me volvió así, diciendo que se había herido. Usé bálsamos y lavados con aromas… Pero no aprovechaban. Consulté a un herbolario. Me dio polvos para la sangre… Separé a los hijos… separé la cama… porque… me empezaba a dar cuenta. 

Empeoró. Llamé al médico. Me dijo: “Mujer, tu sabes tu deber y yo el mío. Esto es herida de lujuria. Sepárale de ti; yo le separaré del Pueblo; el Sacerdote, de Israel. Tenía que haber reflexionado cuando ofendía a Dios, te ofendía a Ti y se ofendía a sí mismo. Ahora que pague”. Obtuve el silencio suyo hasta el día siguiente de los Ázimos. Pero, si Tú tuvieras piedad del pecador, y de mí, que todavía le amo, y de los cinco niños inocentes…”.

“¿Qué quieres que te haga? ¿No crees que quien ha pecado es justo que expíe?”.
“¡Sí, Señor! ¿Pero Tú eres el Mesías viviente!”. Toda la fe de que una mujer es capaz, está presente en la voz, en la mirada, en el gesto de la mujer arrodillada con los brazos extendidos hacia el Salvador:

“¿Y él, que tiene en su corazón?”.
“Humillación… ¿Qué otra cosa podría tener, Señor?”.
“¡Sería suficiente un movimiento sobrenatural de arrepentimiento, de justicia, para obtener piedad!...”.
“¿Justicia?”.

“Si. Decir: “He pecado… Mi pecado merece esto y mucho más, y a los que he ofendido les pido misericordia”.
“Yo ya se la he dado. Tú, Dios, dásela. No puedo decirte: entra… ya ves que no lo toco ni siquiera yo... Pero, si quieres, le llamo y le digo que hable desde la terraza”.
“Si”.

La mujer mete la cabeza dentro de la puerta de casa y llama fuerte: “¡Jacob! ¡Jacob! Sube al tejado. Asómate, no temas “.
El hombre, pasados unos momentos, se asoma por el antepecho de la terraza. Una cara amarillenta; hinchada; vendados el cuello y una mano… Una ruina tábida de hombre… mira con los ojos aguosos propios del enfermo de innobles enfermedades. Pregunta: "¿Quién me requiere?”.

“¡Jacob, está aquí el Salvador!...”. La mujer no dice nada más, pero parece como si quisiera hipnotizar al enfermo, infundirle su pensamiento…
El hombre, sea porque siente este pensamiento de ella, o sea por un pensamiento espontáneo, extiende los brazos y dice: “¡Libérame! ¡Creo en Ti! ¡Es horrible morir así!”.
“Es horrible faltar al propio deber. ¿No pensabas en esta, ni en los hijos?”.

“Piedad, Señor… por ellos, por mí… ¡Perdón! ¡Perdón!” y se deja caer encima del murete, llorando. Las manos vendadas, sobresalen con todo el brazo, descubierto ahora por haberse subido la manga, con manchas por las ya próximas pústulas, hinchado, repelente… El hombre, así como está, parece una marioneta macabra, un cadáver arrojado allí, ya próximo a la descomposición: de pena y náusea al mismo tiempo.

La mujer llora, todavía en el polvo del suelo, de rodillas.
Jesús parece esperar aún una palabra… qué por fin, baja entre sollozos: “¡Elevo mi dolor a Ti, contrito de corazón! Dame al menos la promesa de que ellos no pasarán hambre… y luego, me marcharé, resignado a expiar. ¡Y salva mi alma, Salvador bendito! ¡Al menos mi alma! ¡Al menos mi alma!”.

“Sí. Te curo. Por los inocentes. Para darte la ocasión de mostrarte justo. ¿Comprendes? Recuerda que el Salvador te ha curado. Dios, por el modo en que respondas a esta gracia, te absolverá de tus pecados. Adiós. La paz a ti, mujer”. Y se marcha, casi corriendo, al encuentro de los que regresan de Getsemaní. Ni siquiera los gritos del hombre, que siente y ve que se está curando, le detienen, ni tampoco los de la mujer…“Vamos a torcer por esta callejuela, para no pasar otra vez por allí” dice Jesús, después de haberse reunido con los otros.

