En el día del Juicio Jesús escudriñará a Jerusalén con "LÁMPARAS ENCENDIDAS" |
Dios es perfecto, y quiere de nosotros la perfección que Él mismo nos enseñó, con su Doctrina y sobre todo con su ejemplo, y a través de sus santos, que aún pecadores, supieron corregirse y alcanzar la perfección con la Gracia de Dios. Hace poco, vino a verme un amigo que se hizo protestante y me dijo: "Yo no me dejo guiar por un hombre porque es pecador, y le contesté: los pecadores arrepentidos fuimos perdonados por la Sangre de Cristo y lavados por el Agua que salió de su sagrado Corazón, y además tenemos nuestra alma alimentada por el cuerpo y la Sangre de Jesús, que son los que nutren el alma para hacerla apta para renacer a la Vida eterna.
Dice San Juan de la Cruz, que en el día del Juicio, Dios pedirá cuenta de hasta las palabras vanas que hemos pronunciado, y que a los pocos que hayan tenido trato directo con Él, les reprochará esos defectos que tenían, y que Él mismo no se los advirtió, porque tenían conocimientos perfectos de ellos, gracias a su conciencia y a las escrituras y de su doctrina. Dios no quiere en su Santo Reino, almas con defectos como envidias, desobediencia, rencores, pereza o con algún resto de soberbia.
Es por eso que Jesús dijo de San Juan Bautista que era el más grande de los hijos nacidos de mujer, (ya que en la visitación de María a su prima Isabel, saltó de alegría en el vientre de su madre, al borrarse el pecado original), y que el más pequeño en el Reino de los Cielos era más grande que él.
Esto demuestra que todos los bienaventurados en el Reino de Dios, han entrado completamente purificados en la Tierra o en el Purgatorio.
De los Cuadernos de María
Valtorta
(12-11-1.943)
Isaías 4, 2-6.
Dice Jesús:
“Cuando llegue el momento de mi Reino pacífico – y
llegará porque lo he prometido y Yo no falto a mis promesas – todos los buenos
que están en la Tierra vendrán a Mí, será el periodo del que te hablé, el
periodo en que el espíritu habrá alcanzado esa evolución por la que
espontáneamente os separaréis en dos partes. Los que vivan fuera del espíritu
yacerán en sus tinieblas a la espera de ser tropa para el Príncipe del mal. Los
vivientes en el espíritu vendrán al séquito del Hijo santo de Dios, del Retoño
del Señor, amado y bendecido por los hombres en gracia, que entonces
comprenderán cuál sea mi Gloria y la suya de hijos de Dios.
PALABRAS PARA LOS HIJOS DE DIOS
Reuniré a mis santos, porque es santo quien me ama y
sigue obediente y fiel. Los reuniré desde los cuatro rincones de la Tierra, y
por su amor perdonaré las iniquidades de los hombres. La bondad de los santos apagará
el rigor de la Justicia, mi amor y la de los santos apagará el fuego de la
Tierra. La Tierra será como un gran altar, pacificada consigo misma y con Dios,
y sobre este altar, el Maestro instruirá a los hombres en el conocimiento
exacto de la Verdad, para que los buenos no vacilen cuando satanás furioso, al
ver a Cristo adorado por la humanidad, se desate para su última batalla.
Lucha de espíritu contra espíritu, Satanás opondrá a
mi Reino espiritual y a mi instrucción, su satánica guerra a los espíritus para
extraviar a quien más pueda, los más débiles, y sacará de sus reservas, de sus
fortalezas, donde están los que han permanecido fieles a la Bestia aún después
de la derrota de la Bestia y de su ministro, a los agentes de seducción para
destruir por última vez la obra de Dios, cuya destrucción inició al pié del
árbol del Bien y del Mal.
La época satánica, será tres veces más feroz que la
época anticristiana. Pero será breve porque para los vivientes de esta hora
rezará toda la Iglesia triunfante entre las luces del Cielo, rezará la Iglesia
purgante entre las llamas purificadoras del amor, rezará la Iglesia militante
con la sangre de los últimos mártires.
Se salvarán quienes, mientras que las tinieblas y el
ardor, las tempestades y los fulgores de Satanás trastornen el mundo, sepan
estar a la sombra del tabernáculo de donde sale toda fuerza, porque Yo soy la
Fuerza de los vivientes, y quien se alimenta de Mí con fe y amor se hace uno
con mi Fuerza. Y los que se salven serán pocos, porque tras siglos y siglos de
mi amor hacia el hombre, el hombre no ha aprendido a amar.
Pero nadie podrá acusarme de perderse. ¿Qué más
podría hacer por vosotros, ¡Oh hijos de Dios, que habéis preferido ir lejos de
la casa del Padre, y a veces vender vuestro linaje divino al enemigo de Dios?
