Las tentaciones de Jesús en el desierto |
Tomo 1º del Evangelio como me ha sido revelado
De María Valtorta
Capítulo 46: Jesús
tentado por Satanás en el desierto.
Como se vencen las
tentaciones
(…) Ante mi, la soledad pedregosa
que había contemplado a mi izquierda en la visión del bautismo de Jesús en el
jordán. (…) Arriba, un cielo despiadadamente azul; abajo, el terreno árido, en
torno rocas y silencio. Esto es lo que veo por lo que a la naturaleza se
refiere.
Apoyado en una roca que, por su
forma (…) crea un embrión de gruta, y sentado en una piedra que ha sido
arrastrada en la oquedad, (…), está Jesús. Se resguarda del sol ardiente. Y el
interno consejero me indica que esa piedra, en la que ahora está sentado, es
también su reclinatorio y su almohada cuando descansa breves horas envuelto en su
manto bajo la luz de las estrellas y el aire frío de la noche. Ahí cerca, está
la bolsa que le vi tomar antes de salir de Nazaret; todo su haber, por lo
flácida que aparece, comprendo que está vacía de la poca comida que había
puesto en ella María.
Jesús está muy delgado y pálido.
Está sentado con los codos apoyados en las rodillas y los antebrazos hacia
fuera, con las manos unidas y entrelazadas por los dedos. Medita. De vez en
cuando levanta la mirada y la dirige a su alrededor y mira el sol, que está
alto, casi a plomada, en el cielo azul. De vez en cuando, y después de dirigir
la mirada en torno a si y alzarla hacia la luz solar con vértigo, cierra los
ojos y se apoya en la peña que le sirve de cobijo.
Veo aparecer el feo hocico de
Satanás. No se presenta de la forma con que nos lo imaginamos: con cuernos,
rabo, etc. etc. Parece un beduino envuelto en su vestido y su gran manto, que
se asemeja a un disfraz de dominó. En la cabeza, el turbante, cuyas faldas
blancas caen sobre los hombros y a ambos lados de la cara para protegerlos. De
manera que, de la cara, puede verse un pequeño triángulo muy moreno, de labios
delgados y sinuosos, de ojos negrísimos y hundidos, llenos de destellos
magnéticos. Dos pupilas que te leen en el fondo del corazón, pero en las que no
lees nada, o una sola palabra: misterio.
Lo opuesto del ojo de Jesús,
también muy magnético y fascinante, que te lee en el corazón, pero en el que tú
lees también que en su corazón hay amor y bondad hacia ti. El ojo de Jesús es
una caricia en el alma. Este es como un doble puñal que te perfora y quema.
Se acerca a
Jesús: “¿Estás solo?”
Jesús le mira
y no responde.
“¿Cómo es que
estás aquí? ¿Te has perdido?”
Jesús vuelve a
mirarle y calla.
“Si tuviera
agua en la cantimplora, te la daría, pero yo también estoy sin ella. Se me ha
muerto el caballo y me dirijo a pié al vado, allí beberé y encontraré a alguien
que me dé un pan. Sé el camino. Ven conmigo. Te guiaré”.
Jesús ya ni
siquiera alza los ojos.
“¿No
respondes? ¿Sabes que si te quedas aquí mueres? Ya se levanta el viento. Va a
haber una tormenta. Ven”
Jesús aprieta
las manos en muda oración.
“¡Ah, entonces eres Tú! ¡Hace
mucho que te busco! Y hace mucho que te vengo observando. Desde el momento en
que fuiste bautizado. ¿Llamas al Eterno? Está lejos. Ahora estás en la Tierra,
entre los hombres. Y sobre los hombres reino yo. Pero, me das pena y quiero
ayudarte, porque eres bueno y has venido a sacrificarte por nada. Los hombres
te odiarán por tu bondad. No entienden más que de oro, comida y sensualidad.
Sacrificio, dolor, obediencia,
son palabras para ellos más muertas que esta tierra que tenemos en nuestro
alrededor. Son aún más áridos que este polvo. Solo la serpiente y el chacal
pueden esconderse aquí, esperando morder o despedazar a alguno. Vámonos. No
merece la pena sufrir por ellos. Los conozco más que Tú”. Satanás se ha sentado frente a
Jesús, le escudriña con su mirada tremenda y sonríe con su boca de serpiente.