Entran por una callejuela miserable, tan estrecha que a duras penas dos pasan de lado y, si viene por ella un burro con albardas, no queda otra solución que aplastarse contra la pared como un sello. Hay penumbra, por los tejados que casi se tocan, y soledad, silencio y mal olor. Van en fila, como si fueran frailes, hasta el final de la miserable callejuela, Luego, en una placecita llena de muchachos, se reúnen otra vez en grupo.

“¿Por qué has dicho esas palabras a aquel hombre? No las usas nunca…” pregunta curioso Pedro.
“Porque aquel hombre será uno de mis enemigos. Y este pecado agravará al que ya tiene”.

“¡¿Y le has curado!?” preguntan todos estupefactos.
“Sí, por los pequeñuelos inocentes”.
“¡Mmm! Volverá a enfermar…”.
“No. De la vida del cuerpo, después del susto y el sufrimiento pasados, tendrá cuidado, no volverá a enfermar”.
“Pero dices que pecará contra Ti. Yo le quitaba la vida”.

“Tú eres un hombre pecador, Simón de Jonás”.
“Y Tú, demasiado bueno, Jesús de Nazaret” replica Pedro.

Los absorbe una calle central y ya no veo nada más.

Nota de María Valtorta:

¡Reconozco tanto al hombre curado como a Samuel. El primero es el qué en la Pasión, golpea con una piedra a Jesús en la cabeza. Reconozco más que a él, a su mujer, doliente ahora como entonces; y la casa que tiene una puerta "sui generis", alta, sobre tres peldaños. Y lo mismo, con la máscara de odio que lo transforma, reconozco en Samuel, al joven que mata a su madre de una patada, para poder ir a golpear el Maestro con un garrote!

sábado, 12 de diciembre de 2015

¿COMO ASEGURARSE LA VIDA ETERNA? LA SANTA IGLESIA CATÓLICA Y APOSTÓLICA ES EL MEDIO DISPUESTO POR DIOS PARA PODER LOGRARLO


la Basílica de la Virgen de las Angustias
Patrona de Granada


 Muchas veces, he visto por televisión, o en al transcurso de mi vida a mucha gente con grandes muestras de alegría: Gente que le ha tocado el premio gordo de la lotería, gente que después de largos estudios, ha aprobado una carrera que le ha dado una titulación para toda su vida, lo que le puede permitir ocupar un cargo importante y bien remunerado. También he visto la emoción de los políticos cuando salen elegidos, llorando de alegría y abrazándose, sabiendo que van a llevar una vida repleta de honores, en donde van a ser respetados, admirados y hasta temidos porque pueden  manejar a su antojo los hilos del poder, pudiendo ejercer autoridad. Y además, lo más importante: favorecerse discretamente a ellos mismos; a sus familiares y amigos. ¿Qué tendrá el poder que es tan deseado por los políticos, y porqué es tan grande su tristeza cuando pierden las elecciones y tienen que dejar su puesto?

“¡Dígale a uno que está acostumbrado a desplazarse a caballo, que de ahora en adelante tendrá que ir a pié!”, me comentaba hace ya muchos años un taxista de Madrid, cuando comentaba con él ese asunto.

Pues bien, todas esas alegrías por grandes que sean, no pueden dar nunca la felicidad plena, porque el ser humano, cuanto más tiene, no solo quiere más, pero sobre todo, está siempre intranquilo porque teme perderlas.

Y esa pérdida puede ser por múltiples razones: una enfermedad incurable que lleva a la muerte, la seguridad absoluta de que incluso disfrutando de buena salud, todos estamos subidos en un tren cuyo destino es la muerte, lugar a donde no se pueden llevar las riquezas materiales, y una muerte próxima, ya que la vida pasa volando: “¡Mi vida ha pasado como una película!”, me refería mi madre cuando era ya anciana, después de una vida larga, azarosa y llena de pruebas que siempre supo afrontar con una fe profunda y verdadera.

