MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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sábado, 26 de marzo de 2016

RELATO ESTREMECEDOR DE LA GLORIOSA RESURRECCIÓN DE CRISTO JESÚS ANTE TODO EL JÚBILO DE LOS MORADORES DEL LIMBO; Y ANTE EL TERROR DE SATANÁS








              Me he quedado sorprendido al leer el relato de la Resurrección de Jesús, en el Evangelio tal como me ha sido revelado de María Valtorta, al analizar este icono pintado por un Cristiano Copto, he observado todas las flores y el resplandor de todo el cuerpo que emana una fulgurante luz, como así está relatado en la visión. Llama igualmente la atención la concordancia entre la visión y la imagen de la actitud de Jesús que sale del sepulcro con un fulgor resplandeciente que emana de las heridas de su Pasión, y de todo su Cuerpo, con la mano levantada bendiciendo.

                Este relato del Evangelio como me ha sido revelado de Mª Valtorta, es una maravillosa descripción literaria, en donde se ve como un meteoro paradisiaco, y refulgente, que provocó un terremoto,  transportó el Espíritu de Jesús al Sepulcro, rompiendo la puerta sellada, y aterrorizando y paralizando  a los soldados que vigilaban la entrada del mismo.




Tomo 10. capítulo 617 La Resurrección


            (...) Los soldados deben haber encendido un pequeño fuego durante la noche, porque hay en el suelo ceniza y tizones mal quemados; y deben de haber jugado y comido, porque hay todavía restos de comida diseminados, y pequeños huesos limpios, usados, sin duda para algún juego semejante a nuestro dominó, o nuestro infantil juego con canicas, jugados sobre un rudimentario trazado dibujado en el sendero. Luego se han cansado y han abandonado todo para buscar posturas más o menos cómodas, según fuera para dormir o para velar.

          En el cielo que ahora presenta en el Oriente un área enteramente rosada, que se va extendiendo cada vez más por el cielo sereno - donde todavía no hay rayos de sol - , aparece procedente de profundidades desconocidas, un meteoro lleno de resplandor. Y el meteoro baja - bola de fuego de irresistible resplandor - seguido de una estela rutilante, que quizás no es más que el recuerdo de su fulgor en nuestra retina. 

          Baja velocísimo hacia la Tierra, esparciendo una luz tan intensa, fantasmagórica, aterradora dentro de su belleza, que la rosada de la aurora queda anulada, superada por esa incandescencia blanca. Los soldados alzan, estupefactos, la cabeza (porque con la luz llega un estampido potente, armónico, solemne, que llena con su sonido toda la Creación). Viene de profundidades paradisiacas. Es el aleluya, el gloria angélico, que sigue al Espíritu del Cristo en su regreso a su Carne gloriosa.

          El meteoro se abate sobre la piedra que inútilmente cierra el Sepulcro. La arranca de cuajo, la echa al suelo. Paraliza, por el terror y el fragor a los soldados puestos como carceleros del Dueño del Universo. Y, a su regreso a la Tierra, al igual que había producido un terremoto cuando huyó de la Tierra, el Espíritu del Señor produce un nuevo terremoto. Entra en el oscuro Sepulcro, el cual, con esta indescriptible Luz, se llena de claridad; y, mientras la Luz queda suspendida en el aire inmóvil, el Espíritu se reinfunde en el inmóvil cuerpo bajo la mortaja.

           (...) El "Quiero" del Divino Espíritu a su fría Carne, no tiene sonido. Lo dice la Esencia a la Materia inmóvil. pero ningún oído humano percibe esa palabra. La Carne recibe ese imperativo y obedece con un profundo respiro... Durante unos momentos, nada más. Debajo del sudario y de la sábana, la Carne Gloriosa se recompone vestida de eterna belleza, se despierta del sueño de la muerte, regresa de la "nada" en que estaba, vive después de haber estado muerta. Ciertamente, el corazón se despierta y da su primer latido, impulsa en las venas helada sangre que quedaba e, inmediatamente, crea la medida total de sangre que quedaba en las arteras vaciadas, en los pulmones inmóviles, en el cerebro entenebrecido, y aporta nuevo calor, salud, fuerza, pensamiento. 

            Otro instante, y se produce un repentino movimiento bajo la pesada sábana. Tan repentino que, desde el instante en que Él mueve las manos cruzadas, hasta el momento en que aparece, majestuoso, en pie, lleno de resplendor con su vestido de inmaterial materia, sobrenaturalmente  bello y majestuoso, con una gravedad que le transforma y le eleva sin anular su identidad, la vista casi no tiene tiempo de captar los momentos sucesivos. Y ahora la vista le admira. ¡Qué distinto de como la mente recuerda! Pulcro, sin heridas de Sangre; solo resplandeciente, con el resplandor de la Luz que mana a chorros de las cinco llagas y rezuma por todos los poros de su epidermis.

               Cuando da el primer paso -  y, al moverse, los rayos que irradian las Manos y los Pies, le aureolan de rayos de Luz, desde la Cabeza, nimbada con un halo constituido por las innumerables pequeñas heridas de la corona, que ya no manan sangre sino solo fulgor, hasta el borde del vestido -, cuando, abriendo los brazos que tenía juntos en el pecho, descubre la zona de luminosidad vivísima que pasa a través del vestido encendiéndolo con un sol a la altura del Corazón, entonces realmente, es la "Luz" que ha tomado cuerpo.

               No la pobre luz de la Tierra, no la pobre luz de los astros, no la pobre luz del Sol. Es la Luz de Dios: todo el fulgor paradisíaco reunido en un solo Ser, un fulgor que le da sus inconcebibles azules como pupilas, sus fuegos de oro como cabellos, sus candores angélicos como vestido y colorido, y todo lo que constituye - y no es descriptible con palabra humana - el supraeminente ardor de la Santísima Trinidad, que anula con su potencia ardiente todo fuego del Paraíso, absorbiéndolo en sí para generarlo nuevamente en cada momento del tiempo eterno, Corazón del Cielo que atrae y difunde su Sangre, las innumerables gotas de su Sangre incorpórea: los bienaventurados, los ángeles, todo lo que constituye el Paraíso: el amor de Dios, el amor a Dios; todo esto es la Luz que es el Cristo Resucitado, que constituye el Cristo Resucitado.

               Cuando se mueve, viniendo hacia la salida, y el ojo puede ver más allá del fulgor, entonces aparecen ante mi vista dos luminosidades hermosísimas  (solo como estrellas comparadas con el sol); una hacia adentro y otra hacia afuera de la puerta, postradas en acto de adoración a su Dios que pasa envuelto en su Luz, espirando beatitud con su sonrisa; y sale. Abandona la fúnebre gruta y vuelve a pisar la tierra, la cual se despierta de alegría y resplandece toda en su rocío, en los colores de las hierbas y los rosales, en las infinitas corolas de los manzanos, que se abren por un prodigio al recibir los primeros rayos del Sol, que las besan, y ante la presencia del Sol eterno que bajo ellas domina.

               Los soldados se han quedado paralizados donde estaban... Las fuerzas corrompidas del hombre no ven a Dios, mientras que las fuerzas puras del Universo - las flores, las hierbas, los pájaros  - admiran y veneran al Todopoderoso, que pasa nimbado con su propia Luz y rodeado de un nimbo de luz solar. 

