MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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lunes, 3 de marzo de 2014

EL AMOR SOLO SE COMPRENDE, PORQUE EXISTE EL ODIO: CRISTO HA VENCIDO AL PECADO Y A LA MUERTE, ES LA ÚNICA LUZ QUE ILUMINA EL CAMINO QUE CONDUCE A LA VIDA ETERNA








 San Juan de la Cruz, Dichos 64. 

          A la tarde te examinarán en el amor, aprende a amar como Dios quiere ser amado, y deja tu condición.



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(San Juan María Vianney, el cura de Ars). 


        “Te amo, oh mi Dios, y mi solo deseo es amarte hasta el último respiro de mi vida. Te amo, oh Dios infinitamente amable, y prefiero morir amándote antes que vivir un solo instante sin amarte. Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es aquella de amarte eternamente. Dios mío, si mi lengua no pudiera decir que te amo en cada instante, quiero que mi corazón te lo repita tantas veces cuantas respiro. Te amo, oh mi Dios Salvador, porque has sido crucificado por mí, y me tienes acá crucificado por Ti, Dios mío, dame la gracia de morir amándote y sabiendo que te amo. Amén. 

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         Inmediatamente después de la muerte tiene lugar el juicio particular en el cual la sentencia divina decide la suerte eterna de cada hombre. 




Apocalipsis 20:15; 21:8 


"Y todo el que no fue hallado escrito en el libro de la vida fue arrojado en el estanque de fuego. Pero los cobardes, los infieles, los abominables, los homicidas, los fornicadores, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el estanque, que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte”.

        Transcribo aquí este apartado del libro publicado en www.ArcadelaAlianza.net, que refleja de una manera clara e indiscutible, lo que para mí es la terrible y profunda crisis que vive la Iglesia, y que siempre he denunciado con contundencia en este Blog: la predicación del dios "caramelo"; de una doctrina descafeínada, donde ya no se predica nunca sobre los Novísimos, y sobre todo no solo no se quiere hablar ni del infierno ni del demonio, pero incluso se llega a negar su existencia, que es el mayor logro de Satanás. 

            El olvido de la catequesis sobre el infierno y el demonio, es de muchos pastores, la negación, de esas verdades DOGMÁTICAS, como lo explica tan bien este libro, es de los que se atreven abiertamente a negar y a no predicar la existencia del demonio, del infierno, de su eternidad, estos individuos entre los cuales además de sacerdotes, hay obispos y hasta Cardenales, como lo relata el exorcista Gabriele Amorth, en su entrevista con un Cardenal romano, son HEREJES Y APÓSTATAS, ya que niegan un DOGMA de la Iglesia Católica, están pues sin duda alguna en pecado mortal, y por eso, se puede afirmar que si no se arrepienten, y mueren con ese convencimiento, serán réprobos para toda la eternidad.

          La mejor y más sencilla de la demostración de estos hechos, la encontramos en las palabras de Jesús cuando le dijo a Nicodemo: 

          Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Dios no envío a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio de Él. 

          El que cree en Él no será condenado; por el contrario, el que no cree en Él ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.

      El motivo de esta condenación está en que la Luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la Luz, porque hacían el mal. Todo el que obra el mal detesta la Luz y la rehuye por miedo a que su conducta quede al descubierto. Sin embargo, aquel que actúa conforme a la Verdad, se acerca a la Luz, para que se vea que todo lo que él hace está inspirado por Dios. (Jn 3, 16-21)


DEL INFIERNO 
Por Saulo de Santa María 


           No es del gusto general oír hablar del infierno o de la muerte, así lo reflejan nuestras diarias conversaciones con los amigos, los compañeros de trabajo o los comentarios de las noticias televisivas cuando muere algún personaje célebre. Lo mismo ocurre cuando muere un familiar o amigo, solemos regalarle un pasaporte gratis, que lo lleva directamente al Cielo sin pensar que el destino de esta alma solo lo decide Dios que es el dueño de la vida y de la muerte, el Justo y el Veraz. La Justicia de Dios es inalcanzable e incomprensible para el hombre. 

Es Dios que por su propia naturaleza es Justo, su justicia es perfecta, emanada de su divina Omnisciencia (Is 45, 21-24). En contraposición, la justicia del hombre es imperfecta y profundamente distinta de la Divina, nunca llegará a ser perfecta, por tanto sus juicios pueden ser erróneos, salvo la de aquellos "justos" que viviendo en santidad la plena gracia de Dios, comparten como don divino la justicia procedente de la Divinidad.

          Hay mucha confusión con el tema del infierno, confusión plenamente enraizada con la grave contaminación que está afectando a la Iglesia Católica por parte de sectas protestantes, gnósticas, teosóficas, espiritistas, religiones orientales, Testigos de Jehová, teorías de teólogos herejes o simplemente con las enseñanzas de la Nueva Era (New Age) tan en boga hoy en día.

         Otro factor contribuyente a esta confusión e ignorancia de este fundamental Dogma, es aquel "silencio" o ausencia total de la palabra infierno en las homilías de algunas parroquias, hasta llegar a suprimirse de las lecturas, como ocurrió en un caso reciente que conozco personalmente, cuando un sacerdote suprimió alegremente una frase del Santo Evangelio, donde se mencionaba la frase "… Y allí será el llanto y rechinar de dientes" (Lc. 13, 28).

¿Cómo podemos interpretar esta actitud de algunos sacerdotes? Puede haber varias respuestas, pero las más acertadas son, que se debe a una TIBIEZA latente, a una falta de FE en los primordiales Dogmas de nuestra Santa Religión, a una falta de DESOBEDIENCIA al Magisterio sagrado de la Iglesia y al Santo Padre, y a un ENVENENAMIENTO DOCTRINAL con teologías modernistas y afines. 

           En las homilías y catequesis no se habla ni del Infierno ni del Demonio, se tratan estos temas "diplomáticamente", como "con pinzas", para no asustar al personal. La predicación sobre los NOVÍSIMOS ya no se hace, se ha caído en el olvido, no se toma ejemplo de grandes predicadores y santos como el Santo Cura de Ars, San Vicente Ferrer, San Roberto Belarmino, San Alfonso Mª de Ligorio entre otros.

          En las Misas de difuntos se proclama inequívocamente que "el difunto en cuestión ya está en el Cielo", se halagan los oídos de la familia para no crear psicosis ni angustia o para no hacerles "pasar un mal rato" porque "se pueden traumatizar emocionalmente aquellos caracteres demasiado susceptibles", difundiéndose la idea de que Dios es exclusivamente Misericordia infinita, (que es verdad) pero despreciando el rigor de su divina Justicia que también es perfecta, como lo es todo en Dios. 


Nos olvidamos que la Santísima Virgen de Fátima en 1917, les enseñó una visión terrorífica del Infierno a 3 niños de 7, 9 y 10 años sin que por ello se "traumatizaran".  Enfermizamente hoy en día no se predica sobre el infierno, no ya a los niños, sino tampoco a los adultos. Es una realidad que si un sacerdote habla del infierno, se le tache de proscrito y se le ridiculice hasta llamarle ingenuo o ignorante, porque ese tipo de predicaciones es del pasado cuando se le daba más importancia a la atrición que a la Misericordia y a la misión salvífica, fruto de la inmolación de Cristo en la Cruz. 