La vejez cuando llega, y es ya avanzada, transforma el ser humano en otro niño incapaz de valerse por si mismo y casi siempre lleno de achaques y de “goteras” que le obligan a depender de los demás. Para el que no tiene fe, y que se cree que después de esta vida, ya no hay nada, al verse incapacitado por la vejez, se llega a suicidar, es lo que oí que hicieron el Matrimonio descendiente del famoso almirante Norteaméricano Nimitz, héroe de la Guerra contra el Japón.

¿Cómo será La Vida Eterna?, muchas veces al contemplar la vida de los agraciados de esta tierra, que van con tanto anhelo y trabajo detrás de los bienes, que a pesar de ser siempre perecederos, les produce tanta satisfacción pienso ¿Cuál será entonces la dicha de los elegidos, cuya felicidad será eterna e imperecedera, en donde no existirá ya ni la enfermedad ni la vejez y que disfrutarán por toda la Eternidad con una gloria y alegría que solo los grandes Santos, han tenido la dicha de catarla por la gracia de Dios, y digo catarla, porque esa felicidad es imposible poder disfrutarla plenamente con nuestro cuerpo mortal, ya que este sería incapaz de aguantar esas sensaciones tan transcendentales.

Sensaciones tan subidas que los grandes místicos, para poder probarlas, han tenido que pasar por el éxtasis que no es otra cosa que la separación momentánea del alma del cuerpo, propiciada por la Divinidad para que Esta pueda comunicarse con su alma, sin que su cuerpo material llegue a sufrir detrimento a causa de su debilidad.

Sensaciones tan maravillosas que han hecho decir a San Juan de La Cruz, que si cualquier ser humano pudiese ver, aunque sea por unos segundos lo que es el Cielo, pasarían por mil horribles agonías no para ir a ese Cielo, pero solo para poder volver a ver el Reino de Dios, aunque sea por otros breves segundos.

¡Alegría tan grande, que le hizo decir que cuando Dios ama a una alma, le parece a esta, que Dios la trata como si fuera la única criatura de la Creación, y como si no tuviera otra cosa que hacer que ocuparse de ella!

La locura, necedad e insensatez es pues darle tanta importancia a esta vida material y descuidar la Vida Eterna, sobre todo sabiendo a ciencia cierta que además del premio eterno existe un suplicio eterno, que es la mayor desgracia que le puede ocurrir a un ser humano cuando éste no cumple con los mandamientos de Dios y no se arrepiente, y más bien disfruta en el vicio, hecho evidente que niegan los famosos “relativistas” y “quietistas”.

A este respecto, la Stma Virgen de Fátima, recomendó que en el rezo del Santo. Rosario, se añadiera siempre al final de cada misterio: “¡Oh, Jesús, perdónanos nuestras culpas, presérvanos del fuego del infierno, llevad al Cielo a todas las almas, especialmente las más necesitadas de vuestra Misericordia”, y también añadió: “¡Cuantas almas se condenan porque no hay nadie que rece por ellas!”

Y San Juan de la Cruz dice, que en el día del juicio, Dios reprochará con severidad a algunas almas, incluso a las pocas que han tenido trato directo con Él, un defecto que han tenido y del cual no se han corregido, defecto del cual Dios no les avisó, porque lo tenían que haber advertido con su razón natural.

Pero Dios en su misericordia y para evitar los eternos chaqueteros y los soberbios, ha puesto unos medios muy fáciles para salvarnos, pero exigen de nosotros humildad y ser depositarios del maravilloso don de la fe, actitudes que no tienen los soberbios y los entregados al vicio y a la depravación.

Dios ha trasmitido a su Santa Iglesia unos poderes sobrenaturales que son los Sacramentos y las indulgencias, medios eficaces para asegurar nuestra Salvación, existe otro medio que es La caridad o el Amor a Dios, o lo que es lo mismo, el amor al prójimo ya que como está escrito, el que dice que ama a Dios que no ve, y no ama al prójimo que ve, es un embustero, e inversamente el que dice que no ama al prójimo que ve, tampoco puede amar a Dios.

