MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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lunes, 7 de marzo de 2016

ESTREMECEDOR RELATO DEL MARTIRIO DE SANTAS PERPETUA Y FELICIDAD, CUYA FIESTA CELEBRAMOS HOY





Evangelio según San Lucas (14, 25-27):

Como le seguía mucha gente, se volvió y les dijo: "Si alguno viene a Mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser discípulo Mío. El que no carga con su cruz y viene en pos de Mí, no puede ser discípulo Mío".




Dictado 1º de Marzo de 1.944 de los Cuadernos 
de María Valtorta

Están las mártires para entrar en la arena para ser inmoladas. Perpetua, después de escuchar a su padre, que le suplica para que reniegue de su Fe para salvarse ella y su hijo que tenía en brazos, dice:

“Permanezco fiel a mi Señor por el amor que siento por ti y por él. Ninguna gloria terrena otorgará a tu cabeza blanca y a este inocente tanta dignidad como mi muerte. Vosotros alcanzaréis la Fe ¿Entonces, que diríais de mí si, por la vileza de un momento, hubiera renunciado a la Fe? Para triunfar, mi Dios no tiene necesidad de mi sangre ni de tus lágrimas. Pero en cambio, tú tienes necesidad de la sangre y el llanto para alcanzar la Vida. Y también ese inocente los necesita para permanecer en ella. Por la vida que me diste por el júbilo que mi hijo me ha dado, obtengo para vosotros la Vida verdadera, eterna, bienaventurada.

No, mi Dios no enseña el desamor hacia los padres y hacia los hijos. Enseña el amor verdadero. Padre, en este momento el dolor te hace delirar. Pero, luego la Luz se hará en ti y me bendecirás. Desde el Cielo, yo te la enviaré. En cuanto a este inocente, no es que le ame menos ahora que le he dado mi sangre para nutrirle. Si la crueldad pagana no se hubiera ensañado contra nosotros, los cristianos, habría sido para él una madre amantísima y él habría sido la finalidad de mi vida.

Pero Dios es más grande que la carne que ha nacido de mí y el amor que hay que consagrarle es infinitamente mayor. Ni siquiera en nombre de la maternidad puedo posponer el amor hacia Él por el amor de una criatura. No. No eres el esclavo de tu hija. sigo siendo, siempre tu hija, que te obedece en todo menos en esto: en renunciar por ti al verdadero Dios. Deja que se cumpla la voluntad humana. Y, si me amas, sígueme en la Fe. En ella encontrarás a tu hija, y será para siempre, porque la verdadera Fe concede el Paraíso y mi Pastor Santo ya me ha dado la bienvenida en su Reino”.

Aquí cambia la visión, porque veo entrar en la celda a otros personajes: son tres hombres y una mujer muy joven. Se besan y abrazan recíprocamente. También entran los carceleros para llevarse al hijo de Perpetua. Esta vacila como si hubiera recibido un golpe. Pero reacciona...

Su compañera la consuela, le dice: “Yo también he perdido a mi criatura. Pero no está perdida. Dios ha sido bueno conmigo. Me ha concedido que le engendrase para El y su bautismo se engalana con mi sangre como con piedras preciosas. Era una niña… hermosa como una flor. También tu niño es hermoso, Perpetua. Pero para hacerles vivir en Cristo, estas flores necesitan nuestra sangre. De este modo les daremos doblemente la vida”.

Perpetua coge al pequeñuelo, que había acostado en el jergón y que ahora duerme contento y saciado, y se lo da al padre, tras haberle besado levemente para no despertarlo. Luego le bendice, baña sus dedos en las lágrimas que brotan de sus ojos y traza una cruz sobre la frente y otra sobre las manecítas, sobre los piececítos, sobre el pecho. Hace todo esto con tal dulzura, que el niño sonríe en el sueño como si recibiera una caricia.

Luego los condenados salen, los soldados les rodean y les acompañan a una oscura cavea de un anfiteatro a la espera del martirio. Transcurren las horas rezando y cantando himnos sacros y exhortándose recíprocamente al heroísmo.

Ahora me parece que también yo estoy en ese anfiteatro, que ya he visto antes. Está abarrotado de gente de piel oscura, aunque también hay muchos romanos. La multitud rumorea sobre las gradas, se agita. A pesar del velario que han tendido de la parte que da al sol, la luz es intensa.

Me parece que en la arena ya ha habido juegos crueles porque está manchada de sangre; hacen entrar en ella a los seis mártires, van en fila. La multitud silba e increpa. Perpetua está a la cabeza de los seis mártires, que avanzan cantando. Se detienen en medio de la arena y uno de ellos se dirige a la multitud.

“Sería mejor que demostraríais vuestro coraje siguiéndonos en la Fe, en vez de insultar a gente inerme que devuelve vuestro odio rezando por vosotros y amándoos. ¡Oh, embusteros que pretendéis ser civilizados y aguardáis que una mujer dé a luz para matarla luego tanto en el cuerpo como en el alma, porque la separáis de su criatura! ¡Oh, crueles que mentís para matar, porque sabéis que ninguno de nosotros os hace daño y que menos que nadie os lo hará una madre, pues piensa solo en su criatura!

Las varas con las que nos habéis azotado, la prisión, la tortura, el haber arrebatado dos hijos a sus madres, no mudarán nuestro corazón; no lo cambiarán en cuanto al amor a Dios y tampoco en cuanto al amor al prójimo. Tres veces, siete veces, cien veces daríamos la vida por nuestro Dios y por vosotros; la ofreceríamos para que llegarais a amarle. Por eso rezamos por vosotros mientras el Cielo ya se abre sobre nuestras cabezas; Padre nuestro que estás en los cielos…”. Los seis santos mártires rezan de rodillas.

Se abre la puerta baja e irrumpen las fieras; creo que son toros o búfalos salvajes por lo impetuoso de su carrera que les hace asemejar a bólidos. Embisten al grupo inerme como si fuera una catapulta adornada por puntiagudos cuernos. Levantan los cuerpos con sus cuernos, los arrojan por el aire como si fueran harapos, vuelven a estrellarse contra el suelo, los pisotean. Como ebrios por la luz y el clamor, huyen y luego vuelven a embestir.

Con una cornada, un toro alza a Perpetua como si fuera una pajuela y la arroja a muchos metros de distancia. Pero, a pesar de estar herida, se levanta y su primer gesto es de ajustarse las ropas, desgarradas a la altura del seno. Sosteniendo la túnica con su mano derecha, se arrastra hacia Felicitas, que está tendida cara al cielo, con el cuerpo desgarrado, y la cubre, la sostiene haciendo escudo a la herida con su cuerpo. Las fieras vuelven a herir hasta que los seis agonizantes quedan tendidos en la arena. Entonces los bestiarios hacen volver a las fieras a sus cubiles y los gladiadores rematan la obra.

Pero el que le toca a Perpetua no sabe matar; no se comprende si es por piedad o inexperiencia. La hiere, pero no en el punto justo. Con un hilo de voz y una sonrisa dulcísima, Perpetua le dice: “Ven aquí, hermano a que te ayude “. Luego apoya la punta de la espada contra la carótida derecha, dice: “¡Jesús, me encomiendo a Ti! Empuja, hermano, yo te bendigo” y vuelve la cabeza hacia la espada para ayudar al inexperto y turbado gladiador.


Dice Jesús:

“Este es el martirio de mi mártir Perpetua, de su amiga Felicitas y de sus compañeros. Solo era rea de ser cristiana, aunque aún era catecúmena. Más, ¡Cuán intrépido era su amor por Mí! Al martirio de la carne unió el del corazón y así también Felicitas. Si sabían amar a sus verdugos, ¿Cómo habrán sabido amar a sus propios hijos?