          La tendencia generalizada hoy en día en relación al tema del Infierno, es o negarlo en absoluto, o creer vagamente en él con una idea totalmente distorsionada, es decir unos creen que Dios Padre infinitamente Misericordioso no puede destinar a sus hijos a un sufrimiento tan cruel y además eterno, por tanto el Infierno no existe, se niega el Dogma; otros creen que si existe, pero que allí no va nadie. 

Por desgracia, algunos teólogos modernos como el caso del ex–religioso Leonardo Boff (censurado por Roma) se pregunta "¿Cómo un Dios todo amor, puede condenar a sus hijos a las penas eternas del infierno?", tanto él, como el también desgraciadamente célebre Hans Küng, (ambos herejes), llegan prácticamente a negar dicho Dogma, cuestionando su eternidad, es decir que el infierno en el caso de que exista, solo lo sería por un determinado período de tiempo, tras el cual, habría una "amnistía general" y desaparecería para siempre.

      He tenido la vergonzosa experiencia de oír hablar a un respetado sacerdote religioso, teólogo y profesor en ejercicio de una universidad católica española negar la existencia del Dogma del infierno, afirmando claramente que "Allí no hay nadie, ni va nadie". 

           Nuestros padres y abuelos comentan que antes se predicaba más sobre el infierno, que se hablaba tal vez en demasía, pero aun así eso era bueno, porque se obtenían muchísimas conversiones, no obstante en la actualidad es todo lo contrario, se omite, se pasa por encima, se tergiversa o se niega. Hemos pasado de la hartura a la duda, de la duda a la ausencia, y de ésta a la negación, es decir a la HEREJÍA estrechamente cercana a la APOSTASÍA. Como ejemplo tomo estas palabras del caudillo de la Teología de la Liberación, Leonardo Boff, al que acolitan algunos sacerdotes y fieles. (Que los lectores juzguen por si mismos):

«…Si pudiese, anunciaría esta novedad: el infierno es un invento de los curas para mantener al pueblo sometido a ellos; es un instrumento de terror excogitado por las religiones para garantizar sus privilegios y sus situaciones de poder. Si pudiese, lo anunciaría y ciertamente significaría una liberación para toda la humanidad."
("Hablemos de la otra vida".Ed. Sal Terrae). 

         Narra el P. Marcel Nault, que cierto sacerdote en una conferencia carismática dijo a una multitud de unas 3.000 personas y 100 sacerdotes: "Dios es amor, Dios es misericordia y verán su infinita Misericordia en el fin del mundo, cuando Jesús liberará a todas las almas del Infierno, aún a los demonios." ¡¡Este sacerdote sigue predicando y su Obispo no suspende sus facultades por enseñar tal herejía!!

       Tal es el daño que está causando estas erróneas interpretaciones teológicas, que hay seminarios en Hispanoamérica donde años antes florecían y llenaban por completo vocaciones ejemplarizantes, que se han ido vaciando a medida que se introducían estas corruptas ideas que desgarran la FE de los seminaristas, propias no ya de un religioso o sacerdote, sino del mismo Demonio o Anticristo.

           Es por estos motivos, y por el alarmante convencimiento que cunde entre algunos teólogos, seminaristas, religiosos, fieles y de algún que otro sacerdote de que el Infierno no existe, o de que Dios en su infinita Misericordia, va a preparar una "amnistía" general, perdonando a los condenados y cerrándolo para siempre, por lo que publicamos este artículo que no presenta novedad alguna, solo es un recordatorio de lo que el Santo Magisterio de la Iglesia tiene registrado como Dogma primordial y del que parece que hoy en día es algo realmente "repugnante", del que hay que huir inmediatamente.

 Nos dejamos arrastrar por los pensamientos del mundo y sus acólitos: los actores, artistas de moda, escritores famosos, políticos, sociólogos, y los personajillos de la telebasura, los tomamos como personas muy inteligentes, y si dicen lo que dicen por algo será y habrá que tenerlo en cuenta, ¡¡hay que "estar a la moda"!!

        Como botón de muestra expongo a continuación un breve párrafo del libro "Espejos: una historia casi universal" del conocido escritor contemporáneo uruguayo Eduardo Galeano:

         «La Iglesia Católica inventó el Infierno y también inventó al Diablo. El Antiguo Testamento no mencionaba esa parrilla perpetua, ni aparecía en sus páginas ese monstruo que huele a azufre, usa tridente y tiene cuernos y rabo, garras y pezuñas, patas de chivo y alas de dragón. Pero la Iglesia se preguntó: ¿Qué será de la recompensa sin el castigo? ¿Qué será de la obediencia sin el miedo? Y se preguntó: ¿Qué será de Dios sin el Diablo? ¿Qué será del Bien sin el Mal? Y la Iglesia comprobó que la amenaza del Infierno es más eficaz que la promesa del Cielo, y desde entonces sus doctores y santos padres nos aterrorizan anunciándonos el suplicio del fuego en los abismos donde reina el Maligno".

       En el año 2007, el Papa Benedicto XVI lo confirmó: "Hay Infierno. Y es eterno".

           Los librepensadores, los filósofos, los científicos, los literatos y muchos amantes de la "cultura", todos ellos hijos de este mundo, seguro que aplaudirán a rabiar la prosa del famoso escritor, pero además de despreciar la palabra de Dios, olvidan flagrantemente que los padres de la filosofía como Sócrates, Platón, Aristóteles, Séneca y Cicerón que aunque paganos, hablaron sobre el Tártaro, aquel infierno de los griegos, "adonde llegaban los impíos que despreciaban las santas leyes". A pesar de ser "cultos", las celebridades contemporáneas interpretan algunas obras literarias de los autores clásicos griegos Homero y Virgilio, como simples fábulas de la época y no digamos lo que opinan de las Sagradas Escrituras.

        Encontramos en todos los pueblos de esta trillada tierra, la creencia universal del Cielo y del Infierno. Desde los más antiguos pueblos paganos como Asiria, India, etc. hasta los más salvajes pueblos indígenas de la América precolombina y pueblos del África negra, una creencia sobre ese lugar de castigo para los malvados.

"Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla". (Mat. 11, 25–30) 



La existencia del infierno. El Dogma

         
          La existencia del infierno es un Dogma de la Iglesia, definido en el IV Concilio de Letrán (1.215) y explicado en muchos documentos del Magisterio. Por tanto, al ser dogma de fe hay obligación de creer, de lo contrario caeremos en herejía y apostasía, con la debida carga del pecado mortal. Según el diario de Santa Faustina Kowalska, dice que en su visita al infierno, se le dio a conocer que la mayor parte de los condenados no habrían creído en el infierno durante su vida terrenal.

           Respeto al Dogma del infierno, dice S.S. Juan Pablo II el 28 de julio de 1.999: "El pensamiento del infierno y mucho menos la utilización impropia de las imágenes bíblicas no debe crear psicosis o angustia; pero representa una exhortación necesaria y saludable a la libertad, dentro del anuncio de que Jesús resucitado ha vencido a Satanás, dándonos el Espíritu de Dios, que nos hace invocar "Abbá, Padre" (Rm 8,15; Ga 4, 6).