                Su sonrisa, la mirada que deposita en las flores, en las frondas, o que se alza al cielo sereno, hace aumentar la belleza de todo: y más suaves y teñido de un esfumado, sedoso colorido rosáceo, aparecen los millones de  pétalos que forman una espuma florecida sobre la cabeza del Vencedor; y más vivos aparecen los diamantes del rocío; y más azul el cielo, que refleja sus ojos refulgentes; y más festivo el Sol, que pone pinceladas de alegría en una nubecita movida por una brisa ligera que viene a besar a su Rey con fragancias arrebatadas a los jardines y caricias de pétalos sedosos.

               Jesús alza la Mano y bendice. Luego, mientras cantan más fuerte los pájaros, y más intensamente el viento perfuma, desaparece de mi vista, dejándome en un gozo que borra hasta los más leves recuerdos de tristezas y sufrimientos y las más leves vacilaciones sobre el mañana... 




jueves, 24 de marzo de 2016

TREMENDA DESCRIPCIÓN DE LOS DOLORES DE LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS, RELATADA POR ÉL MISMO.








Profundísima reflexión sobre los padecimientos en la Cruz, que solo pueden ser descritos por una persona que padeció todas esas torturas, es decir por el mismo Jesús, de este relato se deducen múltiples enseñanzas teológicas: la más importante es que Dios había creado a Adán en el jardín del Edén en una naturaleza que carecía de venenos, espinas y abrojos; toda la naturaleza estaba hecha por Dios para dar alegrías y bienestar al ser humano.

El hombre nacido sin pecado original, al no tener culpa alguna, tampoco podía tener sufrimiento alguno, ya que es el pecado el que genera todos los males y las desgracias de la Humanidad, el pecado como la Virtud, tiene la característica de transformar todo lo que rodea al hombre, esto recuerda la famosa película de Walt Disney la Bella y la Bestia, en donde por el pecado del príncipe, todo el castillo quedó embrujado, y toda su arquitectura, todas sus esculturas, y hasta los habitantes fueron hechizados y transformados de humanos en seres  extravagantes.

Solo el beso de la Bella a la Bestia, que simboliza el amor Redentor de Jesús a la humanidad, devuelve al Príncipe y a los habitantes del castillo a su estado primitivo, y al castillo que es el mundo, su estado anterior. De la misma manera que la Redención, devuelve al ser humano su belleza espiritual primitiva, borrando el pecado original y renueva la naturaleza, antes hostil, para ayudar, alimentar y distraer al hombre.

En el caso de Jesús el beso a la Bestia y la renovación de la naturaleza, se produjo por el tremendo suplicio de su Pasión causada por el hombre, aliado con esa misma naturaleza, que al obtener el perdón condicional a la sumisión a su Doctrina, que es como el beso de la Bella a la Bestia, renueva al hombre y a la misma naturaleza.Y es que Jesús murió por toda la Humanidad, pero su sacrificio sería vano para millones de hombres que no han querido acatar su Doctrina, por eso siguen los sufrimientos de los hombres con las guerras y los asesinatos, y la rebelión de la naturaleza, y las epidemias que se acentúan cada vez más, de una manera proporcional al grado de pecado. 





DEL POEMA DEL HOMBRE-DIOS DE MARÍA VALTORTA
(16-2-1.944)

Dice Jesús:

"Ya has conocido todos los dolores que precedieron a la Pasión propiamente dicha. Ahora te daré a conocer todos los dolores concretos de la Pasión. Los dolores que más impresionan a vuestra mente cuando meditáis en ellos.

Pero meditáis en ellos muy poco, demasiado poco. No reflexionáis cuanto me costasteis, ni en la tortura de que está hecha vuestra salvación. Vosotros que os quejáis de una escoriación, de un golpe contra un saliente, de un dolor de cabeza, no pensáis que Yo era por entero una llaga, que esas llagas estaban sulfuradas por muchas cosas, que las cosas mismas servían de tormento para su Creador, porque torturaban al ya torturado Dios-Hijo, sin respeto a Aquel que, siendo Padre de la Creación, las había formado.

Pero las cosas no tenían culpa. El culpable era siempre el de siempre: el hombre; culpable desde el día que prestó oídos a Satanás en el Paraíso terrenal. Hasta ese momento, las cosas de la Creación no le reservaban al hombre, criatura elegida,  ni espinas, ni venenos, ni saña. Dios había constituido rey a ese hombre, hecho a su imagen y semejanza y, en su paternal amor, no había querido que las cosas pudieran causar insidias al hombre. Satanás introdujo la insidia. Primero, en el corazón del hombre, luego, esta parió para el hombre, con el castigo del pecado, tríbulos y espinas.

Y he aquí que Yo, el Hombre, tuve que sufrir no solo de mano de las personas, sino también de las cosas, y recibir sufrimiento de ellas. Las personas me propinaron insultos y vejaciones; estas fueron el arma usada.

La mano que Dios había hecho al hombre para distinguirle de los animales, esa mano que Dios enseñó al hombre a usar, esa mano, que Dios había puesto en relación con la mente, esa mano a la que Dios había hecho ejecutora de las órdenes de la mente, esa parte vuestra que es tan perfecta y que hubiera debido ofrecer solamente caricias al hijo de Dios - de quien había recibido solo caricias y salud si estaba enferma - se volvió contra Él, y le propinó bofetones y puñetazos, y se armó de azote y se transformó en tenaza para arrancar el pelo y la barba, o se armó de maza para hincar los clavos.

Los pies del hombre, que hubieran debido solo correr diligentes para ir a adorar el Hijo de Dios, se movieron veloces para venir a capturarme y llevarme por las calles hasta mis verdugos, a empujones y tirones, fueron veloces para darme patadas de un modo que no es lícito usar con un mulo terco.
La boca del hombre, que hubiera debido usar la palabra, esa palabra que es cualidad otorgada únicamente al hombre y a ningún animal creado, para alabar y bendecir al Hijo de Dios, se llenó de blasfemias y mentiras, y arrojó éstas, junto a su baba, contra mi persona.
la mente del hombre, que es la prueba de su origen celeste, se fatigó en inventar tormentos de un refinado rigor.

El hombre, el hombre entero hizo uso de todos y de cada uno de sus elementos para torturar al Hijo de Dios. y llamó a la tierra, bajo sus formas como ayuda en la tortura. Hizo de las piedras de los torrentes, proyectiles para herirme, de las ramas de los árboles, palos para golpearme; del trenzado cáñamo, lazo para arrastrárme, serrándome las carnes, de las espinas, una corona de punzante fuego para mi cabeza cansada; de los minerales, un exasperante azote; de la caña, un instrumento de tortura; de las piedras de las calles, obstáculo para el pie vacilante de Aquel que subía, muriendo, para morir crucificado.

Y a las cosas de la tierra se unieron las del cielo. El frío del alba para mi cuerpo ya exhausto por la agonía del huerto, el viento que encrudecía las heridas, el sol que aumentaba la comezón y la fiebre y traía moscas y polvo, y cegaba los ojos cansados que no podían ser protegidos por las manos apresadas.
Y a las cosas del cielo se unieron las fibras concedidas al hombre para revestir su desnudez: el cuero que se transformó en látigo, la lana de la túnica, que se pegaba a las llagas abiertas por los azotes y producía la confricación y laceración en cada movimiento.

