MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

**
****************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************

rep

domingo, 7 de octubre de 2012

COMO PUEDE ACTUAR LA EUCARISTÍA, EL SUPREMO DON DEL AMOR INFINITO DE DIOS

LA FUERZA DE LA EUCARISTÍA ES PROPORCIONAL AL GRADO DE FE, ESPERANZA Y CARIDAD DEL ALMA






     Descripción de la analogía que existe entre al pan y el vino que es el alimento del cuerpo, con la Sagrada Eucaristía que es el alimento del alma. El primero es un alimento de una presencia real, el segundo es un alimento de la presencia del Cuerpo y la Sangre de Jesús, escondidos.

     Ahora bien, los alimentos para alimentar el cuerpo material, no necesitan ninguna virtud teologal para saber que son necesarios para nuestro sustento, sin embargo, los alimentos Eucarísticos necesitan la creencia en la presencia de Dios, para que actúen en el alma. Creencia que se tiene que demostrar no solo por las palabras, como predican los Protestantes que se creen que están justificados por la Fe, pero sobre todo por los hechos de nuestra vida, que son el volver a nacer a una vida espiritual, como así lo explicó Jesús a Nicodemo.

     Sin estas condiciones necesarias y suficientes, la Eucaristía nunca actuará en el alma, ni producirá sus frutos que son la salud y la fuerza del alma, para poder luchar y triunfar de sus tres enemigos naturales que son el Mundo el Demonio y la Carne. Por esta razón se ha aplicado desde siempre a la Iglesia el adjetivo de "Militante", precisamente porque tiene que presentar batalla a esos terribles enemigos.

     Pero ahora se le ha aplicado a la Santa Iglesia un nuevo atributo: ha pasado de ser militante a llamarse "Iglesia peregrina", como si esta vida fuera un alegre peregrinaje, y en ese caso, no comprendo por qué no  se llaman a esos tres enemigos del alma "compañeros de peregrinaje".



De los cuadernos de María Valtorta
18 de Junio de 1.943


Dice Jesús:

"Para mantener las fuerzas físicas hay que nutrir el cuerpo. El indigente que no puede comprar el alimento, lo mendiga a los ricos. Normalmente pide pan. Sin el pan es imposible la vida.
Vosotros sois pobres que necesitáis alimento para vuestra alma. A vuestra pobreza Yo he dado el Pan Eucarístico. El os nutre la médula del alma, da vigor al espíritu, sostiene las fuerzas espirituales, aumenta el poder de todas las fuerzas intelectuales, porque donde hay vigor de vida hay también vigor de mente.Alimento sano que comunica salud. Alimento verdadero que infunde vida verdadera. Alimento sano que suscita santidad. Alimento divino que da a Dios.

Pero además de pobres, sois enfermos, débiles no solo por la debilidad que produce la falta de alimentos y que cesa con éste. Sois débiles por las enfermedades que os extenúan. ¡Cuantas enfermedades tienen vuestra alma! ¡Cuantos gérmenes os inocula el Maligno para crear estas enfermedades! A quien está débil y enfermo es necesario darle no sólo pan sino también vino.Yo en mi Eucaristía os he dejado los dos signos de lo que necesita vuestra naturaleza de hombres pobres y vuestra debilidad de hombres enfermos. Pan que nutre, vino que fortalece.

Hubiera podido comunicarme con vosotros sin signos externos. Puedo hacerlo. Pretendéis demasiada pesantez para captar lo espiritual. Vuestros sentidos externos necesitan ver. Vuestra alma, vuestro corazón, vuestra mente se rinden solamente, y aún así con fatiga, ante las cosas visibles y palpables. Es tan cierto que aunque lleguéis a creer en Mí en la Eucaristía y a recibirme en la Hostia, la gran mayoría no admitís la infusión del Espíritu en vosotros, de quien os vienen latidos, luces, impulsos de obras buenas.

Si creyerais con esa fuerza de la que es digna el Misterio, sentiríais, al recibirme en vosotros una vida. El acercarme a vosotros os debería quemar como al acercarse a una caldera ardiente. Mi estar en vosotros os debería sumergir en un éxtasis que os abstraería lo profundo del espíritu en un rapto de Paraíso. El fundirse de vuestra humanidad enferma con mi Humanidad perfecta os traería salud hasta física, por lo cual, enfermos corporalmente, resistiréis a las enfermedades hasta que Yo dijese "Basta" para abriros al Cielo. Os daría inteligencia para entender rápida y justamente. Os haría impenetrables a los asaltos desenfrenados o a las sutiles insidias de la Bestia.

En cambio puedo hacer bien poco porque entro donde la fe es lánguida, donde la caridad es superficial, donde la voluntad está decaída, donde la humanidad es más fuerte que el espíritu, donde sobre todo, no os esforzáis en reprimir la carne para que emerja el espíritu. No os esforzáis para nada. Esperáis en Mí el milagro. Nada me prohíbe cumplirlo. Pero Yo quiero de vuestra parte al menos el deseo de merecerlo.

A quien se dirige a Mí gritando que le ayude imitando la fe de las muchedumbres de Galilea, Yo me comunicaré no solo con mi Cuerpo y mi Sangre, sino con mi Caridad, con mi Inteligencia, con mi Fuerza, con mi Voluntad, con mi Perfección, con mi Esencia. Estaré, con el alma que quiere venir a Mí, como estoy en el Cielo, en el seno del Padre del que procedo generando el Espíritu que es Caridad y vértice de perfección".




sábado, 6 de octubre de 2012

DE LOS CUADERNOS DE Mª VALTORTA (20 DE JUNIO DE 1.943) LA VISIÓN DE LA BESTIA INFERNAL


EL JUICIO FINAL



Dice aún Jesús:

 (...) Observa el Resplandor y mi Belleza respecto a la negra monstruosidad de la Bestia.
No tengas miedo de mirar aunque sea un espectáculo repelente. Estás entre mis brazos. No puede acercarse ni dañarte. ¿Lo ves? Ni siquiera te mira. Tiene ya muchas presas que seguir.
¿Ahora te parece que merece la pena dejarme a Mí para seguirle a él? Sin embargo el mundo le sigue y me deja por él.

Mira que harto está y como se contrae. Es su hora de fiesta. Pero mira también como busca la sombra para actuar. Odia la Luz, ¡y se llamaba Lucifer! ¿Ves como hipnotiza a quienes no están signados con mi Sangre? Acumula sus esfuerzos porque sabe que es su hora y que se acerca mi hora en la que será vencido para siempre.

Su infernal astucia y su inteligencia satánica son un continuo operar del Mal, en contraposición a nuestro uno y trino obrar del Bien, para aumentar su presa. Pero la astucia y la inteligencia no prevalecerían si en los hombres estuviera mi Sangre y su honesta voluntad. Al hombre le faltan demasiadas cosas para tener armas con que enfrentarse a la Bestia, y ella lo sabe y actúa abiertamente sin tan siquiera esconderse ya con apariencias engañosas.

Que su repugnante fealdad te impulse a una diligencia y a una penitencia cada vez mayores. Por ti y por tus desgraciados hermanos que tienen el alma arrebatada o seducida y no ven, o, viéndolo, corren al encuentro del Maligno, con tal de obtener ayuda para un momento, a pagar con una condenación eterna.

Tengo que explicar yo, sino no se entiende nada.
Desde la noche del 18 el buen Jesús me hace ver un bicharraco horrible, tan horrible que me produce escalofrío y ganas de gritar. Su nombre es conocido. Y el buen Jesús me da a entender que ese aspecto siempre es inferior a la realidad, porque ninguna realidad humana puede lograr personificar con exactitud la suprema Belleza y la suprema fealdad.