Eran jóvenes y felices con el amor del esposo y de los padres, en el amor de su criatura. Más hay que amar a Dios sobre todas las cosas. Y ellas le aman así. Se desgarran las entrañas al separarse de su pequeñuelo, mas la Fe no muere. Ellas creen, creen firmemente, en la otra vida. Saben que solo la logrará quien fue fiel y vivió según la Ley de Dios.

El amor es ley en la ley, ya sea el amor a Dios o el amor al prójimo. ¿Qué amor puede ser mas grande que el de dar la vida por quienes se ama, así como la dio el Salvador por la humanidad que amaba? Ellas ofrecen su vida porque me aman y para llevar a otros a amarme y a poseer, de este modo, la Vida eterna. Ellas quieren que alcancen la vida de mi Reino los hijos, los padres, los esposos, los hermanos y todos aquellos a quien aman - por amor vinculado a la sangre o por amor vinculado al espíritu – y, entre ellos, también los verdugos, pues Yo he dicho: “Amad a quienes os persiguen “. Y para guiarles a mi Reino, trazan con su sangre un signo que va de la Tierra al Cielo, un signo que resplandece, un signo que llama.

¿Qué es sufrir? ¿Qué es morir? Es solo un instante fugaz. En cambio la vida eterna no acaba. Ese instante de dolor no es nada respecto al futuro de gozo que les espera. ¿Qué son las fieras? ¿Qué son las espadas? ¡Son algo bendito, porque dan la Vida!

La única preocupación que les inquieta - pues el que es santo debe de serlo en todo – es de conservar la pudicia. Es el momento del martirio, no se cuidan de la herida sino de las ropas desordenadas pues, aunque no son vírgenes no por eso dejan de ser púdicas. El verdadero Cristianismo lleva siempre a la virginidad del espíritu. Por eso esta sublime pureza se mantiene aun donde el matrimonio y la prole han quitado ese sello que hace ángeles a los vírgenes.

El cuerpo humano lavado por el Bautismo, es un templo del Espíritu Santo. Por lo tanto no debe ser violado con modas inverecundas, con inverecundos uso. Sobre todo de la mujer que no se respeta a sí misma, no puede engendrar sino una prole viciosa y una sociedad corrupta; de ella se aparta Dios y en ella Satanás ara y siembra sus tormentos, que os llevan a la desesperación”.








viernes, 4 de marzo de 2016

III/ III EL SANTO CURA DE ARS CONDECORADO POR EL EMPERADOR NAPOLEON III COMO CABALLERO IMPERIAL DE LA LEGIÓN DE HONOR





Por este pasillo de su casa, el Cura de Ars se dirigía a la Iglesia a la 1 de la madrugada, para comenzar su jornada confesando a los peregrinos hasta las 6,30 horas, momento en que se preparaba para celebrar la Misa de las 7. Una vez atravesada la puerta que se ve al fondo, tardaba no menos de un cuarto de hora en cruzar la estrecha calle que la separa de la iglesia, porque los peregrinos lo rodeaban apretujadamente.

Hoy día que se habla tanto y tanto de evangelización, de ecumenismo, de diálogo y de acercamiento hacia los renegados que se han separado, ellos o sus antepasados de la verdadera fe, aparece la figura del Santo Cura de Ars, que sin aplicar ninguna de esas recomendaciones, en un país que venía de sufrir una de las más atroces persecuciones religiosas nacidas de la Revolución francesa, logra transformar un pueblo irreligioso, y una nación pagana, solo con su santidad, que ha alumbrado no solo a Francia, pero también al mundo entero.

¿Por qué no se quiere entender que de la misma manera que en una guerra, las batallas se ganan con unos soldados y unos mandos, perfectamente formados, y equipados para luchar contra el enemigo, de la misma manera, la Iglesia tiene que tener unos elementos que llegarán a imponerse a sus enemigos naturales, y a convertir a los indecisos con la Santidad de sus miembros.

Naturalmente, los enemigos de la Iglesia, dirán que los métodos de la época del Cura de Ars, no se pueden aplicar hoy día, eso es lo que decía en la Parroquia de San Juan María Vianney, cura de Ars, de Granada su párroco, "Los métodos del Cura de Ars, no se pueden aplicar hoy día", decía en su homilía, en la cual asistí; con mi familia. Es verdad que los métodos no son inamovibles, pero la Doctrina es la que no puede cambiar, es el mundo que tiene que adaptarse a ella, y no al revés. 




DE LA VIDA DEL CURA DE ARS DE FRANCIS TROCHÚ


El movimiento que arrastraba a las multitudes hacia Ars llegó a interesar a los poderes públicos. El gobierno civil de Ars consideraba al Rdo. Vianney como hombre tan popular como bienhechor. El 30 de junio de 1.855, el subprefecto de Trevoux, marqués de Castellane, escribía al obispo de Belley.

Monseñor:
Tengo el honor de remitiros una copia del informe que acabo de enviar al señor Prefecto, con la intención de que se conceda al Cura de Ars una distinción honorífica. No dudo de que el gobierno del Emperador, deseoso de recompensar el verdadero mérito, tendrá en cuenta los eminentes servicios que presta cada día el Rvdo. Párroco Vianney.

El informe del marqués de Castellane empezaba así:
Señor Prefecto:
En un reducido municipio de mi jurisdicción, cuya población es de 510 habitantes, hay un cura a quien una santidad evangélica y una eminente piedad han acarreado una celebridad europea.
El nombre del Rvdo. Vianney, Cura de Ars, se adivina en las siguientes líneas, por generales que sean.
El municipio de Ars, que era antes el más ignorado entre todos los de mi distrito, ve hoy como afluyen a él multitudes prodigiosas de peregrinos.
Ha sido menester organizar servicios de transportes, y desde hace mucho tiempo, funcionan con regularidad…
Este concurso de gentes que dura desde hace años, y que se debe únicamente a la reputación de santidad de un modesto sacerdote, constituye un hecho verdaderamente milagroso en un siglo que ha heredado doctrinas antirreligiosas y hostiles a la fe cristiana.
La confianza de las gentes en el Cura de Ars es ilimitada; es aquella fe evangélica que transporta las montañas.
Se mencionan infinidad de hechos que sería difícil explicar por causas puramente naturales. Lo limitado de este informe no me permite consignarlos. Baste hacer constar que no hay nada de charlatanismo en la manera de obrar del venerable Cura de Ars.
El párroco Vianney es un segundo San Vicente de Paul, cuya caridad obra milagros…
Finalmente, el subprefecto de Trevoux, después de haber enumerado las obras debidas a la iniciativa del Santo, concluye con estas palabras:
Aún desde el solo punto de vista material, es un hombre eminentemente útil. Por consiguiente, tengo el honor, señor Prefecto de rogar a Ud. tenga a bien proponer, con motivo de la próxima fiesta de su Majestad, que el Rvdo Vianney, cura de Ars, sea nombrado caballero de la Orden Imperial de la Legión de Honor.

Al recibir esta exposición, el prefecto de Ars, conde de Goëtlogon, hizo las gestiones necesarias cerca del señor Fortoul. Ministro de instrucción Pública y de Cultos; y el día 11 de agosto, el señor ministro tenía el gusto de comunicar al obispo de Belley que, por decreto especial del mismo día, la cruz de caballero era otorgada al Cura de Ars.