Todo, todo, todo sirvió para atormentar al Hijo de Dios. Él, por quien todas las cosas fueron creadas, en la hora que era la Hostia ofrecida a Dios, tuvo como enemigas a todas las cosas. María, tu Jesús no halló alivio en ninguna cosa. Como víboras enfurecidas, todo lo que existía se volvió a morderme las carnes y aumentar el padecimiento.

Esto sería necesario pensar, cuando sufrís, y comparando vuestras imperfecciones con mi perfección y mi dolor con el vuestro, reconocer que el Padre os ama como no me amó a Mí en aquella hora; y amarle, por tanto con todo vuestro ser, como Yo lo amé a pesar de su rigor".



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miércoles, 23 de marzo de 2016

LA IGLESIA CATÓLICA AL IGUAL QUE JESÚS TENDRÁ SU JUDAS DE KERIOT, SU DOLOROSA PASIÓN, CON EL REINO FUGAZ DEL ANTICRISTO Y SU GLORIOSA RESURRECCIÓN


EL ÁNGEL CON LAS LLAVES DEL ABISMO ENCADENANDO A SATANÁS




Lectura del libro del Apocalipsis 20, 1-4


Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo llevando la llave del abismo y una cadena grande en la mano. Agarró al dragón, que es la serpiente primordial, el diablo o satanás, y lo encadenó para mil años; lo arrojó al abismo, echó la llave y puso un sello encima, para que no pueda extraviar a las naciones antes que se cumplan los mil años. Después tiene que estar suelto por un poco de tiempo. 

Vi también unos tronos y en ellos se sentaron los encargados de juzgar; vi también las almas de los decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, los que no habían rendido homenaje a la bestia ni a su estatua y no hablan recibido su señal en la frente ni en la mano. Éstos volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años.

Luego vi un trono blanco y grande, y al que estaba sentado en él. A su presencia desaparecieron cielo y tierra, porque no hay sitio para ellos. Vi a los muertos, pequeños y grandes, de pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en los libros.

El mar entregó sus muertos, muerte y abismo entregaron sus muertos, y todos fueron juzgados según sus obras. Después muerte y abismo fueron arrojados al lago de fuego - el lago de fuego es la segunda muerte -. Los que no estaban escritos en el libro de la vida fueron arrojados al lago de fuego.

Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo.



LA JERUSALEN CELESTIAL

Este relato indica el fin de todas las penurias y los sufrimientos de la humanidad. Muchas veces se ve en este mundo seres humanos transportados por una inmensa alegría, los que ganan el primer premio de la lotería, los que aprueban una asignatura para tener un diploma universitario, que les permitirá llevar una vida libre de penurias, los que han encontrado el cónyuge ideal, pensando que van a ser felices para toda la vida.

Pero todas esas alegrías materiales son falsas alegrías, porque no son duraderas, ya que pueden esfumarse en cualquier momento, por una guerra, una catástrofe como un accidente de avión o de coche, por una enfermedad incurable, o incluso por la propia vejez, que con el paso de los tiempos, transforma una persona llena de vigor, en una persona dependiente para todas sus necesidades. La felicidad material es pues una falacia, un espejismo que tarde o temprano se esfumará como el humo, cuando el hombre perezca y desaparezca de la faz de la Tierra.

Esas alegrías tan grandes que se ven en los agraciados por bienes materiales, siempre me han sorprendido, y siempre he pensado como será entonces la alegría del que ha sido juzgado por Dios, y ha sido encontrado digno de entrar en el Reino de los Cielos para toda la eternidad, Reino de la eterna juventud, donde la muerte y el abismo, que es el riesgo de la condena, han sido arrojados al lago de fuego para siempre, donde solo reinará el amor, la amistad verdadera, la alegría de encontrarse con todos los Santos, los parientes que nos han precedido, y sentirse protegido para siempre bajo el manto del Todopoderoso, nuestro Padre, nuestro Creador y nuestro Redentor. 

Es el Cielo nuevo y la Tierra nueva, relatado en el libro del Apocalipsis, y el mar que simboliza la mentira, ya no existirá, los elegidos habrán despertado del sueño que es la vida terrena, para algunos una verdadera pesadilla, por culpa de la dictadura de los seres egoístas y mentirosos, que los han esclavizado, vejado y explotado, por ser seguidores de la Doctrina de Jesús, seres que serán excluidos de ese Reino Fabuloso donde solo existirá el amor.

Y se encontrarán para siempre semejantes a Dios, como hijos suyos, cuya filiación han obtenido por sus méritos, habiendo pagado con sangre, sudor y lágrimas, con la ayuda de la Gracia de Dios, el precio para tener derecho a estar bajo el amparo del Altísimo, en un estado que nadie vio, nadie oyó ni nunca cayó en mente humana, como dice la Escritura Santa.



De los cuadernos de Mª Valtorta
(10-10-1.943)

¡Oh, hombres que os afanáis por conquistar y conservar las riquezas que perecen! ¿Cómo no os afanáis por conservar en vosotros esta inmensa riqueza sobrenatural de la Gracia? De la Gracia que os mantiene en contacto con Dios y os nutre con sus luces como a recién nacidos en el seno de una madre, a través de las fibras que unen a ellas. 

En efecto, vosotros sois los recién nacidos a la Gracia del Cielo. No es esta la Vida, esta que vivís en la Tierra en la jornada mortal. Esta es solamente formación de vuestro ser futuro de viviente eterno. La existencia humana la gestación que os forma para daros a la Luz. A la Luz verdadera, y no a la pobre luz sombría de esta tierra.

No os llevo en Mí como madre que forma a su criatura. Yo mismo os rodeo y reparo, os nutro con mi alimento para haceros nacer inmortales en la hora que vosotras llamáis “muerte”, y que no es sino “pasaje”. Pasaje de una fase incompleta a una completa, de la segregación en espacio limitado a la libertad sin límites, de las tinieblas a la Luz, de las cohibidas caricias, al abrazo absoluto del alma con su Padre.

Esto es lo que vosotros llamáis “morir”. Vosotros, que con vuestro orgulloso saber, aún no sabéis dar el justo nombre a las cosas, y como niños de pocos años llamáis a las cosas con nombres equivocados. Yo quiero enseñaros lo que es la “muerte” y quienes son los “muertos”.

Muerte es separarse de Dios como el que está por nacer y antes de tiempo se separa del órgano materno y se pudre en el álveo que lo expulsa con dolor. Muertos están, quienes, habiendo sido expulsados así, no se diferencian del despojo de un animal que se descompone al sol y bajo la lluvia en una carretera de la tierra, motivo de repugnancia para el que lo ve. Esto es lo que es “muerte”. Esto es lo que significa estar “muertos”. El pecado es la causa que os separa de Dios y hace de vosotros una putrefacta carne corrompida, alimento de Satanás que os ha envenenado para devoraros, presa de su hambre de devorador de almas y de enemigo de Dios, Creador de las almas.

