La imagen de la Stma. Trinidad en la Tierra: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo |
EL SÍMBOLO DE LA Stma. TRINIDAD
San Juan de la Cruz:El que, a través de sus escritos místicos que explican claramente las Santas Escrituras, simboliza a Dios Padre entregando a Moisés las Tablas de la Ley.
Santa Teresa de Jesús:
La imagen de Jesús que predicó y recorrió Tierra Santa para fundar a su Iglesia Católica, de la misma manera, la mujer inquieta y "andariega", recorrió toda España para fundar el Carmelo, que luego se extendió al mundo entero.
Santa Teresita del Niño Jesús:
Sus palabras fueron: en la Iglesia seré el Amor, mandaré desde el Cielo una lluvia de rosas sobre la Tierra, es el símbolo del Espíritu Santo, el cual es el Amor, que manda sus gracias a toda la Tierra.
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Las insensatas
palabras de S. Juan de la Cruz, para el que no tiene fe, verdadera locura para
el mundo, y que son sublime Sabiduría para el verdadero Creyente, como así lo dice S. Pablo, las
explica con toda claridad el místico Doctor, reformador del Carmelo, que ha
dado tantos Santos a la Iglesia.
S. Juan de la
Cruz, siempre me ha seducido no solo porqué mi madre, ha
sido terciaria de la Orden del Carmen y toda mi juventud la oí hablar de él,
con profunda sabiduría, siendo así que en la misa de su entierro en Francia, el Sacerdote explicó que todas sus lecturas consistían en las obras de S. Juan de
la Cruz, de Santa Teresa y de Santa Teresita, tres sublimes Doctores de la
Iglesia .
Pero sobre todo porqué todas las afirmaciones del Santo están siempre razonadas y apoyadas por citas bíblicas, interpretaciones que han sido aprobadas por la Santa Iglesia Católica, a la cual él mismo dice en sus escritos con suma humildad, que las somete todas a su buen criterio, lo que se adapta perfectamente a un espíritu cartesiano, que necesita demostraciones para entender los razonamientos.
Pero sobre todo porqué todas las afirmaciones del Santo están siempre razonadas y apoyadas por citas bíblicas, interpretaciones que han sido aprobadas por la Santa Iglesia Católica, a la cual él mismo dice en sus escritos con suma humildad, que las somete todas a su buen criterio, lo que se adapta perfectamente a un espíritu cartesiano, que necesita demostraciones para entender los razonamientos.
Para alcanzar
la Vida Eterna que es la fusión y la transformación del alma con la Divinidad,
cuya imagen es la unión humana de la esposa con el esposo, relatada en el Cantar de
los Cantares de la Biblia, el alma tiene que depurarse completamente de todas sus
imperfecciones, lo que tiene lugar en las noches activas y pasivas de los
Sentidos, y para desarraigar esas tendencias, tiene que pasar por las noches pasivas
y activas del Espíritu, horrendas noches, por las cuales han caminado todos los
Santos que han conseguido unirse en esta
tierra con la Divinidad siguiendo la doctrina de la Cruz.
Y tiene que depurarse
de todas esas imperfecciones porqué, según lo explica el Santo, la Filosofía enseña que dos contrarios
no pueden caber en un mismo sujeto. Como Dios
es la infinita Pureza y Perfección, a la fuerza, la impureza e imperfección
tienen que quedar aniquiladas, entonces el alma libre de todas sus ataduras, se
transforma en Dios, y es Dios por participación porqué se ha fundido en Él.
Todos en más o menos grado somos imperfectos y
tenemos tendencia a ir tras nuestros apetitos desordenados: apetitos carnales,
que el Santo no describe porqué para él y para los que siguen sus enseñanzas,
ya los supone superados, pero sobre todo apetitos e imperfecciones espirituales
como son la pereza, la gula, la soberbia, la ira, la envidia, etc…, etc… En sus
escritos de la Subida al Monte Carmelo van detallados todos esos defectos
espirituales, de una manera tan clara, que se ve uno reflejado en cada uno de
ellos.
La alegoría
del tronco de leña en el fuego, es la que elige S. Juan de la Cruz para explicar
este proceso de unión mística con Dios: El alma imperfecta, para transformarse
en ascuas ardientes, tiene que comenzar su proceso, desechando todas sus
imperfecciones, lo que se traduce por el humo y el hervor de la humedad de la
madera, que hasta huele mal, necesarios para que pueda transformarse en ascuas
puras y relucientes, es decir en el fuego que es el mismo Dios.
Ese humo y
hervor de la humedad de la madera significan la purificación del alma que
es el sufrimiento de la Cruz, verdadera
espada flameante de los Querubines que guardan la Entrada del Paraíso.
Decía S. Juan
de la Cruz a un hermano que le reprochaba su gran penitencia:
“Si en algún tiempo, hermano mío alguno,
fuese Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo
crea ni la abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino penitencia y más
penitencia, y desasimiento de todas las cosas y jamás, si quiere llegar a la
Posesión de Cristo, lo busque sin la Cruz”.