          Es muy cómodo para las conciencias cartesianas negar la existencia del infierno. No se puede creer desde luego que ese rechazo se deba a la ignorancia, o a una dudosa premisa intelectual. Es más bien una problemática de índole moral, ya que esa doble moral se acomoda a los apetitos carnales de los que no se quieren desvincular, más bien se desdibuja la arquitectura de la Conciencia para admitir toda clase de pecados considerándolos lícitos. De ahí la ausencia de temor. Por eso es tan importante predicar sobre los Novísimos, porque aún que resulte indigesto a muchos, solo por el temor se convertirán.


          Es por eso que los ateos agnósticos niegan a Dios, pues es fácil creer que si no hay Dios, no hay pecado, por tanto no hay demonio, y menos aún infierno, y consecuentemente, se puede vivir libremente, sin temores ni culpas; ya lo decía Dostoyevsky: "Si Dios no existe, todo es lícito".


          La Iglesia es rotundamente clara al afirmar como dogma de fe, que el infierno tiene una duración eterna. Así en las traducciones del griego, se toma la palabra "aionios" que se traduce por "aquello que no tiene fin", en clara referencia a la eternidad del infierno (Ap 14,11), es también la misma utilizada por San Juan para hablar de la eternidad de Dios (Rm 26,16) y la misma para hablar de la vida eterna (Jn 3, 16). Esta palabra no tiene doble significado, por tanto es claro que "si Dios es eterno" y "la vida es eterna", la duración del infierno también es eterna.


          Hemos descrito desde el principio, como la revelación de las Sagradas Escrituras es rica en fuentes primarias que describen el infierno bajo varias palabras, bien sean procedentes del arameo, hebreo o griego. No es de recibo citar todos los versículos de la Biblia donde se menciona el infierno, por tanto el Magisterio de la Iglesia en la actualidad resume el Dogma del infierno en el Catecismo de la Iglesia Católica en si 1ª parte, 2ª sección, Capítulo 3º, artículo 12, epígrafes 1030 a 1041, y que aquí transcribimos solo dos:

          
          1035: La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno" (cf DS 76; 409; 411; 80 1; 858; 1002; 135 1; 1575 SPF 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.

          1037 Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf DS 397; 1567); para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que "quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión" (2 P 3:9).


          Por otra parte, es necesario reseñar que el canon romano de la Misa de San Pio V o Misa Tradicional (plegaria eucarística nº 1 del "novus ordo"), recuerda y conserva el dogma del infierno eterno en la oración "Hanc igitur" momentos antes de la Consagración:


        "... Líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos".  
         








viernes, 28 de febrero de 2014

LA VIDA SECRETA DE JUDAS ISCARIOTE


Judas, cobrando el dinero de la traición


   En este relato del “Poema del Hombre-Dios” de María Valtorta, se ve la verdadera cara del Apóstol traidor, que algunos se empeñan en describir como un hombre normal y corriente, sin pecado grave alguno, por la moda de nuestros días, de querer demostrar que todo el mundo es bueno, y que no hay diferencia alguna entre el vicio y la virtud, es la nueva Teología de la Relatividad, que hoy día tiene cada vez más adeptos, desgraciadamente, incluso entre ciertos Pastores, que predican incansablemente, como un mantra “Dios te quiere como eres”, y no saben ver que  el Amor que daba Jesús a Judas, era con la intención de que cambie de conducta, mientras aún estaba a tiempo en este mundo, para así evitarle el horror de la segunda muerte, que es la Muerte Eterna. 

           Jesús explica como el pecado es comparable a la enfermedad del cuerpo, y como un padre o un amigo, cuando el ser querido cae enfermo, intentan por todos los medios a su alcance, devolverle la salud, y como cuanto más grave es la enfermedad, más se desvelan para sanarlo.

          Es de destacar la infinita paciencia de Jesús, que conociendo los pecados tan graves de Judas, como son la Lujuria y la necromancia, lo trató siempre con cariño, intentando por todos los medios convertirlo, para mostrarnos también como debemos comportando ante los individuos de esa calaña.



LA VERDADERA CARA DE JUDAS ISCARIOTE
(Del Poema del Hombre-Dios de María Valtorta, 11-12-1.945)


          Las magníficas estrellas de una serena noche de marzo resplandecen en el cielo de Oriente, tan amplias y vivaces, que parece que el firmamento haya descendido, como un baldaquino, hacia la terraza de la casa que ha acogido a Jesús: una casa muy alta, y edificada en uno de los puntos más altos de la ciudad, de modo que el horizonte infinito se abre delante y alrededor de quien mira, desde cualquier ángulo. Y, si la tierra, -  no alegrada todavía por la luna, que está en su fase menguante – se anula en la oscuridad de  la noche, el cielo resplandece con un sinfín de luces.

             Es verdaderamente la revancha del firmamento, que expone victoriosamente sus pensiles de astros, las praderas de Galatea, sus gigantes planetarios, sus bosques de constelaciones contra la efímera vegetación de la Tierra, que, aunque sea secular, es en todo caso de una hora respeto a estas, que existen desde cuando el Creador hizo el firmamento. Y, perdiéndose mirando arriba, paseando la mirada por esas esplendorosas avenidas, en que las estrellas son los árboles, uno tiene la impresión de percibir las voces, los cantos de aquellas florestas de esplendores, de ese enorme órgano de la más sublime de las catedrales, en que gustosamente imagino que hacen de fuelles y registros los vientos de las carreras astrales, y de voces las estrellas lanzadas en sus trayectorias.

           Y parece percibirse mucho más, dado que el silencio nocturno de esta Gadara durmiente es absoluto. No canta ni una fuente, no canta un pájaro. El mundo duerme, duermen las criaturas. Duermen los hombres – menos inocentes que las otras criaturas - sus sueños más o menos tranquilos, en las casas oscuras.

          (…) Jesús y el Apóstol Juan suben a la terraza superior Se toman de la mano y van así, a sentarse en un banco que está adosado a todo lo largo del antepecho, muy alto, que circunda la terraza (…) la ciudad está escondida toda, y con ella las sombras más oscuras de los montes cercanos en la oscuridad de la noche. Solamente se les muestra el cielo con sus constelaciones de primavera y las magníficas estrellas de Orión (Rigel y Betelgeuse), Aldebarán, Perseo y Andrómeda y Casiopea, y las Pleyadas unidas como hermanas. Y Venus (zafíreo y diamantino), Marte de pálido rubí) y el topacio de Júpiter son los reyes del pueblo astral, y tililan, tililan como saludando al Señor, acelerando sus latidos de luz para la Luz del mundo.

              Jesús levanta la cabeza, apoyándola sobre el alto pretil, para mirarlas; Juan hace lo mismo, perdiéndose mirando arriba, donde se puede ignorar al mundo… Luego, Jesús dice: “Y ahora que nos hemos limpiado en las estrellas, vamos a orar”.

          Se pone en pié, Juan también. Una larga oración, silenciosa, apremiante, toda alma, con los brazos abiertos en cruz, la cara alzada vuelta hacia oriente, donde se preludia un primer claros de luna. Y luego el Pater dicho en común, lentamente, no una vez, sino tres, y – lo manifiesta claramente la voz – con un progresivo aumento de insistencia en la súplica; una súplica que es tan ardiente, que separa de la carne el alma y deja a esta por los caminos del infinito.