[…] ¡Oh! ¡día santo y feliz de vuestro nacer al Cielo! ¡Oh! ¡día que Dios Uno y Trino anhela que llegue para vosotros! ¡Oh! ¡beatitud que he preparado para los hombres!

¡Alzáos, dilectos míos! La vida de la Tierra es el tiempo que os dono para crecer a la Vida verdadera y, por cuanto pueda ser largo y penoso, es un instante fugaz respeto a mi eternidad, eternidad que os prometo y que os tengo reservada. Alegría que os he conquistado con mi dolor.

Vivid en Mí y de Mí, hijos que amo. La alegría que os espera es desmesurada como la Gloria de Dios.




SALMO RESPONSORIAL 83, 3. 4. 5-6a y 8a 

R. Ésta es la morada de Dios con los hombres.

Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío. R.

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza:
caminan de baluarte en baluarte. R.


Y estos son los eternos cantos de alabanza, que se oirán por toda la Eternidad, y que serán siempre inagotables porque Dios es de una majestad infinita, ya que como lo dice San Juan de la Cruz, el Santo que mejor relató lo que siente el alma en presencia de Dios, los ángeles más subidos que son los Serafines y los Querubines, son los que mejor se dan cuenta de todo lo que les falta para llegar a conocer los misterios de Dios.




EVANGELIO
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 21, 29-33

En aquel tiempo, expuso Jesús una parábola a sus discípulos:
-«Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que el verano está cerca.
Pues, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el Reino de Dios. Os aseguro que antes que pase esta generación todo eso se cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán.»


LOS PRELUDIOS DEL FIN DEL MUNDO


La Venida del Anticristo: la adoración de la bestia salida del mar, la persecución a los verdaderos creyentes, como lo hemos visto en las citas del libro del Apocalipsis, la abominación en los lugares sagrados, que son la caída de los consagrados representados por la tercera parte de las estrellas barridas por la cola del dragón infernal, así como las terribles plagas mandadas por Dios, con la rebelión de la naturaleza, que está en simbiosis con la conducta de los hombres, debida a los terribles pecados de la humanidad, hechos que ya se está asomando, como un preludio de lo que ha de venir, son como los brotes de la higuera que anuncian el verano, como así lo relata Jesús en el Evangelio.







jueves, 17 de marzo de 2016

SÁBADO 19 DE MARZO FIESTA DE SAN JOSÉ, Y FIESTA DE TODOS LOS PADRES.


IMAGEN DE SAN JOSÉ EN LA BASÍLICA DE LA 

VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS DE GRANADA






San José, tu poder se extiende sobre todos nuestros asuntos, tú puedes hacer posible lo que parece imposible, vela con paternal amor sobre todos nuestros intereses.

San José, es el personaje más importante en la Religión, le han encomendado la custodia de los más grandes tesoros del Cielo y de la Tierra: el Hijo de Dios hecho Hombre, y la Criatura más sublime de la Creación: La Stma. Virgen María la Inmaculada, Reina del Cielo y de la Tierra, y vencedora de la bestia Infernal, que ha causado todos los males y desgracias de la Humanidad.

Jesucristo para realizar la Obra más importante de la Historia de la humanidad, que es la sublime Redención del género humano, no podía aparecer en la Tierra como un Espíritu venido del Cielo sin pasar desapercibido, hubiera sido imposible pagar el rescate del pecado, ya que al haber sido cometido por un hombre, tenía que haber sido pagado por otro hombre, por razones de equidad y de Justicia. Por esa razón la Redención se llevó a cabo, cuando Jesús en la Cruz dijo "¿Padre, porque me has abandonado?", ya que en ese momento fue cuando fue de verdad un Hombre, asistido solo por la Gracia del Espíritu Santo. 

Esas palabras fueron las que provocaron el rugido de rabia de Lucifer y de todas sus hordas infernales, ya que eran la sentencia de su condenación eterna y de que nunca más podrían ser amnistiados. Esas palabras fueron también las que provocaron los gritos de alegría de todos los Justos del Limbo, liderados por San José y por Abraham el padre de todos los creyentes, para los cuales se abrieron las puertas del Cielo, fueron también las que produjeron la Glorificación de Jesús, como triunfador de las fuerzas infernales.

Por eso su poder de mediación de San José es infinito: Ni Dios, ni la Virgen María pueden negarle ninguna petición suya, es lo que dijo Santa Teresa de Jesús, que siempre ha obtenido por su mediación todo lo que le ha pidió. La Santa invita a los que lo ponen en duda, que experimenten su protección.

Jesús dijo en su discusión con los Fariseos: Abrahan deseaba verme nacer, lo vio y se alegró, lo que provocó el escándalo de sus interlocutores. San José no solo lo vio nacer, pero lo crió hasta su muerte, y tuvo la gran suerte de estar asistido por Jesús y por la Stma. Virgen María a la hora de su muerte, por eso es el Patrono de los moribundos.





martes, 15 de marzo de 2016

LA AGONÍA DE JESÚS EN EL HUERTO DE GETSEMANÍ. LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD DE LUCIFER, QUE DESPLIEGA TODO SU PODERÍO PARA DESBARATAR LOS PLANES DE DIOS.

EL ÁNGEL DE LA CONSOLACIÓN OFRECIÓ
A JESÚS UN CÁLIZ CON LOS NOMBRES
DE TODOS LOS ELEGIDOS


Detallada descripción de la agonía de Jesús en el Getsemaní, ultima posibilidad para Satanás para evitar la Redención de la Humanidad, aprovechando la debilidad del Hombre-Dios, abandonado por su Padre y por la mayoría de sus Apóstoles, y cargado con todos los pecados de la Humanidad, pasada, presente y futura.

Sublime enseñanza de como Jesús se acuerda de algunas almas desesperadas de una manera misteriosa, con la ayuda de las almas víctimas que saben ofrecer sus sufrimiento para, a ejemplo de Jesús, salvar a sus hermanos de la Condenación eterna.

Explicación de como todos los justos, enamorados de Dios, han estado presentes al pié de la Cruz, debido a la naturaleza Divina de Jesús, para la cual, no existe el tiempo.



REFLEXIONES SOBRE LA AGONÍA DE GETSEMANÍ
(Del poema del Hombre-Dios)


Dijo Jesús:

[...] Y no ha habido un dolor mayor, más completo que el mío. Era uno con el Padre. Él me había amado desde la eternidad como solo Dios puede amar. Se había complacido en Mí y había encontrado en Mí su divina alegría. Y Yo lo había amado como solo un Dios puede amar y encontraba en mi amor por Él mi alegría divina. La inefable relación que une ab aeterno al Padre con el Hijo, no puede seros explicado ni siquiera con mi palabra, porque, si bien ella es perfecta, vuestra inteligencia no lo es y no podéis comprender y conocer lo que es Dios mientras no estéis con Él en el Cielo. Pues bien, yo sentía, cual agua que asciende y presiona contra un embalse, crecer, hora tras hora, el rigor del Padre respecto a Mí.

[...] Yo lo experimenté. Tuve que conocerlo todo, incluso vuestras desesperaciones, para poder, respeto a todo, interceder por vosotros ante el Padre. ¡Oh, Yo experimenté lo que significaba decir: "Estoy solo, todos me han traicionado, abandonado. Tampoco el Padre, tampoco Dios me ayuda ya". 