Oremos pues por la conversión de los pecadores, para evitarles los horrores del Infierno y que por ese medio alcancen la Gloria Eterna.

¡Gloria a la Santa Iglesia de Dios, el medio más seguro para alcanzar la Salvación, porque está puesta por Jesús, y tiene los medios para lograrlo!


¡Gloria al Padre; al Hijo y el Espíritu Santo!
¡Gloria a la Stma Virgen María la madre de Dios!
¡Gloria a S. José su castísimo Esposo!





viernes, 11 de diciembre de 2015

DEDICADO A TODAS LAS VÍCTIMAS DEL FANATISMO MAHOMETANO QUE FUERON DEGOLLADOS POR LOS VERDUGOS POR SER FIELES A L A DOCTRINA DE JESUCRISTO


EL ALMA DE LOS DEGOLLADOS POR HABERSE  MANTENIDO
FIELES, SON COMO JESÚS LAS VÍCTIMAS EXPIATORIAS
 DE TODOS LOS PECADOS DE LA HUMANIDAD


     El clamor de los Mártires en el Cielo, pidiendo venganza para sus verdugos, es un acontecimiento que nunca llegarán a comprender la gran mayoría de los fieles y Consagrados relativistas, y "bonistas", que ponen en plan de igualdad al Santo con el sádico pecador. 

     Es verdad que todos nosotros tenemos que perdonar a nuestros enemigos y verdugos, por la sencilla razón, de que si no perdonamos a los que nos ofenden, tampoco se nos perdonarán nuestras faltas, como así lo pedimos en el Padre Nuestro.

     Es verdad que Jesús en la Cruz, nos dio el ejemplo diciendo: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen (Luc 23, 34)", para poder cumplir con la Redención, ya que Jesús, en su naturaleza humana pedía perdón al Padre en nombre de toda la humanidad, pasada, presente y futura, porque estaba cargado con todos sus pecados, ya qué sin estas palabras, no se podría haber producido la Redención.

     Pero no hay que olvidar que en el Juicio contra Jesús, en presencia de Poncio Pilato, este se lavó las manos ante la intransigencia del Pueblo Judío, que pidió la sentencia de muerte para Jesús: "Y todo el pueblo contestó diciendo: Que caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos" (Mat 27,25), esto fue la causa que llevó a la masacre, la esclavitud y la deportación de todos los Judíos, y lo que provocó la diáspora de ese Pueblo, llegando a su culmen con el nazismo.

Tampoco hay que olvidar que, cuando ciertas mujeres de Jerusalén, lloraban amargamente, cuando Jesús cargaba con la cruz, camino del Calvario, "Vuelto a ellas, Jesús dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por Mí; llorad más bien por vosotras y vuestros hijos, porque días vendrán que se dirá: Dichosas las estériles y los vientres que no engendraron, y los pechos que no amamantaron. Entonces dirán a los montes: Caéd sobre nosotros; y a los collados: ocultádnos, porque si esto se hace con el leño verde, con el seco, ¿que será? (Luc 23, 28-31), Oráculo que se cumplió unos años después, con la destrucción de Jerusalén, la masacre y la deportación de todos los Judíos de Israel.

Tampoco se pudo cumplir la petición de Jesús que pedía perdón: y es que para qué el Padre perdone a las almas, estas tienen a su vez que perdonar, y los Judíos no pidieron perdón por la muerte de Jesús, por eso ese perdón solicitado no se les pudo ofrecer, ya que para colmo surgió entre ellos un falso profeta que se creía el nuevo Mesías, el enviado, el escogido por Yahvé, para derrotar al Imperio romano. Y el caso más flagrante es el del sumo Sacerdote Caifás, y de toda la retahíla de rabies, fariseos y escribas, así como todo el Pueblo Judío que quiso indultar a Barrabas, y condenar a Jesús. 