El nombramiento apareció en los periódicos, y el nombre del párroco Vianney obtuvo un eco de piadosa y simpática curiosidad. El alcalde, señor des Garets, comunicóle la noticia. “¿tiene asignada alguna renta esta cruz?... ¿me proporcionará dinero para mis pobres? – preguntó el santo sin manifestar contento ni sorpresa.
-No. Es solamente una distinción honorífica.
-Pues bien, si en ellos nada ganan los pobres, diga Ud. al emperador que no la quiero”.

Naturalmente, el conde des Garets no se encargó de una misión tan original. Más he aquí que un pintor, pensando que así sería bien recibido, ofreció sus servicios al señor canónigo Vianney, caballero de la Legión de Honor. El pobre artista quedó bien decepcionado. “Quieren de toda manera, escribía el 8 de agosto a la condensa des Garets, hacer el retrato del señor cura. El se niega y dice riéndose: Le aconsejo a Ud. que me pinte con la muceta y la cruz de la legión de Honor, y que abajo escriba: “¡Nada, orgullo!”.

Un sacerdote, aludiendo a estas insignias, le decía bromeando: “Señor cura, todas las potestades de la tierra os condecoran. No dejará Dios de condecoraros en el Cielo.
- Esto es lo que me da miedo, dijo el santo con cierta seriedad: que cuando venga la muerte y me presente a Dios con estas bagatelas, me diga: “Vete, ya has recibido tu recompensa”.

Mons. Chalandon, en su calidad de oficial de la Legión de Honor, recibió el encargo de imponer la cruz al cura de Ars. No sabemos por qué causas fue aplazada la ceremonia hasta noviembre. En este intervalo, el Rvdo. Vianney recibió de la Cancillería un pliego en el cual se le pedían doce francos por el envío del título y de la cruz, ¡Doce francos!... dijo sobresaltado. Pero ¿Acaso no he rehusado?... ¡No, de ninguna manera, prefiero emplear ese dinero en alimentar a doce pobres”. La nota fue entregada al Rvdo. Toccanier, quien sin saberlo el Rvdo. Vianney satisfizo su importe. “Yo no envié el dinero, decía más tarde y, sin embargo, ellos me enviaron la cruz”.

En octubre, el Prefecto, católico practicante, fue en persona a felicitar el nuevo legionario. El encuentro tuvo lugar en la plaza del pueblo. Después de los primeros saludos, díjole el Santo: “Señor Prefecto, le ruego que dé esta cruz a personas más dignas. En lugar de esto, preferiría algo para mis pobres".

-Pero si el Emperador le ha concedido la cruz más para honrar a la Legión que para honrarle a Ud…”
Iba a continuar, cuando el párroco Vianney le interrumpió con esta frase que pronunció con amable sonrisa: “Señor Prefecto, yo ruego a Dios que le conserve mucho tiempo en el departamento del Ain, para que pueda hacer mucho bien con sus buenos consejos y, sobre todo con sus buenas ejemplos”. Y dicho esto, entregó al conde de Coëtlogon una medalla de la Santísima Virgen, le saludó y se metió en el confesionario.

Llegó el mes de noviembre. Mons. Chalandon, delegado oficial para la entrega de la cruz, se acordó de lo que le había ocurrido hace unos tres años la nueva y hermosa muceta del canónigo Vianney. Pensó sin juzgar temerariamente, “que la cruz de la Legión de Honor iría a parar también en el cepillo de los pobres”. Y, ¿valía la pena que el primer pastor de la diócesis se tomase la molestia de ir a entregar al incorregible Cura de Ars una alhaja que sería trocada en moneda quizá por la noche del mismo día? El prelado creyó subdelegar al sucesor del Rvdo. Raymond, al excelente Padre Tocannier.

Este, pues, recibió del obispo de Belley el pequeño estuche sellado con un gran precinto rojo que encerraba la estrella dorada. A eso del mediodía, el Rvdo. Toccanier aprovechó un momento en que el Rvdo. Vianney estaba solo en su cuarto para presentarle el cofrecito con el sello imperial. El hermano sacristán, los Hermanos profesores, Catalina Lassagne y Juan María Chaney, que estaban advertidos, se ocultaban en el rellano de la escalera. Cuando el Rvdo. Toccanier empezó a hablar, los curiosos aparecieron.

“Señor Cura, dijo el joven misionero, tal vez sean reliquias que os envían.” El siervo de Dios no quiso entender la broma, y deseoso de venerar las reliquias, rompió el precinto de cera.
-¡No es más que eso!, dijo al ver la honrosa joya.
-Advierta, señor Cura que esta condecoración remata en una cruz, bendígala Ud. Y cuando con amplio ademán la hubo bendecido, díjole el Rvdo. Toccanier: ahora permítame que la ponga por unos momentos en su pecho.

- ¡Oh, amigo mío!, ya me guardaré bien de ello. Podrían decirme lo que San Benito dijo al escudero del rey Totila que le salió al encuentro con la púrpura real: Quítate estas insignias de una dignidad que no te pertenece.
Y poniendo la cruz de la Legión de Honor en la mano del “subdelegado” episcopal: “Tome, amigo, le dijo: sea tan grande su placer al recibirla como lo es el mío en dársela”.
De esta manera fue condecorado “el pobre Cura de Ars”. No habiendo permitido que le pinchasen la sotana, solo una vez había de ostentar la cruz de caballero: ¡Sobre su ataúd!

¿Cómo explicar, en nuestro Santo, este desprecio de los honores y de los intereses de la Tierra? Se ha dicho de él: Dios le apasionaba el corazón. No podía por lo tanto, hallar alegría y descanso fuera de los pensamientos y de las cosas religiosas. Únicamente amaba las fiestas de la Iglesia.

Lo absurdo de hoy es que hay Prelados como su Eminencia Monseñor Amigo, el Cardenal emérito de Sevilla que reciban condecoraciones y reconocimientos y que alaben los gobiernos que votan leyes que atacan los mandamientos de la Ley de Dios, diciendo, como lo oí personalmente en un canal de T.V. "Hay que mimar a los miembros de los partidos políticos, sean del color que sean".





  


miércoles, 2 de marzo de 2016

II/ III EL SANTO CURA DE ARS NOMBRADO CANÓNIGO DE BELLEY



LA GRANDEZA DE UN SANTO ES SIEMPRE PROPORCIONAL
 A SU GRADO DE HUMILDAD




Dedicado a cierto Prelado, homenajeado en varias ocasiones con múltiples condecoraciones por el Gobierno Socialista de Andalucía, que ha sido el promotor de las leyes sobre el aborto libre y gratuito a las menores de edad, permitiendo las relaciones sexuales con mayores, incluso sin el consentimiento de sus padres, y otras leyes anticristianas, promovidas por la ex ministra Aido, prelado que tuve el “honor” de oír en la Televisión Andaluza, afirmando que “hay que mimar a todos los miembros de los partidos políticos, sean del color que sean”. (Sic)




DE LA VIDA DEL CURA DE ARS DE FRANCIS TROCHÚ


Puede asegurarse sin peligro de error que, hacia el año 1.850, el Rvdo. Jean Marie Vianney, Cura de Ars, era el sacerdote más célebre de toda Francia. Ya hacía diez años que en Paris, lo escogido de la sociedad se congregaba en torno a la catedral de Nôtre-Dame. Pero ya el humilde cura, cuya Iglesia nunca se vaciaba, era más conocido que el elocuente predicador Lacordaire. Sin embargo, una celebridad de tan buena ley no le había valido ninguna distinción. “¡He aquí el santo!”, exclamaba la multitud a su paso. Toda otra gloria parecía perderse en esta. Por esta razón, Mons. Devie, que le tenía en gran estima, juzgó conveniente nombrarle canónigo de la catedral. Además, la costumbre se oponía a que un simple cura recibiera este honor.