LA VERDADERA IMAGEN DE LUCIFER

Ahora le describo el bicharraco.
Me parece ver un gran agujero negro, negro y profundísimo. Comprendo que es profundísimo, pero no veo de él sino el orificio, todo ocupado por un monstruo horrible. No es serpiente, ni cocodrilo, ni dragón, ni murciélago, pero tiene algo de los cuatro.

Cabeza larga y puntiaguda, sin orejas y con dos ojos socarrones y feroces que están siempre a la caza de la presa, una boca grandísima y armada de buenos dientes agudos, siempre intenta atrapar al vuelo a cualquier incauto que llega al alcance de sus mandíbulas. La cabeza en fin tiene mucho de la serpiente por la forma y del cocodrilo por los dientes. Cuello largo y flexible que permite mucha agilidad a la cabeza tremenda.
Un cuerpo resbaladizo recubierto por una piel como la de las anguilas (para entenderse) es decir, sin escamas, de color entre el óxido, el violeta, el gris oscuro… no sabría. Tiene hasta el color de las sanguijuelas.

En la espalda y en las ancas (digo “ancas” porque allí termina el vientre palpitante e hinchado de presas y empieza la larga cola que termina en punta), son cuatro patazas cortas y palmeadas como las del cocodrilo. En la espalda dos alas de murciélago.

El bicharraco no mueve su gran y repugnante cuerpo. Mueve solo la cola que se contorna haciendo “eses” aquí y allá, y mueve su horrible cabeza de ojos fascinadores y mandíbulas exterminadoras.

¡Misericordia divina! ¡Que bicharraco tan horrible! De su negro antro emana tiniebla y horror. Le aseguro que ayer que lo veía con vivísima meticulosidad – y no entendía que hiciera aquí – me venían ganas de gritar espeluznada. Menos mal que veía que nunca miraba hacia mí como por repulsión. Recíproca repulsión si acaso. Si esto es una pálida representación de Satanás, ¿Qué será entonces él? ¡Para morir dos veces seguidas con solo verlo!

Menos mal también que, si bien en un rincón estaba el bicharraco, cerca estaba mi Jesús blanco, bello, rubio… ¡Luz en la luz! Comparando la luminosa, confortable figura de Cristo con la del otro, su mirada dulcísima, clara, con la torva del otro, hay ciertamente que compadecer a los infelices pecadores destinados al segundo porque han rechazado a Jesús.

Y bien, ahora que lo he visto… quisiera no verlo más porque es demasiado horrible. Oraré para que el menor número posible de desgraciados vaya a terminar en sus garras, pero ruego al buen Dios que me quite esta visión.

Hoy es menos viva y le estoy muy agradecida al Señor. Y todavía más agradecida porque la divina Voz  me hace entender el porque de esa visión que ayer me aterrorizaba creyéndola destinada a mi como advertencia.










jueves, 4 de octubre de 2012

EL HORROR DEL INFIERNO: LA SEGUNDA MUERTE DE LOS RÉPROBOS:LA EXPLICACIÓN DE LO QUE ESTÁ EN JUEGO PARA LAS ALMAS: EL HORROR DE LA MUERTE DEL ALMA, CONTADO POR JESÚS

l
La Virgen María aplasta la cabeza del Dragón Infernal



Ya han dicho todos los Padres de la Iglesia, todos los grandes Santos y Místicos, que la Justicia de Dios en el Juicio de las almas será inexorable, y que una cosa es la visión de Jesús en este mundo, en donde se presenta como un dulce Pastor con su cayado, y otra cosa será su actitud en su Reino, en donde se verá como lo que es: El Rey de reyes; transformado de pobre Pastor en un Rey de esplendor, de fuerza y de sublime belleza: dijo Jesús a la hora de su apresamiento: "Si mi Reino fuera de este mundo, mis tropas lucharían por Mí, pero mi Reino no es de este mundo", y ha venido aquí para cumplir con su Sagrada Misión: Rescatar al Generó Humano que era el botín de Satanás por su victoria en el Jardín del Edén.

Naturalmente, el mundo progresista de hoy, solo quiere ver el humilde Pastor y se imagina que es el que juzgará a las Naciones, y para sostener su teoría, Satanás les ha llevado al convencimiento de que no existe el Infierno, ni el pecado, y que Dios como Padre, no puede condenar a un hijo suyo, a pesar de las palabras tan claras de Jesús cuando predicaba sobre el Juicio final, de todas sus advertencias con el relato del rico Epulón, de sus recomendaciones de arrancarnos un brazo, o un ojo si son un impedimento para alcanzar el Cielo, y de todas las palabras del Apocalipsis.

Es increíble como esos individuos, a pesar de todo lo que dicen las Sagradas Escrituras, los Profetas, los Santos, niegan la evidencia y predican, como un "mantra" la doctrina "descafeinada", el dios "caramelo", y las virtudes "light", es inaudito como unos teólogos modernos, que saben griego, hebreo y latín, siguen erre que erre, queriendo anular la tradición cristiana, y reinterpretar las Escrituras según su manera de pensar, y muchos de ellos opinando de una manera completamente opuesta al santo Fundador de su Orden religiosa, el cual en el día del Juicio será su Juez que se alzará para condenarlos por haber renegado de las constituciones que prometieron acatar y defender.

¡Dios tenga piedad de esas almas!

Santa Teresa de Jesús cuenta que, en el entierro de un individuo, que parecía llevar una vida normal, pero que no era religioso, vio cuando su féretro estaba fuera de la Iglesia, a varios demonios jugar con su cuerpo. pero que se marcharon cuando entró en la Iglesia, y comentó: "¡Si hacen eso con su cuerpo, que no harán con su alma!".

Igualmente, cuenta que en una misa oficiada por un Sacerdote en pecado mortal, vio a dos demonios uno a cada lado del sacerdote, cuando alzaba la Sagrada forma, con los cuernos apuntando a su garganta, mirando con temor a la Sagrada Eucaristia.

Cuando los pastorcillos le preguntaron a la Virgen de Fátima por varios jovenes muertos hacía poco, esta les contestó que los dos primeros estaban en el Cielo, y que la última joven, estará en el Purgatorio hasta el fin del mundo.

Luego existe otra variedad de creyentes, que interpretando la Biblia a su manera, sin obedecer a la Iglesia fundada por Cristo, infalible en cuanto a Doctrina, dicen que el alma no es eterna porque oyeron hablar de la segunda muerte. Estando claro que la segunda muerte se refiere a la Condenación eterna, así como el volver a nacer, es decir lo que explicó Jesús a Nicodemo, es el segundo nacimiento, y que ambos tanto el segundo nacimiento como  la segunda muerte son para toda la Eternidad.

Y esto está explicado en el Evangelio de San Lucas (20-37):

Pues que han de resucitar los muertos, el mismo Moisés lo da a entender en el pasaje de la zarza, cuando dice: El Señor, Dios de Abraham, de Isaac y Dios de Jacob. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.



LA ESPERANZA DE LA SALVACIÓN
(Promesa hecha por Jesús a una mística hace siglos).


ORACIÓN QUE SALVA  MIL ALMAS DEL PURGATORIO:

Señor Dios omnipotente, te ofrecemos la preciosísima Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, junto con todas las misas que se celebran hoy día en todo el mundo, para las benditas Almas del Purgatorio, para los pecadores de todas partes, para los pecadores de la Iglesia Universal, para los pecadores de nuestra familia y para los pecadores de nuestro hogar.

Y aquí hay que recordar las palabras de la Virgen del Rosario de Fátima a los pastorcillos:

"¡Cuanta gente se condena porque no hay nadie que rece por ellos!"
Y la oración que pidió que se diga en cada Rosario:

"Padre Eterno, yo te ofrezco la preciosísima Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios de la Tierra, en reparación de los sacrilegios, ultrajes e indiferencias con que Él mismo es ofendido, y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón, y por la intercesión del Corazón Inmaculado de María, os pedimos la conversión de los pobres pecadores".