El Evangelio relata que a la hora de la muerte de Jesús, hubo tinieblas, terremotos y que muchos justos resucitaron y se aparecieron a gente en Jerusalén. Caifás que se había desgarrado las vestiduras, cuando Jesús proclamó su divinidad, se tuvo que enterar que a la hora de la muerte de Jesús, el velo del templo que tapaba la esencia de Yahvé, se rajó de arriba a bajo, prueba evidente del abandono de Dios al Pueblo Judío, pero ni él ni todos sus seguidores se arrepintieron, lo que hubiera traído el perdón de Jesús. 

     El Judaísmo pasó entonces  de ser el Pueblo de Dios, a ser un pueblo deicida, que se desgajó como una rama podrida del árbol de Jesé. Los Cristianos son el verdadero Pueblo de Dios, porque han reconocido al Mesías, como había sido profetizado desde el inicio. Jesús le dijo a los Judíos que Abrahán el Padre de todos los creyentes, había visto su nacimiento y se alegró. En la transfiguración, estaban Moisés y Elías, las dos figuras más importantes del antiguo Testamento   

     La petición de perdón se aplicó y se sigue aplicando, solo para los que cumplen con el mandamiento del perdón con un arrepentimiento profundo y sincero, proporcional a la culpa, y eso no se produjo en el pueblo Judío, que aún está esperando el Mesías.



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Evangelio de San Mateo: (26, 33-34; 41)
El Juicio final

Entonces dirá el Rey a los que están a su derecha: "Venid, benditos de mi Padre a tomar posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo...."

Y dirá a los de la izquierda: "Apartáos de mi, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles..."



Apocalipsis (6, 9-11) 

Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido degollados por la palabra de Dios y por el testimonio que guardaban. Clamaban a grandes voces diciendo: "¿Hasta cuando, Señor Santo, Verdadero, no juzgarás y vengarás nuestra sangre en los que moran sobre la Tierra?", y a cada uno le fue dada una túnica blanca, y les fue dicho que estuvieran callados un poco de tiempo aún, hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos que aún habían de ser muertos como ellos.






DEL EVANGELIO COMO ME HA SIDO REVELADO: DISCURSO DE JESÚS: “YO SOY EL SEÑOR TU DIOS”

Icono ortodoxo: Jesús, Sublime redentor,
y María la Corredentora


Jesús perdona a un pecador homicida profundamente arrepentido, que había matado a su madre, y envenenado a su hermano para heredar, y gastarse los dineros en prostíbulos. Esos pecados confesados a Juan Bautista, hizo que le recriminó de tal modo, que tuvo que huir.

Emocionantes y estremecedores palabras de Jesús, que nos indican que siempre que haya un arrepentimiento proporcional  a la culpa, Jesús perdona, y llega a decir que las lágrimas del culpable producen el lavado y el bautizo del alma. 