          Luego silencio. Se sientan donde estaban antes, mientras la luna blanquece cada vez más la tierra durmiente. Jesús pasa los brazos por los hombros de Juan, le arrima hacia sí, y dice: “Dime pues, lo que sientes que tienes que decirme. ¿Qué cosas son las que mi Juan ha intuido, con la ayuda de la Luz espiritual, en el alma tenebrosa del compañero?”.

          “Maestro, estoy arrepentido de haberte dicho eso. Cometeré dos pecados…”.
          “¿Por qué?”
      “Porque te voy a causar dolor manifestándote incluso lo que no sabes, y… porque… Maestro, ¿es pecado manifestar el mal que vemos en otro?” Si ¿no es verdad? ¿Y entonces, como puedo decir eso si lesiono a la caridad?...” Juan está angustiado.
     Jesús da luz a su alma: “Escucha, Juan. ¿Para ti es más el Maestro o el condiscípulo?”.
          “El Maestro, Señor, Tú estás por encima de todos”.
          “Y qué soy Yo para ti?”.
          “El Principio y el fin.  Eres el Todo”.
          “¿Crees que Yo, siendo Todo, conozco también todo lo que existe?”.

          “Sí, Señor, por esto siento una gran contrariedad dentro de mí. Porque siento que sabes y que sufres. Y porque recuerdo que un día me dijiste que en ocasiones, Tú eres el Hombre, solo el Hombre, y por tanto el Padre te hace conocer lo que es ser hombre que debe conducirse según razón. Y pienso también que Dios, por compasión hacia Ti, podría ocultarte estas feas verdades…”.

          “Atente a este pensamiento, Juan y habla. Con confidencia. Confíar lo que sabes a quien para ti es “Todo” no es pecado. Porque el “Todo” no se escandaliza, ni murmura, ni faltará a la caridad, ni siquiera con el pensamiento, hacia el desdichado.

          Sería pecado si dijeras lo que sabes a quien no puede ser todo amor, a tus compañeros por ejemplo, que murmurarían e incluso agrederían sin misericordia al culpable, dañándole a él y a sí mismos. Porque hay que tener misericordia, una misericordia que ha de ser mucho mayor en la medida en que tengamos ante nosotros a una pobre alma enferma de todas las enfermedades: un médico, un enfermero compasivo o una madre si es poco el mal que sufre el enfermo, se impresionan poco, y poco luchan por curarle; pero si el hijo, o el hombre, está muy enfermo, en peligro de muerte, ya gangrenoso y paralizado, ¡como luchan, venciendo repugnancias y fatigas, para curarle! ¿No es así?”.

          “Así es, Maestro” dice Juan, que ahora está en esa postura suya del brazo en torno al cuello del Maestro y la cabeza apoyada en su hombro.

          “Pues Bien, no todos saben tener misericordia con las almas enfermas: Por eso hay que ser prudentes en dar a conocer sus males, para que el mundo no las rehuya y no las deje con el desprecio. Un enfermo, que se ve menospreciado se entristece, y empeora. Si por el contrario le asisten con alegre esperanza, puede sanar; porque la alegría esperanzada del que le asiste, entra en él y ayuda a la acción de la medicina. Pero tú sabes que Yo soy la Misericordia y que no humillaré a Judas. Habla pues, sin escrúpulos. No eres un espía. Eres un hijo que confía a su padre, con amorosa solicitud, el mal que ha descubierto en su hermano, para que el padre le asista. ¡Ánimo, pues…!”.

          Juan emite un fuerte suspiro, luego inclina aún más la cabeza, dejándola caer sobre el pecho de Jesús, y dice: “¡Cuán penoso es hablar de cosas corrompidas!... Señor… Judas es un impuro… y me tienta a la impureza. No me importan sus escarnios hacia mí, lo que me duele es que se acerque a Ti, manchado de sus amores. Desde que ha vuelto, me ha tentado varias veces. Cuando las circunstancias nos dejan solos  - cosa que él provoca en todos modos – no hace otra cosa que hablar de mujeres… y yo siento la repulsa que sentiría si me sumergieran en materias fétidas que trataran de introducirme en la boca….”.

          “¿Pero en lo profundo, te sientes turbado?”.
       “¿En qué sentido turbado? Mi alma se estremece. La razón grita contra estas tentaciones… No quiero ser corrompido…”.
          “¿Y tu carne, que hace?”.
          “Se retrae horrorizada”.
          “¿Solamente esto?”.

         “Esto, Maestro, y lloro entonces, porque me parece que Judas no podría ofender más a quien se ha consagrado a Dios. Dime, ¿Esto va a lesionar mi ofrenda?”.
          “No. No más que un puñado de barro arrojado a una lámina de diamante. No raya la lámina, no penetra en ella. Para limpiarla basta echar en ella una copa de agua. Y queda más bonita que antes”.
          “Límpiame entonces”.
          “Tu caridad te limpia. Y tu ángel. Nada queda en ti. Eres un altar limpio y Dios baja a él. ¿Qué más hace Judas?”.

          “Señor, él… No es verdad que sea dinero suyo el que te da para los pobres; es el dinero de los pobres que roba para sí; para ser alabado por una falsa generosidad. Le enfureciste al quitarle todo el dinero al regreso del Tabor. Y a mí me dijo: “Hay soplones entre nosotros”. Yo dije: “¿Soplones de qué? ¿Acaso robas?. “No” me respondió, “pero soy previsor y hago dos bolsas. Alguno se lo ha dicho al Maestro y Él me ha impuesto que dé todo; tan enérgicamente lo ha impuesto, que me he visto obligado a hacerlo”. Pero no es verdad, Señor, que haga eso por previsión. Lo hace para tener dinero. Podría declararlo con la casi certeza de decir la verdad”.

            “¡Casi certeza! Esta duda sí que es breve culpa. No puedes acusar de ser ladrón si no estás absolutamente seguro de ello. Las acciones de los hombres a veces tienen apariencia mala y son buenas”.

      “Es verdad, Maestro. No lo volveré a acusar, ni siquiera con el pensamiento. De todas formas, eso de que tiene dos bolsas, y la que dice que es suya, y te da es tuya y que lo hace buscando alabanza, eso es verdad. Y yo eso no lo haría. Siento que no está bien hacerlo”.

             “Tienes razón. ¿Qué más debes decir?”.
            Juan alza la cara asustada, abre la boca para hablar, pero la cierra. Se desliza hasta caer de rodillas. Esconde la cara en la túnica de Jesús. Él le mane una mano sobre sus cabellos.
          “¡Ánimo! Quizás has juzgado equivocadamente. Yo te ayudaré a juzgar bien. Me debes decir también lo que piensas acerca de las posibles causas de que Judas peque”. Señor, Judas se siente sin la fuerza que querría para hacer milagros… Tú sabes que siempre lo ha deseado fogosamente… ¿Te acuerdas de Endor? Y, sin embargo, es el que hace menos milagros. Y …bueno… desde que ha regresado, ya no consigue nada… y por la noche se queja de ello incluso en sueños, como si fuera una pesadilla, y…¡Maestro, Maestro mío!”.