Y las palabras de Jesús a María Valtorta:

     "Muchísima gente para los cuales se ha rezado toda la vida por ellos, en el instante antes de comparecer en el Juicio de Dios, tendrán la gracia sobrenatural del arrepentimiento, y por tanto serán merecedoras del perdón de Dios".



EL HORROR DEL INFIERNO
            De los Cuadernos de Mª Valtorta                   


           Dice Jesús:
       “Una vez te hice ver el Monstruo de los abismos (20-7-1.943). Hoy te hablaré de su reino. No puedo tenerte siempre en el Paraíso. Recuerda que tú tienes la misión de evocar en los hermanos las verdades que han olvidado demasiado. Pues en este olvido que, en realidad, es desprecio por las verdades eternas, se originan tantos males para los hombres.
                  Por lo tanto, escribe esta página dolorosa. Luego tendrás consuelo. Es viernes por la noche. Mientras escribes, mira a tu Jesús, que  murió en la cruz, entre tormentos tales que pueden compararse a los del infierno y que quiso esa muerte para salvar a los hombres de la Muerte.

             Los hombres de nuestro tiempo ya no creen en la existencia del Infierno. Se han construido un mas allá según su propio deseo, de tal modo que sea menos aterrador para su conciencia, merecedora de grandes castigos. Como son discípulos relativamente fieles del Espíritu del Mal, saben que su conciencia retrocedería ante ciertas fechorías, si de verdad creyera en el Infierno tal como lo enseña la Fe; saben qué, si cometieran esa fechoría, su conciencia volvería a si misma y por el remordimiento, llegaría a arrepentirse, por el miedo volvería a arrepentirse y arrepintiéndose, encontraría el camino para volver a Mí.

                 Su maldad, que les enseña Satanás – del que son siervos o esclavos, según su adhesión a los deseos e instigaciones del Maligno – no admite esos retrocesos y esos regresos. Por eso anula la creencia en el Infierno tal como es y construye otro – si es que se decide a  hacerlo – que no es mas que una pausa para tomar impulso hacia nuevas elevaciones futuras.

                E insiste en esta opinión hasta creer sacrílegamente que el mayor pecador de la humanidad puede redimirse y llegar a Mí a través de fases sucesivas. Hablo de Judas, el hijo predilecto de Satanás; el ladrón, tal como está escrito en el Evangelio el que era concupiscente de gloria humana, tal como Yo lo defino; el Iscariote que, por la sed insaciable de la triple concupiscencia, se convirtió en mercante del Hijo de Dios y que me entregó a los verdugos por treinta monedas y la señal de un beso: un valor monetario irrisorio y un valor afectivo infinito.

                 No; si él fue el sacrílego por excelencia, Yo no lo soy. Si él fue el injusto por excelencia, Yo no lo soy. Perdonar a Judas sería un sacrilegio hacia mi Divinidad, que traicionó; sería una injusticia hacia todos los demás hombres que, en todo caso, son menos culpables que él y que, aún así, son castigados por sus pecados; sería despreciar mi Sangre y sería en fin, faltar a mis leyes.

               Yo, Dios uno y Trino, he dicho que lo que está destinado al Infierno quedará en él eternamente, porque de esa muerte no se surge a una nueva resurrección. He dicho que ese fuego es eterno y que acogerá a todos los que cometieron escándalos e iniquidades. Y no creáis que esto dure hasta el fin del mundo. 

            No; al contrario, tras la tremenda reseña, esa morada de llanto y de tormento se hará mas despiadada, porque el infernal solaz que aún se concede a sus huéspedes – poder dañar a los vivos y ver precipitar en el abismo a nuevos condenados – ya no será posible y la puerta del abominable reino de Satanás será remachada y clausurada por mis ángeles para siempre, para siempre; será ése un siempre cuyo número de años no tiene número; un siempre tan ilimitado que, si los granillos de arena de todos los océanos de la tierra se convirtieran en años, formarían menos de un día del mismo, de esa inconmensurable eternidad mía, hecha de luz y gloria en las alturas para los benditos; de tinieblas y horror en el abismo para los malditos.

         Te he dicho que el Purgatorio es fuego de amor. Y que el Infierno es fuego de rigor.

         El Purgatorio es un lugar en el cual expiáis la carencia de amor hacia el Señor Dios vuestro mientras pensáis en Dios, cuya Esencia brilló ante vosotros en el instante del juicio particular y despertó en vosotros un incalmable deseo de poseerla. A través del amor, conquistáis el Amor y por niveles de caridad cada vez mas viva, laváis vuestras vestiduras hasta hacerlas cándidas y brillantes para entrar en el Reino de la Luz, cuyos fulgores te hice ver días atrás.

            El infierno es un lugar en el cual el pensamiento de Dios, el recuerdo de Dios entrevisto en el Juicio particular no es, como para los que están en el Purgatorio, deseo santo, nostalgia dolorida mas plena de esperanza, esperanza colmada de serena espera, de segura paz, que será perfecta cuando llega a convertirse en conquista de Dios, pero que ya va dando al espíritu que purga sus faltas una jubilosa actividad purgativa, porque cada pena, cada instante de pena, le acerca a Dios su único amor. En cambio, en el Infierno, el recuerdo de Dios es remordimiento, es resquemor, es tormento, es odio; odio hacia Satanás, odio hacia los hombres, odio hacia sí mismos.

         Tras haber adorado en la vida a Satanás en vez de a Mí, ahora que lo poseen y ven su verdadero aspecto, que ya no oculta bajo la hechicera sonrisa de la carne, bajo el brillante refulgir del oro, bajo el poderoso signo de la supremacía, ahora le odian porque es la causa de su tormento.

        Tras haber adorado a los hombres – olvidando su dignidad de hijos de Dios – hasta llegar a ser asesinos, ladrones, estafadores, mercantes de inmundicias por ellos, ahora que se encuentran con esos patrones por los que mataron, robaron, estafaron, vendieron el propio honor y el honor de tantas criaturas infelices, débiles, indefensas – que convirtieron en instrumento de la lujuria, un vicio que las  bestias no conocen, pues es atributo del hombre envenenado por Satanás – ahora, les odian porque son causa de su tormento        
          Tras haberse adorado a si mismos otorgando todas las satisfacciones a la carne, a la sangre, a los siete apetitos de su carne y de su sangre y haber pisoteado la Ley de Dios y la ley de la moralidad, ahora se odian porque ven que son la causa de su tormento.

          La palabra “Odio”  tapiza ese reino inconmensurable; ruge en esas llamas; brama en las risotadas  de los demonios; solloza y aúlla en los lamentos de los condenados; suena, suena y suena como una eterna campana que toca a rebato; retumba como un eterno cuerno pregonero de muerte; colma todos los recovecos de esa cárcel; es, por si misma tormento porque cada sonido suyo renueva el recuerdo del Amor perdido para siempre, el remordimiento de haber querido perderlo, la desazón de no poder volver a verlo jamás.

           Entre esas llamas, el alma muerta, al igual que los cuerpos arrojados a la hoguera o en un horno crematorio, se retuerce y grita como si la animara de nuevo una energía vital y se despierta para comprender su error, y muere y renace al instante en medio de atroces sufrimientos, porque el remordimiento la mata con una maldición y la muerte la vuelve a la vida para padecer un nuevo tormento. El delito de haber traicionado a Dios en el tiempo terrenal está integralmente frente al alma en la eternidad; el error de haber rechazado a Dios en el tiempo terrenal está presente integralmente para atormentarle en la eternidad.

           En el fuego, las llamas simulan los espectros de lo que adoraron la vida terrena, por medio de candentes pinceladas las pasiones se presentan con las mas apetitosas apariencias y vociferan, vociferan su memento:”Quisiste el fuego de las pasiones. Experimenta ahora el fuego encendido por Dios, cuyo santo Fuego escarneciste”.