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Desde ayer, la gente se ha duplicado por lo menos. Hay también personas de clases menos comunes. Algunos han venido en burros y están ingiriendo comida bajo el cobertizo, en cuyos palos han atado sus asnos, en espera del Maestro.
(...) “¡Pero hombre, como, ¿cómo piensas que los escribas y fariseos deseen oír sus palabras?! Esos son víboras e hienas, como los llama el Bautista”.
“Yo quería que me curase. ¿Ves? Tengo una pierna con gangrena. He sufrido lo indecible para venir aquí en burro. Pero le he buscado en Sión y ya no estaba…” dice uno.
“Le han amenazado de muerte…” responde otro.
“¡Perros!”.
“Si. ¿De dónde vienes?”
“De Lida”.
“¡Un largo camino!”.
“Yo…yo quisiera expresarle un pecado mío…Se lo he manifestado al Bautista…pero me ha recriminado de tal modo, que he huido. Creo que ya no podré ser perdonado…” dice un tercero”.
¿Pues qué es lo que has hecho?”.
“Mucho mal. A Él se lo manifestaré. ¿Qué opináis? ¿Me maldecirá?”
“No. Le he oído hablar en Betsaida. Casualmente me encontraba allí. ¡¡¡Qué palabras!!! Hablaba de una pecadora. ¡Ah…, casi habría deseado ser ella para merecerlas!...” dice un anciano de aspecto grave.
“Ahí viene”, grita un grupo de personas.
“¡Misericordia! ¡Me da vergüenza!” dice el hombre que se siente culpable, y trata de huir.
“¿A donde huyes, hijo mío? ¿Tanta negrura tienes en el corazón, que odias la Luz hasta el punto de tener que huir de ella? ¿Has pecado tanto como para tener miedo de Mí: Perdón? ¿Pero qué pecado puedes haber cometido? Ni aún en el caso de que hubieras matado a Dios deberías tener miedo, si en ti hubiera verdadero arrepentimiento. ¡No llores! O ven, lloremos juntos”.
Jesús, que alzando una mano había hecho que se detuviera el fugitivo, ahora le tiene estrechado junto sí, y se vuelve a quienes están esperando y dice: “Un momento solo, para aliviar a este corazón. Después estoy con vosotros”.
Y se aleja hasta más allá de la casa, Jesús (...) continúa unos diez pasos  y se detiene: “¿Qué has hecho, hijo?”.
El hombre cae de rodillas. Es un hombre que tiene unos cincuenta años; un rostro quemado por muchas pasiones y devastado por un tremendo secreto. Tiende los brazos y grita: “Para gozarme con las mujeres toda la herencia paterna, he matado a mi madre y a mi hermano…Desde entonces no he vuelto a tener paz…Mi alimento… ¡sangre! Mi sueño… ¡pesadilla!... Mi placer… ¡Ah! en el seno de las mujeres, en su grito de lujuria sentía el hielo de mi madre muerta y el jadeo agonizante de mi hermano envenenado. ¡Malditas las mujeres del placer, áspides, medusas, murenas insaciables, perdición, perdición, mi perdición!”.
“No maldigas, Yo no maldigo…”“¿No me maldices?”.“No, ¡lloro y cargo sobre Mí tu pecado!... ¡Cuanto pesa! Me quiebra los miembros, pero aún así lo abrazo estrechamente para anularlo por ti…y a ti te concedo el perdón. Si. Yo te perdono tu gran pecado”. Extiende Jesús las manos sobre la cabeza del hombre, que está sollozando, y ora: “Padre, mi sangre será derramada también por él. Por ahora, llanto y oración. Padre, perdona porque está arrepentido. ¡Tu Hijo a cuyo Juicio todo ha sido remitido, así lo quiere!...”.Permanece así durante unos minutos, luego se agacha para levantar al hombre y le dice: “La culpa queda perdonada. Está en ti ahora el expiar, con una vida de penitencia, cuanto queda de tu delito.
“¿Dios me ha perdonado? ¿Y mi madre? ¿Y mi hermano?”.
“Lo que Dios perdona queda perdonado por todos, quienesquiera que sean. Ve y no vuelvas a pecar nunca”.
El hombre llora aún con más intensidad y le besa la mano. Jesús le deja con su llanto y vuelve hacia la casa (...)
Ya está en su puesto. Empieza a hablar:
“Un alma ha vuelto al Señor. Bendita sea su omnipotencia, que arranca de las circunvoluciones de la serpiente demoníaca, a sus almas creadas, y las conduce de nuevo por el camino de los Cielos.
¿Por qué esa alma se había perdido? Porque había perdido de vista la Ley.
(...)
La primera palabra del Padre y Señor es esta: “Yo soy el Señor, Dios tuyo”.
En cada instante del día, la Voz de Dios pronuncia esta palabra y su dedo la escribe. ¿Dónde? Por todas partes. Todo lo dice continuamente: desde la hierba a la estrella, desde el agua al fuego, desde la lana al alimento, desde la luz a las tinieblas, desde el estar sano hasta la enfermedad, desde la riqueza hasta la pobreza.”Todo dice:  “Yo soy el señor. Por Mí, tienes esto. Un pensamiento Mío te lo da, otro te lo quita y no hay fuerza de ejercito ni de defensas que te pueda preservar de Mi voluntad”. Grita en la voz del viento, canta en la risa del agua, perfuma en la fragancia de la flor, se incide sobre las cúspides montanas, y susurra, habla, llama, grita en las conciencias:
 Yo soy el Señor Dios tuyo”.
¡No os olvidéis nunca de ello! No cerréis los ojos, los oídos, no estranguléis la conciencia para no oír esta palabra. Es inútil, ella es; y llegará el momento en que la pared de la sala del banquete, o en la agitada ola del mar, o en el labio del niño que ríe, o en la palidez del anciano que se muere, en la fragante rosa o en la fétida tumba, será escrita por el dedo de fuego de Dios. Es inútil, llega el momento en que, en medio de las embriagueces del vino y del placer, en medio del torbellino de los negocios, durante el descanso de la noche, en un solitario paseo…ella alza su voz y dice:
“Yo soy el Señor Dios tuyo”, y no esta carne que besas ávido, y no este alimento que, glotón, engulles, y no este oro que, avaro, acumulas, y no este lecho sobre el que te huelgas, y de nada sirve el silencio, o el estar solo, o durmiendo, para hacerla callar.
“Yo soy el Señor Dios tuyo”, 
Soy el compañero que no te abandona, el Huésped que no puedes echar. ¿Eres bueno? Pues el huésped y compañero es el Amigo bueno. ¿Eres perverso y culpable? Pues el huésped y compañero pasa a ser el Rey airado, y no concede tregua, Mas no deja, no deja, no deja. Solo a los réprobos les es concedido el separarse de Dios. Pero la separación es el tormento insaciable y eterno.
“Yo soy el Señor Dios tuyo”, y añade: “que te saqué de la Tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud”. ¡Oh, con que verdad ahora lo dice! ¿De que Egipto, de qué Egipto te saca, hacia la Tierra prometida, que no es este lugar, sino el Cielo, el Eterno Reino del Señor en que no habrá ya hambre y sed, frío ni muerte, sino que todo rezumará Alegría y Paz, y de paz y Alegría, se verá saciado todo espíritu!
De la esclavitud verdadera ahora os saca. He aquí el Libertador. Yo soy. Vengo a romper vuestras cadenas. Cualquier dominador humano puede conocer la muerte, y por su muerte, quedar libres los pueblos esclavos. Pero Satanás no muere. Es eterno. Y es él el dominador que os ha puesto grilletes para arrastraros hacia donde desea. El Pecado está en vosotros, y el Pecado es la cadena con que Satanás os tiene cogidos. Yo vengo a romper la cadena. En nombre del Padre vengo, y por deseo Mío.
He aquí que, por tanto se cumple la incomprendida promesa: “Te saqué de Egipto y de la esclavitud”.Ahora esto tiene espiritual cumplimento. El Señor Dios vuestro, os saca de la tierra del ídolo que sedujo a vuestros Progenitores, os arranca de la esclavitud de la Culpa, os reviste de Gracia, os admite en su Reino. En verdad os digo que quienes vengan a Mí podrán con dulzura de Paternal voz, oír al Altísimo decir en su corazón Bienaventurado: 
“Yo soy el Señor Dios tuyo y te traigo hacia Mí, libre y feliz”.
Venid. Volved al Señor corazón y rostro, oración y voluntad. La hora de la Gracia ha llegado”.
Jesús ha terminado. Pasa bendiciendo y acariciando a una viejecita y a una niñita morenilla y toda risueña.
“Cúrame, Maestro. ¡Me aflige un mal grave!” dice el enfermo de gangrena.
“Primero el alma, primero el alma, haz penitencia…”
“Dame el Bautismo como Juan, no puedo ir a él. Estoy enfermo”.
“Ven”. Jesús baja hacia el río que se encuentra pasados dos grandísimos prados y el bosque que le oculta. Se descalza, como también lo hace el hombre que hasta allí se ha arrastrado con las muletas. Descienden hacia la orilla, y Jesús, haciendo copa con las dos manos unidas, esparce el agua sobre la cabeza del hombre, que está dentro del agua hasta la mitad de las espinillas.
“Ahora quítate las vendas” ordena Jesús mientras vuelve a subir el sendero.
El hombre obedece. La pierna está curada. La multitud grita de estupor.
“¡Yo también!”; “¡Yo también!”; “¡Yo también el Bautismo dado por Ti!” gritan muchos.
Jesús, que ya está a medio camino, se vuelve: “Mañana. Ahora marchaos y sed buenos. La Paz sea con vosotros”
Todo termina y jesús vuelve a casa, a la cocina que está a oscuras a pesar que sean todavía las primeras horas de la tarde.
Los discípulos se le arremolinan en torno. Y Pedro pregunta: “Ese hombre al que has llevado detrás de la casa, ¿Qué tenía?”