Mons. Chalandon, que sucedió a Mons. Devie (25-6-1.852), no tuvo el mismo parecer que su venerable antecesor. Obispo auxiliar desde hace dos años, había tenido ocasión de conocer al Rdo Vianney. Una de sus primeras resoluciones fue dar la muceta, contra toda costumbre al sacerdote más digno de su diócesis.

Tres meses, día por día, después de su elevación a la sede de Belley – el lunes 25 de Octubre – el joven prelado, acompañado de su vicario general, señor Poncet, y del conde Próspero des Garets, apareció en el umbral de la Iglesia de Ars. El Rvdo. Raymond, advertido de la visita, les estaba esperando. El cura de Ars confesaba en la Sacristía.

Le anuncian la llegada de su Ilustrísima. Revestido con la sobrepelliz de manga estrecha, , se apresura a través de la multitud de penitentes, para ofrecer  agua bendita al prelado, según dispone el ritual. Al mismo tiempo, como es la primera vez que le saluda como obispo cree ser deber suyo, ofrecerle un breve discurso… Pero Monseñor oculta algo bajo su muceta. Con un movimiento rápido, el prelado sacó el objeto misterioso: los pliegues de seda negra y roja, adornados  de blanco armiño muestran sus reflejos de tornasol.

El cura de Ars lo ha comprendido: “No, Monseñor, dice rehusando; dad eso a mi vicario; lo llevará mejor que yo.” Protesta inútil. Ayudado de los Rdos. Poncet y Raymond, el obispo impone al cura de Ars la muceta de canónigo honorario; esta queda atravesada y, como el interesado se esfuerza de desasirse de ella, a duras pena puede el prelado abrocharla a la altura de los hombros. Entretanto han entonado ya el Veni Creator. Las últimas palabras de protesta del canónigo Vianney quedan ahogadas por la voz de los cantores, y el prelado entra en la Iglesia.

Nuestro pobre cura, refiere la señora del castillo parecía un condenado a muerte con la cuerda atada al cuello y camino del cadalso. Se refugió en la sacristía. El señor des Garets fue tras él y lo encontró cuando se arrancaba su dichosa muceta. El alcalde no pudo determinarle a que la conservase puesta, sino haciéndole presente que de lo contrario haría injuria al obispo.
Entonces, dice el hermano Atanasio, en lugar de ponerse en el sitio de costumbre, se retiró detrás de la puerta de la sacristía como pretendiendo ocultarse. Le dijo al oído: “Señor cura, no se quede usted aquí: está en plena corriente de aire – estoy muy bien aquí, déjeme Ud”, me respondió.

Se celebró en la Iglesia una breve ceremonia, durante la cual, el obispo de Belley dirigió la palabra al pueblo. Naturalmente el tema fue la promoción  del santo cura al canonicato de honor. El nuevo canónigo, estaba tan desconcertado, que no cuidaba de arreglar su muceta, cada vez más atravesada. “Hubierase dicho, refiere Juan Bautista Mandy, hijo del antiguo alcalde, que el señor cura tenía espinas en la espalda”. Cuando se dirigió de esa manera a la casa parroquial al lado de Monseñor, una de sus parientes que no estaba al corriente de lo que pasaba (Magdalena Mandy Scipiot), “no lo reconoció”; si hay que dar crédito a sus palabras, “tenía el aspecto de un condenado a muerte”. “Aquello fue, dijo la condesa des Garets, la escena más divertida que se puede uno imaginar”.

El prelado partió y, una vez pasada la emoción, el canónigo Vianney consideró que le había hecho un buen regalo. Enseguida trató sacar de él recursos para sus obras, y buscó… un comprador.

Acababa de llegar de Villefranche , refiere la señorita Marie Ricotier, y fui a dar cuenta al señor cura de un encargo que me había hecho. “llega Ud. en muy buena ocasión, me dijo, quiero venderle mi muceta. La he ofrecido al señor cura de Amberieux (el Rvdo. Borjou) y se ha negado a darme por ella 12 francos; Ud. me dará por lo menos 15…
-         Es de más precio
-         ¿le parece bien 20?

Puse 25 francos en sus manos, y añadí:” No es todavía su verdadero valor, pero ya me enteraré”. Supe que la muceta había sido confeccionada en el noviciado de las Hermanas de san José de Bourg, y que había costado 50 francos. Dile 25 francos más y le dije: “Su muceta de canónigo es mía, pero el usufructo de la misma es suyo” Se puso el señor Cura tan contento que exclamó: “¡Oh, que Monseñor me dé otra, y sacaré dinero!”.

Quiso empero que me la llevase. “Si en alguna ocasión, replicó, el señor obispo exige que se me la ponga, siempre la encontraré en su casa”.
Y con la conciencia tranquila, escribía diez días después al prelado para hacerle partícipe de su dicha:

Monseñor, la muceta que tuvisteis la caridad de darme, me ha  causado un gran placer; pues no tenía bastante dinero para completar la fundación, y la he vendido por 50 francos. Con este precio, he quedado muy contento.

En adelante, no quiso jamás, a pesar de reiteradas instancias, aparecer vestido de canónigo, ni en presencia de su obispo. El Rvdo. Toccanier le dijo un día: “Pero, señor Cura, por qué no lleva Ud. la muceta?? - ¡Ah!, amigo mío, respondió sonriendo, vea Ud.: soy más listo de lo que se imaginan: se disponían a burlarse de mí, al verla sobre mis hombros, y yo los he cogido a todos.

 -Sin embargo, por atención hacia Monseñor, debía Ud. llevarla. Ud. es el único a quien el nuevo obispo ha querido honrar: después de Ud., no ha nombrado más canónigos.

-¡Oh!, replicó el humilde sacerdote, “es que el señor obispo lo ha hecho con tan poca fortuna la primera vez, que no ha querido repetirlo”.










martes, 1 de marzo de 2016

I /III VIDA DE JEAN MARIE VIANNEY, EL SANTO CURA DE ARS, PATRÓNO DE LOS SACERDOTES DEL MUNDO ENTERO (De Francis Trochú)









Leyendo la Vida del Santo Cura de Ars, nos estamos dando cuenta de la distancia tan grande que nos separa de la santidad, y de lo que es el santo temor de Dios, tan ignorado en nuestros días, en donde se predica insistentemente el dios "merengue", insensible al pecado, puesto en plan de igualdad con la virtud, un dios hecho a medida del relativismo actual, predicado insistentemente por muchos pastores: "¡Hay que estar a gusto con sus pecados!".

Pidamos al Santo Cura, Patrono de los sacerdotes del mundo entero, que nos ayude en nuestros sufrimientos que, como lo dice San Juan de la Cruz, son directamente proporcionales a nuestras imperfecciones y al grado de santidad al cual Dios nos quiere llevar, y que vendrán por los múltiples acontecimientos provocados por todas las personas que nos rodean, para así poder limpiar y desarraigar con fuerte lejía y estropajo, las imperfecciones de nuestras almas, y así lograr infundirle una profunda humildad, atributo necesario para asegurar la permanencia de Dios en nuestro corazón, que es condición necesaria para alcanzar la Vida Eterna.



Los deseos de soledad y
el Santo temor de Dios

¡Ah, decía entre gemidos, no es el trabajo lo que cuesta; es la cuenta que hay que dar de la vida de párroco en el día del Juicio!; le dijo a un predicador que había venido a su parroquia, y que le aseguraba al Cura de Ars su santidad: Ah, amigo mío suspiró el Santo, tomando de repente una expresión grave, casi angustiosa: "Ud. no sabe lo que es pasar de una parroquia al tribunal de Dios".