          A fuego corresponde fuego. En el Paraíso es fuego de amor perfecto. En el Purgatorio es fuego de amor purificador. En el Infierno es fuego de amor ultrajado. Dado que los que están en el  Purgatorio amaron débilmente, el Amor se hace llama  para llevarles a la Perfección. Dado que los malditos ardieron en todos los fuegos menos que en el Fuego de Dios, el fuego de la ira de Dios les abrasa por la eternidad. Y en ese fuego hay hielo.

       ¡Oh, no podéis imaginar lo que es el Infierno! Tomad fuego, llamas, hielo, aguas desbordantes, hambre, sueño, sed, heridas, enfermedades plagas, muerte, es decir todo lo que atormenta al hombre en la tierra, haced una única suma y multiplicadla millones de veces. Tendréis solo una sombra de esa tremenda verdad.

       Al calor abrasador se mezcla el hielo sideral. Los condenados ardieron en todos los fuegos humanos y tuvieron solo hielo espiritual para con el Señor su Dios. Y el hielo les espera para congelarles una vez que el fuego les haya sazonado como a los pescados puestos a asar en las brasas. Este pasar del fuego que derrite al hielo que condensa es un tormento en el tormento.

       ¡Oh, no es un lenguaje metafórico, pues Dios puede hacer que las almas, ya bajo el peso de las culpas cometidas, tengan una sensibilidad igual a la de la carne, aun antes de que vuelvan a vestir dicha carne! Vosotros no sabéis y no creéis. Mas en verdad os digo que os convendría más soportar todos los tormentos de mis mártires que una hora en esas torturas infernales.

           El tercer tormento será la oscuridad, la oscuridad material y la oscuridad espiritual. ¡Será permanecer para siempre en las tinieblas tras haber visto la luz del paraíso y ser abrazado por la Tiniebla tras haber visto la Luz que es Dios! ¡Será debatirse en ese horror tenebroso en el que solamente se ilumina, por el reflejo del espíritu abrasado, el nombre del pecado que les ha clavado en dicho horror! Será encontrar apoyo en ese revuelo de espíritus que se odian y se dañan recíprocamente, sólo en la desesperación que les enloquece y cada vez más les hace malditos. Será nutrirse de esa desesperación, apoyarse en ella, matarse con ella. Está dicho: La  muerte nutrirá a la muerte. La desesperación es muerte y nutrirá a estos muertos eternamente.

           Y os digo que, a pesar de que Yo creé ese lugar cuando descendí a él para sacar del Limbo a los que esperaban mi venida, sentí horror de ese horror. Lo sentí Yo mismo, Dios; y, si no hubiera sido que lo que ha hecho Dios es inmutable por ser perfecto, habría intentado hacerlo menos atroz, porque Yo soy el Amor y ese lugar horroroso produjo dolor en Mí.

           ¡Y vosotros queréis ir allí¡

          ¡Oh hijos, reflexionad sobre esto que os digo! A los enfermos se les da una amarga medicina; a los cancerosos se les cauteriza y cercena el mal. Ésta es para vosotros, enfermos y cancerosos, medicina y cauterio de cirujano. No la rechacéis. Usadla para sanaros. La vida no dura estos pocos días terrenos. La vida comienza cuando os parece que termina, y ya no acaba más.

          Haced que para vosotros la vida se deslice donde la luz y el júbilo de Dios embellecen la eternidad, y no donde Satanás es el eterno Torturador”.






    

miércoles, 3 de octubre de 2012

LAS TERRIBLES CONSECUENCIAS DE LA DESOBEDIENCIA, LA MADRE DE TODOS LOS PECADOS


La Sagrada familia el ejemplo más sublime de Obediencia





Sta Teresita del Niño Jesús es el Ejemplo de obediencia perfecto: "Mon Dieu, je choisis tout ce que vous voulez" (Dios mío yo escojo todo lo que tu quieras). Otro ejemplo de suma obediencia fue el de San José, que siempre obedeció a los mandatos del Señor, sin preguntar, y confiando ciegamente en las directrices transmitidas por el Ángel. La Sagrada familia de Nazaret fue el más sublime ejemplo de obediencia cuando estaban en este mundo: José obedecía a Dios, la Virgen a San José y de niño, Jesús-Dios a la Virgen y a San José.

Este pecado de desobediencia, es común a la mayoría de la gente desde la más alta Jerarquía religiosa, hasta el más humilde pecador, sea hombre, mujer o niño, es un pecado tan sutil y difícil de discernir, que creo sinceramente que casi nadie es inmune a él.

Es por esa razón como un virus, que no se puede combatir con ningún antibiótico, y que solo el tiempo y los “anticuerpos” del alma, que son los dones del Espíritu Santo, atributos creados por Dios, pueden combatirlo y vencerlo.

Esos antídotos, necesarios para evitar la segunda muerte, que es la muerte del alma, son necesarios para "fagocitarlo" y lograr eliminarlo, aportando al alma unas virtudes llamadas humildad y santo temor de Dios, que siempre van unidos entre ellos, son pues la salud del alma, que la libera de ese virus mortal, que es una de las secuelas del pecado original.

La desobediencia que está siempre unida a la soberbia y al amor propio, y es muy difícil de vencer, ya que siempre va envuelta y disfrazada con un manto de una supuesta caridad y de falso amor al prójimo. Se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que el Infierno es la morada de los desobedientes que odian, y el Cielo la de los humildes que aman. El primer desobediente fue el ser que era el más inteligente y sublime de la Creación: Lucifer, que quiere decir “Alférez” de la Luz de Dios, quedó cegado por esa Luz que no era suya, ya que era solo su portador, y quiso para él esa Luz que no le pertenecía.

Ese pecado de orgullo, que es querer arrinconar a Dios, y colocarse en su lugar, y que provenía de un espíritu de un conocimiento y una inteligencia superior a la de los hombres, y que además no cayó por tentación de un ser más inteligente que él, como Adán, sino por “motu-propio”, era una falta abominable e incapaz de toda redención de parte de Dios, porque además era un pecado que nunca tuvo ni tendrá arrepentimiento alguno por parte del ofensor, y por esa razón, tampoco perdón por parte del ofendido. Ese pecado de orgullo y de falta de humildad está en el comienzo de todos los demás defectos, ya que como lo dice la Sagrada Biblia, un abismo de iniquidad llama a otro abismo de pecado y de horror.

Dice San Juan de la Cruz, el Maestro de los místicos: "Más quiere Dios de ti, el menor grado de sujeción y de obediencia, que todas esas obras que quieres hacer". El orgullo engendra el desprecio, el desprecio el odio, y el odio la muerte del alma.


María Valtorta era con la Biblia la lectura de la Madre Teresa de Calcuta, y la del Padre Pío de Pietrelcina que la recomendaba a sus fieles, diciéndoles que debían leer sus escritos.


Dice María Valtorta a su Confesor el Padre Migliorini:

“Siento, con la misma exactitud que si lo hubiera yo vivido, que si la soberbia entrara en mí, todo terminaría. Se lo decía esta mañana. Es una persuasión personal mía, y el Buen Jesús lo confirma diciéndome que “la soberbia mata a todas las virtudes, en primer lugar a la caridad. Conlleva por tanto la pérdida de la Luz de Dios. El soberbio, me explica Jesús, “no trata con sumo respeto al buen Padre de los Cielos, no tiene entrañas de misericordia con los hermanos, se cree superior a las debilidades de la carne y a las reglas de la Ley. Por ello, peca continuamente, y con el mismo pecado que fue la ruina de Lucifer primero, y después de Adán y de la descendencia de Adán. Pero sobre todo mata la Caridad. Destruye por ello la unión con Dios”.