Y por eso obro misteriosos prodigios de gracia en los pobres corazones destrozados por la desesperación, y por eso pido a mis predilectos que beban este cáliz mío de tan amarga experiencia, para que ellos - los que naufragan en el mar de la desesperación - no rechacen la cruz que ofrezco como ancla y salvación, sino que a ella se aferren y Yo pueda llevarlos a la bienaventurada orilla, donde solo habita la paz.

¡Solo Yo sé cuanto hubiera necesitado al Padre en la noche del Jueves! Era un espíritu ya agonizante por el esfuerzo de haber tenido que superar los dos mayores dolores de un hombre: el adiós a una madre amantísima y la cercanía del Apóstol infiel, eran dos llagas que me quemaban el corazón: una con su llanto, la otra con su odio.

[...] Habrían sido suficientes esas dos llagas para hacer de Mí un agonizante en mi Yo. Pero era el Expiador, la Víctima, el Cordero. El cordero, antes de ser inmolado, conoce la marca incandescente, conoce los golpes, conoce el desnudamiento, conoce la venta al matarife, Lo último que conoce es el hielo del cuchillo que penetra en el cuello y abre las venas y mata. Antes debe dejarlo todo: los pastos donde ha crecido, la madre en cuyo pecho ha hallado nutrición y calor, los compañeros con quien ha vivido. Todo. Yo he conocido todo: Yo, Cordero de Dios.

Por eso vino Satanás, mientras el Padre se retiraba a los Cielos. Ya había venido en el comienzo de mi misión, a tentarme para desviarme de ella. Ahora volvía. era su hora, la hora del aquelarre satánico.

Hordas de demonios estaban esta noche en la Tierra para llevar a cabo la seducción de los corazones y disponerlos a querer el día siguiente que mataran a Cristo. Cada uno de los miembros del Sanedrín tenía el suyo, y el suyo Herodes y el suyo Pilatos, y el suyo cada uno de los judíos que iba a invocar que cayera sobre sí mi Sangre. También los Apóstoles tenían cada uno su tentador a su lado, que los adormilada mientras que Yo languidecía, que los preparaba para la cobardía. Observa el poder de la pureza, Juan, el puro, fue el primero que se liberó de la garra demoníaca, y volvió enseguida con su Jesús, y comprendió su celado deseo, y me trajo a María.

Pero Judas tenía a Lucifer, y Yo tenía a Lucifer: Judas en el corazón, Yo, al lado. Eramos los dos principales personajes de la tragedia y Satanás se ocupaba personalmente de nosotros. Después de conducir a Judas hasta un punto del que ya no podía retroceder, se volvió hacia Mí.
Con su astucia perfecta, me presentó las torturas de la carne con un realismo insuperable. En el desierto, también empezó por la carne. Le vencí orando. El espíritu sojuzgó los miedos de la carne.

Me presentó entonces la inutilidad de mi muerte, la utilidad de vivir para mi mismo sin ocuparme de los hombres ingratos. Vivir rico, feliz, amado. Vivir por razón de mi Madre, por no hacerla sufrir. Vivir para llevar a Dios con un largo apostolado a muchos hombres, los cuales, si yo muriera, me olvidarían, mientras que, si Yo fuera Maestro, no durante tres años, sino por muchos lustros, terminarían identificándose con mi Doctrina. Sus ángeles me ayudarían a seducir a los hombres. ¿No veía que los ángeles de Dios no intervenían para ayudarme? Después, Dios me perdonaría al ver la cosecha de creyentes que le habría llevado. En el desierto, también me había inducido a tentar a Dios con la imprudencia. Le vencí con la oración. El espíritu sojuzgó a la tentación moral.

Me permito aquí hacer un inciso creo que importante, en la tentación de Jesús en el desierto, Satanás indujo a Jesús a tirarse desde el  pináculo del templo, ya que está escrito que "los ángeles te protegerán para que tu píe no tropiece con la piedra", a lo cual Jesús le contestó: "Está escrito no tentarás al Señor tu Dios", lo que quiere decir que no hay que ponerse en situación de peligro, aquí Lucifer sigue otra vez con la tentación de tentar a Dios: y es que rechazar la Cruz, y sustituirla por un largo apostolado, impedía la Salvación de la Humanidad, lo que era tentar en cierta manera a Dios, al imponerle una decisión contraria a su voluntad, que era la Redención del género humano.

Vemos que Satanás nunca tienta directamente ofreciendo el mal, porque sabe que el mal conocido nunca será admitido, siempre aparece como un amigo, que quiere favorecer, ¡Cuanta gente a cazado con esa astucia!

Me presentó el abandono de Dios. Él, el Padre, ya no me amaba. Yo estaba cargado con los pecados del mundo. Le producía repulsa. Estaba ausente, me dejaba solo. Me abandonaba al escarnio de una muchedumbre despiadada. Y no me concedía ni siquiera su divino consuelo. Solo, solo, solo. En esa hora solo estaba Satanás al lado del Cristo. Dios y los hombres estaban ausentes porque no me amaban. Me odiaban y se mostraban indiferentes. Yo oraba para cubrir con mi oración las palabras satánicas. Pero la oración ya no subía a Dios. Caía sobre mí, de nuevo como piedras de lapidación y me aplastaba bajo su cúmulo. La oración, que para mí era siempre caricia hecha al Padre, voz que subía y a la que correspondía la caricia y la palabra paterna, ahora estaba muerta, era costosa, en vano lanzada contra el cielo cerrado.

Entonces sentí la amargura del fondo del cáliz. El sabor de la desesperación. Esto era lo que quería Satanás. Llevarme a desesperar, para hacer de mí un esclavo suyo. Vencí la desesperación, y la vencí solo con mis fuerzas, porque quise vencerla. Solo con mis fuerzas de Hombre. Ya no era sino Hombre. Y ya no era sino un Hombre sin la ayuda de Dios. Cuando Dios ayuda, es fácil mantener elevado hasta el mundo y sostenerlo como juguete de niño. Pero cuando Dios ya no ayuda, hasta el peso de una flor nos resulta fatigoso.

Vencí la desesperación, y a Satanás, su creador, por servir a Dios y a vosotros dándoos la Vida. Pero conocí la muerte. No la muerte física del crucificado - esa fue menos atroz -, sino la muerte total, consciente, del luchador que cae, después de haber triunfado, con el corazón quebrantado, rezumándole la sangre con el trauma de un esfuerzo superior a lo posible. Y sudé sangre por ser fiel a la voluntad de Dios.

Por eso, el ángel de mi dolor me presentó, como medicina para mi agonía, la esperanza de todos los salvados por mi sacrificio.
¡Vuestros nombres! cada uno de ellos fue para mí una gota medicinal infundida en las venas para devolverles el tono y la función; cada uno de ellos significó para mí vida que volvía, luz que volvía, fuerza que volvía. En medio de las inhumanas torturas, para no gritar mi dolor de Hombre y para no desesperar de Dios y decir que era demasiado severo e injusto para con su víctima.

