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La dulce muerte de San José, Patrón de los moribundos,
asistido por Jesús y María |
DEL PROFETA JEREMÍAS
Llegarán los días - oráculo del Señor - en que suscitaré para David un germen justo; él reinará como Rey y será prudente, practicará la justicia y el derecho en el país.
En sus días, Judá estará a salvo e Israel habitará seguro. Y se lo llamará con este nombre: "El Señor es nuestra justicia".
Por eso, llegarán los días - oráculo del Señor - en que ya no se dirá: "Por la vida del Señor que hizo subir a los israelitas del país de Egipto", sino más bien: "por la vida del Señor que hizo subir a los descendientes de la casa de Israel, y los hizo llegar del país del Norte y de todos los países adonde los había expulsado, para que habiten en su propio suelo".
Maravillosa Profecía del Profeta Jeremías, referida a Jesucristo, el Hijo de Dios, que es el epicentro de todas las Profecías de las Sagradas Escrituras. Esta revelación, se produce siempre de una manera velada, ya que la fe en Jesús, es un don de Dios, como lo dijo Él mismo a Pedro, cuando al preguntarle Jesús ¿Quién dicen los hombres que soy Yo?, y cuando Pedro le dijo: Tú eres el Hijo de Dios, lo que provocó las palabras de Jesús: “Solo mi Padre te puede haber revelado esto”.
Estas Palabras del Profeta, quieren simplemente explicar con lenguaje espiritual y místico, la venida de Cristo, de una manera velada, para que el don de la fe no provenga de una demostración, o de una manifestación divina, como fue la tentación de Satanás en el desierto: “Tírate del alero del templo, para que los Ángeles te sostengan y que tu pié no tropiece con la piedra”, sino que provenga de un don de Dios, cuando su Majestad vea que el alma es digna de recibir ese conocimiento, y por lo tanto, digna de ser considerada hijo suyo, y ser heredara de su Santo Reino.
Esta Profecía viene a explicar que, de la misma manera que Moisés, el símbolo de la Naturaleza Divina de Jesús, no pudiendo hablar directamente a los hombres, se alía con su hermano Aarón, símbolo de la naturaleza humana para poder dirigirse al Faraón. Igualmente, Jesús tuvo que tomar, de la Virgen María, su naturaleza humana, para poder dirigirse a los hombres, para así poder comunicarse con ellos. De la misma manera que Moisés y Aarón, Jesús ha venido para salvar al Pueblo de Dios, que son todos los hombres de buena voluntad, para liberarlos de la esclavitud de Satanás, el nuevo Faraón que se adueñó de las almas.
Salmo 72(71). 1-2.12-13.18-19.
Concede, Señor, tu justicia al rey
y tu rectitud al descendiente de reyes,
para que gobierne a tu pueblo con justicia
y a tus pobres con rectitud.
él librará al pobre que suplica.
y al humilde que está desamparado.
Tendrá compasión del débil y del pobre,
y salvará la vida de los indigentes.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
pues sólo él hace maravillas.
Sea bendito eternamente su Nombre glorioso
y que su gloria llene toda la tierra.
¡Amén! ¡Amén!
Precioso cántico de alabanza a Dios y de llamada a que se cumpla su Ley: para que conceda Justicia al rey, para que así se pueda aplicarla al pueblo, y que se pueda socorrer a los pobres.
Esta justicia que pide el salmista para el rey terrenal, es una imagen de la Justicia verdadera que se cumple y se cumplirá en el Reino Eterno de Dios, en donde asistiremos al triunfo de los desgraciados de este mundo, los pobres de espíritu que son los humildes de corazón, por eso son aquí los débiles porque el humilde en este mundo, nunca triunfa ni es poderoso, y será siempre un indigente, como lo dice el Salmo.
Evangelio según San Mateo 1,18-24.
Este fue el origen de Jesucristo:
María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un Hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:
La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros".
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.
Aquí queda relatado de una manera inconfundible, que Jesús fue engendrado de forma sobrenatural, por obra del Espíritu Santo. Cuando era catequista de la Iglesia de mi pueblo, había una persona, catequista también, que declaraba que Jesús había sido engendrado de una manera humana con la intervención de San José. Parece increíble que existan individuos que se dediquen a enseñar Doctrina religiosa, y que no crean en las Escrituras divinas.
Desde pequeño, mi madre me enseñó que las Escrituras eran palabras de Dios y que no se podían poner en duda sus enseñanzas, más tarde, y teniendo edad de razón, leyendo a San Juan de la Cruz, este afirma: "Para no equivocarme en todos mis escritos, no me fiaré ni de mi inteligencia ni de mi experiencia personal, porque ambas pueden fallar. Me fiaré solo de las Escrituras, porque el que habla en ellas es el Espíritu Santo, que es infalible".
El mismo Demonio, conociendo su importancia, tentó a Jesús en el desierto, con las palabras de las Escrituras, interpretadas a su manera, como hacen hoy día los Protestantes.
Dogma de la Virginidad de María
El Sínodo de Letrán (649), recalcó los 3 momentos de la Virginidad de María, S.S. Paulo IV declaró “Beatissimam Virginem Mariam... pertitisse semper in virginatis integritate, ante partum scilicet, in partu, et perpetuo post partum”, Dz. 993.
Antes del Parto: Lucas 1:26, Isaías 7:14, Lucas 1:34, San Ignacio de Antioquia (Smyrn 1, 1), Orígenes (Contra Celsum 1 34 s., S.th. III 28, 1).
En el Parto: Ezequiel 44:2, Isaías 66:7, San Ambrosio (Ep. 42), otorgado en el título “siempre virgen”, (V Concilio de Constantinopla, Dz. 214).
Después del Parto: Lucas 1:34, Juan 19:26, Orígenes (In Luc.hom.7), San Ambrosio (De inst.virg. Et S Mariae virginitate perpetua), San Jerónimo (de perpetua virginititate B. Mariae adv. Helvidium), San Agustín (de haeresibus 56, 84), San Epifanio (Haer. 78, contra los antidicomarianitas).
San Basilio dice: “Los que son amigos de Cristo no soportan oír que la Madre de Dios cesó alguna vez de ser virgen” (Hom. In s. Christi generationem n.5), San Juan Damasceno en De Fide orth IV. 14.
Desde el siglo IV, los santos Padres como Zenón de Verona, San Agustín y San Pedro Crisólogo emplean la fórmula “Virgo concepit, virgo peperit, virgo permansit”.
La antigua teología luterana, en el Articuli Smacaldici P. I art. 4, dice de María: “ex Maria, pura, sancta semper virgine”.