Dice Jesús (29 de Agosto de 1.943)

“Veamos juntos este punto del libro de Samuel: “La obediencia hace más que los sacrificios, mejor la docilidad que la grasa de los carneros. Como pecado de hechicería es la rebeldía y, crimen de idolatría la contumacia (1 S, cap 15º y 22).

La obediencia. La virtud que no queréis practicar. Nacéis y, apenas podéis manifestar un sentimiento, es sentimiento de rebeldía a la obediencia. Vivís siendo desobedientes. Morís aún desobedientes. El Bautismo borra el pecado original, pero no anula la toxina que borra el pecado.

¿Qué ha sido en el fondo el pecado original? Una desobediencia. Adán y Eva han querido desobedecer al Padre Creador, incitados a cumplir ese acto de desamor por el sumo desobediente, el cual se ha hecho demonio rechazando obediencia de amor al Sumo Dios.

Este veneno anida en vuestra sangre y solo una constante voluntad vuestra lo hace incapaz de dañar a vuestro espíritu de manera mortal. Pero, ¡Oh hijos míos!, ¿Qué cosa más meritoria que esta puede ser cumplida por vosotros? Mirad bien.

Todavía es más fácil hacer un sacrificio, una ofrenda, practicar una obra de misericordia, que obedecer constantemente al querer de Dios. Este se os presenta minuto a minuto como agua que fluye o pasa trayendo otras olas de agua, y detrás de estas, otras aún. Y vosotros sois como peces que aún sumergidos en la voluntad de Dios os resbala. Si queréis salir de ella, moriréis, hijos míos. Es vuestro elemento vital. No hay gota de ella que no prevenga de una razón de Amor. Creedlo.

Obedecer es hacer la voluntad de Dios. Esa voluntad que os he enseñado a pedir que se cumpla en el Padre Nuestro y que os he enseñado a practicar con la palabra y el ejemplo, llevado hasta la muerte. No obedecer y rebelarse es cumplir un pecado de magia, dice el libro. En efecto, ¿Qué hacéis rebelándoos? Pecáis Y el pecado, ¿qué produce? Vuestro desposorio con el demonio. ¿No hacéis por lo tanto magia? ¿No os transformáis mágicamente de hijos de Dios en hijos de Satanás?

       No obedecer y no quererse sujetar es como un pecado de idolatría, continúa diciendo el libro. En efecto ¿qué hacéis no sujetándoos? Rechazáis a Dios, rechazando su Voluntad. Lo repudiáis como Padre y Señor. Pero como el corazón del hombre no puede estar sin adorar cualquier cosa en el puesto del Dios verdadero que rechazáis, adoráis vuestro yo, vuestra carne, vuestra soberbia, vuestro dinero; adoráis a Satanás en sus más agudas manifestaciones. He aquí porque os hacéis idólatras. ¿De qué? De dioses de los más horrendos que os tienen esclavos y esclavos desgraciados.

         Venid, venid queridos hijos de mi Amor, venid al yugo paterno que no hace daño, que no oprime, que no degrada, sino que al contrario os sujeta, os guía y os asegura alcanzar el maravilloso Reino donde ya no existe el dolor. El mundo, que quiere desobedecer, no sabe que sería suficiente un acto de obediencia para salvarse. Volver a entrar en el camino de Dios, obedecer, obedecer, volver a encontrar la mano del Padre que bendice y vuelve a sanar, volver a encontrar el corazón del Padre que ama y perdona.

        Pensad, hijos que para volver a daros la gracia perdida, dos Purísimos, dos Inocentísimos, dos Buenísimos, debieron consumar la suma obediencia. La salvación del género humano tuvo en el tiempo, inicio en el “Fiat” de María ante mi Arcángel, y tuvo su término en el “consummatum” de Jesús en la Cruz. Las dos obediencias más dolorosas y las menos obligatorias, porque mi Madre y Yo estábamos por encima de la necesidad de expiar con la obediencia, el pecado.

          Nosotros que no pecamos, hemos redimido vuestro pecado obedeciendo. ¿Y no querréis vosotros, pobres hijos, imitar a vuestro Maestro y obtener misericordia con la obediencia que es prueba de amor y de fe? Más bello y agradable que las mismas iglesias, que me levantáis por voto, es esta flor espiritual del alma, nacida, sobre la tierra, en el corazón del hombre pero que florece en el Cielo, eterna, para vuestra gloria”.





viernes, 28 de septiembre de 2012

SOLO LA CRUZ DEL SALVADOR PUEDE REMEDIAR EL PECADO Y VENCER A SATANÁS , YA QUE NO HAY OTRO MEDIO PARA REDIMIR A LA HUMANIDAD

LA BARRA INFERIOR SIMBOLIZA LA BALANZA
QUE SERVIRÁ PARA JUZGAR A LA HUMANIDAD



Esta cruz ortodoxa representa en la barra horizontal superior la inscripción INRI (Jesús el Rey de los Judíos); la otra barra horizontal es el travesaño donde fueron clavados los brazos de Jesús; la barra inclinada inferior representa en el lado izquierdo la parte superior a San Dimas, y la inferior al mal ladrón llamado Gestas.

Esta cruz simboliza también a la humanidad: en la Parte superior: Cristo el sublime redentor, en la parte superior de la barra inclinada, la humanidad redimida que ha soportado sus padecimientos sin acritud, acordándose de Cristo, y en la parte inferior de la barra, la humanidad réproba, que ha maldecido a Jesús por los sufrimientos y las pruebas de la vida.


De los cuadernos de María Valtorta 
(Dictado del 19 de Agosto de 1.944)
           

Dice Jesús:
         “Escribe:
         “¡Oh, Señor!, sé que en los días que me haces llorar más, me haces ganar más. Por eso te agradezco que me hagas llorar.
          ¡Oh, Señor!, sé que que en los días que me haces sufrir más, me haces aliviar más los dolores ajenos. Por eso, te agradezco que me hagas sufrir.
          ¡Oh, Señor!, sé que en los días que me haces angustiar más porque te escondes, Tú vas junto a un pobre hermano mío que está perdido. Por eso te agradezco esta angustia.
           ¡Oh, Señor!, sé que en los días que vuelcas sobre mí la onda amarga de la desolación, te entrego a un hermano desesperado. Por eso te agradezco esta onda amarga.

           ¡Oh, Señor!, sé que las tinieblas que me enceguecen, que el hambre que me hace languidecer, que la sed que me hace morir por Ti, debido a Ti, sirven para que, como Luz, Fuente, Alimento, vuelvas a darte al que muere por todas las muertes. Por eso te agradezco mis tinieblas, mi hambre, mi sed.
           ¡Oh, Señor!, sé que mis muertes espirituales en tu cruz significan resurrección para otros tantos muertos en tu cruz. Por eso, te agradezco que me hagas morir.

           Porque creo, ¡oh, Señor!, que todo lo que me haces es para mi bien, tiene como fin el bien, es para gloria de Dios, el Bien Supremo; porque creo que encontraré de nuevo todo esto cuando el verte me haga olvidar todo el  dolor que sufrí; porque creo que mi gozo aumentará con cada sufrimiento; porque creo que para las “víctimas” no hay justicia sino solamente Amor; porque creo que nuestro encuentro se concretará en una sonrisa, en un beso, tu beso, Jesús-Amor, que enjugará completamente las huellas de mi llanto; porque creo todo esto, te agradezco por mis innumerables espinas y te amo aún con mayor amor.

          Tú no me has dado el papel de María, que es el mejor, sino tu mismo papel, que es el perfecto, pues es el Dolor.   
         Gracias, Jesús”.
        