No digáis que Yo, poderoso, podía impedir que el Mal os acechase y podía
haceros buenos con mi autoridad. Entonces, hubierais tenido menos mérito que el
tallito de hierba que el pie pisa sin sentirlo, porque la hierba nace con
semilla obedeciendo el decreto de Dios. Nace y crece por sí misma. Y recibe una
mínima parte de cuidados del Altísimo en relación con los que vosotros recibís,
El tallo recibe de Dios sol, rocío y un terrón de tierra. Vosotros tenéis la
inteligencia para guiaros, tenéis la Gracia para iluminaros. La Ley para
conduciros, a Mí por Maestro, mi Sangre por Salvación.
Os he dado todo y vosotros me habéis dado tan poco,
¡cada vez menos! Os he cuidado con paciencia de Dios y os habéis sublevado
contra Mí. Incluso los menos culpables fueron siempre indolentes. Siempre
habéis temido hacer demasiado por vuestro Dios,
que lo ha hecho todo por vosotros.
Por esto os vienen los castigos. Son aún llamadas de
Amor para convenceros que existe Dios, y que los otros dioses que servís en la
finalidad que a Mí me negáis, solo pueden daros engañosas promesas y mal seguro.
De castigo en castigo, aumentando en la medida en que vosotros aumentáis la
idolatría y la fornicación, llego a los grandes castigos, y este es uno de ésos
en que no ya una hilera de mi viña, sino toda la viña está abierta e invadida,
devastada y revuelta por aquel que servís y que Yo dejo que os persuada con sus
dones de muerte.
Por eso os
digo: “Venid a Mí, llamad a Dios con verdad de pensamiento y de corazón, y Dios
se asomará al horizonte ensangrentado y Satanás torturador huirá dejándoos
libres.
PALABRAS PARA LOS HIJOS DE LAS TINIEBLAS
Pero no llamáis a Dios. Os basta con pensar hacer del
mal común un bien propio: aumentar vuestras riquezas, arrebatar poderes cada
vez más altos, gozar y gozar. No os cuidáis de quienes – los mejores – sufren. De
Dios, menos aún. Al contrario, os alzáis con desafío. Osando llamarle, oh
blasfemadores, para ratificar vuestros actos y pensamientos satánicos. Lo
desafiáis para que se muestre porque decís: “Dios no existe. Dios somos
nosotros”. Sobre vuestra lengua maldita y vuestra alma vendida, ya Satanás
acumula las brasas infernales y Yo las enciendo con mi furor.
Os maldigo desde ahora, serpientes con aspecto de
hombre, y si recibís los anatemas de mis santos y las imprecaciones de mis
buenos, como si fuera pluma de pájaro que si os cae encima no hace daño –
porque poseéis un corazón de granito -, mi maldición penetrará para atormentaros porque Yo soy quien abre los valles, quiebra
los montes, separo los mares, sacudo la Tierra con el deseo de mi pensamiento,
y puedo penetrar en el pedernal de vuestro corazón y hacerlo añicos como si
fuera una frágil bola de cristal.
Profanadores,
mentirosos, inicuos, malditos seáis por todo el mal que hacéis, por todas las
almas que me arrojáis en la desesperación de la bondad de Dios, que me
corrompéis con vuestros ejemplos y que me robáis dañándolas de todas las
maneras. Pero no teméis. Del mismo modo que seré justo y piadoso hacia los
débiles que con vuestra fuerza habéis doblegado al mal, así seré justo e
inexorable con vosotros.
Ya, desde la Tierra, vuestro poder, vuestras
riquezas robadas, destiladas por el dolor de miles de hombres, se esfumarán de
vuestras manos como el humo de la paja que se quema, porque está demasiado
sucia para conservarla. No habrá defensa que valga contra vosotros que habéis pasado la medida.
Quien tenga oídos para entender, que entienda. No se
extiende la mano sucia sobre el candor del santo que habla en nombre del santo
de los Santos y en contra del Santuario más elegido que el templo de Jerusalén,
porque sus cimientos fueron bautizados, aún antes de ser iniciados, por la
sangre de mis héroes, y sus piedras han tenido por rocío el purpúreo baño de
infinitos mártires. Allí está el lecho donde descansa, en espera de resurgir al
lado de su Maestro, la carne de mi Piedra elegida.
Y Yo os juro
que ese lugar es mucho más santo de cuanto lo fuera el Templo de Salomón, y a
los profanadores de ese lugar, que ya es Paraíso – entended vosotros el por qué
– sucederá lo que sucedió a todos cuantos desafiaron la Gloria del Señor”.
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