Le escribió en múltiples ocasiones a su Obispo para que le dejara ir a la Trapa ¡para llorar sus numerosos pecados!, buscaba la soledad que le podría según creía, acercarse más a Dios. Decía en su carta al Obispo: "Que vuestro corazón, Monseñor, me perdone todas las molestias que os he causado... Tengo gran confianza en que vuestra excelencia me concederá esta gracia que le pido. Bien sabéis que no soy sino un pobre ignorante. Este es el parecer de todo el mundo. Firmaba sus cartas: Juan María Vianney, pobre Cura de Ars, la carta no tuvo éxito, más tarde el Obispo recibirá esta petición apremiante:

Monseñor, voy debilitándome de día en día. He de pasar parte de la noche en una silla y he de levantarme tres o cuatro veces en una misma hora. Me desmayo en el confesionario y me pierdo por espacio de dos o tres minutos. A causa de mis achaques y de mis años, quiero decir adiós a Ars para siempre, Monseñor.
Esta vez firma: Vianney, pobre y desgraciado sacerdote.

En 1843, el cura de Ars creyó llegado su fin - ya muy fatigado había escrito, hace más de dos años, su testamento: "Doy mi cuerpo de pecado a la Tierra y mi pobre alma a las tres Personas de la Santísima Trinidad".

El Santo cura sobrevivió a esta grave enfermedad, y diez días después, no había ya lugar a dudas. El Señor alcalde, Conde de Garets fue a visitar al Santo, aún convaleciente. Lo encontró en su cuarto apoyado en su cama y derramando abundantes lágrimas. "¿Pero, qué le pasa a Ud?” le preguntó el señor alcalde. "¡Oh!, respondió el Cura de Ars, nadie sabe las lágrimas que han caído sobre este lecho, después de once años que voy en pos de la soledad... ". Y acabó diciendo entre sollozos. "¡Siempre me ha sido negada"!




LAS IMPONENTES PENITENCIAS DEL SANTO
 CURA DE ARS


[…] Cuando el Rdo. Vianney se ausentó de Ars por espacio de quince días, durante la misión de Saint-Trivier, una terrible noticia conmovió a sus parroquianos. Corrió la voz de que su cura había muerto de fatiga en el confesionario. El rumor que no carecía del todo de fundamento, fue pronto desmentido. Provenía del hecho de que al marchar a Saint-Trivier, había partido en ayunas, se había extraviado entre las nieves y había caído desmayado… Para confesarse con él, acudieron de todas las parroquias vecinas. Muy de mañana se iba a la Iglesia y oía a los penitentes hasta el mediodía. La Iglesia era glacial y le llevaron un braserillo para los pies; él lo aceptó por cumplimiento, pero lo dejó a un lado, sin hacer ningún uso.

En Montmerle, durante el jubileo de 1.826, por falta de lugar en la casa parroquial, se alojó en la casa de la señora Montdésert, que vivía en la calle de los Mínimos, junto a la Iglesia. Apenas instalado en la casa de esta venerable sexagenaria, que ejercía sin ninguna retribución las funciones de sacristana, el cura de Ars pidió en secreto a la criada que le hirviera un puchero de patatas y se lo subiera al cuarto. Acabado el Jubileo, el párroco de Montmerle fue a dar las gracias a la complaciente señora y a abonar los gastos que le hubiera ocasionado su huésped. “¡Ah, señor Cura, por un par de trapillos, no vale la pena….

-   ¿Pero, y la alimentación? En la casa parroquial no ha comido.
-    Aquí, tampoco no ha comido nada – replicó la señora Montdésert. Solamente estaba aquí cinco minutos hacia el mediodía.

Entonces intervino la criada y refirió lo que queda dicho. Subieron a su cuarto y encontraron la olla completamente vacía detrás de la campana de la chimenea. El Rdo. Vianney, durante los diez días que estuvo en Montmerle, sin dejar por decirlo así, la Iglesia, no había comido más que aquellas patatas. El cura de Montmerle hizo una investigación en su parroquia. Su santo colega no había comido ni una vez en casa de persona alguna.





viernes, 26 de febrero de 2016

DISCURSO DE JESÚS A SUS DISCÍPULOS:.LA EXIGENCIA DE JESÚS: DIOS NO QUIERE EN SU REINO A GENTE IRASCIBLE, GLOTONA, O ENVIDIOSA

Y ESO ES PORQUÉ EL MUNDO  ES UN ESPEJISMO, QUE ESTÁ Y YA NO ESTARÁ 
Y QUE FUE CREADO PARA QUE EL HOMBRE ALCANCE
 UN MUNDO NUEVO, PERFECTO Y ETERNO


Jesús es un Dios exigente, que pide completa entrega y dedicación a sus discípulos, de una mentalidad completamente opuesta a la que nos transmite hoy día ciertos "maestrillos quietistas", que nos lo pintan como el dios "merengue", y que se creen que por el mero hecho del Sacrificio cruento de Jesús en la Cruz, ya estamos todos redimidos, sin que haya prácticamente ninguna aportación, ningún sacrificio, ni ninguna renuncia por nuestra parte. Y que Dios es incapaz de condenar a nadie porqué todos somos hijos suyos.


Esta actitud de “quietismo”, tan común en nuestros días es el gran triunfo de Satán, que nos ha llevado al relativismo actual, en donde ya nada es pecado porque todo es fruto de unas circunstancias atenuantes.

       -El Aborto: Con el pretexto de la salud mental de la mujer, se ejecutan millones de criaturas completamente inocentes, pudiéndolas darlas en adopción, lo que termina con la vida del ser y del alma de la progenitora cuando no se arrepiente, y que de todas maneras queda marcada para siempre, para el gran regocijo de Satanás.

       -El Divorcio exprés: sufre las consecuencias el conyugue más pobre, no solo desde el punto de vista material pero sobre todo espiritual, abocados al adulterio, con unos hijos que son los que menos tienen la culpa, completamente destrozados, y enseñados con el ejemplo, a ser unos seres parecidos a sus padres.

  -El matrimonio homosexual: Aberración antinatural y condenada por Dios en el Deuteronomio: “No te unirás con hombre como con mujer, es abominable”, agravado con la autorización para adoptar niños, y así educarlos, semejantes a sus "padres".

      -La Eutanasia: Que es disponer de la vida de un ser humano que es un don de Dios, que solo Él puede dar y quitar, las consecuencias naturalmente las sufren los más débiles, que son casi siempre los más pobres.

Todo ello, es el hedonismo que busca afanosamente el placer y  la comodidad, acciones opuestas a las enseñanzas de Jesús y de su Santa Iglesia Católica y digo Santa, porque algunos de sus miembros, aunque vistan hábito talar o sean Jerarquía, no pertenecen a esta Iglesia de Jesús por la sencilla razón de que practican y predican una doctrina contraria al Evangelio, como lo veremos más abajo en el discurso de Jesús.

Ya vemos los frutos de esa mentalidad, que son sufrimientos y dolores atroces, siempre dirigidos a los más débiles, y propiciados por los gobiernos actuales que con tal de recabar votos para mantenerse en el poder, votando leyes que favorecen a los hedonistas, que siendo mayoría siempre les apoyarán.