           Tienes que decir esto, pero no con los labios, sino con el espíritu persuadido de tal verdad, que te indica quien encarna la Verdad.
            Si para darte un eterno futuro más bello hubiera conocido un camino menos penoso. Lo habría elegido para ti, porque te amo; pero ese camino no existe. Por lo tanto te he dado este por un motivo de infinito Amor.

            Cada lágrima derramada con constante adhesión a la voluntad de Dios, cada lágrima derramada con amor por El que te la pide, cada lágrima que se ha sabido ofrecer, se adorna con el nombre de una obra cumplida por quien llora o de una criatura a la que éste ha llevado a la salvación.

             El llanto no significa culpa. Es un tributo a nuestra condición. La defino “nuestra” porque tu Dios fue también Hombre y lloró y María – la que no albergó miserias por ser inmaculada – lloró porque, siendo Corredentora, tuvo que vivir el dolor que, sin embargo, no le correspondía. Lloraron pues el hombre y la Mujer. Puedes llorar también tú, que eres un alma abrazada a Dios, pero que no eres ni divina ni inmaculada.

             Lo esencial es saber llorar sin que el llanto se convierta en pecado es decir, que sea un llanto sin acrimonia, y haciendo del llanto una moneda para rescatar a los esclavos que Satanás mantiene atados a su galera.
            
            ¡Salva, salva! Y no temas. Dios está contigo”.
        
          
                                       



miércoles, 26 de septiembre de 2012

I/ LA INCREÍBLE PACIENCIA Y MISERICORDIA DE DIOS, QUE LLORA PORQUE ESTÁ INCOMPRENDIDO



NUNCA EN ESTE MUNDO PODREMOS LLEGAR A ENTENDER
LA ENORME DIFERENCIA QUE EXISTE ENTRE
EL PECADO Y LA VIRTUD


Discusión y mal humor de los Apóstoles que se encuentran perdidos en un barrizal, palabras amargas contra Jesús, Paciencia infinita del Maestro, que en su humildad, aguanta todos los reproches.

Encuentro con un individuo que odia a Jesús por lo que ha oído decir de los Fariseos, Él lo amansa al ofrecerse como víctima propiciatoria. 

Refugio de Jesús y los discípulos en una gruta en donde Jesús queda toda la noche despierto mientras los Apóstoles duermen, ocupándose de calentarlos con una hoguera y llevándoles paja caliente. Recuerdos de la gruta de Belén.

Discurso de Jesús con sus discípulos, en donde se puede apreciar la insondable profundidad del abismo de su amor hacia los hombres.

Encuentro en el camino a una mujer tirada en el suelo, la Rosa de Jericó, con el vestido de leprosa, enferma y desechada, y que tenía una enfermedad venérea provocada por su lujurioso marido que la había repudiado, Jesús le pide el perdón para su marido.

Ejemplos asombrosos de sublima Paciencia, Bondad y Caridad de Jesús-Dios para enemigos y discípulos.



EL MALHUMOR DE LOS APÓSTOLES Y EL DESCANSO EN UNA GRUTA

(Del Evangelio tal como me ha sido revelado de María Valtorta)


La llanura del lado oriental del Jordán, debido a las continuas lluvias, parece haberse convertido en una laguna, especialmente en el lugar en que se encuentran ahora Jesús y los Apóstoles.

      (…) El grupo apostólico está ahora entre los dos últimos torrentes, que además se han desbordado y han ocupado las zonas contiguas a sus orillas, ampliando así su lecho; especialmente el que está al sur, imponente por la masa de agua que trae de las montañas, que rumorea, turbia, en dirección al Jordán, cuyo rumor a su vez, se oye fuerte, especialmente en las zonas en que los meandros naturales – podría decir, los estrechamientos que presenta continuamente – o la desembocadura de un afluente producen una excesiva acumulación de aguas. Pues bien, Jesús está dentro de este triángulo truncado, formado por tres cursos de agua crecidos, y salir de ese pantano, no es cosa fácil.

El humor apostólico está más turbio que el día. Con eso está todo dicho. Todos quieren dar su opinión. Dicen todas las cosas que se les ocurre, bajo la apariencia de un consejo, pero es una crítica. Es la hora de los: “Ya lo había dicho yo”, “si se hubiera hecho como lo aconsejaba”… palabras que tanto hieren para una persona que haya cometido un error, y que por esa razón, ya se encuentra muy abatido.

Aquí se oye: “Habría sido mejor cruzar el río a la altura de Pel.la y luego ir por la otra parte, que es menos dificultosa”, o: “¡Hubiera convenido tomar aquel carro! Si, hemos cumplido, ¿pero luego?...”, y también: “¡Si nos hubiéramos quedado en los montes, no habría este barro!”.

Juan dice: “Sois los profetas de las cosas realizadas. ¿Quién podía prever esta lluvia insistente?”.
“En su tiempo. Era natural” sentencia Bartolomé.
“Los otros años, no ha sido así antes de la Pascua. Cuando fui donde vosotros, el Cedrón no estaba crecido, y el año pasado hemos tenido incluso tiempo seco. Vosotros que os quejáis, ¿no os acordáis de la sed que pasamos en la llanura filistea?” dice el Zelote.
“¡Claro! ¡Natural! ¡Hablan los dos sabios y nos contradicen!” dice con ironía Judas de Keriot.
“Tú, cállate por favor, solo sabes llevar la critica. Pero, en los momentos importantes, cuando hay que hablar con algún fariseo o similar, te quedas callado como si tuvieras trabada la lengua” le dice, inquieto, Judas Tadeo.

“Sí. Tienes razón. ¿Porque no has replicado ni una palabra a esas tres serpientes en el último pueblo? Sabías que habíamos estado también en Yiscala y en Meirón, respetuosos y obsequiosos; y que allí quiso ir Él, justamente Él, que honra a los grandes rabíes difuntos. ¡Pero no has hablado! Sabes como exige de nosotros respeto a la Ley y a los sacerdotes. ¡Pero no has hablado! Hablas ahora. Ahora, porque hay  alguna ironía que hacer sobre los mejores de entre nosotros, y críticas por hacer a las acciones del Maestro” dice, en tono apremiante, Andrés que normalmente es paciente, pero que hoy se manifiesta muy nervioso.

“Calla tú. Judas está equivocado. Él, que es amigo de muchos, demasiados, samaritanos…” dice Pedro.
“¡Yo! ¿Quiénes son? Dime sus nombres, si puedes”.
“¡Sí, si, amigo! Todos los fariseos, saduceos y gente influyente de cuya amistad te jactas. ¡Se ve que te conocen! A mi no me saludan nunca. A ti, sí”.
“¡Estás celoso! Bueno, yo pertenezco al Templo y tú no”.
“Por gracia de Dios soy un pescador. Sí, y me glorío de ello”.
“Un pescador tan necio, que no ha sabido ni siquiera prever este tiempo”.
“¿No? Ya lo dije: “Luna de Nisán mojada, agua a cantaradas” sentencia Pedro.
“¡Ah! ¡Aquí te quería ver! ¿Y tú qué opinas, Judas de Alfeo? ¿Y tú, Andrés? ¡También Pedro, el Jefe, critica al Maestro!”.
“Yo no critico absolutamente a ninguno. Estoy diciendo un proverbio”.
“Que, para quien lo oye, significa crítica y reproche”.

“Sí… pero todo esto no sirve para secar la tierra, me parece. Ya estamos aquí, y aquí debemos estar. Vamos a reservar el aliento para desencajar los pies de este barrizal” dice Tomás.
¿Y Jesús? Jesús guarda silencio. Va un poco adelantado, chapoteando en el lodo, o buscando pedazos de tierra con hierba no sumergidos. Pero también al pisarlos, salpican agua hasta la mitad de las espinillas, como si el pié hubiera pisado una charca, en vez de una mata de hierba. Guarda silencio, les deja hablar descontentos, enteramente humanos, nada más que hombres a quienes la mínima molestia vuelve irascibles e injustos.