Los que no han
querido o no han podido pasar por esta purificación en esta tierra, si han de
entrar en el Reino de los Cielos, tendrán que hacerlo en el Purgatorio. A este
efecto, dice el Santo que se gana más aquí en la Tierra, en una hora de sufrimiento ,que
muchos años en el Purgatorio.
“Si no te dejas llevar en todo por la Santa
Obediencia, aunque más te parezca que aciertas, no dejarás de ser engañado por
el demonio”
Palabras que
se aplican hoy día a los “Teólogos” disidentes, progresistas que se desvinculan
de la Jerarquía Católica tradicional y que quieren que sus enseñanzas se
apliquen a la Santa Iglesia Católica, y que Roma se pliegue a sus ideas. A
este respeto, también se puede decir que Satán es un “Teólogo” dotado de un
conocimiento profundo de Dios y de las Escrituras, y que quiere lo mismo que los Progresistas.
“A la tarde de tu vida, te examinarán en el
Amor: aprende a amar como Dios quiere ser amado, y deja tu condición”
Célebres
palabras del Místico estático, que han pasado al mundo entero, pero que
encierran unas enseñanzas que van mucho más allá de lo que interpreta la
mayoría de la gente, es una cosa que muy poca gente entenderá: El Amor a la
persona tiene que ser proporcional a su grado de Virtud, y como lo dice el
Santo: más una persona es Santa, más es digna de ser amada, porqué hay una
identificación entre un Santo y su sublime Modelo que es Jesús, y entonces
cuanto más se ama a Jesús, más se ama el Santo, y cuanto más se ama al Santo,
más se ama a Jesús.
Eso no quiere
decir que no hay que amar al pecador, pero no es el mismo amor que hay que
tenerle a la persona virtuosa: Uno es el Amor unitivo, y otro es el amor de
compasión.
Este simple
razonamiento es incomprensible por los relativistas, no solo
es rechazado, pero el que no está de acuerdo con su manera de ver, se le tacha de equivocado, esto me ocurrió cuando con toda
la buena fe del mundo dije: “No se puede amar de la misma manera a Jesús, que al
sádico pecador que no se arrepiente”.
Recuerdo en el día de su
fiesta, algunos pasajes de su vida que me impactaron de manera tal, que han
quedado grabados en mi memoria:
-Su gran
humildad que se encuentra siempre en todos los Santos, y está siempre ausente
de los grandes pecadores: a este respeto el Santo afirmaba que el que tiene
verdadera presencia de Dios, es de una humildad tal, que aunque la quiera
disimular, no puede hacerlo, por mucho que intente ocultarla.
Recuerdo haber
leído en su Vida, que al ser increpado con acritud en su convento, por un hermano,
se puso de rodillas ante él, besando el suelo, lo que apagó la furia de su
contrincante.
Como siempre,
para que se entienda mejor, el Santo lo explica con la alegoría del rayo de sol
que es la presencia de Dios, cuando penetra en una habitación oscura que es el
alma: este rayo ilumina y pone en evidencia hasta las más insignificantes motas
de polvo que flotan en el aire, las cuales representan las imperfecciones del
hombre.
Fue el Alma
del Reformador del Carmelo que ha dado tantos grandes Santos a la Iglesia,
siendo Santa Teresa de Jesús, el modelo y la mano, que hizo posible las fundaciones y las reglas del
Carmelo. Su sublime doctrina en donde relata lo que siente el Alma cuando poco
a poco se va acercando a Dios, y la descripción de las sensaciones que
experimenta en presencia de la Divina Majestad, no ha sido superada aún, y creo que nunca lo será, por ningún ser humano.
Y así lo
vemos, escondido y arrobado en una Ermita del Convento en Segovia, cuando era
Prior, y llamado por un Hermano para atender a un asunto del mundo, tener que
golpearse los nudillos de las manos en las paredes, para volver en sí, nudillos
que tenía descalabrados de tanto golpearlos.
Su amor a la
Cruz: después de su estancia en la cárcel de nueve meses en Toledo, recluido
por sus hermanos Carmelitas Calzados, en una estrecha habitación sacándole todos
los viernes a Capítulo para ser azotado públicamente, alimentado con unas
pobres sardinas, y después de haberse escapado, se refugió en el Convento de
las Carmelitas Descalzas, para esconderse de sus perseguidores, ahí, agarrado a
las rejas, confesaba a las Hermanas, su alegría por haber sufrido ese
prolongado calvario.
Su continua penitencia, que le
hizo azotarse él mismo, por haber descansado más de la cuenta después de un largo viaje, en sus caminatas por Andalucía cuando era Definidor General del Carmelo, y cuando en uno de sus viajes rechazó dos pequeñas truchas de una posada, diciendo a su
compañero que eso no era manjar para un Descalzo,
Naturalmente, todas esas penitencias le acarreaban intensas persecuciones de parte de Satán. A este respeto, siendo confesor de las Carmelitas, viviendo con un compañero en una casa contigua al Carmelo de Ávila, en donde el Santo logró transformar una comunidad de 200 monjas relajadas en autenticas ascetas, cuentan que su compañero lo encontró tirado por el suelo, y le confesó que no sabía como el demonio lo había dejado con vida.