              “Venga. Habla. Todo”.
          “Impreca… y practica la magia. Esto no es una mentira ni una duda. Le he visto. Me elige como compañero porque tengo un sueño profundo. Es más, lo tenía. Ahora lo confieso, le vigilo, y mi sueño es menos profundo porque en cuanto se mueve lo oigo… Quizás he hecho mal. Pero he fingido dormir para ver lo que hacía. Y dos veces le he visto y oído hacer cosas feas. No es que yo entienda la magia, pero eso es magia”.

             “¿Solo?”.
          “No y sí. En Tiberiades lo seguí. Fue a una casa. Después pregunté quien vivía allí. Uno que practica la necromancia con otros. Y, cuando Judas salió, casi de mañana, por las palabras que dijeron, comprendí que se conocen y que son muchos… y no todos extranjeros. Pide al demonio la fuerza que Tú no le das. Por eso sacrifico yo mi fuerza al Padre, para que se la pase a él, y él deje de ser pecador”.
          “Haría falta que le dieras tu alma. Pero eso no lo permitiríamos ni el Padre ni Yo”.
          Un largo silencio, luego Jesús dice con voz cansada: “Vamos, Juan. Vamos a bajar a descansar en espera del alba”.
          “¡Estás más triste que antes, Señor! ¡No debía haber hablado!”.
            “No. Yo ya lo sabía. Pero tú al menos, estás más tranquilo… y eso es lo que importa…”.
          “Señor, ¿debo evitarle?”.

          “No, no temas. Satanás no perjudica a los Juanes. Los aterroriza, pero no puede quitarle la gracia que Dios continuamente les otorga. Ven, por la mañana voy a hablar. Luego iremos a Pel.la. No podemos demorarnos, porque el río está crecido, por la fusión de las nieves y el agua de los días pasados. Pronto estará colmo, y mucho más teniendo en cuenta que la luna aureolada predice lluvias abundantes…”.

          Bajan y deja de vérselos en la habitación de debajo de la terraza.
         




 

 





viernes, 21 de febrero de 2014

INTERPRETACIÓN MÍSTICA DEL NÚMERO DE LA BESTIA: EL NÚMERO DE LA BESTIA 6 6 6.







Derrota de Lucifer en el Cielo (Ap 12-13,18)


(…) Al verse precipitado a la tierra, el dragón comenzó a perseguir a la mujer que había dado a luz al Hijo varón. Pero a la mujer le fueron dado alas de águila real para que volara a su lugar en el desierto y fuera allí alimentada durante tres tiempos y medio. Lanzó entonces la serpiente de sus fauces un torrente de agua para ahogar en él a la mujer. Pero la tierra socorrió a la mujer: abrió su boca y absorbió el torrente que el dragón había lanzado de sus fauces.

Irritado el dragón por su fracaso con la mujer, se fue a hacer la guerra al resto de su linaje, a los que observan los mandamientos de Dios y dan testimonio de Jesús.
Y el dragón se quedó al acecho junto a la orilla del mar.

Parece claro que, tras la derrota de Lucifer en el Cielo por el Arcángel Miguel, y después de ser precipitado a la Tierra, aquí intenta destruir la Creación de Dios, consiguiendo hacer pecar a Adán y Eva, nuestros primeros padres, inoculándoles la atracción por todos los pecados, que es una adoración de la materia, para así apartarlos de la adoración debida a Dios.

Pero en la Tierra se tuvo que enfrentar a la llena de Gracia, Ave María, la nueva Eva, la Madre espiritual de la Humanidad. La única Criatura que podía vencerlo, ya que su triunfo sobre Eva, exigía, por razones de justicia su derrota por otra Mujer, sabiéndolo, quiso destruir a la Inmaculada Virgen María.

Una gran señal apareció en el Cielo: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. (Ap-12-1)

Y esta es la imagen de la Virgen María, la Reina del Cielo y de la Tierra, revestida con la Luz de Dios, vencedora de las Tinieblas de Satanás, y con la corona de Reina.

Las armas de Satanás son siempre las mismas: el torrente de agua es el que simboliza la inmersión en el pecado, por esa razón, el hipopótamo, al que le molesta el sol, y el cocodrilo, son las imágenes de Lucifer y de Satanás, en el libro de Job, residen casi siempre en el agua. La Virgen María, que es invencible, ante estos atractivos, porque es la Inmaculada, voló con alas de águila real al desierto, que simboliza la austeridad y la sublime belleza de la Virtud.

Eres bella, amada mía, como Tirsá
Hermosa como Jerusalén,
Imponente como ejército desplegado (Cant 6-4) 

Y esta es la fuerza que vence a Satanás, una fuerza divina imponente, como un ejército desplegado en orden de batalla, que pone en fuga a los ejércitos de los espíritus tenebrosos, y a su jefe: el Príncipe negro, que quedan cegados con el fulgor de la llama de amor del Inmaculado Corazón de María.


Visión de Satanás en la tierra (Ap 13-1,18)

Y vi subir del mar una bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas, con una diadema en cada cuerno y un título blasfemo en cada cabeza, la bestia que vi, se parecía a una pantera, tenía patas como de oso y fauces como de león. El dragón le dio su fuerza, su trono y si inmenso poder. Una de sus cabezas parecía haber sido herida de muerte, pero su herida mortal estaba ya curada. La tierra entera corría fascinada tras la bestia. Entonces adoraron al dragón, porque había dado su poder a la bestia y adoraron también a la bestia diciendo:
¿Quién hay como la bestia? ¿Quién es capaz de luchar contra ella?

Nos encontramos aquí con Lucifer, el cual trató de derrotar a la Invencible y Todopoderosa Virgen María, y vencido, esperó a la orilla del mar. Cuando llegó su momento, que fue tras la muerte y resurrección de Jesús, que testificó su derrota y por eso redimió a los elegidos que escogieron y practicaron la Doctrina del Evangelio, salió del mar donde estaba escondido, con todas la fuerza de una fiera poderosa.

El dragón, que es Lucifer le comunicó toda su fuerza, su trono de rey del pecado y del vicio, con el poder del hedonismo y del disfrute inmediato. Las siete cabezas representan los siete enemigos que combaten los siete Espíritus de Dios en misión por toda la Tierra.

Contra el Espíritu de Pureza: el espíritu de fornicación.
Contra el Espíritu de Verdad: el espíritu de mentira.
Contra el Espíritu de Justicia: el espíritu de prevaricación.
Contra el espíritu de Bondad: el Espíritu de perversión y maldad.

Contra el Espíritu de Pobreza: el espíritu de orgía y derroche.
Contra el Espíritu de Misericordia: el espíritu de impiedad
Contra el Espíritu de Amor: el espíritu de odio.

La cabeza que había sido herida de muerte y que parecía curada, parece ser el espíritu de fornicación, porque antiguamente, la pureza era una virtud respetada y seguida por la mayoría de la gente, ahora con el relativismo, ocurre todo lo contrario. Y la mayoría de la Humanidad parece fascinada por las siete cabezas de esta bestia, por eso lleva cada una la diadema de un rey.
Los diez cuernos parecen representar el reinado de esos siete espíritus, con los otros tres cuernos que son las tres potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad, que han sido sometidas al reinado de la Bestia. Se adora pues la bestia y el dragón, que había dado su poder a la Bestia infernal.