Yo me repetí vuestros nombres, yo os vi. Os bendije desde entonces. Desde entonces os llevé en mi corazón. Y cuando llegó para vosotros la hora de estar en la Tierra, me asomé desde el Cielo y me incliné para acompañar vuestra venida, exultando ante el pensamiento de que una nueva flor de amor había nacido en el mundo y que viviría por Mí.

¡Oh, benditos míos, consuelo de Cristo agonizante! Mi Madre, el Discípulo amado, las Mujeres pías acompañaban mi morir. Pero vosotros también estabais. Mis ojos agonizantes veían, junto con el rostro acongojado de mi Madre, vuestras caras amorosas, y se cerraron así, felices de cerrarse porque os habían salvado, ¡oh, vosotros, que compensáis el sacrificio de un Dios!" 

¡Emocionantes y estremecedoras palabras de Jesús, que nos ayudan a llevar nuestra cruz, y nos llenan de felicidad, solo Dios puede hablar así, como dijo Jesús, "Mis ovejas reconocen mi voz!". 







sábado, 12 de marzo de 2016

EL SANTO Y SEÑA PARA ENTRAR EN EL PARAÍSO ES: "JESÚS, PERDÓNAME PORQUE HE PECADO; TE AMO CON TODO MI SER"

Expulsó al hombre y puso delante del jardín
del Edén un Querubín, que blandía flameante 
espada para guardar el camino del
árbol de la vida (Gen 3, 24)




La única cosa segura que hay en este mundo es que todos moriremos algún día, y que somos más o menos pecadores, todo lo demás hay que ponerlo en duda, aunque venga alguien a convencernos de lo contrario, y lo confirme con milagros.

Dios nos dará la Vida Eterna si lo amamos, y le pedimos perdón, entonces, nunca nos abandonará; ya que nunca abandona a los que le quieren, muy al contrario, como una madre, siempre nos cuida y nos protege.

La gente se condena cuando deja de amarlo, y se aparta de Él, aún así, en este mundo siempre espera que volvamos, y está dispuesto a perdonarnos si nos arrepentimos, como el padre del hijo pródigo de la parábola.

El único peligro de las ovejas es apartarse del Pastor, porque sin su protección, el lobo se apodera de ellas. Lo mismo ocurre con las almas, fuera de la protección del Hijo de Dios, el Demonio tiene las de ganar, por eso intenta por todos los medios romper el lazo de unión que une el alma con Dios, que es el Amor, y muchas veces lo consigue porque Dios deja libertad absoluta al alma, la cual se aparta de Dios cuando es Orgullosa, Desobediente, Irreflexiva y Ociosa. (O.D.I.O.)

Solo el Amor a Jesús nos dará la Vida Eterna, porque crea un lazo que nos mantiene firmemente unido a Él, que es Todopoderoso. Para que ese Amor sea imperecedero, el alma tiene que ser Amable, Maleable, Obediente y Razonable. (A.M.O.R ) 



Del Ángel Azarías (19/1/1.947)


[…] La concupiscencia de ser semejante a Dios, no porque el deseo provenga del conocimiento de vuestra condición y del amor, que os muevan a conseguir una protección que os haga dioses, sino del orgullo, es la misma concupiscencia de Lucifer. Y como toma la forma y la violencia del Rebelde, toma igualmente su tenacidad.

Os dijo vuestro Maestro santísimo: “sed perfectos como mi Padre”. Por eso no es culpa sino obediencia tender a esa perfección que os asemeja a vuestro Padre. Ahora bien, la perfección comporta justicia y en la justicia hay únicamente amor. En la justicia y en el amor hay siempre humildad y sabiduría, y en la humildad y sabiduría, el deseo de ser semejantes a Dios, que no ha de confundirse con el orgullo ni la ignorancia de quererlo ser en poder y en infinitud, afín de hacer las mismas cosas que Él hace y aún mayores, superándolo, dominándole y destronándole, diciendo: “Yo soy”, como trató de hacerlo Lucifer y como lo dijo, sino que permanece puro y todo amor, nada más que amor, Amor que mueve a los hijos a imitar al Padre y al Hermano divinos para ser perfección en la bondad y en la caridad. En eso y no en la sed de hacer las obras estupendas que hace Dios, Creador y Señor del Cielo y de la Tierra.

[…] Hay otros pecados, precisamente con el pecado de concupiscencia espiritual, que se encuentran (¿cómo no?) entre las filas de los católicos que se creen fervorosos, y lo son a su manera. Lo son más con el injusto fervor y con el desordenado amor. En tiempo de Jesús nuestro Señor, ellos estarían en las filas de los Fariseos. Actualmente se encuentran entre los desordenados en religión.

¡Y son tantos…! Son todos aquellos que – lo son únicamente porque no dejan pasar un día sin ir a la Iglesia, respetan la abstinencia y el ayuno a toda costa, hasta el punto incluso de desatender al marido, a la mujer o a los hijos y, de este modo, fomentar en ellos la libertad, que en un buen católico, debería ser el cuidado de impedir que surja; o, faltando a la caridad con un enfermo, se olvidan que la asistencia al que está enfermo es, por la misericordia practicada, rito de honor y de amor hacia Dios que se oculta en el propio enfermo – son aquellos que, porque hacen esto, tienen para su alma una religión desordenada.

Desordenada por ser egoísta. Desordenada por su sed de alabanzas de los hombres que ven su fervor (exterior) y su diaria oración (externa). Más Dios penetra el fondo de los corazones y de las cosas. Ve el verdadero móvil de tantas prácticas, al igual que las consecuencias de las mismas, todas ellas exteriores. Y no las aprueba, porque Dios es Amor y Orden y quiere, por tanto, orden y amor en todas las cosas.





PROFUNDA EXPLICACIÓN SOBRE EL VALOR REDENTOR DEL SUFRIMIENTO




LA BARRA INFERIOR SIMBOLIZA LA BALANZA
QUE SERVIRÁ PARA JUZGAR A LA HUMANIDAD



Esta cruz ortodoxa representa en la barra horizontal superior la inscripción INRI (Jesús el Rey de los Judíos); la otra barra horizontal es el travesaño donde fueron clavados los brazos de Jesús; la barra inclinada inferior representa en el lado izquierdo la parte más alta a San Dimas, y la más baja, al mal ladrón llamado Gestas.

Esta Cruz simboliza también a toda la humanidad: esa barra inclinada, representa al alma redimida que ha soportado sus padecimientos sin acritud, amando a Cristo, y el réprobo, que ha maldecido a Jesús por los sufrimientos y las pruebas de la vida. y como Dios paga al alma con la misma moneda que ella usó, en el día del Juicio, unas almas serán amadas y salvadas, o malditas y condenadas, como así está escrito en los Evangelios.



De los cuadernos de María Valtorta 
(Dictado del 19 de Agosto de 1.944)
           

Dice Jesús:

          “Escribe:
         “¡Oh, Señor!, sé que en los días que me haces llorar más, me haces ganar más. Por eso te agradezco que me hagas llorar.
          ¡Oh, Señor!, sé que que en los días que me haces sufrir más, me haces aliviar más los dolores ajenos. Por eso, te agradezco que me hagas sufrir.
          ¡Oh, Señor!, sé que en los días que me haces angustiar más porque te escondes, Tú vas junto a un pobre hermano mío que está perdido. Por eso te agradezco esta angustia.
           ¡Oh, Señor!, sé que en los días que vuelcas sobre mí la onda amarga de la desolación, te entrego a un hermano desesperado. Por eso te agradezco esta onda amarga.