Ya está cerca el río más meridional. Jesús, viendo pasar a lo largo del ribazo inundado a un hombre a lomos de un mulo, pregunta: “¿Dónde está el puente?”.
“Más arriba. Yo también tengo que cruzarlo. El otro, aguas abajo, el romano está ya anegado”.
Otro coro de quejas… Pero se apresuran a seguir al hombre, que habla con Jesús.

“De todas formas, te conviene subir hacia las colinas” dice. Y termina: “Vuelve al llano cuando encuentres el tercer arroyo después del Yaloc. Tendrás ya cerca el vado. Pero apresúrate. No te detengas. Porque el río crece cada vez más. ¡Qué estación más horrible! Primero el hielo, luego el agua. Y fuerte como ahora. Un castigo de Dios. ¡Pero es justo! Cuando no se apedrea a los blasfemos de la Ley, Dios castiga. ¿Y tenemos ese tipo de blasfemos! ¿Tú eres Galileo, no es verdad? Entonces, tú conocerás a ese de Nazaret del que todos los buenos se separan porque provoca todos los males. ¡Atrae a las potencias destructoras con su palabra! ¡Los castigos! Hay que oír lo que cuentan de Él los que le seguían.

Tienen razón los fariseos en perseguirle. ¡Qué gran ladrón tiene que ser! Debe de dar miedo como Belcebú. Me vinieron ganas de ir a escucharle, porque antes me habían hablado muy bien de Él. Pero… eran discursos de los de su banda. Todos gente sin escrúpulos como Él. Los buenos le abandonan. Y hacen bien. Yo, por mi parte, no trataré nunca más de verle. Y si coincide en mi camino, le apedreo, como así se debe hacer con los blasfemos”.

Apedréame entonces. Soy Yo, Jesús de Nazaret. No huyo ni te maldigo. He venido para redimir el mundo derramando mi Sangre. Aquí me tienes. Sacrifícame, pero hazte justo”.
Jesús dice esto abriendo un poco los brazos, hacia abajo; lo dice lentamente, mansamente, con tristeza. Pero, si hubiera maldecido al hombre, no le habría impresionado más.  Éste, tira tan bruscamente de los ramales, que el mulo pega una reparada que, por poco si no se cae por el ribazo al río crecido. Jesús agarra el bocado y sujeta el animal, a tiempo de salvar hombre y mulo.
El hombre no hace sino repetir: “¡Tú! ¡Tú!...” y, viendo el movimiento que le ha salvado, grita: “Pero si te he dicho que te apedrearía… ¿No comprendes?”.
“Y Yo te digo que te perdono y que sufriré también por ti para redimirte. Esto es el Salvador”.
El hombre le mira todavía; luego da un golpe de talón en el costado del mulo y se marcha veloz… Huye… Jesús agacha la cabeza…

Los Apóstoles sienten la necesidad de olvidarse del barro, la lluvia y todas las otras miserias, para consolarle. Le circundan y dicen: “¡No te aflijas! No tenemos necesidad de bandidos. Y ese lo es. Porque solo una persona mala puede creer que son verdaderas las calumnias que dicen de Ti, y tener miedo de Ti”.
“De todas formas” dicen también: “¡que imprudencia, Maestro! ¿Y si te hubiera agredido? ¿Por qué decir que eras Tú Jesús de Nazaret?”.
“Porque es la verdad… Vamos hacia las colinas, como ha aconsejado. Perderemos un día, pero vosotros saldréis del pantano”.
“También Tú” objetan.

“¡Para Mí no cuenta! El pantano que me cansa es el de las almas muertas” y dos lágrimas gotean de sus ojos.
“No llores, Maestro. Nosotros nos quejamos, pero te queremos. ¡Si encontramos a los que te difaman!... Nos vengaremos”.
“Vosotros perdonaréis como perdono Yo. Pero dejadme llorar. ¡Al fin y al cabo, soy el  Hombre! Y que me traicionen, que renieguen de Mí, que me abandonen, me causa dolor”.
“Míranos a nosotros, a nosotros. Pocos pero buenos. Ninguno de nosotros te traicionará ni te abandonará. Créelo, Maestro”.
“¡Ciertas cosas no hay ni que decirlas! ¡Pensar que podamos cometer una traición es una ofensa a nuestra alma!” exclama Judas Iscariote.
Pero Jesús está afligido. Guarda silencio. Y ruedan lentas lágrimas por las pálidas mejillas de un rostro cansado y enflaquecido.

Se acercan a los montes. “¿Vamos a subir allá arriba, o solo vamos a ir por las faldas de los montes? Hay pueblos a mitad de la ladera. Mira. De esta parte del río y de la otra” le indican.
“Está cayendo la tarde. Vamos a tratar de llegar a un pueblo. Da lo mismo el que sea”.
Judas Tadeo, que tiene muy buenos ojos, escruta las laderas. Se acerca a  Jesús. Dice: “En caso de necesidad, hay grietas en el monte. ¿Las ves allí? Nos podemos refugiar en ellas. Siempre será mejor que el barro”.
“Encenderemos fuego” dice Andrés queriendo consolar.
“¿Con la leña húmeda?” pregunta con ironía Judas de Keriot.

Ninguno le responde. Pedro susurra: “Bendito el Eterno porque no están con nosotros ni las mujeres ni Margziam”.
Pasan el puente – verdaderamente prehistórico - , qué está justo en los límites del valle. Toman el lado meridional de éste, por un camino de herradura que lleva a un pueblo. Las sombras descienden rápidamente; tanto que deciden refugiarse en una amplia gruta para huir de un violento chaparrón. Quizás es una gruta que sirve de refugio a los pastores, porque hay paja, suciedad y un tosco hogar.

“Como cama no sirve. Pero para hacer fuego…” dice Tomás, señalando los ramajes sucios y desmenuzados que hay por el suelo desperdigados; y helechos secos y ramas de enebro de otra planta similar. Y los arrima al hogar ayudándose de un palo. Los amontona. Prende fuego.
Humo y hedor, junto a olor de resina y enebro, se desprenden del fuego. Y, no obstante se agradece ese calor; todos hacen un semicírculo y comen pan y queso a la luz móvil de las llamas.

“De todas formas se podía haber intentado en el pueblo” dice Mateo, que está ronco y resfriado.
“¡Sí, ya! ¿Para repetir la historia de hace tres noches? De aquí no nos echa nadie. Estamos sentados en aquella leña y hacemos fuego hasta que podamos. Ahora que se ve, ¡Hay leña en cantidad!, ¿eh? ¡Mira, mira también paja!... Es un redil. Para verano o para cuando trashuman. ¿Y por aquí, a donde se va? “Coge una rama encendida, Andrés, que quiero ver”, ordena Pedro, mientras se mueve buscando hacer algún descubrimiento.

Andrés obedece. Se meten por una estrecha hendidura que hay en una pared de la gruta.
“¡Tened cuidado, no vaya a haber algún animal peligroso!” gritan los otros. “O leprosos” dice Judas Tadeo.
          Al cabo de poco, llega la voz de Pedro. “¡Venid! ¡Venid! Aquí se está mejor. Está limpio y seco, y hay bancos de madera, y leña para el fuego. ¡Es un palacio para nosotros! Traed ramas encendidas, que hacemos fuego inmediatamente”.

Debe ser, si, un refugio de pastores: esta es la gruta donde duermen los que están de descanso, mientras que en la otra velan los que, por turno, vigilan el rebaño. Es una excavación en el monte, mucho más pequeña, quizás hecha por el hombre, o por lo menos ampliada y reforzada con palos, colocados para sujetar la bóveda. Una campana de chimenea primitiva se pliega en forma de gancho hacia la primera gruta, para aspirar el humo, que sino, no tendría salida. Contra las paredes toscos bancos y paja; es éstas hay clavados unos ganchos para colocar lámparas y la paja y dice. “Y ahora, un poco cada uno, dormimos y nos turnamos para mantener el fuego vivo. Para ver y estar calientes. ¡Que gracia de Dios!”.