Jesús sigue callado y ora mentalmente.
“Tú desconfías de mí. Haces mal.
Yo soy la sabiduría de la Tierra. Puedo ser maestro tuyo para enseñarte a
triunfar. Mira: lo importante es triunfar. Luego, cuando uno se ha impuesto,
cuando ha engatusado al mundo, puede conducir a este donde quiera. Pero primero
hay que ser como les gusta a ellos, como ellos. Seducirlos haciéndoles creer
que los admiramos y seguimos su pensamiento.
Eres joven y atractivo. Empieza
por la mujer. Siempre se debe comenzar por ella. Yo me equivoqué induciendo a
la mujer a la desobediencia. Debería haberla aconsejado de otra forma. Habría
hecho de ella un instrumento mejor y habría vencido a Dios. Actúe
precipitadamente. ¡Pero Tú…! Yo te enseño porque un día deposité en Ti mi
mirada con júbilo angélico y aún me queda un resto de aquel amor; escúchame y
busca mi experiencia; búscate una compañera. Adonde Tú no llegues, ella
llegará. Eres el nuevo Adán, tienes que tener tu Eva.
Además, ¿Cómo podrás comprender y
curar las enfermedades de la sensualidad si no sabes lo que son? ¿No sabes que
es ahí donde está el núcleo del que nace la planta de la codicia y el afán del
poder? ¿Por qué el hombre quiere reinar? ¿Por qué quiere ser rico, potente?
Para poseer a la mujer. Esta es como la alondra. Tiene necesidad de algo que
brille para sentirse atraída. El oro y el poder son las dos caras del espejo
que atraen a las mujeres y las causas del mal en el mundo.
Mira: detrás de mil delitos de
distinta naturaleza, hay al menos novecientos que tienen raíz en el hambre de
posesión de la mujer o en la voluntad de una mujer consumida por un deseo que
el hombre aún no satisface, o ya no satisface. Ve a la mujer, si quieres saber
que es la vida. Solo después podrás atender y curar los males de la humanidad.
¡Es bonita, la mujer! No hay nada
más hermoso en el mundo. El hombre tiene el pensamiento y la fuerza. ¡Pero la
mujer!... Su pensamiento es un perfume, su contacto es caricia de flores, su
gracia es como vino que entra, su debilidad es como madeja de seda o rizo de
niño en las manos del hombre, su caricia es fuerza que se vierte en la nuestra
y la enciende. El dolor, la fatiga, la aflicción, quedan anulados cuando se
está junto a una mujer y ella entre nuestros brazos como un ramo de flores.
Dice Satanás:
“¡Pero que tonto soy! Tú tienes
hambre y te hablo de la mujer. Tu vigor está exhausto. Por ello, esta fragancia
de la Tierra, esta flor de la creación, este fruto que da y suscita amor, te
parece sin importancia. Pero, mira estas piedras: ¡que redondeadas son y que
pulidas están, doradas bajo el sol que cae!; ¿no parecen panes? Tú, Hijo de
Dios no tienes más que decir “quiero”, para que se transformen en oloroso pan
como el que ahora están sacando del horno las amas de casa para la cena de sus
familiares. Y estas acacias tan secas, si Tú quieres, ¿no pueden llenarse de
dulces pomos, de dátiles de miel? ¡Sacíate, Oh Hijo de Dios! Tú eres el Dueño
de la Tierra. Ella se inclina para ponerse a Tus pies y quitarte el hambre.
¿Ves como te pones pálido y te
tambaleas con solo nombrarte el pan? ¡Pobre Jesús! ¿Estás tan débil, que ya no
puedes ni siquiera dominar el milagro? ¿Quieres que lo haga yo en tu lugar? No
estoy a tu altura, pero algo puedo. Me quedaré falto de fuerzas durante un año,
las reuniré todas, pero te quiero servir porque Tú eres bueno y siempre me
acuerdo que Tú eres mi Dios, aunque yo me haya hecho indigno de llamarte tal.
Ayúdame con tu oración para que pueda…”
“Calla. No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra
que viene de Dios”.
El demonio siente una sacudida de rabia. Le rechinan los
dientes y aprieta los puños; de todas formas se contiene y transforma su mueca
en sonrisa.