DISCURSO DE JESÚS PARA SUS DISCÍPULOS
(Del Poema del Hombre-Dios)


          (...) Os he comparado a una luz. El que enciende en la noche una lámpara en una casa, ¿Dónde la pone?: ¿en un agujero de debajo del horno?, ¿en la cueva que usa como bodega?, ¿cerrada dentro de un arquibanco?, ¿única y simplemente sofocada bajo el celemín? No, porqué sería inútil encenderla. Por el contrario, la lámpara se coloca sobre una repisa, o se cuelga en su soporte, para que, estando en un punto alto, dé a luz a toda la habitación y a los que en ella están, Ahora bien, precisamente por el hecho de que lo que ocupa un lugar elevado debe recordar a Dios y dar luz, debe de estar a la altura de su función.

        Vosotros debéis recordar al Dios verdadero. Preocuparos pues de que no anide en vosotros al septipartito paganismo, porqué de ser así, vendríais a ser lugares elevados profanados, con sagrados bosquecillos dedicados a un dios, y arrastrareis en vuestro paganismo a los que os mirasen como a templos de Dios. Debéis ser portadores de la Luz de Dios; ahora bien, una mecha sucia, o no embebida de aceite, produce humo y no da luz, emana mal olor y no ilumina. Una luz celada tras un cuarzo sucio no crea ese primoroso resplandor, ese juego de reflejos en el brillante mineral, sino que languidece tras el velo de negro humo que hace opaca a la diamantina protección.

          La Luz de Dios resplandece en donde la voluntad se muestra solícita en limpiar a diario, quitando las escorias que el mismo trabajo produce con sus contactos, reacciones y desilusiones. La Luz de Dios resplandece en donde la mecha está empapada de abundante líquido de oración y caridad. La Luz de Dios se multiplica en múltiples resplandores – como infinitas son las perfecciones de Dios, cada una de las cuales suscita en el santo una virtud ejercitada heroicamente – si el siervo de Dios conserva limpio del negro hollín de toda humeante mala pasión, el cuarzo invulnerable de su alma; cuarzo invulnerable, ¡invulnerable! (La voz de Jesús truena en este final, retumbando en el anfiteatro natural).

          Solo Dios tiene el derecho y el poder de incidir trazos sobre ese cristal, de escribir en él su Santísimo Nombre con el diamante de su Voluntad; viniendo su Nombre, así, a ser ornamento determinante de una más viva refracción de sobrenaturales bellezas sobre el cuarzo purísimo. Más, si el necio siervo del Señor, perdiendo el control de sí mismo y distrayéndose de su misión – entera y únicamente sobrenatural -, se deja incidir falsas decoraciones – rayones, no incisiones - , misteriosas y satánicas claves grabadas por la zarpa de fuego de Satanás… entonces, no, entonces la admirable lámpara deja de resplandecer con hermosura y permanente integridad; se raja y se rompe y sofoca la llama con los restos del cristal fragmentado; o, si no se raja queda en ella, al menos una intrínseca red de signos de inequivocada naturaleza en los cuales el hollín se deposita y se introduce, ejerciendo acción corrosiva.

           ¡Desdichados, tres veces desdichados esos pastores que pierden la caridad, que se niegan a subir día tras día, para conducir a zonas elevadas al rebaño, que para subir, espera a que emprendan su ascesis: Yo descargaré mi mano sobre ellos, los derrocaré de su puesto y apagaré del todo su humo!

        ¡Desdichados, tres veces desdichados esos maestros que repudian la Sabiduría para saturarse de una ciencia no pocas veces contraria, siempre soberbia, alguna vez satánica; porque los hace hombres!

            Pensad – escuchad esto y conservarlo – que si los hombres tienen como destino hacerse como Dios (con la santificación, que hace del hombre un hijo de Dios), el maestro, el sacerdote, debería tener ya desde este mundo sólo el aspecto de hijo de Dios, de criatura resuelta toda en alma y perfección; debería tener, digo, para llevar a Dios a sus discípulos. ¡Anatema a los maestros de sobrenatural doctrina que se transforman en ídolos de humano saber!

       ¡Desdichados, siete veces desdichados, mis sacerdotes muertos al espíritu, aquellos que son con su insipidez, con su tibieza de carne medio muerta, con su sueño lleno de alucinaciones de todo lo que no es el Dios uno y trino, y de cálculos de todo lo que no es sobrehumano deseo de aumentar las riquezas de los corazones y de Dios, conducen una vida mezquina, humana, abúlica, arrastrando hacia sus almas muertas a quienes, considerándoles “vida”, los siguen!

        ¡Maldición divina sobre los corruptores de mi pequeño, amado rebaño! Os pediré justificación, ¡Oh incumplidores siervos del Señor! De todo el tiempo que habéis tenido, de cada una de las horas, de cada contingencia, de todas las consecuencias; a vosotros os la pediré, no a los que perecen por vuestra indolencia… y exigiré castigo.

        Recordad estas palabras. Ahora marchaos. Yo voy a subir hasta la cima (del monte). Dormid si queréis. Mañana el Pastor abrirá para el rebaño los pastos de la verdad”.




jueves, 25 de febrero de 2016

INVOCAR ESTOS DOS NOMBRES JUNTOS ES LO MÁS PODEROSO PARA DESARMAR TODAS LAS ARMAS DE SATANÁS

LAS DOS ARMAS MÁS PODEROSAS CONTRA SATANÁS


Profundo análisis de las armas que utiliza Satanás, el eterno enemigo de Dios y de las almas, en donde se ve que el demonio intenta primero derrotar el alma por la carne, cuando no lo puede hacer como María Valtorta, paralítica en la cama, lo intenta por otros medios: La desesperación: nos recuerda insistentemente y con suma claridad los pecados más graves que hemos cometido, y que aún sabiendo que están perdonados por un sincero arrepentimiento y una confesión, los representa de una manera tan clara para intentar anestesiar el alma, y así impedirle alcanzar la Santidad. 

Y tiene mucho éxito con las almas que no están en gracia de Dios, ya que el alma sola, sin la ayuda de Dios, está frente a un enemigo muy poderoso e invencible, por eso vemos lo que ocurre en la Sociedad con las almas impías, que carecen de asistencia divina: asesinatos, aberraciones de toda clase, odios, drogadicción, explotación de los más débiles, depravación, criaturas abyectas, que llegan a comportarse mucho peor que los animales más repugnantes.





LA LUCHA ENCARNIZADA DE SATANÁS CONTRA LA SANTIDAD DEL ALMA
(De los cuadernos de María Valtorta 15-6-1.943)



Dice Jesús:

"Es natural que el demonio trate de turbarte. Ya no puede hacerlo con la carne, y por eso trata de turbar tu espíritu.
Él cumple con su trabajo. Esto es, intenta desanimar a las almas, asustarlas, hacerlas titubear. Generalmente trata de hacerlas pecar para separarlas de Mí, cuando no lo logra, porque el alma está bien vigilante y la acechanza no entra, entonces intenta asustarla y meterle pensamientos aparentemente buenos, pero que en realidad son nocivos.

Ves, María, entre el pensamiento: "yo seré santa" y el pensamiento: "Es imposible que yo llegue a ser santa", el más peligroso y más contrario a Mí es el segundo. El primero no es acto de soberbia, si está corroborado por todos los esfuerzos de la voluntad para alcanzar la santidad.

Yo he dicho: "Sed perfectos como mi Padre". Diciendo eso, no os he dado una simple exhortación, sino que os he dado un dulce mandato, dándoos la medida de la perfección: la de Dios, el Perfectísimo. Porque Yo os hubiera querido a todos perfectos para teneros a todos a mi alrededor para siempre.