Judas barbota entre dientes. Pedro se vuelve resentido: “Respecto a la gruta de Belén, donde nació el Señor, esto es un palacio; si Él nació allí, nosotros podremos estar una noche aquí”.
“También es más bonita que las grutas de Arbela. Allí lo único hermoso que había era nuestro corazón, que era mejor que ahora” dice Juan, internándose en un místico recuerdo suyo.
“También es mucho mejor que la que hospedó al Maestro para prepararse a la predicación” dice en tono severo el Zelote, mirando a Judas Iscariote como diciéndole: “¡Ya está bien, ¿no?!.

Jesús, por último, abre su boca y dice. “Y es, sin comparación, más caliente y cómoda que en la que hice penitencia por ti, Judas de Simón, el pasado Tébet”.
“¿Penitencia por mí? ¿Por qué? ¡No hacía falta!”.
“Verdaderamente, deberíamos tú y Yo pasar la vida en penitencia para liberarte de todo lo que te grava. Y no sería suficiente todavía”.
La sentencia, muy decidida aunque haya sido dada con serenidad, cae como un rayo en el grupo atónito… Judas baja la cara y se retira a un rincón. No tiene la audacia de reaccionar.
“Yo me quedo despierto. Me encargo del fuego. Dormid vosotros” ordena Jesús pasado un rato.
Y, poco después, a los chasquidos de la leña se une la respiración pesada de los doce cansados, echados entre paja encima de los toscos bancos.

Y Jesús, si la paja se cae y los deja descubiertos, se levanta y vuelve a extenderla encima de los durmientes, amoroso como una madre. Y llora incluso mientras contempla los rostros herméticos de algunos en el sueño, o plácidos o contrariados. Mira a Judas Iscariote, que parece sonreír maliciosamente incluso en el sueño, torvo, con los puños cerrados… Mira a Juan, que duerme con una mano debajo de la cara, velado el rostro con sus rubios cabellos, róseo, sereno como un niño en la cuna. Mira el rostro honesto de Pedro y el grave de Natanael, el virolento del Zelote, el rostro aristocrático de su primo Judas, y se detiene largamente a mirar a Santiago de Alfeo, que es un José de Nazaret muy joven.

Sonríe al oír los monólogos de Tomás y Andrés, que parecen hablar al Maestro. Tapa muy bien a Mateo, que respira con dificultad, cogiendo más paja para que esté caliente; paja que extiende encima de sus pies después de haberla calentado al fuego. Sonríe al oír a Santiago proclamar: “Creed en el Maestro y tendréis la Vida”… y continuar predicando a personajes de sueño. Y se inclina a recoger una bolsa donde Felipe conserva entrañables recuerdos, y se la coloca despacio debajo de la cabeza. En los intervalos medita y ora…

El primero en despertarse es el Zelote. Ve a Jesús todavía cerca del fuego encendido en la gruta ya bien caliente. Y por el montón de la leña, reducido a una miseria, comprende que han pasado muchas horas. Baja de su yacija y se acerca de puntillas a Jesús. “¿Maestro, no vienes a dormir? Velo yo”.
“Ya amanece, Simón. Hace poco he ido allí y he visto que el Cielo se está aclarando”.
“Pero, ¿por qué no nos has llamado? ¡Tú también estás cansado!”.
“Simón, tenía mucha necesidad de pensar… y de orar” y le apoya la cabeza sobre el pecho.
El Zelote, en pie, junto a Él, sentado, le acaricia, y suspira. Pregunta: “¿Pensar en qué, Maestro? Tú no tienes necesidad de pensar. Tú sabes todo”.

“Pensar no en lo que debo decir, sino en lo que debo hacer. Estoy desarmado frente al mundo astuto, porque no tengo ni la malicia del mundo, ni la astucia de Satanás. Y el mundo me vence… Y estoy muy cansado…”.
“Y apenado. Y nosotros contribuimos a ello, Maestro bueno inmerecido por nuestra parte. Perdóname a mí y a mis compañeros. Lo digo por todos”.
“Os amo mucho… Sufro mucho… ¿Por qué tantas veces no me comprendéis?”.
El bisbiseo de los dos despierta a Juan, que es el que está más cerca. Abre sus ojos zarcos, mira a su alrededor extrañado, luego recuerda y, enseguida, se pone de pie, y se acerca por detrás a los dos que están hablando.

Por este motivo, oye las palabras de Jesús: “Para que todo el odio y las incomprensiones se transformaran en una insignificancia soportable, me bastaría vuestro amor, vuestra comprensión… Pero vosotros no me comprendéis… Y esta es mi primera tortura. ¡Es dura! ¡dura! Pero no tenéis culpa de ella. Sois hombres… Será vuestro dolor el no haberme comprendido, cuándo ya no podáis repararlo… Por eso, y porque entonces expiareis las superficialidades de ahora, las mezquindades de ahora, las cerrazones de ahora, Yo os perdono y digo anticipadamente: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen, ni el dolor que me causan”.

Juan cae delante y de rodillas, y abraza las rodillas de su Jesús afligido, y ya está para llorar, cuando susurra: “¡Oh, Maestro mío!”.

El Zelote, que sigue teniendo en su pecho la cabeza de Jesús, se inclina a besarle en los cabellos y dice: “¡Y, a pesar de todo, te queremos mucho! Solo que pretenderíamos de Ti una capacidad de defenderte, de defendernos, de triunfar. Nos deprime de verte hombre, sujeto a los hombres, a las inclemencias, a la miseria, a la maldad, a las necesidades de la vida… Somos unos necios. Pero así es. Para nosotros eres el Rey, el Triunfador, al Dios. No logramos comprender la sublimidad de tu renuncia a tanto por amor nuestro. Porque Tú sabes solo amar. Nosotros no sabemos…”.

“Sí, Maestro: Simón ha hablado bien. No sabemos hablar como ama Dios: Tú. Y lo que es infinita bondad, infinito amor, lo interpretamos como debilidad y nos aprovechamos de ello… Aumenta nuestro amor; aumenta tu amor, Tú que eres su fuente; hazle desbordarse como ahora se desbordan los ríos; empápanos, satúranos de amor, como están los prados en todo el valle. No son necesarios la sabiduría, el coraje, la austeridad, para ser perfectos como Tú quieres. Basta con tener amor… Señor, yo me acuso por todos: no sabemos amar”.

Vosotros, los dos que más comprenden, os acusáis. Sois la humildad. Y la humildad es amor. Pero también los otros tienen solo una barrera para ser como vosotros. Y Yo la abatiré. Porque, efectivamente soy Rey, Triunfador y Dios. Eternamente. Pero ahora soy el Hombre. Mi frente pesa ya bajo el suplicio de mi corona. Siempre ha sido una corona torturadora el ser Hombre… Gracias, amigos. Me habéis consolado. Porque esto tiene de bueno el ser hombres: tener una madre que ama y amigos sinceros. Ahora vamos a despertar a los compañeros. Ya no llueve. Los mantos están secos. Los cuerpos descansados. Comed y nos ponemos en marcha”.

Alza la voz lentamente, hasta que “nos ponemos en marcha” es una orden firme. Todos se levantan y manifiestan su contrariedad por haber dormido todo el tiempo, mientras Jesús velaba. Se arreglan un poco, comen, cogen los mantos, apagan el fuego y salen al sendero húmedo, y empiezan a bajar hasta el camino de herradura, que tiene el suficiente desnivel como para no ser un mar de lodo. La luz todavía es poca, porque no hay sol ni el cielo está claro. Suficiente de todas formas para ver.