“Comprendo, Tú estás por encima
de las necesidades de la Tierra y te da repugnancia el servirte de mí. Me lo he
merecido. Ven, entonces, y ve lo que hay en la casa de Dios, ve como incluso
los sacerdotes no rehúsan hacer transacciones entre el espíritu y la carne;
porque, al fin y al cabo, son hombres y no ángeles. Cumple un milagro
espiritual. Yo te llevo al pináculo del Templo, Tú transfigúrate en belleza ahí
arriba, y luego llama a las cohortes de ángeles y dí que hagan de sus alas
entrelazadas alfombra para Tus pies y te porten así al patio principal. Que te
vean y se acuerden de que Dios existe. De vez en cuando es necesario
manifestarse, porque el hombre tiene la memoria muy frágil, especialmente en lo
espiritual. Tú sabes que dichosos se sentirán los ángeles de proteger tu pié y
de servirte de escalera cuando bajes”.
“No tientes al señor tu Dios”,
está escrito”.
“Comprendes que tu aparición
tampoco mudaría las cosas y el Templo continuaría siendo un mercado y un lugar
de corrupción. Tu divina sabiduría sabe que los corazones de los ministros del
Templo son un nido de víboras, que se devoran, y devoran, con tal de aumentar
su poder. Solo los doma el poder humano.
Ven entonces. Adórame. Yo te daré
la Tierra. Alejandro, Ciro, César, todos los mayores dominadores pasados o
vivos serán semejantes a jefes de mezquinas caravanas respeto a Ti, que tendrás
a todos los reinos de la Tierra bajo tu cetro, y con los reinos todas las
riquezas, todas las cosas bellas de la Tierra, y mujeres y caballos y soldados
y templos. Podrás poner en alto en todas partes tu Signo, cuando seas rey de
reyes y Señor del mundo.
Entonces te obedecerá y servirá y
venerará el pueblo y el sacerdocio. Todas las castas te honrarán y servirán,
porque serás el Poderoso, el Único, el Señor.
¡Adórame aunque sea solo un
momento! ¡Quítame esa sed que tengo de ser adorado! Es la que me ha perdido,
pero ha quedado en mí y me quema. Las llamaradas del infierno son aire fresco
de la mañana respecto a este ardor que me quema por dentro. Es mi infierno,
esta sed. ¡Un momento, aunque solo sea, de gozo, al eterno atormentado! Hazme
sentir lo que quiere decir ser Dios, y me tendrás devoto, obediente como
siervo, durante toda la vida, en todas tus empresas. ¡Un momento! ¡Un solo
momento, y no te atormentaré más!”.
Satanás cae de rodillas,
suplicando.
Jesús, por el contrario, se ha
levantado. Ha adelgazado en estos días de ayuno y parece aún más alto. Su
rostro tiene un terrible aspecto de serenidad y potencia, sus ojos son dos
zafiros abrasadores, su voz es un trueno que resuena en la oquedad de la roca y
se esparce por el pedregal y el llano desolado, cuando dice:
“Vete Satanás. Está escrito: “Adorarás al Señor tu Dios y a Él solo servirás”.
“Vete Satanás. Está escrito: “Adorarás al Señor tu Dios y a Él solo servirás”.
Satanás con un alarido de
condenado desgarro y de odio indescriptible, sale corriendo (tremendo ver su
furiosa, humeante persona). Y desaparece con un nuevo alarido de maldición.
Jesús se sienta cansado, apoyando
hacia atrás la cabeza contra la roca. Parece exhausto. Suda. Pero seres
angélicos vienen a mover suavemente el aire con sus alas en el ambiente del
bochorno de la cueva, purificándolo y refrescándolo. Jesús abre los ojos y
sonríe. No lo veo comer. Yo diría que se nutre del aroma del Paraíso,
obteniendo así nuevas fuerzas.
El sol desaparece por el
poniente. Jesús toma su vacío talego y acompañado por los ángeles que producen
una tenue luz suspendidos sobre su cabeza mientras la noche cae rapidísima, se
dirige hacia el Este, mejor dicho, hacia el Nordeste. Ha recuperado su
expresión habitual, el paso seguro. Solo queda, como recuerdo del largo ayuno,
un aspecto más ascético en su rostro delgado y pálido y en sus ojos, absortos
en una alegría que no es de esta Tierra.