Se le dio autorización para proferir palabras orgullosas y blasfemas y poder actuar durante cuarenta y dos meses. Y así lo hizo. Profirió blasfemias contra Dios, contra su nombre, contra su santuario y contra los que habitan en el Cielo. También se le concedió hacer la guerra a los creyentes y vencerlos; y se le otorgó poder sobre las gentes de toda raza, pueblo, lengua y nación. Y todos los habitantes de la tierra a excepción de aquellos que desde la creación del mundo están escritos en el libro de la vida del Cordero degollado, le rendirán pleitesía. Quien tenga oídos que escuche esto:

El que está destinado al cautiverio, al cautiverio irá. El que haya de morir a filo de espada, a filo de espada morirá.

¡Ha llegado la hora de poner a prueba la paciencia y la fe de los creyentes! 

Esta autorización dada a la bestia, para blasfemar y hacer la guerra a los creyentes de toda raza, pueblo, lengua y nación, se dio por razones de Justicia de Dios, ya que este mundo es un campo neutral, donde actúan en igualdad de condiciones tanto el Bien como el Mal, pudiendo el hombre escoger libremente lo que más le agrade. Si el hombre en su libertad escoge el mal, entonces la bestia tiene libertad para actuar. Por esa misma razón los elegidos, cuyo nombre está escrito en el libro de la Vida, nunca rendirán pleitesía a la bestia inmunda. 

Todo esto contribuye a poner a prueba la paciencia y la fe de los creyentes, y sirve para separar el trigo de la cizaña. 

Visión del Anticristo

Vi otra bestia que surgía de la tierra; tenía dos cuernos como de carnero y hablaba como un dragón. Ejercía todo el poder de la primera bestia en favor de ella, haciendo que toda la tierra y sus habitantes adorasen a la primera bestia, aquella cuya herida mortal había sido curada. Hacía grandes prodigios, hasta el punto de hacer bajar fuego del cielo sobre la tierra a la vista de los hombres. Seducía también a los habitantes de la tierra con los prodigios que se la había otorgado realizar en favor de la primera bestia, y los incitaba a erigir una estatua en favor de la bestia que sobrevivió a la herida de la espada. Se le concedió dar vida a la estatua de la bestia, de modo que incluso pudiese hablar, y se le dio poder para hacer morir a cuantos no adorasen la estatua de la bestia. Hizo también que todos, chicos y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos llevasen tatuada una marca en la mano derecha o en la frente. Y solo el que llevaba tatuado el nombre de la bestia o la cifra de su nombre podía comprar o vender.

¿Quién alardea de sabio? El que presuma de inteligencia pruebe a descifrar el número de la bestia, que es número humano. El seiscientos sesenta y seis es su cifra.

Esta bestia que surge de la tierra y no del mar, es el Anticristo, aparece como un carnero con sus dos cuernos que son las dos armas que tiene para combatir a los dos Espíritus de Cristo: Pobreza en la Tierra, y Misericordia (Su nacimiento en un establo, y su muerte perdonando a sus verdugos), dirá como los políticos de ahora, que hay que proteger a los pobres y desamparados, será el disfraz del cordero divino que predicará con la envida y la palabra a los ricos para seducir a los necesitados, pero será un individuo rico en dinero y poder e inmisericorde y de una crueldad inmensa, lo contrario de Jesucristo, suprimiendo el Sacrificio perpetuo, que es la Sagrada Eucaristía, como lo han anunciado los Profetas, serán días de terror y espanto.

Está aquí perfectamente reflejado lo que ocurrirá con la venida del Anticristo, con la persecución y el odio atroz a todos los creyentes. Estamos asistiendo hoy día a los preludios de la venida del Anticristo. Hoy día en muchos lugares, para poder vivir hay que compartir la doctrina atea de adoración a la bestia, desprecio a la Iglesia de Cristo, segundar la doctrina de la cultura de la muerte: Aborto, eliminación de los deficientes, persecución cada vez mayor contra todos los seguidores del Evangelio.

Admiración y seguimiento de la Doctrina hedonista completamente opuesta a la doctrina de Jesús, adoración hacia el dinero, el lujo y el placer, abandono de la caridad hacia los necesitados. Estamos asistiendo igualmente a lo que hemos leído que ocurrirá al final de los tiempos: La naturaleza se está rebelando en todos los sitios, contra la humanidad que no solo no rinde culto a su Creador, pero que además legisla y vive en contra de sus mandamientos.

Inundaciones, tsunámis catastróficos, cambios de clima adversos, sequías, plagas y epidemias,  en otros lugares que ocasionan hambrunas y exilios; guerras y atentados en casi todo el mundo, todo ello consecuencias del clima de odio y de rencor pregonado por la bestia y asumido por gran parte de la humanidad.

Otra enseñanza no menos perniciosa, pero que ha logrado introducirse hasta en muchos eclesiásticos: El Relativismo, que no ve diferencia alguna entre el pecado y la Virtud, es decir entre Satanás y Jesús. La desobediencia, contraria a una de las virtudes más grandes, ya que está escrito: más quiere Dios la obediencia que los sacrificios, la secularización de la Sociedad, que no es otra cosa que dejar de adorar a Dios, para idolatrar a otros ídolos: como son los científicos, deportistas y artistas ateos.


Del Poema del Hombre-Dios de Mª Valtorta

La carestía y la mortandad de las epidemias serán uno de los signos precursores de mi segunda venida. Los castigos creados para corregiros y volver a llamaros a Dios causarán, con dolorosa potencia, una de las selecciones entre los hijos de Dios y de Satanás. El hambre producido por los robos y las malditas guerras, queridas sin justificación de independencias nacionales, sino sólo por la ambición del poder y la soberbia de los demonios con apariencia de hombres, producido por el detenerse de las leyes cósmicas, por voluntad de Dios, por lo qué el hielo será áspero, y prolongado, por la qué el calor quemará y no será mitigado por las lluvias, por lo qué las estaciones serán invertidas y tendréis sequedad en las estaciones de las lluvias y lluvias en el tiempo de la maduración de las mieses, así qué engañadas por la templanza repentina o el frescor insólito, las plantas florecerán fuera de estación y los árboles se recubrirán, después de haber generado, de nuevas flores inútiles, que aprisionan sin fruto la planta – porque todo desorden es nocivo y conduce a la muerte, recordarlo, hombres – el hambre atormentará cruelmente esta raza perversa y enemiga de Dios.

Los animales, privados de forraje y pienso, de grano y semilla, morirán de hambre y, por el hambre del hombre, serán destruidos sin darles tiempo de procrear. Los pájaros del cielo y los peces de las aguas, piaras y rebaños, serán asaltados por todas partes para dar a vuestros vientres el alimento que la tierra solo producirá escasamente. La mortalidad, creada por las guerras y las pestes, los terremotos y los naufragios, precipitará en el más allá a los buenos y a los malos. Los primeros para vuestro castigo – porque privados de los mejores, empeoraréis cada vez más – los segundos para su castigo, porque tendrán el Infierno por morada antes de la hora prevista.

Interpretación de la cifra de la bestia: 6 6 6.