El alma por ello, tiene que aspirar a la santidad, decir a si misma: "Quiero llegar a ser santa" sin titubeos. ¿Reconocéis que sois débiles? Pero Yo sé, mejor que vosotros que lo sois, y sin embargo os he dicho: "Sed perfectos", porque sé que, si lo queréis, con mi ayuda, podéis ser perfectos, es decir santos.

Eso el Maligno no lo quiere. Sabe muy bien - porque es inteligentísimo - que cuando el alma ha dado el primer paso en el camino de la santidad, ha saboreado el primer bocado de la santidad, cuyo sabor es inefable, se hace añorante de santidad y para él, está perdida. Entonces crea sentimientos de falsa modestia y de desconfianza.

"No es posible que yo merezca el Paraíso. Por cuanto Dios sea bueno, ¿es posible que me pueda perdonar, ayudar? ¿Es posible que yo, incluso con su ayuda, lo pueda contentar? ¡No sirvo para nada!".

O también silva sus insinuaciones: "¿Pero te crees que tú puedas llegar a ser santa? Lo que experimentas, sientes, ves, son ilusiones de una mente enferma. Es tu soberbia quien te lo hace pensar. ¿Tú santa? ¿Pero no te acuerdas esto... esto... esto? ¿Y no recuerdas lo que ha dicho Cristo? Tú, pensando así, cometes un nuevo pecado, el de Satanás. Piensas ser semejante a Dios...".

Déjalo silbar. No merece respuesta. Lo que experimentas es de Dios. Lo que experimentas es mi deseo que se repercute en tí. Por eso es algo santo. Te he dicho cual es mi signo. Es la Paz. Cuando en tí sientes paz, es señal de que lo experimentas, sientas, ves, piensas es cosa de Dios. Continua sin titubear, Yo estoy contigo.

Cuando nuestro enemigo trata de fastidiarse demasiado dí: "Dios te salve, María, Madre de Jesús, me confío a tí. El demonio tiene todavía más aversión al nombre de María que a mi nombre y de mi cruz. No lo logra, pero trata de dañarme en mis fieles de mil maneras. Pero solamente el eco del nombre de María le hace huir. Si el mundo supiera llamar a María, estaría salvado.

Por lo tanto, invocar nuestros dos nombres juntos es algo poderoso para hacer caer todas las armas que Satanás lanza sobre un corazón que es Mío. Por si solas, las almas son todas nada, solo debilidad. Pero el alma en gracia ya no está sola. Está con Dios.

Por eso cuando el otro te turba con reflexiones de falsa modestia o de temor, siempre debes pensar: "No soy yo quien piensa ser santa, sino que es Jesús que quiere que yo lo sea. Somos nosotros: Jesús y yo, quienes queremos que esto suceda para su Gloria".

¿Acaso no he dicho Yo: "Cuando dos están reunidos juntos para orar, el Padre les concederá lo que pidan?" ¿Pero que será cuando uno de los dos es el mismo Jesús? Entonces el Padre concederá la gracia solicitada con medida plena, rebosante, abundante. Porque el Hijo es Poderoso en el Padre y todas las cosas están hechas en el nombre del Hijo".













martes, 23 de febrero de 2016

TODOS LOS SUFRIMIENTOS DEL MUNDO SON DEBIDOS A LA FALTA DE MANSEDUMBRE, DE HUMILDAD Y A LA LUJURIA, SON LOS TRES MOTORES QUE MUEVE SATANÁS PARA DETRUÍR LA OBRA DE DIOS








Sublimes palabras de Jesús a la gran mística italiana María Valtorta, que estaba paralítica por un golpe recibido por un anarquista en la espalda, y con grandes sufrimientos respiratorios y cardiacos.  Jesús explica de una manera muy clara cuales son las causas de todos los males que afligen a la humanidad entera: la falta de humildad que se traduce en el odio, y produce la carencia de mansedumbre que provoca la soberbia, con el añadido de la lujuria, que es el pecado más común a toda la humanidad.

Dice Jesús que esos defectos afligen a más de los dos tercios de los cristianos, y que son los culpables de todas las guerras, los sufrimientos y todas las desgracias de la Humanidad, lo que provoca el llanto del Redentor, que se da cuenta que habrá muerto inútilmente para muchos millones de almas que se entregan a esos vicios.





De los cuadernos de Mª Valtorta (24-8-1.943)



Dice Jesús:

Ánimo, María. Piensa que sufres los dolores de mi agonía. También yo tenía muy mal los pulmones y el diafragma, y cada movimiento, cada latido, era un dolor añadido al dolor. Y no estaba como tu sobre una cama, sino cargado de un peso y por calles en cuesta. Y después suspendido bajo el sol, con tanta fiebre que me golpeaba en las venas como si fueran infinitos martillos.

Pero eso no eran los dolores más graves. Lo que me era más espantoso la agonía del corazón y del Espíritu. Y mucho más tormentosa después, la certeza de que para millones de hombres, mi sufrimiento era inútil. No obstante, esa certeza no ha disminuido en un átomo, mi voluntad de sufrir por vosotros.

¡Oh! ¡Dulce sufrir, María porque ofrecido para reparación del Padre y por vuestra salvación! Saber que aquel signo que había quedado sobre vosotros, ofensa que hubiera sido eterna, de la raza humana a Dios, era lavada con mi Sangre, y que por morir os daba de nuevo la Vida. Saber que, pasada la hora de la Justicia, el Amor os hubiera mirado a través de Mí, inmolado con Amor. Todo esto injertaba una vena de bálsamo en el océano de la amargura tal que a su lado es poco menos que nada la mayor de las amarguras padecidas sobre la Tierra desde que el hombre existe, porque sobre Mí, pesaban las culpas de toda una humanidad y la ira divina.

He dicho: “Sed semejantes a Mí que soy manso y humilde de corazón”. Lo he dicho a todos porque sabía que en esta imitación estaba la llave de vuestra felicidad sobre esta tierra y en el Cielo.

Tenéis todas las calamidades que tenéis porque no sois mansos y no sois  humildes. Ni en las familias, ni en vuestras ocupaciones y profesiones, ni en el ámbito más grande de las Naciones. La soberbia y la ira os dominan y generan  tantos de vuestros delitos.

El tercer agente de delitos es vuestra lujuria; esto os parece individual, pero este y los dos primeros implican a muchos, muchos y muchos individuos, continentes enteros, tales que trastocan la Tierra, solo por haber alcanzado la perfección del mal en el alma en unos pocos hijos de Satanás, que le obedecen para colmar de mieses malditas los graneros de su padre.

Y en verdad, os digo que ahora es un momento en el que, por orden del padre de la mentira, sus hijos siembran entre las almas, que estaban creadas por Mí y que inútilmente he fertilizado con mi Sangre. Mieses más abundantes de cuanto pudiera concebir toda diabólica esperanza, y los Cielos se estremecen por el llanto del Redentor que ve la destrucción de los dos tercios del mundo de los cristianos. Y decir dos tercios es todavía poco.

He dicho a todos: “Sed mansos y humildes de corazón para ser semejantes a Mí”. Pero a mis benditos, amadísimos hijos, a los predilectos de mi corazón, a mis pequeños redentores, cuyo sacrificio que mana gota a gota da continuidad al fluir del manantial redentor que brota de mi Cuerpo desangrado, Yo digo, y lo digo estrechándoles el corazón y besándolos en la frente: “Sed semejantes a Mí que fui generoso en el sufrimiento por el gran amor que todo me infundía”.