EL COMPORTAMIENTO DE LOS CREYENTES ANTE LAS INSIDIAS DEL ENEMIGO
Vemos claramente que el que no cree en el
Evangelio, es porque está hundido en el vicio, y ataca vehementemente a Jesús,
y a su Iglesia, porque está en las tinieblas y la Luz de Cristo no puede alumbrar su comportamiento animal.
“Al principio ya existía la Palabra.
Y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Ya al principio estaba junto a Dios.
Todo fue hecho por ella
Y sin ella no se hizo nada
de cuanto llegó a existir.
En ella estaba la vida
y la vida era la luz de los hombres;
la luz resplandece en las tinieblas,
y las tinieblas no la sofocaron”.(Jn 1-1,5)
Los incrédulos
preguntan a Jesús:
“En esto se le acercaron los Judíos, se
pusieron a su alrededor y le dijeron:
-¿Hasta cuando vas a tenernos en vilo?
Si eres el Cristo, dínoslos claramente de
una vez.
Jesús les respondió:
-Os
lo he dicho con toda claridad y no me habéis creído. Las obras que yo hago por
la autoridad recibida de mi Padre, dan testimonio de Mí; vosotros sin embargo
no me creéis, porque no pertenecéis a las ovejas de mi rebaño. Mis ovejas
escuchan mi voz; y yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y
no perecerán para siempre; nadie puede arrebatármelas. Mi Padre, que me las ha
dado, es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre.
El Padre y yo somos uno.” (Jn 10-24,30)
Tomo 1º del Evangelio como me ha sido revelado
De María Valtorta
En
estos comentarios de Jesús sobre su tentación en el Desierto, está
explicado de una manera magistral como tiene que ser nuestro
comportamiento, para poder triunfar de las tentaciones de Satán.
Dice Jesús:
(….)
“Has visto que
Satanás se presenta siempre con apariencia benévola, con aspecto común. Si las
almas están atentas y, sobre todo, en contacto espiritual con Dios, advierten
este aviso que las hace cautelosas y las incita a combatir las insidias
demoníacas. Pero si las almas no están atentas a lo divino, separadas por una
carnalidad oprimente y ensordecedora, sin la ayuda de la oración que una a Dios
y vierte su fuerza como por un canal en el corazón del hombre, entonces
difícilmente se dan cuenta de la celada, y caen en ella, y luego es muy difícil
liberarse.
Las dos vías
más comunes que Satanás toma para llevar a las almas son la sensualidad y la gula. Empieza siempre por la materia; una vez que la ha
desmantelado y subyugado, pasa a atacar la parte superior: primero: lo moral (el pensamiento con sus
soberbias y deseos desenfrenados); después, el
espíritu, quitándole no solo el amor – que ya no existe cuando el hombre ha
sustituido el amor divino por otros amores humanos – sino también el temor de
Dios. Es entonces cuando el hombre se abandona en cuerpo y alma a Satanás, con
tal de llegar a gozar de lo que desea, de gozar cada vez más.
Has visto como
me he comportado Yo. Silencio y Oración. Silencio. Efectivamente, si Satanás
lleva a cabo su obra de seductor y se nos acerca, se le debe soportar sin
impaciencias necias ni miedos mezquinos. Pero reaccionar: ante su presencia,
con entereza; ante su seducción, con la oración.
Es inútil discutir con Satanás. Vencerá él,
porque es fuerte en su dialéctica. Solo Dios puede vencerle. Entonces, recurrir
a Dios, que hable por nosotros, a través de nosotros. Mostrar a Satanás ese
Nombre y ese Signo. Rebatir a Satanás únicamente cuando insinúa que es como
Dios, rebatirle usando la palabra de Dios; no la soporta.
Luego, después
de la lucha, viene la victoria, y los ángeles sirven y defienden del odio de
Satanás al vencedor; le confortan con los rocíos celestes, con la gracia que
vierten a manos llenas en el corazón del hijo fiel, con la bendición que
acaricia el espíritu.
Hace falta la
voluntad de vencer a Satanás, y fe en Dios y en su ayuda; fe en la fuerza de la
oración y en la bondad del Señor. En ese caso, Satanás no puede causar ningún
daño.
Ve en paz.
Esta noche te llenaré de alegría.”
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