Se repite tres veces el número 6 porque está aplicado a las tres potencias del alma: Memoria, Entendimiento y Voluntad. Y como Lucifer es el simio de Dios, tiene los seis espíritus opuestos a los Espíritus de Dios en misión por toda la tierra. Naturalmente, la bestia no tiene el séptimo Espíritu de Dios que es el Espíritu Santo, porqué representa el Amor y la fuerza, y es porque el pecado y el vicio están fundamentados en el odio y la debilidad.

1- Espíritu de impureza.
2- Espíritu de la mentira.
3- Espíritu de la prevaricación o injusticia.
4- Espíritu de maldad.
5-Espíritu de corrupción (que proviene de la impureza y la mentira).
6- Espíritu de venganza (que proviene de la injusticia y la maldad). 

Los cuatro primeros espíritus pertenecen a Lucifer; (representan la fe de los hijos de Satanás), los otros dos que provienen de él pertenecen al Anticristo (representan la esperanza de los hijos de las tinieblas). Y aquí está otra vez la similitud (que recuerda el simio) con Dios: los cuatro Espíritus del Padre vistos por Ezequiel que simbolizan la Fe, y los dos Espíritus de Cristo que simbolizan la Esperanza de la eterna felicidad de los Hijos de Dios.

Pero los 6 primeros Espíritus de Dios desembocan en el Espíritu Santo, que es el descanso de Dios: la Vida y la felicidad Eternas, mientras que los 6 espíritus de Satanás desembocan en la Muerte y el tormento Eternos.

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Me mostró entonces el ángel un río de agua viva, trasparente como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la plaza de la Ciudad, a uno y otro lado del río, había un árbol de vida que daba doce cosechas, uno cada mes, cuyas hojas servían de medicina a las Naciones.

Ya no habrá nada maldito. Será la Ciudad del trono de Dios y del Cordero, en la que sus servidores le rendirán culto, contemplarán su rostro y llevarán su nombre escrito en la frente. Ya no habrá noche; no necesitarán luz de lámparas, ni la luz del sol; el Señor Dios alumbrará a sus moradores, que reinarán por los siglos de los siglos. (Ap 22-1,5)



¡VEN PRONTO, SEÑOR JESÚS!


miércoles, 19 de febrero de 2014

VISIÓN DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD DE SAN JUAN EVANGELISTA (Ap 4-1,11)






Visión de Dios y de los 24 ancianos del Apóstol San Juan







Después de todo esto, tuve una visión. Vi una puerta abierta en el Cielo, y aquella voz semejante a una trompeta, que me había hablado al principio decía: Sube aquí, y te mostraré lo que va a suceder en adelante.

De pronto caí en éxtasis y vi un trono colocado en el cielo y alguien sentado en el trono. El que estaba sentado tenía un aspecto resplandeciente como piedra de jaspe o de sardonio, y un halo parecido a la esmeralda rodeaba su trono. Alrededor del trono había otros veinticuatro tronos, en los que estaban sentados veinticuatro ancianos vestidos de blanco y con coronas de oro en la cabeza. Relámpagos y truenos retumbantes salían del trono: siete lámparas de fuego – que son los siete espíritus de Dios – ardían en presencia del trono y delante había también un mar transparente como el cristal.

En medio del trono y a su alrededor habían cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. El primero era como un león; el segundo como un toro; el tercero tenía un rostro semejante a un hombre, y el cuarto se parecía a un águila en vuelo. Cada uno de los cuatro seres tenía seis alas, y estaban llenos de ojos por fuera y por dentro. Y día y noche proclamaban sin cesar:

Santo, Santo, Santo Señor Dios Todopoderoso el que era, que es y el que está a punto de llegar. Y cada vez que los seres vivientes daban gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono y vive por siempre, los veinticuatro ancianos se postraban ante el que está sentado en el trono, adoraban al que vive para siempre y arrojaban sus coronas a los pies del trono diciendo:

Digno eres, Señor y Dios nuestro de recibir la gloria, el honor y el poder. Tú has creado todas las cosas; en tu designio existían y según él fueron creadas.



INTERPRETACIÓN DE LA VISIÓN DEL REINO DE DIOS

El Reino de Dios se encuentra, según la Visión del Apóstol San Juan, tras la puerta abierta en el Cielo. El Hijo de Dios, está sentado en el trono, y resplandecía como piedra de jaspe o de sardonio, con un halo parecido a la esmeralda, lo que testifica su divinidad.

Los veinticuatro ancianos con vestiduras blancas con sus coronas de oro, sentados en veinticuatro tronos, simbolizan todos los elegidos de la Humanidad, las doce tríbus de Israel y los doce Apóstoles del Hijo de Dios.

Los relámpagos y truenos retumbantes que salían del trono, representan el poder infinito de la Divinidad, las siete lámparas de fuego, que son los siete atributos de Dios, sus siete Espíritus, que están en misión por toda la Tierra, y arden en presencia del trono ante un mar transparente de cristal que simboliza todo el Universo creado.

Los cuatro seres vivientes, que aparecen también en la visión del Profeta Ezequiel, son el símbolo de la fe, grabada en la conciencia de cada ser humano, están llenos de ojos por delante y por detrás, porque esa es la misión de la fe, contemplar y tratar de imitar los cuatro atributos de Dios Padre: La fuerza de la pureza, que es la Luz de Dios, que permite el discernimiento espiritual del alma, simbolizada por el león; el toro que simboliza la fuerza de la Verdad, el que tenía cara de águila en vuelo, es la Justicia, ya que este animal es capaz de mirar al sol frente a frente, y tiene una visión telescópica, y el que tenía cara de hombre, simboliza el Espíritu de bondad, ya que solo al hombre y no el animal, por sus acciones de amor al prójimo merece la Vida Eterna, porque puede compadecerse y amar a su prójimo y por se hace semejante a Dios.

Y es la fe en Dios la que es capaz de proclamar que solo Dios es Santo, Todopoderoso, el que era, el que es y el que está por llegar. Ese es el nombre que dio Dios a Moisés cuando le dijo: “Yo soy el que soy”, que quiere decir: Yo soy siempre el mismo, el que permanece desde siempre: soy el Eterno. Por esa razón, los adoradores proclaman: Tú has creado todas las cosas; en tu designio existían, y según él fueron creadas.


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Del libro del Apocalipsis (5-6,14)

Vi entonces, en medio del trono, de los cuatro seres vivientes y de los ancianos, un Cordero en pié, con señales de haber sido degollado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la Tierra. Se acercó el Cordero y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono; y cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero. Tenía cada uno una cítara y una copa de oro llena de perfumes, que son las oraciones de los santos. Cantaban un cántico nuevo que decía:

Eres digno de recibir el libro y romper sus sellos, porque has sido degollado y con tu Sangre has adquirido para Dios hombres de toda raza, lengua pueblo y nación, y los has constituido en reino para nuestro Dios y en sacerdotes que reinarán sobre la Tierra.

Oí después en la visión, la voz de innumerables ángeles que estaban alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos; eran cientos y cientos, miles y miles, que decían con voz potente:

Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza. Y las criaturas todas del cielo y de la tierra, de debajo de la tierra y del mar, oí también que decían:

Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder por los siglos de los siglos.

Los cuatro seres vivientes respondieron: "Amén", y los ancianos se postraron en profunda adoración

Y es que toda la creación, que son los siete Espíritus de Dios en misión por toda la Tierra, proclaman la Gloria de Dios.