“Necesidad de purificación”

“No ha vuelto, de todas formas, y no estaba entre los que pedían el bautismo”
“Ha ido a donde lo he mandado”
“¿A dónde?”
“A expiar, Pedro”
“¿A la cárcel?”
“No. A hacer penitencia todo el resto de su vida”.
“¿No se purifica entonces con el agua?”
“Es agua también el llanto”.
(...) “¿Y cuando nos vas a habilitar para hacer milagros?” sigue preguntando Judas.
“¿Nosotros hacer milagros?, ¿nosotros? ¡Misericordia eterna! ¡ Y eso que bebemos agua pura! ¿Nosotros, milagros? Pero muchacho, ¿estás delirando?. Pedro está escandalizado, asustado, fuera de sí.
“Él nos lo dijo en Judea. ¿O acaso, no es verdad?”.
“Si, es verdad, lo dije. Y lo haréis. Más mientras en vosotros haya demasiado carne, no tendréis milagros”.
“Haremos ayunos” dice Judas Iscariote.
“No se requieren ayunos. Cuando digo carne, quiero decir las pasiones corrompidas, la triple hambre, y tras esa pérfida trinidad, el séquito de sus vicios…Como hijos de una inmunda, bígama unión, la soberbia de la mente engendra, con la avidez de la carne y del poder, todo lo malo que hay en el hombre y en el mundo”.
“Nosotros lo hemos dejado todo por Ti, replica Judas.
“Pero no a vosotros mismos”.
“¿Entonces, tenemos que morir”, con tal de estar contigo, lo haríamos; yo al menos…”.
“No. No pido vuestra muerte natural. Pido la muerte de la animalidad y el satanismo en vosotros, y este no muere mientras se siga satisfaciendo el hambre de la carne y mientras haya en vosotros mentira, orgullo, ira, soberbia, gula, avaricia, acidia”.
“¡Somos muy humanos, junto a Ti, muy Santo!” dice sumisamente Bartolomé.
“Y siempre fue tan Santo. Nosotros lo podemos decir” afirma el primo Santiago.
“Él sabe como somos… Y no debemos desanimarnos, sino decirle solo: “Danos día a día la fuerza de servirte. Si nosotros dijéramos: “No tenemos pecado”, resultaríamos engañados y engañadores. ¿Y de quién al final? ¿De nosotros mismos que sabemos lo que somos, aunque no queramos decirlo? ¿de Dios, al cual no se le puede engañar?
Pero si decimos: “Somos débiles y pecadores. Ayúdanos con tu fuerza y tu perdón”, entonces Dios no nos defraudará, y en su bondad y justicia nos perdonará y nos purificará de las iniquidades de nuestros pobres corazones”.

“Dichoso tú, Juan, porque la Verdad habla en tus labios, que tienen perfume de inocencia y solo besan el adorable Amor” dice Jesús levantándose, y atrae hacia su corazón el predilecto, que ha hablado desde su rincón oscuro.