           ¡Oh, Señor!, sé que las tinieblas que me enceguecen, que el hambre que me hace languidecer, que la sed que me hace morir por Ti, debido a Ti, sirven para que, como Luz, Fuente, Alimento, vuelvas a darte al que muere por todas las muertes. Por eso te agradezco mis tinieblas, mi hambre, mi sed.

           ¡Oh, Señor!, sé que mis muertes espirituales en tu cruz significan resurrección para otros tantos muertos en tu cruz. Por eso, te agradezco que me hagas morir.

           Porque creo, ¡oh, Señor!, que todo lo que me haces es para mi bien, tiene como fin el bien, es para gloria de Dios, el Bien Supremo; porque creo que encontraré de nuevo todo esto cuando el verte me haga olvidar todo el  dolor que sufrí; porque creo que mi gozo aumentará con cada sufrimiento; porque creo que para las “víctimas” no hay justicia sino solamente Amor; porque creo que nuestro encuentro se concretará en una sonrisa, en un beso, tu beso, Jesús-Amor, que enjugará completamente las huellas de mi llanto; porque creo todo esto, te agradezco por mis innumerables espinas y te amo aún con mayor amor.

           Tú no me has dado el papel de María, que es el mejor, sino tu mismo papel, que es el perfecto, pues es el Dolor.   
           Gracias, Jesús”.
        
           Tienes que decir esto, pero no con los labios, sino con el espíritu persuadido de tal verdad, que te indica quien encarna la Verdad.
            Si para darte un eterno futuro más bello hubiera conocido un camino menos penoso. Lo habría elegido para ti, porque te amo; pero ese camino no existe. Por lo tanto te he dado este por un motivo de infinito Amor.

            Cada lágrima derramada con constante adhesión a la voluntad de Dios, cada lágrima derramada con amor por El que te la pide, cada lágrima que se ha sabido ofrecer, se adorna con el nombre de una obra cumplida por quien llora o de una criatura a la que éste ha llevado a la salvación.

         El llanto no significa culpa. Es un tributo a nuestra condición. La defino “nuestra” porque tu Dios fue también Hombre y lloró y María – la que no albergó miserias por ser inmaculada – lloró porque, siendo Corredentora, tuvo que vivir el dolor que, sin embargo, no le correspondía. Lloraron pues el hombre y la Mujer. Puedes llorar también tú, que eres un alma abrazada a Dios, pero que no eres ni divina ni inmaculada.

             Lo esencial es saber llorar sin que el llanto se convierta en pecado es decir, que sea un llanto sin acrimonia, y haciendo del llanto una moneda para rescatar a los esclavos que Satanás mantiene atados a su galera.
            
            ¡Salva, salva! Y no temas. Dios está contigo”.


miércoles, 9 de marzo de 2016

PALABRAS DE JESÚS SOBRE EL FINAL DE LOS TIEMPOS; PALABRAS DEL SANTO CURA DE ARS EN EL CUADRO DE JESÚS CRUCIFICADO DE VELÁZQUEZ

CRISTO JESÚS EN LA CRUZ DE VELAZQUEZ
PALABRAS DEL SANTO CURA DE ARS


Breve explicación dictada por Jesús a María Valtorta, en donde se describe cuales son los signos que indicarán el final de los tiempos; la persecución que suprimirá el sacrificio perpetuo, así como su duración, la conversión de los Judíos, lo que desatará la furia de Satán, la venida del Arcángel Miguel, que  surgirá para salvaguardar el Reino de Dios, y derrotar a Satanás.



De los Cuadernos de María Valtorta (Daniel 12.)

Dice Jesús.:

“El Arcángel que derrotó a Lucifer y que guarda mi Reino y los hijos del mismo, será el que surgirá como signo celeste en el tiempo último. Será el tiempo en que Israel se unirá con la Roma de Cristo y ya no habrá más dos ramos del pueblo de Dios, o sea el bendito y el maldito por culpa de su deicidio, sino un único tronco, llamado de Cristo porque vive en Mí.

Entonces, dado que se habrá completado el número de los salvados vendrá la resurrección de la carne y los muertos, que yacen en los infinitos cementerios, en los desiertos, en los mares, donde quiera que repose uno que fue un hombre, se alzarán para venir a Mí, el Juez supremo, como la multitud dormida a la que despierta el toque del clarín que llama a asamblea.

¡Como te derramarás jubilosamente sobre mis bienaventurados ese día, oh Luz, Tú que eres un atributo mío y que harás relucir como estrellas a los que conocieron la sabiduría y enseñaron y vivieron la Justicia!

El último periodo – tres años y seis meses – será el más tremendo de los vividos por el hombre y en él Satanás, a través de su hijo, consumido por un supremo rencor – porque ya no existirá la división entre los dos ramos del pueblo de Dios, la división que fue causa de tantos males materiales, morales y espirituales -, empleará sus perfectas, pero también últimas astucias, para dañar, arruinar, matar a Cristo en los corazones y matar los corazones destinados a Cristo.

Los sabios comprenderán la artimaña de Satanás, las innumerables artimañas de Satanás, porque el que posee la verdadera Sabiduría está iluminado, y, por su fidelidad a la Gracia se volverán puros e indudables como el fuego, dignos de ser elegidos para el Cielo. Los impíos seguirán el Mal y practicarán el mal, pues no comprenden el Bien, dado que por espontánea voluntad colmaron su corazón de Mal.

Entonces vendrá el tiempo en que la Iglesia, mancillada más que nunca, ya no podrá celebrar el Sacrificio perpetuo y la abominable desolación se alzará en el Lugar Santo y en los lugares santos, tal como han dicho los profetas y como he repetido Yo, que nunca erro.
Dice Daniel: “Esta abominable desolación durará 1290 días. Bienaventurado el que espera y llega a 1335”.

Esto quiere decir que en los tres años y seis meses que precederán el fin, se reservará un breve tiempo para que los fieles se reúnan con el fin de escuchar la última Palabra, que resonará en el espíritu de cada uno de ellos como invitación al Cielo, mientras Miguel con sus ángeles vencerá a Satanás y a sus demonios.

“Bienaventurado el que espera y llega a 1335 días”, quiere decir: “Bienaventurado el que persevere hasta el fin”, pues será salvado.

A ti te digo: “Ve hasta el plazo establecido (De tu tiempo de vida en la Tierra) y tendrás sosiego, y permanecerás en tu suerte hasta el fin de los días”.  







EL 8 DE MARZO DE 2.016 FIESTA DE SAN JUAN DE DIOS, COPATRONO DE GRANADA.

MUY ANTIGUA ESTATUA DE SAN JUAN DE DIOS
 EN SU BASÍLICA DE GRANADA




Este grandísimo Santo, que vivió en Granada, es hoy famoso en todo el mundo, vivió en Granada por los años 1,550, época de oro de España cuando era la Nación más fuerte del mundo conocido, y donde vivían Santos de la talla de San Juan de la Cruz, de Santa Teresa de Jesús, de San Pedro de Alcántara, de San Juan de Ávila, y tantas almas que no han pasado a la historia, pero que se entregaron a Dios.