Más se ama y más se es generoso, María. Sube. Toca la cumbre. Yo te espero en la cima para llevarte conmigo al Reino del Amor.




sábado, 20 de febrero de 2016

HISTORIA DEL MILAGRO DEL DISCERNIMIENTO DE LOS ESPÍRITUS DEL SANTO CURA DE ARS.

El Patrono de todos los sacerdotes del mundo




Extraordinario relato de cómo la Presencia del Espíritu Santo en el alma de un pobre sacerdote, que echaron del seminario por su incapacidad intelectual, y que se transformó en  un verdadero modelo de entrega, dedicación y perfección por su ejemplo y virtudes, hasta el punto de proclamarlo Patrono de los Sacerdotes del mundo entero, le puede infundir un conocimiento de las almas similar al que tuvo el mismo Jesús.

Y es que Dios infunde en esas almas que han llegado a la perfección su mismo Espíritu, que es similar al que tuvo Jesús en su diálogo con la Samaritana, cuando leyó su alma de una manera tal que la dejó completamente asombrada. 


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De la Vida del Santo Cura de Ars de Francis Trochú


[...] Un día el Rdo. Guillaumet, que fue durante muchos años Superior de la Inmaculada Concepción de Saint-Didier se dirigía a Ars. Era el año 1855, o 1856 en el vagón del tren no se hablaba sino de las maravillas de la bendita aldea; en nombre del Cura de Ars corría de boca en boca. Sentada al lado del sacerdote, una Señora vestida de riguroso luto escuchaba en silencio. Al ver  que en la estación de Villefranche el sacerdote se disponía a bajar, abrió por fin los labios y dijo : ”Señor cura, permítame que le siga hasta Ars… Lo mismo da ir a un sitio que a  otro, ¿No es verdad? Viajo para distraerme.”

El sacerdote se ofreció a guiarla cuando estuviese en el pueblo. El coche que tomaron en Villefranche, los dejó delante de la Iglesia. Se acababa el catecismo de las once, y el Señor Guillaume hizo que la señora se pusiera en el espacio entre el templo y la casa parroquial. La espera no fue muy larga. El cura de Ars, revestido todavía de sobrepelliz apareció… Detúvose delante de la señora enlutada, la cual, para imitar a los demás, se había puesto de rodillas. Se inclinó a su oído, y le dijo: “Se ha salvado”, la desconocida tuvo un sobresalto. El cura de Ars repitió: “Se ha salvado”.  Un ademán e desconfianza fue toda la contestación de aquella forastera. Entonces el Santo le dijo otra vez silabeando: “Le digo a Ud. que se ha salvado. Está en el Purgatorio, y hay que rezar por él… Entre el parapeto del puente y el agua, tuvo tiempo para hacer un acto de contrición.

La Santísima Virgen María le alcanzó esa gracia. Acuérdese Ud. del mes de María hecho en su habitación. Algunas veces su esposo, aunque irreligioso, se unía a las oraciones de usted. Esto le mereció la gracia del arrepentimiento y el supremo perdón.”

El señor Guillaumet no entendía esas palabras, a pesar de oírlas perfectamente por estar junto a la viuda. Hasta el día siguiente no supo que luces  maravillosas de Dios habían iluminado a su siervo. La señora pasó en la soledad y en la oración, las horas que siguieron a la entrevista con el cura de Ars. Su fisionomía no era la de antes: había recobrado la paz.

Poca antes de partir, fue la viuda a dar las gracias al Rdo. Guillaumet. “Los médicos me obligaron a viajar por mi salud, le dijo; pero lo que en realidad tenía era una desesperación horrible al pensar  en el fin trágico de mi marido. Era incrédulo, y yo no vivía sino para llevarlo por buen camino. Pero no tuve tiempo. Murió de suicidio voluntario… No me lo podía imaginar sino condenado. ¡Oh, no verle nunca más!... Y, sin embargo, ha oído usted lo que me ha dicho el cura de Ars: “¡Se ha salvado!” ¡LE VERÉ, PUES EN EL CIELO!... ¡Señor cura, ya estoy curada!.

Solamente se cita un caso en el cual el Cura de Ars pareció temer por la suerte de un difunto. Si en este sentido hizo otras confidencias acerca de ellas, se habrá guardado secreto. “Una persona, recién llegada de París o de sus alrededores, refiere Hipólito Pagès, le preguntó dónde estaba el alma de uno de sus parientes recientemente fallecido. Recibió esta respuesta, sin comentario alguno: “No quiso confesarse a la hora de la muerte.” Desgraciadamente, era muy cierto: el moribundo había rechazado al sacerdote. El Cura de Ars no podía saberlo de antemano”.

Por el contrario, en muchas ocasiones, el Cura de Ars consoló grandemente a muchas personas, asegurandoles que el alma de algún ser querido había volado al cielo.
“¡Oh, qué felicidad tener los padres en la bienaventuranza!”, decía a una joven, cuya madre acababa de morir. Ha sido muy paciente durante su larga enfermedad. Dios la ha recibido y ruega por usted”.

La señorita de Bar, dice la señora des Garets, pariente nuestra, acababa de perder a su madre cuya vida había sido bien probada. Fue a Ars y, al entrar en la sacristía, el santo cura le salió al encuentro y le dijo: “Señorita, ¿ha perdido usted a su madre?... Está en el cielo. –así lo creo, señor cura.

-¡Oh, sí, está en el cielo!” y al presentarle los rosarios de su madre para que los bendijera, los tomó y besó con respeto como una reliquia.

La señora Murinais, después de haber consagrado su vida a la práctica de las buenas obras, murió tras larga y penosa enfermedad. “Es inútil, hija, rezar por ella, me respondió. Y cuando la cuñada de la difunta le pidió que celebrasen misas para el descanso de su alma, se negó a ello, diciendo: “no tiene necesidad”.






                                                                                                                                              

jueves, 18 de febrero de 2016

HISTORIA DE UN ALMA QUE NO HA CONOCIDO NUNCA EL PECADO


Fotografía de Katy cuando aún estaba en vida









Katy ha encontrado la felicidad eterna



Katy con la corona de novia, ha hallado su
Divino Esposo Jesús

¿PUEDE HABER UN ALMA QUE MUERA SIN PECADO?




Sí, sin ninguna duda: mi nieta Katy que murió el 14 de este mes con 19 años. Los médicos detectaron que iba a nacer con microcefalia, y que moriría al nacer o a los pocos días, y aconsejaron abortar, sus padres, fieles católicos se negaron rotundamente, y la bautizaron nada más nacer. 

Vivió viendo solo luz difusa, oyendo los ruidos, que la hacían sonreír. estaba alimentada por sonda gástrica, sus padres la cuidaron y la llevaron numerosísimas veces al médico de urgencias.

Casi siempre sonreía cuando le hablaban y sentía el cariño de sus cuatro hermanos, de sus padres y abuelos.

Ha ido al cielo sin agonía, solo perdió las constantes vitales en la clínica, en donde se llevó en una ambulancia a las 8 de la tarde del 14, y recibió la Extrema Unción que le consiguió una increíble mejoría, dejando a todos los médicos estupefactos, pero murió a las 10 de la mañana del día 15 de Enero de 2.016.

Has sido una víctima expiatoria, solo en el cielo veremos todos los frutos que has producido estando durante cerca de 20 años, clavada en tu cama, como Jesús en la Cruz.


EN VEZ DE REZAR POR ELLA, ROGAMOS QUE INTERCEDA POR NOSOTROS, PORQUE ESTÁ EN EL SENO Y CORAZÓN DE DIOS Y DE LA VIRGEN MARÍA, DESCANSANDO EN PAZ POR TODA LA ETERNIDAD.