Del Evangelio como me ha sido revelado de Mª Valtorta:

La primera palabra del Padre y Señor es esta: “Yo soy el Señor, Dios tuyo”.

En cada instante del día, la Voz de Dios pronuncia esta palabra y su dedo la escribe. ¿Dónde? Por todas partes. Todo lo dice continuamente: desde la hierba a la estrella, desde el agua al fuego, desde la lana al alimento, desde la luz a las tinieblas, desde el estar sano hasta la enfermedad, desde la riqueza hasta la pobreza.”

Todo dice : “Yo soy el Señor. Por Mí, tienes esto. Un pensamiento Mío te lo da, otro te lo quita y no hay fuerza de ejercito ni de defensas que te pueda preservar de Mi voluntad”. Grita en la voz del viento, canta en la risa del agua, perfuma en la fragancia de la flor, se incide sobre las cúspides montanas, y susurra, habla, llama, grita en las conciencias: Yo soy el Señor Dios tuyo”.





viernes, 14 de febrero de 2014

VISIÓN DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD DEL PROFETA EZEQUIEL









VISIÓN DE LA Stma TRINIDAD DEL PROFETA EZEQUIEL


VISIÓN  DE DIOS PADRE


        Vi un viento huracanado que venía del norte, una gran nube rodeada de resplandores, un fuego resplandeciente, y en el centro del fuego como un fulgor de un relámpago. En medio del fuego vi la figura de cuatro seres, cuyo aspecto era este: parecían hombres, pero cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas; sus piernas eran rectas y la planta de sus pies eran como la de un buey; brillaban como bronce bruñido; debajo de las alas en los cuatro costados, tenían manos humanas; el aspecto de los cuatro era el mismo, y las alas de iguales dimensiones, se emparejaban unas con otras; al andar no se volvían de espaldas, sino que todos ellos caminaban de frente: iban a donde el Espíritu los dirigía, sin volverse de espaldas al andar. En medio de ellos había una especie de carbones encendidos; parecían antorchas que se movían entre ellos. El fuego resplandecía y desprendía fulgores. Los seres se movían con la rapidez del rayo.


       Dios aparece siempre detrás de una nube, debido a su inaccesibilidad para el conocimiento humano, como no tiene ni forma ni dimensión, ya que es un puro Espíritu, solo puede representarse a los hombres de una manera puramente simbólica, con un lenguaje misterioso, pero que representa sus atributos.

       Lo que el Profeta está viendo, son los cuatro Espíritus de Dios Padre, que son los Espíritus de Pureza, de Verdad, de Justicia y de Bondad, que están puestos en el mundo en los cuatro primeros días de la Creación.

       Los cuatro Espíritus son iguales, y no son independientes el uno del otro, por eso cada uno tiene cuatro caras y cuatro alas, cada uno tiene debajo de las alas manos humanas lo que significa que están en misión por toda la Tierra. Son distintos, pero están entrelazados entre sí: En efecto la Pureza está intrínsecamente ligada con la Verdad; con la Justicia y con la Bondad.

       Estaban guiados por el Espíritu Santo, el fuego que resplandece y que desprende fulgores, y no se volvían nunca de espaldas, lo que indica su determinación infalible en todas sus acciones. Sus fundamentos que son sus pies, son fuertes como la planta del pié de un buey. Estos seres se mueven con la rapidez del rayo, que significa fuerza y determinación absolutas.



VISIÓN DE LA SANTA FE






















         Y he aquí que vi que vi en el suelo una rueda al lado cada uno de los cuatro seres.

      Las ruedas brillaban como el crisólito; las cuatro tenían la misma forma y su estructura era como si una estuviera encajada dentro de la otra. Podían rodar en las cuatro direcciones sin necesidad de girar.


         Su circunferencia era muy grande, y las llantas de las cuatro estaban llenas de ojos por todas partes. Cuando los seres se movían, también se movían las ruedas, y cuando se elevaban del suelo, se elevaban también las ruedas; se dirigían a donde el Espíritu las impulsaba, y también se elevaban movidas por el Espíritu de los seres que estaban en ellas.



       El hecho de que las ruedas estaban en el suelo, indica que provienen de la Tierra. Estaban al lado de cada uno de los seres, porqué son el don de Dios a las almas, que consiste en tener en ellas esos cuatro Espíritus que son la Pureza, la Verdad, la Justicia y la Bondad, son lo que diferencia a los seres humanos de los animales, que solo operan por instinto.



      Esta Santa Fe, es un maravilloso don de Dios, que se compara en la visión con el brillo del crisólito, el cambio de dirección sin necesidad de girar indica que esos atributos de la Santa Fe, son inamovibles en el sentido de modificación de contenido, por eso su movimiento es siempre frontal, y nunca se dan la vuelta. También significa que estos fundamentos de la Fe son inmutables, a pesar de los esfuerzos de toda la retahíla de nuevos "teólogos", que son los abanderados de la nueva teología de la secularización.


      Las llantas llenas de ojos, y su gran circunferencia, significan cuál es su misión: estar siempre atentas observando a Dios, en todos sus movimientos, es decir en todas las circunstancias de la vida, su gran circunferencia simboliza la grandeza de la Fe, que es el medio por el cual creemos y adoramos a Dios, intentando hacernos semejantes a Él.




VISIÓN DE CRISTO JESÚS, EL HIJO DE DIOS






        Sobre las cabezas de los seres había una especie de plataforma, reluciente como cristal, extendida por encima de sus cabezas, y debajo de la plataforma estaban extendidas sus alas emparejadas; cada uno tenía otras dos que cubrían su cuerpo. Oí el ruido de sus alas era como el de las aguas caudalosas, como la voz del Poderoso, como el estruendo poderoso de un ejército. Y cuando se paraban, replegaban sus alas. En la plataforma que había encima de sus cabezas se produjo un gran estrépito.

      Encima de la plataforma apareció una especie de zafiro en forma de trono, y sobre esta especie de trono apareció una figura de aspecto humano. Desde lo que parecían sus caderas para arriba era parecido a un metal brillante, y de sus caderas para abajo tenía aspecto de fuego. El resplandor que rodeaba esta figura era semejante al arco iris que aparece en las nubes en un día de lluvia. Era la apariencia visible de la Gloria del Señor. Cuando lo vi, caí rostro a tierra, y oí una voz que me hablaba.

     Está en esta visión perfectamente relatada la relación intrínseca que existe entre los cuatro Espíritus de Dios Padre; que generan en la plataforma sobre ellos a Dios Hijo, con la acción del espíritu de Fuerza que es el Espíritu Santo, que es el sonido de un ejército poderoso y de aguas caudalosas. 

        En esta visión, está perfectamente relatada la visión del trono de Jesús-Dios rodeado del arco iris, con sus siete colores, que simbolizan los siete Espíritus de Dios en misión por toda la Tierra, como lo dice el Apocalipsis. En este momento el Profeta oyó una voz que le hablaba, esto simboliza la misión de Jesús-Dios, que ha venido a la Tierra para hablar en nombre de Dios, con su Doctrina, predicando el desprendimiento y la misericordia, simbolizada por el Portal de Belén, y la Redención de la Cruz.