Visión de Dios y de los 24 ancianos del Apóstol San Juan |
Después de todo esto, tuve una visión. Vi una puerta abierta en el Cielo, y aquella voz semejante a una trompeta, que me había hablado al principio decía: Sube aquí, y te mostraré lo que va a suceder en adelante.
De pronto caí en éxtasis y vi un trono colocado en el cielo y alguien sentado en el trono. El que estaba sentado tenía un aspecto resplandeciente como piedra de jaspe o de sardonio, y un halo parecido a la esmeralda rodeaba su trono. Alrededor del trono había otros veinticuatro tronos, en los que estaban sentados veinticuatro ancianos vestidos de blanco y con coronas de oro en la cabeza. Relámpagos y truenos retumbantes salían del trono: siete lámparas de fuego – que son los siete espíritus de Dios – ardían en presencia del trono y delante había también un mar transparente como el cristal.
En medio del trono y a su alrededor habían cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. El primero era como un león; el segundo como un toro; el tercero tenía un rostro semejante a un hombre, y el cuarto se parecía a un águila en vuelo. Cada uno de los cuatro seres tenía seis alas, y estaban llenos de ojos por fuera y por dentro. Y día y noche proclamaban sin cesar:
Santo, Santo, Santo Señor Dios Todopoderoso el que era, que es y el que está a punto de llegar. Y cada vez que los seres vivientes daban gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono y vive por siempre, los veinticuatro ancianos se postraban ante el que está sentado en el trono, adoraban al que vive para siempre y arrojaban sus coronas a los pies del trono diciendo:
Digno eres, Señor y Dios nuestro de recibir la gloria, el honor y el poder. Tú has creado todas las cosas; en tu designio existían y según él fueron creadas.
INTERPRETACIÓN DE LA VISIÓN DEL REINO DE DIOS
El Reino de Dios se encuentra, según la Visión del Apóstol San Juan, tras la puerta abierta en el Cielo. El Hijo de Dios, está sentado en el trono, y resplandecía como piedra de jaspe o de sardonio, con un halo parecido a la esmeralda, lo que testifica su divinidad.
Los veinticuatro ancianos con vestiduras blancas con sus coronas de oro, sentados en veinticuatro tronos, simbolizan todos los elegidos de la Humanidad, las doce tríbus de Israel y los doce Apóstoles del Hijo de Dios.
Los relámpagos y truenos retumbantes que salían del trono, representan el poder infinito de la Divinidad, las siete lámparas de fuego, que son los siete atributos de Dios, sus siete Espíritus, que están en misión por toda la Tierra, y arden en presencia del trono ante un mar transparente de cristal que simboliza todo el Universo creado.
Los cuatro seres vivientes, que aparecen también en la visión del Profeta Ezequiel, son el símbolo de la fe, grabada en la conciencia de cada ser humano, están llenos de ojos por delante y por detrás, porque esa es la misión de la fe, contemplar y tratar de imitar los cuatro atributos de Dios Padre: La fuerza de la pureza, que es la Luz de Dios, que permite el discernimiento espiritual del alma, simbolizada por el león; el toro que simboliza la fuerza de la Verdad, el que tenía cara de águila en vuelo, es la Justicia, ya que este animal es capaz de mirar al sol frente a frente, y tiene una visión telescópica, y el que tenía cara de hombre, simboliza el Espíritu de bondad, ya que solo al hombre y no el animal, por sus acciones de amor al prójimo merece la Vida Eterna, porque puede compadecerse y amar a su prójimo y por se hace semejante a Dios.
Y es la fe en Dios la que es capaz de proclamar que solo Dios es Santo, Todopoderoso, el que era, el que es y el que está por llegar. Ese es el nombre que dio Dios a Moisés cuando le dijo: “Yo soy el que soy”, que quiere decir: Yo soy siempre el mismo, el que permanece desde siempre: soy el Eterno. Por esa razón, los adoradores proclaman: Tú has creado todas las cosas; en tu designio existían, y según él fueron creadas.
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Del libro del Apocalipsis (5-6,14)
Vi entonces, en medio del trono, de los cuatro seres vivientes y de los ancianos, un Cordero en pié, con señales de haber sido degollado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la Tierra. Se acercó el Cordero y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono; y cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero. Tenía cada uno una cítara y una copa de oro llena de perfumes, que son las oraciones de los santos. Cantaban un cántico nuevo que decía:
Eres digno de recibir el libro y romper sus sellos, porque has sido degollado y con tu Sangre has adquirido para Dios hombres de toda raza, lengua pueblo y nación, y los has constituido en reino para nuestro Dios y en sacerdotes que reinarán sobre la Tierra.
Oí después en la visión, la voz de innumerables ángeles que estaban alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos; eran cientos y cientos, miles y miles, que decían con voz potente:
Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza. Y las criaturas todas del cielo y de la tierra, de debajo de la tierra y del mar, oí también que decían:
Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder por los siglos de los siglos.
Los cuatro seres vivientes respondieron: "Amén", y los ancianos se postraron en profunda adoración
Y es que toda la creación, que son los siete Espíritus de Dios en misión por toda la Tierra, proclaman la Gloria de Dios.
Del Evangelio como me ha sido revelado de Mª Valtorta:
La primera palabra del Padre y Señor es esta: “Yo soy el Señor, Dios tuyo”.
En cada instante del día, la Voz de Dios pronuncia esta palabra y su dedo la escribe. ¿Dónde? Por todas partes. Todo lo dice continuamente: desde la hierba a la estrella, desde el agua al fuego, desde la lana al alimento, desde la luz a las tinieblas, desde el estar sano hasta la enfermedad, desde la riqueza hasta la pobreza.”
Todo dice : “Yo soy el Señor. Por Mí, tienes esto. Un pensamiento Mío te lo da, otro te lo quita y no hay fuerza de ejercito ni de defensas que te pueda preservar de Mi voluntad”. Grita en la voz del viento, canta en la risa del agua, perfuma en la fragancia de la flor, se incide sobre las cúspides montanas, y susurra, habla, llama, grita en las conciencias: Yo soy el Señor Dios tuyo”.
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