Era una época, en donde en otras naciones, como en Francia, Alemania, Inglaterra, se desarrollaba la reforma Protestante, y las terribles guerras de religión, guerras que no se llegaron a ocurrir en España, gracias a la Inquisición, como así lo reconoció el célebre escritor francés Voltaire, que era anticlerical convencido y enemigo acérrimo de la Iglesia. La Inquisición, que por culpa de la Leyenda negra, promovida por Inglaterra y los Luteranos, causó muchos menos muertos en toda su historia que durante el reinado del criminal Enrique VIII y de su fanática hija Elisabeth.

A San Juan de Dios, Santo de origen portugués, como San Antonio de Padua, Jesús le dijo: "Granada será tu Cruz", y en esta ciudad desarrolló su labor con los más pobres, recogiéndo por las calles, los enfermos y cargando con ellos para llevarlos al hospital. El Señor le ofreció la corona de espinas, que llevó sin acritud, su prédica favorita era pedir diciendo: "Socorrer a los pobres, y le haréis un gran bien a ellos y también a vosotros, porque en el día del Juicio, todo lo que le habréis dado a los pobres, se lo habréis dado a Jesús, porque Él está entre ellos".

San juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, solía relatar en su catecismo, con las lágrimas en los ojos - ya que Dios le había dado el don de las lágrimas, que el Señor otorga a los que tienen un inmenso amor a Dios -  que un día al lavar los pies a un pobre, San Juan de Dios vio en uno de ellos las llagas del crucificado, y le preguntó, con estremecimiento. ¿Pero eres tú, Jesús?

Cuando creció su fama, y que estaba enfermo, se recogió en casa de los Pisas, una noble familia, por orden del Arzobispo, ya que él no quería ir allí. Al sentirse morir, se puso de rodillas al lado de la cama, y así lo encontraron muerto, aún se puede visitar esa casa en Granada conservada como museo.




martes, 8 de marzo de 2016

LA VENERACIÓN DEL SANTO CURA DE ARS A LA SANTÍSIMA VIRGEN: LA INMACULADA CONCEPCIÓN


DIJO LA SEÑORA VESTIDA DE BLANCO A BERNADETTE:
"EU SOY ERA IMMACULADA CONCEPCIOU"



En la Historia del Cristianismo, todos los grandes Santos han tenido una grandísima devoción a la Stma. Virgen María, el Cura de Ars no fue una excepción, en su época, el 8 de diciembre de 1.854, cuando el Papa Pío IX llegó a proclamar el Dogma de la Inmaculada Concepción, que muy pronto sería confirmado por la misma Virgen María en 1858, en sus apariciones en Lourdes  a Santa Bernadette, a la cual, a la pregunta que le hizo la santa, le contestó en el dialecto local, el patois de Lourdes: “Eu soy era Immaculada Concepciou”.




DEL LIBRO DEL CURA DE ARS DE FRANCIS TROCHÚ

Hasta el fin de su vida, los ancianos de Ars han conservado el recuerdo de una fiesta única, en la cual, el párroco Vianney manifestó una alegría extraordinaria, entusiasta. En Noviembre de 1.854, mientras Roma se disponía a celebrar magníficamente  la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, el Cura de Ars, preparaba su humilde  parroquia para tan solemne acontecimiento. Algunos días, antes de la proclamación de esta verdad de fe, cuenta la baronesa de Belvey, oí como el siervo de Dios predicaba un sermón de circunstancias, en el cual recordaba, con transportes de alegría, todo lo que había hecho por María Inmaculada… un escalofrío pasó por todo el auditorio cuando al terminar exclamó: “¡Si para dar algo a la santísima Virgen, pudiese venderme, me vendería!”.

La solemnidad que se acercaba ¿no era para nuestro Santo una ocasión excepcional para testimoniar a Nuestra Señora, un afecto de más de sesenta años? Había amado a María desde niño. Una vez sacerdote, había trabajado con todas sus fuerzas para  propagar su culto. Para convencerse de ello, les bastaba a los peregrinos al ver imágenes de la Virgen en todas las fachadas del pueblo. En cada casa había una imagen en colores de la Madre de Dios, ofrecida por el señor Cura  en la parte inferior de la cual había puesto su firma. En 1.814, el párroco Vianney había colocado una gran estatua de la Inmaculada en el frontispicio de la Iglesia. Ocho años antes, el 1º de mayo de 1.836 “ había consagrado su parroquia a María sin pecado concebida. El cuadro destinado a perpetuar esta consagración, dice Catalina Lassagne, fue puesto en la entrada de la capilla de la Santísima Virgen. Algún tiempo después, mandó hacer un corazón dorado, que todavía hoy pende del cuello de la Virgen Milagrosa. Los nombres de todos los feligreses de Ars, escritos sobre una cinta de seda blanca, están encerrados en este corazón”.

En las festividades de María,  “las comuniones eran cada día más numerosas y la Iglesia no quedaba vacía ni un momento”, por la tarde, la nave y las capillas laterales apenas podían contener tal concurrencia. Es que nadie quería perderse la homilía del párroco Vianney en honor de la Santísima Virgen María; “verdaderamente, era emocionante el entusiasmo con que hablaba de su santidad, de su poder y de su amor”.

Pero cuando se superó, fue el inolvidable del 8 de diciembre de 1.854, cuando el Papa Pío IX definió, “en virtud de la autoridad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y de la suya propia”, que “la bienaventurada Virgen María fue preservada de toda mancha de pecado original desde el primer instante de su concepción”. A pesar de su cansancio quiso cantar la misa mayor, y usó por primera vez y con gran alegría una magnífica casulla de terciopelo azul bordada en oro, cuyas figuras y finos labores había diseñado el arquitecto Bossan. El coro y la nave lucían sus mejores adornos.

Por la tarde, después de vísperas, “toda la parroquia fue en procesión a la escuela de los Hermanos, donde el señor cura bendijo una imagen de la Inmaculada, regalo suyo, levantada en el jardín”. Por la noche, aparecieron iluminados el campanario, las paredes de la Iglesia y las fachadas de las casas. Se cerró la fiesta con una función religiosa, en la cual, el párroco Vianney tomó la palabra: ¡Que felicidad!, ¡que felicidad!, exclamaba al comenzar la homilía. Siempre había pensado que en medio del resplandor de las verdades católicas, faltaba ese rayo de luz. Era un vacío que no podía faltar en nuestra religión”.

¡Una iluminación! Era una novedad para los feligreses y para el mismo Cura. Antes de salir a contemplar aquella maravilla, el santo en persona, echó las campanas al vuelo; duró tanto el repique, dice Catalina Lassagne “que acudieron de las parroquias vecinas, pensando que se trataba de un incendio”. “El señor Cura paseaba gozoso entre los sacerdotes  presentes y los Hermanos, a la luz de los blandones”. Aquella fiesta fue uno de los días más felices de su vida. Casi septuagenario, parecía haber vuelto a los 20 años. Jamás un hijo se ha mostrado más dichoso de presenciar  el triunfo de su madre. Tan “grande manifestación de júbilo” él mismo la había inspirado y organizado.